////// Año XVº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

sábado, 17 de noviembre de 2012

EUROPA EN GUERRA: 14N: PARA SABER CÓMO ES LA LIBERTAD...

Premonitorios ilustrábamos nuestro último post sobre el 8N en la Argentina, con la foto de una señora muy bien, que en absoluta libertad, portaba su cartelito que decía LA LIBERTAD NO SE TOCA.
Antes de una semana sobrevino en toda Europa el 14N.
Corolario de una huelga general, desde Atenas hasta Lisboa la gente salió a las calles y a los gritos, y el gobierno continental de Angela Merkel aprovechó para explicarles cuál es entonces la alternativa a tanto recorte y tanto ajuste: palo y puro palo.  
Seguramente esa señora bien de nuestra foto, se quejaba por Buenos Aires soñando con ser Europa.

PARA SABER CÓMO ES LA LIBERTAD

14N. Tsaloniki. Grecia.


Debemos recordar sin solución ni jactancia que nosotros no avisamos apenas el presente derrumbe de la Unión Europea, sino su consecuencia fatal: otra guerra multinacional en su propio territorio.

14N. Madrid. España.
 Y no nos jactamos, porque no resulta de una capacidad profética especial, ni nada por el estilo. Es sólo sumar y restar, sin pasiones, sin preconceptos; sin olvidar que el euro no es sino viejo un truco monetario cuyas tentaciones y desastres los argentinos conocimos muy bien; y que al fin y al cabo Europa tiene más años de su historia de guerra, que en paz. Si es que paz se le llama a la tensión constante.
En la red diluvian imágenes de la violenta represión con que los democráticos gobiernos europeos responden a los reclamos de sus pueblos, que piden apenas trabajo, pan y vivienda; no ya vacaciones en el exterior, ni libre fuga de divisas… ¿qué divisas?...
Hace mucho lo advertimos: al caos le sucede el vacío, y de ese vacío, especialmente en Europa, puede, podría, surgir cualquier cosa. Ya se ha visto.
14N. Atenas. Grecia.
Por las calles de Atenas el partido Amanecer Dorado reparte comida para aliviar el hambre, pero a los extranjeros ni agua. Los extranjeros que se vayan. También lo avisamos: “ya no hará falta disimular la xenofobia, el odio será bandera, el otro la excusa, el enemigo que nunca les faltó”.
58 por ciento de los jóvenes españoles no tiene trabajo, ni, por lo tanto, futuro. Más de la mitad de la fuerza mejor de todo un país. A la deriva. Sin nada o casi nada que perder. En Grecia en esa franja el desempleo alcanza apenas el 53 por ciento, pero en constante ascenso.
14N. Atenas. Grecia.
Desde la suprema Alemania, el gobierno continental de Angela Merkel dispone apretar aún más. Ajustes, y recortes. Menos gasto público. Menos seguridad social, más flexibilidad laboral... ¿El pueblo?... Hitler pensaba lo mismo en el bunker de su final: “el pueblo me trajo hasta aquì, ahora que se la aguante”.
Pero los pueblos se ponen testarudos, claro, se resisten. No quiere, lógico. Son conquistas, dicen. Se indignan, piden respuestas. Piden pan y les rompen el pescuezo. Sin eufemismos, sin hipocresías. Gases, palos y balas de goma. Hay de las otras, si quieren. 
Amigos europeos nos llaman desde allá. Desde Barcelona, desde Atenas, desde Milán. Nos escriben. Se quejan desconcertados. Los políticos no hacen nada, dicen... No sabemos cómo explicarles: ¿qué políticos? No hay políticos en Europa.
Los políticos europeos son desde hace rato literalmente empleados de los grandes bancos y/o, genéricamente, de los grandes capitales de esa Europa que se derrumba. Empleados de esos bancos, por lo tanto, no traen soluciones para la gente. No son empleados de la gente, no sabemos cómo explicarlo.
14N. Lisboa. Portugal.
La Europa de la que todavía nos hablan dejó de existir cuando nació la Nueva Europa, la de la Unión, la que tampoco existe ya. Lo que resta es una inercia, una resaca, el explosivo comienzo de un big bang, en tal caso... 
En el inicio de la fiesta cada país integrante entregó a su turno su destino a los bancos, vale decir, la suerte de sus pueblos.
“Hipotecas”, son su versión individual, personal. En lo colectivo se les dice “déficit fiscal”, “deuda pública”, “deuda externa”, en fin: están hipotecados. Todos esos países. En manos de los acreedores, que tienen forma de bancos, de grandes bancos. La trampa era el Euro, y ellos ya lo sabían cuando la activaron, porque un experimento igual acababa de estallar en la Argentina.
Y las clases medias europeas bailaron locas de alegría sobre las arenas movedizas de esa mentira monetaria.
Por fin podían viajar desde los días de la Conquista, comprarse autos, televisores, ¡casas!, el dinero llovía, los bancos te lo daban sin preguntar demasiado, y la gente lo agarraba y preguntaba muchos menos. Felices danzaban, y se hundían.
El delirio de un destino dorado no duró nada. Ni siquiera una década.
La trampa funcionó, la gente fue la presa, y ahora es la comida.
14N. Valencia. España.
Hoy aquellos grandes bancos son más grandes todavía. Reemplazaron la producción por las finanzas, aprendieron el negocio de la política, compraron los grandes medios, y desde esos medios, lustrosos columnistas -empleados también por los mismos patrones-  explicaban cualquier cosa menos lo que estaba sucediendo, mientras fabricaban sus propios candidatos para que después el pueblo, soberano, los vote. 
Por eso tanto repiten que no hay plan B: porque no hace falta. El A marcha de perlas.
Patria grande cosida de apuro, de la Unión Europea ya no se habla sino con sorna, o resentimiento.
Y mientras tanto esos pueblos, que nunca se quisieron, que siempre se pelearon, despiertan de pronto atados como alpinistas a la misma cuerda de un euro que se deshilacha. Ya nadie confía en su vecino.
El matrimonio franco-alemán que parió tremenda bestia, se ha roto hace rato, y donde hubo fuego, ya no hay cenizas, sino más fuego, otro fuego.
Y la bestia, suelta, enajenada, ya fuera de control, como en la fábula de Frankestein, vuelve por ellos y destroza a su paso toda la comarca.
¿Qué podemos decir que no hayamos dicho ya, y cómo no decir algo ante el incendio iniciado?...
Políticos perimidos, sin poder sobre los hechos, sin representación ante las masa; masas indignadas, resistentes, apaleadas pero desesperadas; naciones, estados, que avanzan sobre otros estados; soberanías borrosas, deudas impagables, desempleo, usura, desalojos, suicidas recesión, racismo, revanchas, recuerdos, miedo, mucho miedo, y como toda respuesta, palo y puro palo y más ajuste, más recortes.
La libertad no se toca. Ja.
Al caos le sucede el vacío, sí.
Pero el vacío dura nada, y lo que surge de la nada, casi siempre es cualquier cosa.


* * *

jueves, 15 de noviembre de 2012

Más de 1000 palabras - Hoy: "NI CUBA, NI VENEZUELA"

El Martiyo Producciones Presenta...

*Más de 1000 Palabras*
(galería de imágenes)

Título:


"Ni Cuba, ni Venezuela"

España, ayer.
O Portugal. O Grecia. O Italia... ya mal se los distingue,
el caos los iguala.

* * *

lunes, 12 de noviembre de 2012

8N: LA RABIA DE LAS CAPITALES III



Siguen los ecos del 8N. Fin de semana de analistas, especialista, y habladores, columnas y pilares del pensamiento nacional, y no tanto. Oficialistas y opositores sin espacio para neutrales. Clarín y La Nazión insisten con el augurio tétrico y la subestimación del lector. Página 12 destripa la marcha víscera por víscera en su afán por liquidarla. El Martiyo repite: no pasó nada. Hervor de viejas broncas de históricos sectores sociales que no soportan la derrota, pero al menos ya esterilizados por la democracia: hoy golpean sus cacerolas, ayer la puerta de los cuarteles.

LA RABIA DE LAS CAPITALES III



Más allá de la banal y vana batalla de los números -que si fueron 700 mil, que si fueron 70 mil (total en términos de sufragio una cifra da lo mismo que la otra)-; lo que emerge de la furia y su ruido, es aquello que referíamos en nuestro post anterior (ver aquí): el drama tremendo y principal de lo que hoy generosamente llamamos “la oposición”. No los une el amor, ni siquiera el espanto. Ni a los manifestantes, ni a sus políticos, ni a los unos con los otros. Apenas la rabia los amalgama.
Según se vio los propios manifestantes se rompían en grupos incapaces de cruzar un par de cuadras para juntarse. Unos estaban en Plaza de Mayo, otros en el Obelisco, algunos en Acoyte y Rivadavia, otros en Cabildo y Juramento… bah.
Una vez llegados a sus respectivos puntos de concentración, comenzaban, vimos, a caminar en círculos, sin dirección, sin rumbo… como quien no tiene quién lo guíe ni sabe a dónde va. Uno que los conoce bien, sabe que incluso entre ellos se miraban con desconfianza. (Los que nos sabemos más vivos que los otros, siempre estamos alertas). De lo que se deduce que tampoco la proximidad los une por mucho que los junte.
Sin profundizar en lo más mínimo se podría decir que tal vez las consignas los unan.
Pero restadas las que no pasan de insultos o agravios, amenazas o malos augurios, quedan apenas las estrictamente ideológicas (no a la re re, andáte ya, etc); o ya directamente las impresentables, cuando no inconfesables: no al cepo cambiario (o sea: libre fuga de divisas y que al país lo salve Magoya); basta de clientelismo político (o sea: no ayudemos a nadie por mucho que lo precise). En suma –o resta-, ni ideas  ni proyectos, nada que se pueda presentar, ni representar.
Tanto es así que ni siquiera Joaqu-Inmorales Solá pudo darles consistencia en su columna, ayer, de La Nazión. Dice en un párrafo (cortamos y pegamos):
“La inseguridad, la inflación, la corrupción, el reclamo de una justicia independiente y eficaz, el "no" a la re-reelección, el fin de las prácticas autoritarias y un masivo respaldo a la libertad de expresión y a todas las libertades. El temario no es tan enrevesado. No es de izquierda ni de derecha. Son problemas que afligirían a cualquier sociedad”.
Si el lector no se apura en leerlo, verá que de tanto reclamo no sobrevive nada.
La inseguridad, la inflación, la corrupción, el reclamo de una justicia independiente y eficaz, se agotan en su propia obviedad. En tal caso el truco de Inmorales consiste en presentar como una tragedia original, vicisitudes sociales de la vida moderna, que todo gobierno quisiera y quiere resolver, incluso éste, Inmorales no lo ignora, apenas lo oculta.  
En cuanto a la “justicia eficaz”, Inmorales se cuida muy bien de relacionar el eslogan con la Ley de Medios sancionada por el Congreso Nacional y refrendada por la Suprema Corte de Justicia, y que tan luego sus patrones se resisten a cumplir.
Por lo demás, el "no" a la re-reelección, es un reclamo estrictamente partidario, el fin de las prácticas autoritarias (¿qué decís, Inmorales, sos loco? Autoritario era el general Bussi, al que vos ungiste de heroísmo durante el Operativo Independencia ¿no te acordás?); y en cuanto a un masivo respaldo a la libertad de expresión y a todas las libertades; no sólo que dicha consigna escaseó en los cartelitos, sino que sorprende la mencione tan luego el hombre que nos contaba desde Clarín qué bello y próspero país teníamos durante el genocidio; y tan luego desde las páginas de La Nazión, fanfarria intelectual de todos y cada uno de los golpes de estado que en la Argentina han sido.
En fin. Tal los reclamos, tal la textura moral de sus portadores.
¿Qué se espera que haga, entonces, un político más o menos sensato, con esa melaza de incoherencias, vaguedades y obviedades?
Porque para entender dichos reclamos debidamente, primero hay que traducirlos de la lengua hipócrita, al idioma de la verdad. En el dialecto de Inmorales, libertad de expresión significa que el Grupo Clarín mantenga el dominio del 90 por ciento de los medios de Capital y Gran Buenos Aires, diseñando desde allí, cada día, el menú político sobre el cual elegiremos todos el presidente que ellos quieren.
Basta de inseguridad, significa retrotraer a tiempos para él más felices todo el sistema de garantías individuales, (¿qué tal al 77, Joaquín?).
En su lengua “autoritarismo”, insistimos, no es el que ejerce, por ejemplo, una dictadura militar, sino el que desciende de un poder conferido por las mayorías en elecciones libres, y especialmente, si esas mayorías son peronistas.
Arquetipo triunfal de ese argentino que expresa, tal el drama profundo de Inmorales Solá: no encuentra quién lo entienda, porque no se entiende lo que dice.
Al principio de su tiempo también Néstor Kirchner quiso creer que interpretaba el sentir de esas gentes, apenas porque creía que decían lo que querían, sin reparar en que esas gentes, rara vez quieren lo que dicen, sino más bien lo que callan.
¿Es mala esa gente? No. No quiere el mal de nadie, apenas le importa su propio bien.
Por eso ahora algunos de ellos reclaman por la Fragata Libertad, pero ninguno de ellos salió a decir nada cuando Menem remataba todo el resto. Jovenes y no tanto, son los mismos ahora que entonces.
En el 76 vivieron con alivio la llegada de Videla.  No querían -ni se imaginaban- los campos de concentración, el robo de bebés y las torturas, la destrucción sistemática de la industria nacional; ni se lo imaginaban, no sólo no lo querían. Querían nada más que se acabara aquella joda de Isabel y la violencia, y que sacaran de las escuelas la política. El resto, el horror, los sorprendió en el 83, cuando se los contó Alfonsín. Hasta entonces Clarín y La Nazión (y La Razón), les cantaban el arrorró, y ellos dormían como niños. Eran los mismos. Incluso los jóvenes del otro día, eran los mismos jóvenes de entonces. Buena gente pero... siempre se equivocaron.
Durante la dictadura creyeron que todo iba bien, que no había desparecidos, que eran inventos la izquierda, que el país era derecho y humano y, el dólar barato, campeones del mundo…
En los 90 otra vez se pensaron que por fin se cumplía nuestro destino de gloria cuando aquellos pesos de mierda un día despertaron hechos dólares: ¡éramos ricos de la noche a la mañana!.
Llegaron a creer, incluso, que sus dólares serían salvados, tan luego, por la trágica Alianza de Fernando de la Rua y sus peligrosos inútiles.
Llegaron a creer que Duhalde se los devolvería verde por verde.
Espejismos de una sed importada, carísima, así estos sectores tan sufridos de las clases exentas del hambre, vagan sin rumbo desde hace décadas por el desierto de sus propios delirios. Y hoy creen que el enemigo es Cristina.
Inmorales Solá, que los encarna ilustre, titula su columna “Al borde de una crisis política y social”.
Renovado augurio, vieja expresión de sus deseos que agita desde hace acaso ya demasiados años. El resto resume y refleja el descontento de los suyos en un rosario de inexactitudes, chicanas, subterfugios, chismes, descalificaciones al paso, vaguedades fáciles, omisiones oportunas, ninguna idea, ninguna propuesta, ninguna consistencia... apenas la espuma de la rabia que los amalgama, pero que los amalgama como amalgama la espuma.
Mientras golpeen nada más que las cacerolas –y mientras las cacerolas sean suyas-, que les den con ganas.
¿O no estamos en democracia?...



* * *

sábado, 10 de noviembre de 2012

8N.: LA RABIA DE LAS CAPITALES II


Más allá de la presumida objetividad con que lo trata el oficialismo, y de la desesperación con que lo exaltan Clarín y los suyos, el 8N pareció apenas un nuevo intento sin suerte por presentar como interés común el mero amontonamiento de apetencias individuales.
Remake de un film sin demasiadas repercusiones, dos días después,  asentado el polvo, y basados en las cifras de Clarín y La Nazión -para no caer en oficialismos-, reflexionamos sobre el tema, en una remake nosotros también de  nuestro post del 13S: La rabia de las capitales.


LA RABIA DE LAS CAPITALES II






Una multitud rala, cansina, robusta y bien vestida, surgió hacia la noche del jueves de los mejores barrios de la Capital, en demostración pública de un descontento que, sin embargo, bien no sabe cómo explicar, o bien le resulta inconfesable.
Con toda la furia de su furia, a la hora de estimar la cantidad de manifestantes Clarín no pudo ir más allá de las “700 mil personas en todo el país” y eso “según cifras oficiales del Gobierno porteño”; o sea: según Macri le dijo a Magneto, bah…
En números veraces, entonces -lavada dicha cantidad de las fantasías del uno y los miedos del otro-, se puede estimar, como mucho, la mitad o menos, unas 300, 350 mil personas.
Pero queda esa duda, sí: ¿El gobierno porteño les informa la cantidad de gente en todo el país?... En fin, cosas de Macri, y de Magnetto.
Pero algo sabemos todos: si de verdad hubieran sido 700 mil, Clarín no se habría privado de hablar de “un millón”. Y no, no le dio.
Y aún si hubiera sido un millón, no es una cifra de la que deban jactarse considerando los casi dos meses de incesante apoyo descarado y arengas como aullidos de los grandes medios, más todo el arco opositor.
56 días de bombos y redobles, tapas y más tapas y páginas ya incontables de Clarín y La Nazión, 24 horas diarias de TN sin parar, y Canal 13, y Metro, y 26, Radio Mitre, Magdalena, Mariano Grondona, Nelson Castro, Inmorales Solá, majules, bonellis y leucos, más todo el apoyo desenfrenado de Macri, la Bullrich, la Pando, los vestigios de la UCR, Luis Barrionuevo, la Sociedad Rural, Hugo Moyano, la cúpula de la Iglesia Católica del brazo de Binner, y hasta una nueva resurrección puntual de la actriz cómica Elisa Carrió con intento de llanto incluido; y así y todo, sin parar ni para escupir en 56 días 56, no juntaron más que esa multitud rala, cansina, perdida en sí misma, caminando en círculos sin rumbo ninguno, incapaces de juntarse a diez cuadras de distancia, rabiosos pero incongruentes, sin líderes, sin dirección, sin ideas, con sus cartelitos vagos y sus consignas de vodevil…
Porque encima tanto machacaron los “espontáneos” organizadores con no darle de comer a 678 y evitar entonces cualquier manifestación de violencia, racismo, fascismo, militarismo, individualismo y sinceridad, que de pronto los manifestantes se quedaron casi sin consignas.
Más allá de las puramente partidarias o brutales (no a la re re, andate ya), o las estrictamente personales (No al cepo cambiario, Con mi guita hago lo que quiero); dominaban los previsibles, imprecisos y universales reclamos por la Libertad –realizados allí en absoluta libertad-, por la Justicia (pero no exactamente para Clarín, ni tanto tampoco para los genocidas), contra la inseguridad (aunque sin derechos humanos, por confuso que suene); contra la inflación (quién no), y los hubo incluso que pedían por la “libertad de prensa”, aunque eso no salvó de los golpes y los agravios a los movileros de C5N, canal 7 y Duro de domar.
Pululaban también las amenazas (“los vamos a juzgar”), mientras espontáneas imágenes de la presidente y otras figuras del oficialismo aparecían con traje a rayas y ahorcadas en la también espontánea pantalla líquida de la no menos espontánea agrupación Solano Lima… En fin, nada nuevo, ni siquiera los agravios, muchos menos el odio.
Otra vez esplendieron oscuros carteles de “Néstor, llévalaaa…”, “Soy golpista, golpeo las cacerolas”; y los ya demasiado trillados insultos a la presidenta, cada vez más violentos, pero siempre vacíos.
En la furia de su furia, a la hora de recoger consignas, Clarín sólo destaca, y abrimos comillas: “Las consignas de mayor éxito expresaban: "Y ya lo ve, y ya lo ve es para Cristina que lo mira por TV", en los momentos en que una columna ingresaba a Playo de Mayo. "Que se vayan todos, que no queden ni uno solo". "Olelé, olalá, si este no es el pueblo, el pueblo dónde está". "La reelección, la reelección se va a la puta que lo parió". "Se va a acabar, la dictadura de los K". "Stop corrupción", "Sobra Gobierno, falta Estado" y "Libertad, libertad, libertad", fueron otras consignas que los manifestantes plantean a través de sus pancartas”.
Como se advierte, el pobre escriba, limitado por la falta de argumentos, y de vocabulario, insiste en llamarlas consignas.
Sin embargo, entre esas “consignas”, advertimos, sí, al menos una, que da la clave del drama real de tanto descontento: el viejo hit del 2001 Que se vayan todos.
Tanto es así que por las dudas ningún político asomó.
Por las calles del centro se derramaban como sangre miles de votos que en otros tiempos más ingenuos ya tendrían encima una docena de draculas. Esta vez ninguno. Ni el vivo de Macri, ni la extinta Carrió.
Apenas se lo vio, fugaz, a Raúl Castells, revoleando el poncho a lo Soledad, y a Mario Llambías, sonriente con su escarapela escolar, y como quien no quiere la cosa, dando vueltas justito por donde estaban estacionados todos los móviles de la tele. El resto, al grito de animemonos y vayan, se borró.
Para no deslegitimizar la protesta, explicaban entre neologismos que ocultaban en su confusión el pánico callado al popular tomatazo.
Porque tal es el drama tremendo de esta pobre gente, de los unos, y de los otros, de esos manifestantes, y esos políticos. Se precisan, pero no se gustan. No los une el amor, pero tampoco el espanto.
La gente tiene razón en no creerle más a Macri. Puede no importarles que esté procesado por asociación ilícita -y en dos instancias-; pero ya agotó con su impericia y sus excusas. Aumentó el subte más del 100 por ciento apenas lo agarró y al toque lo rechazó pero se quedó con el cambio y pateó el problema; aumentó el 300 por ciento el ABL, pero la ciudad se hunde bajo el agua y su propia basura; y más razón tiene aún la gente en no creerle a Patricia Bullrich, ja, ministra de la trágica Alianza, sobreviviente inaudita del “que se vayan todos”; ni mucho menos van a creerle al chiste triste de la Carrió; ni a Binner, que apenas puede con su provincia jaqueado por el narcotráfico; toda la razón del mundo tiene la gente en no creerle más a ninguno de estos, ni a sus socios, amigos o entenados, más bien.
Pero también entendemos a todos esos pobres políticos que quieren y no pueden captar esos votos, encausar esa fuerza, representar sus valores sin saber cómo articular una propuesta de gobierno basada en el interés individual y los privilegios particulares. Peor aún: ¿cómo distribuir privilegios que por definición no son para distribuir?... Cómo seducir un electorado que sólo seguirá al hombre que por fin se plante y diga, sin más vueltas: “basta de asignación universal por hijo, ni tanto beneficio para los necesitados”, “mano dura y prisión perpetua para cualquiera que mucho no nos guste”; “acabemos con la persecución de los genocidas y toda esa historia de los derechos humanos”, “dejémonos de joder con el cepo cambiario y la industria nacional, si total nos gusta más lo importado”,
En tanto ese macho no llegue, esas masas seguirán así, dando vueltas sin dirección, perdidas en sí mismas, con sus cacerolitas y sus incongruencias, su rabia y su sonrisa, su orfandad y sus vacíos.
Desde Clarín y La Nazión sus columnistas encolumnados esperan, exigen, que el gobierno “tome nota” de la protesta.
La presidenta, ayer, en términos muy pacientes, les explicó que a ella no la votaron para hacer otra cosa que la que prometió y se comprometio a hacer. Que si otros quieren otra cosa, que la hagan, que ganen las próximas elecciones, y que la hagan. Sólo tienen que organizarse, elaborar una propuesta, elegir un líder, presentarse y ganar.
¿O qué sería, en tal caso, tomar nota, cambiar el rumbo?... ¿Traicionar el mandato de los millones que la votaron por unos cientos de miles que no dicen nada concreto, y cuyos verdaderos reclamos son políticamente tan inconfesables que ni la oposición los recoge?... ¿O suspender las políticas sociales y entrar a las villas a palo y fuego tras la demente fantasía de que los pobres son los malos?... ¿Eso sería cambiar el rumbo, como dicen, tomar nota?...
Cansados más que cansinos, arrastrando los pies, pasadas las nueve, se volvieron a sus casas.
Como no hubo acto, no hubo cierre; como no hubo líderes, no hacían más que dar vueltas sin ir a ningún lado, y al final se deshilacharon. En silencio y sin consuelos, la rabia doblada como los cartelitos.
Arriba la noche caliente maceraba la tempestad que en pocas horas inundaría de nuevo Palermo, Belgrano, Nuñez, y ya los noticieros hablarían de otras cosas, de la inundación, del caos en el transporte, de los subtes… Un día más.
Uno más y uno menos para el 7 de diciembre.
Porque esa es la cuestión. 





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jueves, 8 de noviembre de 2012

LEGALIZACIÓN O DEPENDENCIA: EL INCENDIO SOCIAL



Mientras la cocaína y sus feroces derivados arrasan como un gran incendio bastos bosques sociales, la humanidad, aquí y allá, atontada, aturdida, perdida, con décadas de retraso, lucha por la despenalización de la marihuana, y hasta celebra sus tristes triunfos de hormiga atrapada entre las llamas.


GRACIAS POR EL FUEGO





Si avanza en todo el mundo la legalización de la marihuana, es también porque hace rato que a los grandes narcos ya no les interesa como mercadería. Ocupa mucho espacio por kilo, y genera mucho olor. Hasta un policía resfriado podría sentirlo. Y encima el lucro es muy inferior del que puede darles el mismo espacio sin ningún olor, o con un perfume tan suave, que ya hacen falta perros especialmente entrenados para sentirlo.
Además en Uruguay ya se vende en los comercios. (Farmacias, bueno).
En simultáneo al triunfo de Obama, se aprobaba en Colorado su libre venta ¡para “uso recreativo”!.
En la Argentina estamos todavía lejos del Uruguay, pero cada vez más cerca de Colorado.  
Y más o menos por ahí va la polémica. Atrasa décadas en todo el mundo, sí, pero bueno, es lo que hay.
También por eso actualizamos muy de vez en cuando esta nuestra sección Legalización o Dependencia. Nos cansa repetir lo de siempre: estamos a favor de la legalización de todo tipo de drogas porque el tráfico de drogas es un negocio demasiado grande como para dejarlo en manos del crimen organizado, y porque la base del negocio de las drogas no son las drogas, sino justamente la prohibición de las drogas.
La historia de la Ley Seca en los Estados Unidos es una parábola de ribetes bíblicos, que en beneficio de los narcos -¿qué otra explicación puede haber?-, hoy no se quiere atender. Preferimos invertir millones en represión inútil. Así nos va.
La cocaína, y más, peor, el crack, el “paco”, se devoran cuanto encuentran a su paso. Mujeres, hombres y niños, bienes y destinos…
La clientela se expande en progresión geométrica. Desborda la represión que invoca, y en muchos casos, incluso, la absorbe, la incorpora.
En Argentina ahora, por ejemplo, en la provincia de Santa Fe, el jefe de policía de todo un estado, aparece envuelto en una red de narcotráfico. “Soy un preso político”, grita él. Y sí, puede ser. O acaso un narcotraficante que por algún motivo, por algún mal paso, perdió la protección política que hasta ayer lo encubría. O sea…
Desde luego, siendo esto una guerra, existen al menos dos bandos, de lo contrario no habría pelea. También están, y se ven a veces, los policías buenos, que ingenuamente, o por inercia, voltean una red, un aguantadero, 30, 150 kilos o más, de cocaína, incluso, o apenas de marihauan, pero se ven, sí… Tiempo perdido, inteligencia y fuerzas desperdiciadas, escupitajos en el océano del inmenso negocio narco. Vasos de agua arrojados al gran incendio social en el que hoy ardemos todos.
Por eso a los grandes, a los verdaderos narcos, les divierte nuestra pastosa polémica sobre la despenalización de la marihuana. Ja.
Blindado en lustrosos recipientes, el verdadero narco moderno, el grande, el jefe, ya no es un bandido evidente, un nítido pistolero. Ese grotesco sucumbió con la muerte en los tejados de Pablo Escobar Gaviria.
El nuevo narco, el grande, el que importa (y exporta), es ahora un hombre de apariencia indiscutible, de buen hablar y mejores ropas, muchas veces condecorado o en tal caso distinguido por alguna fundación, que él mismo fundó, y que lucha, cómo no, contra la droga. El narco de hoy es político, abogado, o juez, empresario, o jefe de policía. Ojo. Se parece más al Al Pacino del Padrino III, que al de Scarface.
Ese narco, claro, se indigna ante la intención de legalizar cualquier tipo de droga, ¡más bien! Defiende la familia (la suya, bueno); pero moderno, progresista, comprensivo, condescendiente, en fin, aceptaría, bah, no sin objeciones, la despenalización de la marihuana, total… Y como quien diría: con poco nos deja contentos.
¿No es entonces para agradecerle, el fuego que nos consume?


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miércoles, 7 de noviembre de 2012

8N: ¡MAÑANA ES EL DÍA! ¿VOS NO VAS? ¡SUMA TU NOMBRE!

8N

¡Clarín o Muerte!

¡Libre fuga de divisas!

¡Evasión fiscal para mí solo!

¡El pobre por algo es pobre!

¡La inclusión no es para cualquiera!

¡No a la corrupción!
(siempre y cuando mi crédito salga, no?)



CONVOCAN y/o/u APOYAN


Mauricio Macri, Patricia Bullrich, Elisa Carrió, Mariano Grondona, Luis Barrionuevo, Mirtha Legrand, Joaqu-Inmorales Solá, El Momo Villegas, Ricardo López Murphy, Eduardo Feinmann, Sergio Shocklender, Luis Majul, Cecilia Pando, Magdalena Ruiz Guiñazú, Fernando Bravo, Eduardo y Chiche Duhalde, María Laura Santillán, Hugo Biolcatti y Hugo Moyano, Marcelo Bonelli, Domingo Cavallo, Jorge Lanata, El Tigre Acosta, Marcelo Longobardi, Héctor Magnetto, Alfredo Astiz, Ernestina Noble, Reynaldo Bignone, Jorge Rafael Videla, y siguen las firmas...
¡Sumá la tuya!

8N
QUEREMOS EL PAÍS QUE NOS ROBABA

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Aforismos: "El zorro pierde el pelo...

Aforismos:


"El zorro pierde el pelo, despacio los dientes, la vista, el oído, la flexibilidad en los huesos, la capacidad pulmonar, y si para entonces todavia conserva las mañas, bien se las puede meter en el culo".



martes, 6 de noviembre de 2012

EL MARTIYO SALUDA A LEONARDO FAVIO







Una de las cosas más raras que pueden pasarte en la vida, es terminar trabajando de adulto con quien fuera uno de tus mayores ídolos de la infancia o de la adolescencia, cuando los ídolos no se distinguen de los superhéroes, y entonces uno los cree superhumanos. A mí me pasó.
Yo trabajé con Leonardo Favio, que había sido mi ídolo cuando yo tenía doce, trece años; cuando él era el cantante Leonardo Favio, y sus canciones, nuevas por distintas, venían a romper con las naderías del Club del Clan y anticipaban como un eslabón perdido la inminente música progresiva nacional. Allá por el 68 Leonardo ya le grababa a los desconocidos Almendra su Tema de Pototo: Para saber cómo es la soledad. Después supe que también era director de cine, y un día de junio del 72 lo vi alzando los brazos entre las balas, cuando el retorno de Perón, en Ezeiza. Yo lo admiraba cada día más. A mediados del 94, lo conocí.
Fue en ocasión de una entrevista para la revista dominical de Clarín, poco antes de convertirse en Viva. No quería hablar más de Gatica, y bajo esa condición, aceptó la nota. Estaba haciendo una serie de presentaciones en el teatro Astros, repasando su cine, y sus canciones. Me recibió en un departamento de la calle Uriburu, poco amueblado, entre cortinados árabes, donde tenía su “oficina”, y también una “camita”. Me trató con suma calidez, era muy cálido.
No hablamos de Gatica, y lo entretuvo la entrevista. Nos extendimos un par de horas. Repasó su infancia, su llegada a Buenos Aires, una pensión de Paseo Colón, el Parque Japonés, el uniforme de la escuela naval que se había robado para seguir comiendo gratis… cosas así. Hablamos de su espectáculo en el Astros, y de sus canciones. “Cuando me veas con la guitarrita, es porque ando mal de plata”, se reía. Le gustó la charla, pero igual se terminó. Yo ya tenía publicada mi primera novela, La curva de la risa, y le dejé, osado, un ejemplar. Y me fui. No hablamos de Gatica.
A la semana me llamaron de la redacción de Clarín para avisarme que Favio me andaba buscando, que lo llame. Corté con ellos, y lo llamé.
Fue un instante de gloria personal. Durante algunos minutos se deshizo en elogios a mi novela. Me pidió que lo fuera a ver al teatro. Fui, claro. Quería más elogios de Leonardo Favio. Mi ídolo. Los tuve. Varios. Pero recuerdo sobre todo uno que vino en forma de pregunta: “¿vos te diste cuenta de la novela que escribiste, nene?”.
A partir de entonces lo visitaba esporádicamente hasta que a fines de aquel año de 1994, me propuso trabajar con él en un documental sobre Perón, que debía ser estrenado el 17 de octubre de 1995, en conmemoración de los 50 de aquél 17. Acepté, por supuesto. Me pagaba, encima.
Pero entonces lo conocí en toda la dimensión de su genio, y de su humanidad. No era superhumano. Compartía con la especie defectos y miserias, miedos, resentimientos, y otros traumas. Ahora que todos hablan de él y rescatan sus muchas virtudes, a mí, que lo traté, me pareció que el único que de verdad lo conoció fue Horacio Vertbisky, que hoy recordaba en Página su “inseguridad” como artista. Era muy inseguro, sí. Dudaba de todo, y neutralizaba cualquier “talento” de esos que primero descubría y después adoptaba, y luego maniataba, y por fin rechazaba. Era difícil, contradictorio, y palaciego.
Apenas comenzamos el trabajo, me avisó que el asesor histórico de la película sería Enrique Pavón Pereira, biógrafo oficial de Perón. Apuntado el dato, lo consulté con frecuencia, a don Enrique (cosa que también le agradezco). Hasta que cierta tarde, trabajando a solas, Leonardo y yo, ya en el departamento de la avenida Santa Fe, donde se había mudado, discutimos un episodio de la vida de Perón. No recuerdo el hecho, recuerdo sí que él sostenía una cosa y yo otra, y que yo, para refrendar mis razones, le dije que ya había consultado el dato con Pavón Pereira.
-- ¡Pavón Pereira no sabe nada! –me dijo sin dudarlo.
-- ¿Pero no me dijiste que él era el asesor histórico?...
-- Sí, pero eso es para tener a quién echarle la culpa si nos equivocamos en algo.  
Carismático, generoso, demandante, me pareció que le temía a la soledad y orbitaban a su alrededor incontables incondicionales de los que desconfiaba por turno. Que si lo traicionaban, que si le mentían, que si le robaban…
No quería hablar de Gatica, porque esa película lo había arruinado, decía. Económica y físicamente, decía. Todavía entonces debía dinero, y su hígado se había deshecho por el esfuerzo de terminarla. Trabajando con él pude imaginar el infierno que habría sido ese rodaje. Su productor Victor Bassuk, que lo conocía bien, me decía: “Leonardo para hacer una torta, te pide por las dudas todos los tipos de huevos que existan en el mundo”. Era exhaustivo, inconformista, de a ratos paranoico, de a ratos genial, pero íntegro siempre.
Ese documental, que un día iba a llamarse Sinfonía de un sentimiento, lo financiaba, hasta donde pude saber, sospechar o sopesar, el PJ, acaso el duhaldismo. El Pato Galmarini aparecía cada fin de mes con una valija llena de plata que repartían entre nosotros a cambio apenas de un sencillo recibo de librería. “Hay que tratarlo bien”, decía Leonardo cada vez que llegaba el Pato.
Sin embargo cierta tarde, presente yo, mientras el Pato hablaba y elogiaba a Duhalde, y Leonardo y Víctor y yo asentíamos callados, Galmarini, irrefrenable, llegó a decir en un momento:
-- Duhalde acabó con las escuelas rancho en la provincia…
-- ¿Qué? –saltó Leonardo- ¿les prendió fuego?...
Era de verdad. No lo compraba nadie ni por nada. Hacía la suya, y lo seguían o no.
Doy fe de su integridad personal, de su sensibilidad social, y de su hondura como artista.
Puesto a trabajar no le importaba más que lograr el mejor producto. Ni el dinero, ni su salud. Expresarse, quería. Iba hasta el fondo de todas las posibilidades, y con frecuencia, no se decidía por ninguna y volvíamos a empezar.
Aquel documental sobre Perón se volvía de a poco interminable. “Hay cortometrajes, hay largometrajes, y hay eternometrajes, como éste”, se reía. Pero nosotros, sus colaboradores, con el correr de las semanas y los meses, nos íbamos perdiendo o enredando entre las lianas de las muchas soluciones o resoluciones que le sumábamos y se sumaban. Yo ya ni sabía lo que hacía. Un día se lo dije.
-- Me parece que ya te estoy robando la plata.
Valoró el gesto, pero me dijo que no, que él me precisaba, que no lo dejara.
El Cristo puede quererte mucho, pero eso no garantiza la convivencia con los apóstoles. La corte que lo rodeaba era variopinta y colorida, pero no había sólo santos, artistas o bohemios. Un día no volví más, y no nos vimos más. Sé que a él no le gustó, pero yo por entonces también tenía mi ego. Seguí atento a su trabajo, celebré sus siguientes obras, sus presentaciones, lo sabía muy enfermo y me alegraba ver que no se rendía, que tenía proyectos, y todavía fuerza…
Igual no le temía a la muerte.
-- Hay cosas peores que morirse -me dijo un día, y me aclaró-, a mí una vez me dejó una mujer de la que yo estaba enamorado, por ejemplo.
A poco de empezar a trabajar juntos, cierta vez, a solas, me confesó que una hepatitis C lo perseguía fatal. Se aplicaba unos inyectables él mismo, en la carne del estómago. La primera vez que lo hizo en mi presencia, aún no me había comentado nada. Sacó de un cajón de su escritorio una latita, una jeringa, una aguja, una ampolla, y sin prólogo ninguno, comenzó a inyectarse. Recién entonces me miró, y me dijo:
-- No te convido porque es carísima.
Lamento su muerte. Pero agradezco haberlo conocido, y tratado, y trabajado con él. No era el superhéroe de mi infancia, era un gran hombre, y sin embargo, real. Inseguro, frágil, apasionado. Pobre en sus orígenes, marginal en su adolescencia, sin educación en el sentido formal, peleó toda su vida contra sí mismo, y sin dejar de ser jamás quien era, logró al cabo la suprema victoria del auténtico genio, del verdadero altruismo, y de la ternura.
-- Yo a veces me pregunto: ¿para qué hacer cine? ¿Qué es lo que busco? ¿Imitar a Dios?... Cuando ves esos documentales de animales que hay, las cosas que hacen esos pajaritos, y esos tigres, y esos insectos… te das cuenta que acá con una camarita no hacemos nada…
Me enseñaba esas cosas.


Equipo de rodaje de Perón, sinfonía de un sentimiento. 1995 (*).




(*) En la foto, de izq. a der.: Pocho Leyes –nos escapábamos por las tardes para tomar una copa en el barcito de Talcahuano-, el inmenso Tito Hurovich, Quique Pavón Pereira, Clarisa Schejtman, Víctor Bassuk -enorme siempre-, Javier Leoz -que te encontraba una canilla en el desierto-, Adriana Schettini, Adrián Costoya, yo, y Andrés Parrilla… y brillando sobre todos, Leonardo, claro, ya enfermo y cansado, pero todavía entero, siempre listo, siempre con ganas…

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domingo, 4 de noviembre de 2012

8N: LA CONSIGNA CALLADA: "CLARÍN O MUERTE"



Asoman ya las sombras del 8N, y sin embargo en su niebla cada día se aclara mejor quiénes convocan, y por qué marchan los que marchan.
Las consignas manifiestas siguen siendo vagas, inciertas, o falsas, pero igual no importan. Las otras, las verdaderas, las inconfesables, son las que valen.


CLARÍN O MUERTE






Con la voz del final Héctor Magnetto rasgó el silencio que desde siempre  blindaba su figura, según suponen preferir los verdaderos capos… hasta que ya no tienen más dónde esconderse.
Más allá de sus previsibles palabras -la denuncia de una "justicia acorralada", de una libertad de prensa amenazada (tópicos todos que durante el genocidio no le importaron nada)-, su sola aparición marca sí el punto de gravedad de la contienda, y la desesperación que los apura. El 7D no pasará nada, pero habrá sido el fin.
Lejos de la foto que pretendan mostrar ahora, con sus spots de un diario tan vendido, y sus canales y sus ratings; la película de la realidad nos presenta en cambio un Grupo Clarín en decadencia. Sus productos siguen siendo los más consumidos, es cierto, pero no es menos cierto que lo son cada día menos. Y la tendencia los aterra. 
Tinelli ya no es número puesto, el diario sigue cayendo en ventas, caen sus acciones en la bolsa; se espantaron sus socios (el Goldman Sachs, tan luego), y la discusión interna sobre la credibilidad y el prestigio perdidos, calienta y recalienta una redacción que hace mucho no cree en lo que hace, y se le nota… Si, en la foto quizá parezca que están volando, pero en la película se ve con claridad que vienen en caída libre.
Y es su caída, lógico, lo único que les importa.
A Magnetto, a Ernestina, a Rendo, a Aranda, a sus socios, a sus cómplices, no les importa otra cosa, porque para ellos no hay otra cosa.
Perder la hegemonía mediática es perder la manipulación de la realidad, cuyo efecto sobre la percepción colectiva, permite el monitoreo constante de la agenda, el humor y la suerte de todo el país. Perder ese poder, significa, encima, perder la impunidad que dicho poder confiere, y dejarlos expuestos, a ellos, a sus personas, ante la justicia ordinaria que es igual para todos los hombres. Y eso, para ellos, para estas personas, puede significar el oprobio y/o la cárcel, cuando no la ruina económica, o el escarnio público. Eso es lo único que les importa, y por ello alientan y alimentan el 8N, el golpe, o lo que sea.
En contra de un Congreso que nunca les importó, compraron algunos jueces cautelares, pero no pudieron todavía con la Corte Suprema. A cambio de un tour de compras, quisieron quedarse con un juez de la magistratura. Pero la corrupción que tanto pregonan, fue como un boomerang triste, y les pegó en la cara. Por las buenas o por las malas, el 7D no debe suceder.
Amplios sectores de las clases a salvo del hambre y su locura; fogoneados por el Grupo, el 8 de noviembre saldrán en defensa del Grupo como si fueran de ellos sus diarios y sus canales. Pero ellos tampoco son inocentes.  
Clarín se monta sobre el odio y/o el miedo de los que marcharán el 8N ocultando ambos móviles –el odio y el miedo- camuflados de una indignación que no proviene del hambre, ni de la injusticia, sino todo lo contrario: del hartazgo, y de los privilegios.
Heridos en sus verdes bolsillos, apremiados por una recaudación fiscal que nunca pensaron que les iba a pasar a ellos; de nuevo como en el 13S alzarán sus vagas consignas, inciertas cuando no falsas.
Para no darle de comer a 678, en la misma convocatoria se implora dejar en casa cualquier manifestación de odio, racismo, desprecio a los pobres y a la democracia, es decir, disimular cualquier verdad profunda, con alguna mentirilla presentable.
Entonces otra vez pedirán por “justicia” –no para Videla, eso mejor olvidarlo-; y “basta de corrupción” –aún dispuestos a coimear al siguiente policía o al profesor de sus hijos-, y “basta de inflación” –aunque no paren de consumir-; y luego ya consignas del todo partidistas –de alguna forma hay que llamarlas- tipo “no la re-reelección”, “no a la campora”, “no al adoctrinamiento”, en fin: no, no y no. Porque todo es no cuando sólo te mueve el odio, y, o, el miedo.
De cualquier forma no importa lo que digan o sientan, porque a Clarín (lo que es, supone y oculta) le servirá igual.
Hoy un informe del diario Tiempo Argentino -diario oficialista, que como tal suele tener llegada a los servicios de inteligencia estatales (así como Clarín y Nazión lo tenían durante la dictadura), desteje la trama logística y política de la “espontánea” convocatoria para el 8N. (Ver aquí) Más allá de la posición del medio, los datos son los datos. Prodigan, sin sorpresa, nombres del Pro, de la Armada, de la dictadura, de la Coalición Cívica, de la Sociedad Rural, y del corazón del neoliberalismo local. No sorprenden, no.
Son los nuevos desplazados, los poderosos hasta ayer nomás, la gente de “negocios” que dolarizaba y pesificaba la Argentina cuando se le daba la ganas; los sectores más reaccionarios de las Fuerzas Armadas, los oportunistas de siempre –Macri, Solanas, la Carrió-, todos socios o entenados, ayer u hoy, secuaces o cómplices, del Grupo Clarín.  
Porque ahí está el verdadero adversario, el enemigo concentrado.
La masa que monta, es el caballo, la ola que lo alza, no lo que importa.
Lo que griten, piensen o crean los individuos que forman esa masa, importa mucho menos.
Ni siquiera sus líderes importarían en caso de existir.
La consigna callada es lo único que importa: “Clarín o Muerte”.




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