////// Año XVIº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

martes, 22 de septiembre de 2020

MEDIOS MEDIOS: LA MEDIOCRIDAD MEDIÁTICA…

 

 

La brutal represión sufrida por enfermeras y enfermeros a manos de la Policia Metropolitana, nada aporta sobre las características morales de Horacio Rodríguez Larreta y su gobierno. Pero a cambio expone con toda claridad la decadencia de la industria periodística argentina de un lado y del otro de la grieta. Para fortuna de los unos, los otros siempre pueden ser peores.  


LA SUERTE DE LAS DEBACLES

 




Así como el bobo letal de Fernando De La Rua le tiró la Montada encima a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, así ayer la policía de Rodríguez Larreta reprimió con su acostumbrada brutalidad a las enfermeras y enfermeros en plena pandemia. La comparación sirve a su vez para marcar la diferencia: a De La Rua Magnetto ya no lo quería más.

Hoy ninguno de sus dos grandes diarios, ni Clarín ni La Nazión -porque en términos políticos los dos son suyos- mencionan el hecho en sus tapas. Todos sabemos por qué, y sin embargo, o por lo mismo, también podemos imaginar qué hubieran hecho si la misma represión, incluso menos brutal, la ordenaba Kicillof en la Provincia.

Ventas y mediciones nos avisan que cada vez importa menos lo que digan estos medios, que pescan reducidos a la pecera del odio de su propio público, que el eco multiplicado por sus incontables medios es sonido y furia y nada más, hipertrofia capitalina, espuma de la rabia que se deshace en las urnas. Pero allá ellos con su debacle.

Más interesante, cuando no preocupante, fue la reacción de los otros medios, los que no les responden, los que podrían hacer algo más que llorar por las víctimas o mostrarlas en sus páginas y pantallas narrando el maltrato una vez y otra vez.

A 24 horas del escándalo, vale preguntarse: ¿A nadie se le ocurre, mejor, entrevistar a Diego Santilli, responsable de la seguridad de CABA, y por lo tanto de la represión de ayer? Y si lo llamaron y no quiso hablar ¿por qué nadie nos cuenta que lo llamaron y prefirió esconderse? Todos los días lo tenemos en todos los canales inventariando sus progresos, subestimando la pandemia, empujando a los chicos pobres a las plazas y a la gente a las calles para que Magnetto no se le enoje… pero desde ayer no aparece. Nadie lo encuentra.

A 24 horas del escándalo, tampoco se sabe qué gremio reúne a esas enfermeras y enfermeros, cuál es el delegado responsable de protegerlos, ¿por qué nadie lo entrevista? ¿no lo encuentran? ¿no lo buscan? ¿está en yunta con Larreta?... No se sabe. No se entiende.

De un lado y del otro de la grieta, estos hechos evidencian eso: la decadencia general de la industria periodística argentina, que hace mucho, es cierto, que no hace periodismo, que se limita al show, cuando no a la operación política; a la propaganda, cuando no al mero espectáculo de la actualidad. No es de extrañar que hoy celebren cuatro puntos de rating los mismos que ayer se amargaban con veinte. La debacle es general.

Cuando a unos y otros se les cuestionan estas cosas, la respuesta suele ser de índole presupuestaria. No tenemos gente, no tenemos viáticos, no tenemos móviles… No mienten. La caída en las ventas y las mediciones, redunda en un recorte de costos, lo cual resiente la calidad del producto, y esto a su vez provoca una caída en las ventas, que supone una baja en los recursos, y así giran sin parar en un círculo vicioso como un remolino que succiona para abajo, y se los lleva.

La derrota en las última presidenciales, fue una demostración contundente del poder de los más grandes medios, la verdadera utilidad de sus blindajes y operaciones. Doce años de anticristinismo rabioso, cuatro años de manejar el Estado, pervertir la justicia, todas las instituciones, y hasta permitirse en plena democracia perseguir, espiar y encarcelar adversarios… y con todo y tanto acaban perdiendo la reelección, y en primera vuelta.

Pero si alguna suerte todavía les queda, es la precariedad de los pocos medios masivos que los enfrentan -C5N, Página 12 (los intentos de verdad independientes como El Destape, El Cohete a la Luna, Tiempo, tampoco pescan más allá de su propia pecera)-, las notas mal corregidas, apuradas o desganadas cuando no pretenciosas; la fugacidad de las coberturas en nombre del “ritmo televisivo” por encima de la hondura de los informes; la autorreferencia agotadora de sus presentadores presentados como periodistas –“yo creo”, “a mí me parece”, “en mi experiencia personal”, y otros enfoques que no le importan más que a ellos -; las entrevistas abruptas despachando a los entrevistados en mitad de un razonamiento; las preguntas repetidas porque no escuchan las respuestas, el facilismo de soltar un micrófono por las calles para que cualquiera diga cualquier cosa y rellenar espacio…

El tema del día es el mismo para todos. La agenda no se discute. Se trata apenas de un juego de espejos, imágenes iguales, pero invertidas. Y todos corren detrás de lo que tiene el otro para que a nadie le falte lo mismo, que por lo general es nada.

Pasan las horas y seguimos sin saber por qué Diego Santilli les pegó a las enfermeras, ni cómo se llama el gremialista que debiera protegerlas… y el tema ya desaparece de los medios.

La suerte propia es la debacle ajena.


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viernes, 18 de septiembre de 2020

EDUARDO DUHALDE, o el síndrome de Johnny Wessmüller…

 

 

Que la Argentina es un país de oportunidades, lo demuestra mejor que nadie Eduardo Duhalde, quien luego de un fracaso electoral accedió a la presidencia de la Nación, le mintió a los ahorristas, juró retirarse de la política, volvió y volvió a perder, y aun reconociéndose como sicótico, todavía habla.

 

LA LEYENDA DE TARZÁN



 

Intendente de Lomas de Zamora, vicepresidente del primer Menem, gobernador de la Provincia de Buenos Aires durante el segundo, Eduardo Duhalde quiso ser presidente en el 99, pero perdió con De la Rua, cuya impericia letal le permitió acceder al poder sin precisar que lo vote nadie.  

Así en 2002 inició su interinato presidencial, y apenas asumió les prometió a los ahorristas argentinos que habían depositado dólares, que les devolverían dólares. Pero luego fue Héctor Magnetto y le explicó que la deuda de Clarín era tan grande, que valía lo mismo que el Grupo, y que si él no la pesificaba, ellos desaparecían. Entonces Dhualde tuvo que elegir entre Clarín, y los ahorristas argentinos. El final de esta historia te lo cuenta cualquiera.

Abortado por fin su interinato cuando su policía asesinó a Darío Kosteki y Maximiliano Santillán, Duhalde juró públicamente retirarse de la política. Otra vez no cumplió, y en las presidenciales de 2011 se presentó como candidato a la presidencia acompañado por Mario das Neves y bajo el lema Frente Popular. Ganó en un solo distrito donde sacó el 36,56 % de los votos: las bases militares de la Antártida Argentina. A nivel nacional, en cambio, obtuvo el 5,86% contra el 54,11 de Cristina Fernández y Amado Boudou. No lo soportó. Hemingway tenía razón: el hombre está preparado para la muerte, no para ser destruido.

Desde entonces, la destrucción, el resentimiento, y el peso específico de sus verdaderos dueños y representados (Clarín, Techint, la policía, los militares), arrojaron a Eduardo Duhalde a una especie de limbo político donde él ambula entre fantasmas y fantasías, dice lo que dice que no piensa, se confiesa sicótico, y vuelve a derrapar. Por mucho esfuerzo que ponga Clarín, ese Pinocho también se les rompió.  

Una vez Johnny Wessmüller, el mítico Tarzán, visitó la Argentina. Estaba viejo, y no estaba bien. Un programa de entonces lo trajo como atracción, y luego quedó unos días yirando por la ciudad. Allí donde aparecía, le pedían su célebre grito. El hombre lo intentaba, y la gente igual aplaudía. Pero una noche lo llevaron a escuchar unos tangos al Viejo Almacén de Edmundo Rivero, y allí también la concurrencia le pidió su grito, y él se levantó y empezó a intentarlo. Una vez y otra vez, y ya no paró de intentarlo hasta que por fin se lo llevaron. No estaba bien.

Eduardo Duhalde tampoco. Ya por aquellos días de su destrucción política en 2011, comenzaron a circular por ámbitos políticos y periodísticos rumores de su senectud y sus desvaríos. Cada tanto desaparecía de la escena, y se decía que era por eso. Pero como el viejo Tarzán, cada tanto vuelve y prueba gritar en público esperando el viejo aplauso.

Y siempre alguien lo aplaude, más bien.

Aquella noche en El Viejo Almacén los presentes también aplaudieron a Johnny Wessmüller.

Hasta que se lo llevaron.




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miércoles, 9 de septiembre de 2020

LA VIEJA Y MALDITA POLICÍA BONAERENSE…



 Agentes de la Policía de la Provincia de Buenos Aires -al cabo de cuatro años de silencio aún perdiendo el 30% de su salario- desconocen el orden institucional usurpando las armas y los móviles que les dio el pueblo. Sin organización y sin orden, llevan reclamos salariales y laborales, pero también políticos; mientras invocan el valor y el sacrificio del buen policía. 
Como si fuera posible borrar a los gritos toda la historia de sus crímenes.


BASTARDOS SIN GLORIA

                                           



No debe haber en la historia de la Argentina una institución más despreciada y temida que la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Conseguir esa marca, no fue tarea fácil, les llevó años. Alguna vez fueron conocidos por garroneros, mangueros, coimeros, y otras pillerías menores. Pero cuando llegó la dictadura, el General Ramón Camps -asesino en masa-, los organizó para el crimen. 
Comenzaron con el secuestro, la tortura, la desaparición de personas, y/o, el asesinato. Se volvieron célebres por temibles como un ejército aparte. De sus filas surgieron grandes criminales como los comisarios Miguel Echecolatz o Luis Abelardo Patti, o el inefable capellán rabioso Cristian Von Wernich; hoy los tres condenados a prisión perpetua.
Un día la dictadura cayó, y Camps por fin se fue. El odio, el oprobio y el cáncer se lo comieron de a poco. Pero para entonces la Bonaerense ya era la Maldita Policía, y en adelante sus hombres aparecerían involucrados sin falta en los delitos más graves: secuestro extorsivo, trata de personas, contrabando, narcotráfico, asalto a mano armada, zonas liberadas, apremios ilegales, falsificación de documentos, y desde luego, homicidio.
Se podrá decir que nada de esto la distingue de otras policías provinciales, pero la Bonaerense es la organización armada más grande el país, incluyendo a las FFAA.
Es sabido que la policía suele nutrirse de jóvenes de clase media baja, chicos sin grandes oportunidades, atraídos más que nada por una salida laboral, un sueldo seguro, una obra social, etc. Por ello en casi todos los casos, la vocación de servicio es ninguna. Luego estos jóvenes, sin demasiada formación personal tampoco, reciben una placa y una pistola que suele infundirles cierto complejo de superioridad frente al civil, y con frecuencia, dicho complejo redunda en un peligroso resentimiento. En tal sentido, la Bonaerense no es peor que otras policías. Pero es la más grande, y tal vez por eso la más famosa, y la más despreciada
Hoy cuenta con 90 mil agentes, y acumula más de 40 mil denuncias por irregularidades, tan sólo en los últimos cuatro años, y según un informe realizado en diciembre de 2019 por la Auditoría de Asuntos Internos. O sea, una denuncia cada dos agentes.     
Según el Ministerio de Seguridad bonaerense, entre diciembre de 2015 y noviembre de 2019, se iniciaron 39.392 sumarios por motivos que van de la extorsión a las irregularidades “graves”, pasando por la violencia de género, e institucional. 2300 agentes fueron entonces exonerados, 13.685 apartados, 3000 suspendidos mientras se los investiga, y 1007 están detenidos.
Del total de sumarios se desprende también que un 7% responde a indisciplinas menores, como abandono de servicio; un 6% son investigaciones patrimoniales; un 10 es por irregularidades en dependencias policiales, otro 10 por violencia de género, un 12 por excesos en el uso de la fuerza, y un 55% (cincuenta y cinco) por corrupción, tópico que incluye asociaciones ilícitas, zonas liberadas, protección a narcotraficantes, o tráfico de drogas. Cuando no las consumen.
El año pasado se realizaron controles toxicológicos programados sobre apenas 3300 agentes, de los cuales sólo el 0,3% arrojó resultados positivos. Pero cuando las mismas pruebas se realizaron sin previo aviso, el porcentaje subió al 3%, pese a que sólo se hizo sobre 800 agentes. O sea, un crecimiento superior al 400%.
Otra de las grandes distinciones de la fuerza, es el enriquecimiento ilícito.  A partir de 2015, se iniciaron por esto 2.168 sumarios contra oficiales, parientes y posibles testaferros. El número de investigados asciende a 3.500, 218 ya fueron denunciados ante la Justicia, y 11 procesados ante la Unidad de Información Financiera (UIF) por lavado de activos.
Hoy, ahora -siendo las seis de la tarde-, desde ayer y todavía -y al cabo de cuatro años calladitos mientras perdían el 30% de su salario-,muchos de estos delincuentes -arengados por Patricia Bullrich y otros vestigios de la derrota- decidieron sublevarse, desconocer el orden institucional, y por lo tanto, atentan contra la democracia. Rodean la casa de gobierno de la provincia, y amenazan la Quinta Presidencial usurpando las armas y los móviles que les da el Estado y les paga el pueblo. Sin organización y sin orden, llevan reclamos salariales, laborales, judiciales y políticos, personales y afectivos, bien no se entiende. Depende a quién le toque el micrófono de los canales que los excitan. Algunos se cuelgan de una torre, otros le dan al bombo, otros se enojan por la domiciliara de Lázaro Baez… y algunos incluso todavía se preguntan por qué la gente los desprecia tanto.


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