////// Año XVº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

sábado, 10 de agosto de 2019

Las PASO, y un misterio universal…



Mañana lo sabremos…




Mañana se vota.
Las PASO, el primer paso.
La primera contienda electoral al mejor de tres.
Mañana se eligen candidatos y se marca una tendencia que será de esperanza o desesperación.
Mañana puede ser el principio del fin de una de las fases más infames de nuestra historia… o un salto al vacío que bien puede ser el último que demos.
Mañana empezaremos a dejar en claro hasta qué punto nos importa el otro, o nada.
Mediremos en porcentajes bastantes precisos la solidaridad, la esperanza, la indiferencia, la estupidez y el odio.
Y el peso específico de los medios del miedo, de sus figuritas, de sus operaciones, de sus espías, de sus mentiras.
Mañana no se elige presidente, ni legisladores ni gobernadores, no se define nada, pero se juega todo.
No se decide entre dos proyectos de país, entre dos modelos… mañana se decide un destino: el horror de un presente proyectado al infinito, o el regreso al futuro que supimos tener en el pasado.
Mañana sabremos si aceleramos para ir más rápido, o si paramos por fin este delirio.
Mañana vamos por la patria, que somos todos… o la dejamos ir, y que Dios nos lleve.
Porque mañana en la Argentina comienza a develarse una de las más grandes dudas de la historia humana: ¿se suicidan los pueblos?...


* * *

viernes, 9 de agosto de 2019

MACRI: LOS GLOBOS DEL FINAL...



Bajo este mismo título y con esa misma foto, el 20 de julio del año pasado anunciábamos el principio del fin de esta nueva aventura neoliberal, y como tal fallida. Todo salió mal excepto la destrucción del país. 
A menos de 48 horas para las PASO, el gobierno ni siquiera puede garantizar la pulcritud de los comicios, mientras el pánico a bordo avisa el naufragio inminente, y hasta los trolls colapsan.


LA HECATOMBE DE LA ALEGRÍA 
(II)






“Siéntete libre de Mauricio, no te relajes”
Andrew Bonetta, troll, contemporáneo




En la agonía de su catastrófica gestión, el gobierno de la 2ª Alianza se arrastra hacia las urnas del domingo ya sin ninguna fe, sin argumentos, sin explicaciones –sin propuestas por lo tanto-, y sin candidato casi.
Borrado de los afiches, escondido en el fondo de las boletas, desaparecido de los medios, Macri ya ni siquiera se expone con los periodistas del coro oficial. Pastorcito sin lobo, sus mentiras ya no le sirven más. A nadie.
Veloces y furiosos, la formidable destrucción nacional ejecutada en estos tres años y medio, no dejó nada en pie. Ni la economía, ni la justicia, ni la ciencia ni la educación, ni el periodismo tampoco. Bajo los escombros de su derrumbe, Macri también sepulta a los grandes medios que lo alzaron. (Ver Bastardos sin gloria).
Lanata y todo TN hundiéndose en el rating; Inmorales Solá balbuceando su confusión ante Alberto Fernández; Mirtha reducida a una espléndida Cachavacha de la Argentina devastada; Daniel Santoro procesado; Majul, Feinmann, Leuco y su Leucocito estallando por simpatía como fuegos de artificio que se encienden y se incendian en sus propios resentimientos… todo salió mal.
En una capitulación intelectual inédita para un candidato, Macri llama a que lo voten “sin necesidad de argumentos, sin que haga falta dar explicaciones”. Ya ni siquiera hay falsas promesas. Como abrazados a un viejo rencor, no les queda más que todo el odio que supieron propagar, sin advertir que fue justamente ese odio lo que los trajo hasta aquí.
Al cabo de años de una persecución mediática y judicial inversamente proporcional al encubrimiento oficial, Cristina desborda el Monumento a la Bandera y todos los estadios que le ponen delante, mientras Macri no puede cruzar sin riesgo de insultos una vereda nocturna. Todo salió mal.
Porque tal y como avisábamos ya el 16 de enero de 2016, en nuestro post La fiesta del odio: “…el odio es una fiesta muy cara, un lujo de los ricos, de los hartos. El hambreado, el humillado, el desocupado, tienen otras urgencias. Otros sentimientos”.
La inflación disparada, el dólar imparable, la deuda externa y eterna, la desocupación de vuelta por encima de los dos dígitos, la pobreza en ascenso constante, los discapacitados abandonados a su suerte, las tasas de interés más altas del mundo, las Pymes en plena extinción, las vacunas te las debo, los jubilados que se mueran, el tétrico fantasma de una industria nacional que hasta hace tan poco… Ninguna revolución, ninguna alegría.
Perdidos por perdidos, acorralados por la realidad, desesperados –y por lo tanto más peligrosos que nunca-, ya sólo les queda el fraude. Pero campeones mundiales en la disciplina Tiro por la Culata, lo más probable es que también eso les salga mal.
Insensibles acaso por inconcientes, por incapaces, por inmorales o por lo que fuera, no pueden sentir el sufrimiento del pueblo, pero tampoco su bronca.
Fieles a una lógica propia, todo indica que el domingo probarán suerte mintiendo también los resultados provisorios de los comicios. Un salto al vacío. Antes o después la verdad saldrá a la luz, y entonces veremos la última implosión, su hongo atómico, y su lluvia de escombros.
Y a todo esto y mientras tanto, desde el fondo del pantano de tan profundo fracaso, miran alzarse aterrados el monstruo malherido de Marcelo Dalessio. Todo se cae.
Porque más allá del resultado de estas PASO, aún en el sorpresivo caso de una victoria limpia, la 2ª Alianza está condenada al desastre por esa su propia naturaleza que vuelve tan improbable dicha victoria limpia. Y ellos lo saben mejor que nadie, ahí los gritos, las payasadas, la falta de argumentos, de propuestas y de fe.
La fiesta se terminó. Macri no baila hace mucho; Gabriela Michetti no canta más, ni siquiera sale en las selfies; el Hada Buena ya no sonríe como antaño, al contrario, ruge, invoca tragedias, amenazas. Pichetto ni sabe qué decir. Carrió se empastilla y delira pero ya no divierte a nadie, y mucho menos a los propios. El fantasma de Nisman no asusta más. Los trolls colapsan y entran a repetir incoherencias que sin embargo el presidente festeja como aturdido. Massot ya escapó. Es el pánico a bordo, la dinámica del naufragio.



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martes, 23 de julio de 2019

SERRAT y yo: ALGO PERSONAL…





“No es bueno asomarse detrás del escenario y descubrir que el tenor de voz ángel azota a su esposa”, decía Jack London en referencia a esa imagen o ilusión que el arte proyecta sobre nosotros, y que a la vez oculta o desfigura al artista que la proyecta.
El otro día rodó por Facebook una foto de Joan Manuel Serrat abrazado a Jorge Fernández Díaz y Alfredo Leuco en Radio Mitre, y me recordó esta otra foto y se me dio por contar esta historia…


Y uno se cree…






“Yo me manejo bien con todo el mundo”.
J.M.S.




A fines de 1984 cubrí parte de la gira nacional de Joan Manuel Serrat por las ciudades de Córdoba y San Miguel de Tucumán; enviado por la revista Somos de Editorial Atlántida, junto a Gerardo Horovitz, el Zoilo, excelente fotógrafo, y mejor compañero.
El año anterior Serrat se había presentado ya en Buenos Aires, en una serie de recitales multitudinarios que dejaron en claro hasta qué punto su ausencia durante la dictadura lo había convertido en mito. Pero aquella ahora era su primera gira nacional después de tanto.
Como muchos de mi generación, yo había crecido con sus canciones y su actitud rebelde y comprometida.
Pero de pronto yo trabajaba para Somos, una revista identificada con la dictadura -de hecho había nacido con ella y para ella-, y Serrat, claro, simbolizaba exáctamente todo lo contrario…. Sin embargo ahora Somos quería lavarse de su pasado y era de pronto alfonsinista y democrática, y encima en la redacción tenían una especie de deuda conmigo, así que propuse la nota y la aceptaron. Viajé.
El jefe de fotografía era el Tano Eduardo Forte, a quien no le gustaba nada que le pidieran tal o cual fotógrafo, él te asignaba el que quería, para eso era el jefe. Yo nunca le había pedido ni rechazado ninguno, pero el Zoilo no sólo era un buen compañero de viaje, sino que entonces era el fotógrafo privado de Les Luthiers, a la sazón productores de aquella gira de Serrat. El Tano me lo concedió, y eso facilitó las cosas. Serrat aceptó la nota y nos abrieron las puertas. Todo salió bien. Durante algunos días compartimos la intimidad de la gira y sus mesas. El sueño del pibe.
Tal como me lo esperaba, Serrat –al que enseguida yo también empecé a llamar Juan, como todos-, era un tipo encantador. Carismático, repentista, gracioso, informado, hedonista, curioso, ocurrente. Contaba chistes que te hacían reír sin esfuerzo. En una parrilla de Villa Carlos Paz que cerraron para nosotros, de sobremesa sacó un canuto de su tierra y fumamos como chinos. Deslumbrante.
Viajaba con una chica, una admiradora a la que había conocido, me contaban, el año anterior, pero como entonces aún era menor de edad… La chica compartía nuestra mesa, pero nunca se sentaba a su lado, y cuando quería una foto con él, yo, cualquiera, debía sumarse para que en ningún caso aparecieran los dos solos.
Sus músicos, todos, incluyendo a Miralles, andaban uniformados con sus correspondientes camperas azules con la inscripción SERRAT en la espalda, y comían, siempre, en otra mesa. Y todos lo llamaban el jefe.
Otro mediodía en Córdoba almorzamos en un restaurante del centro de la ciudad, estaba lleno, la gente lo aplaudió cuando entramos, y él agradeció con una sonrisa que a mí me pareció todo un esfuerzo. Inmediatamente, por encima del bullicio, desde los parlantes empezó a sonar un tema suyo. Ni bien nos atendieron, le dijo al mozo: ¿Puede sacar la música, que a este tipo no me lo aguanto? El mozo se rió y la música siguió. Serrat me miró y me dijo: me parece que este se pensó que era un chiste, no?. Sí, le dije. En cuanto volvió el mozo se lo pidió bien en serio y la música cesó.
En Tucumán se puso verde. Ya en Córdoba se había filtrado hasta mí un escándalo interno, una fuerte pelea, una bronca suya por la escasez y/o mala ubicación de los avisos de sus presentaciones en los diarios locales. El ambiente quedó tenso. En Tucumán estalló porque mientras íbamos del aeropuerto al hotel, y la gente lo saludaba a su paso como al Papa, él descubría que no había suficientes afiches de su show en las paredes.
Una mañana de esas fuimos a pasear para hacer fotos al dique El Cadillal. Apenas él, Chiche Aizemberg –productor de la gira, representante de Les Luthiers-, el Zoilo y yo. En un momento paramos para hacer unas fotos con el dique de fondo, y dos tipos que estaban a unos cuantos metros se alborozaron y se nos vinieron encima. Mi nota iba a cada vez mejor. Eran León Gieco y Gustavo Santaolalla que estaban grabando sonidos ambientes o algo por el estilo. Chiche los presentó, ellos se alegraron de verlo, Gieco sobre todo, le dijo: “el año pasado te fui a ver al Luna, dos horas arriba del escenario, yo decía, la puta, cómo aguanta este mono”, él sonrió. Le quisieron hacer escuchar lo que estaban grabando, le encajaron unos auriculares y al cabo de unos pocos segundos me miró y me dijo: “Daniel, toma, tienes que escuchar esto”, y se los sacó de encima. Nos convidaron un vaso de vino que él prefirió no tomar, y entonces Chiche dijo que debíamos irnos. Se acercaba la hora sagrada del almuerzo.
Pero antes de salir del Dique, el Zoilo dijo que quería unas últimas fotos con no sé qué fondo. Con el fondo monetario, es lo único que te falta, chilló Chiche y todos nos reímos pero Serrat le dijo, deja trabajar al Zoilo, y yo de pronto sentí que estaba frente al clásico dúo del policía bueno y el policía malo.
Hechas las fotos que el Zoilo quería, a punto de subir al auto, desde lejos nos gritan tres hombres, tres operarios de una de las represas, ¡Seyat, Seyat!, comienzan a gritar pero no pueden acercarse poque están detrás de un enrejado. Serrat los saluda con un brazo en alto ya metiéndose en el auto, cuando Chiche lo despierta de un grito: ¡Juan!, y le basta una seña con los ojos para marcarle la oportunidad de la foto. Serrat va, sin muchas ganas camina hasta los operarios, el Zoilo detrás, hacen las fotos, pero él vuelve con menos ganas de las que llevó: “encima me preguntan si lo conozco a Julio Iglesias”, se quejó. Me reí yo solo.
Mi idea de la nota era una crónica íntima de la gira, y un reportaje exclusivo, que hicimos esa tarde, ya en el estadio, poco antes del concierto, mientras probaban el sonido. De todo lo que charlamos lo que más recuerdo es que fue él, ahí, quien me descubrió El Libro del Desasosiego, de Fernando Pessoa, que había sido publicado poco antes, y que él ya estaba leyendo. La entrevista duró una media hora. Fue amable y paciente… ante un periodista que ya le había confesado su admiración, claro.
Cumpliendo una rutina, esa noche, terminado el show él y sus músicos dejaron el escenario mientras el público clamaba por un bis. Una más y no jodemos más, etc… Cumpliendo la rutina, en un momento por fin él vuelve a escena ante la ovación general, pero sus músicos se retrasan. Yo estaba a un costado del escenario, lo vi todo. Él sonriéndole a la multitud, los brazos en alto, la ovación en pleno pecho… y los músicos que no aparecen y entonces él que gira y ya es otro, se transforma, se endurece, camina hacía la parte trasera del escenario, descubre a sus músicos sentados, fumando, ajenos, y allí la furia, un rapapolvo como un trueno que los deja temblando, los pone de pie como soldados y allí marchan en fila, con Miralles a la cabeza, compungidos y contrariados de regreso a la fiesta. El jefe se había enojado.
Para entonces yo ya tenía en claro que trataba con un gran empresario catalán, Joan Manuel Serrat, dueño, fabricante y responsable de un delicado producto que generaba millones: Joan Manuel Serrat.
Con nosotros fue siempre muy cuidadoso. Me dejó la impresión de que sentía por el Zoilo una sincera simpatía –por otro lado inevitable en su caso - y por mí, en cambio, una cálida desconfianza. Tal vez por Somos y su fama…
Sin embargo y por eso, ya una mañana en Córdoba, en un puentecito sobre un río donde nos quedamos los dos solos a escupirle al agua como dos chicos, ahí yo, rindiendo todo profesionalismo, abjurando de la revista que representaba, le avisé claramente: quedate tranquilo, Juan, esta nota no va a perjudicarte en nada: si yo crecí con tus canciones.
Y recuerdo perfectamente que entonces él se encogió de hombros, me guiñó un ojo, y nada más me dijo: vamos a comer.
Nos despedimos en Tucumán, ellos seguían para Salta, nosotros debíamos cerrar.
Volvimos a vernos unas semanas después cuando clausuró aquella gira con un par de recitales en Velez a cielo abierto y estadio repleto. Mi nota ya había sido publicada, y aunque allí dejaba constancia de sus “malas lunas”, era lo que podríamos llamar “periodismo de exaltación”. Medio esperaba su gratitud.
Mi esposa de entonces quería conocerlo, así que pasamos al camarín y se lo presenté. Charlamos un rato, le pregunté si había visto la nota, y entonces me dijo:
-- Uf, tío… recién cuando la leí me quedé de verdad tranquilo.
Los otros días rodó por Facebook esta foto con Fernández Díaz y Leuco en Radio Mitre, y me recordó esa otra en el dique El Cadillal, en Tucumán, con el Zoilo querido… y se me dio por contar esta historia sobre los riesgos de asomarse detrás del escenario.



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domingo, 14 de julio de 2019

DECADENCIAS ARGENTINAS: DE LAS FUERZAS ARMADAS, a los “milicos”…




De San Martín a Videla, de Belgrano a Aguad, del glorioso Ejército del Norte a los grupos de tareas de la ESMA, del cruce de Los Andes al bombardeo a Plaza de Mayo, de las victorias hasta el Alto Perú a la rendición en Malvinas, los militares argentinos recorrieron un largo camino de la gloria al oprobio.
El desfile del último 9 de julio dejó esta magnífica foto de Pepe Mateo, y una colorida gama de reacciones que fue de la nostalgia de los menos al desprecio de los muchos.
Sin embargo el sueño de un pueblo orgulloso de sus fuerzas armadas, alguna vez fue realidad. 
Pero entonces llegaron los milicos.



UN EJÉRCITO LLAMADO MARTA

Foto: Pepe Mateo




Tampoco dejaremos de ser una colonia hasta que no logremos integrar pueblo y Fuerzas Armadas. Unas Fuerzas Armadas profesionales, bien entrenadas y bien equipadas, concentradas en el desarrollo y la defensa nacional. Y un pueblo orgulloso de ellas.
Las Fuerzas Armadas que forjaron San Martín y Belgrano, pero también  Savio y Mosconi. Las del Cruce de Los Andes y Fabricaciones Militares. Las que luchaban por la independencia de la patria en todos los planos de la Nación.
Esas Fuerzas Armadas que no existen hace mucho.
Una vez expulsado el español, ya desterrado San Martín, bajo una flamante independencia nominal, el prócer escolar Bernardino Rivadavia decidió que no fuéramos libres por el novedoso truco imperial del endeudamiento externo. Mientras tanto las cúpulas patricias del ejército contaminaban su espíritu con la puerilidad tilinga de la oligarquía terrateniente, anglófila, y por lo tanto cipaya. Antes de un siglo estaban a su entero servicio.
Ni la espantosa guerra contra el Paraguay, ni la confusa Conquista del Desierto mejoraron las cosas, y para 1930 probaron llevarse puesta la Constitución, voltearon a Yrigoyen, creyeron que iban bien, saludaron el pacto Roca-Ruciman, custodiaron con sus propios sables la entrega del país a lo largo de toda la Década Infame... y acabaron lógicamente bañados en mierda.
Distintos, acaso avergonzados –o ambas cosas-, surge en el propio seno de las Fuerzas Armadas un grupo de oficiales (unidos, bueno) que lentamente las rescata de sí mismas. O al menos lo intenta.
Por una breve primavera que en los hechos no dura ni diez años, las Fuerzas Armadas vuelven a servirles a la Nación y a su pueblo. Son los sueños de Savio, los días de Pistarini, Mosconi. De pronto en los hoteles de Chapadmalal veraneaban juntos obreros y militares. Dirá Perón desde el exilio: “yo sabía que eso nunca me lo iban a perdonar”.
Hartos de esos cabecitas negras que ensuciaban sus playas con sus hijos, el 16 de junio de 1955 -siempre con el apoyo del State Department-, aquellas cúpulas patricias, tilingas, aspiracionales, anglófilas, eligieron la sedición y el crimen, bombardearon a su propio pueblo, y a partir de entonces lo vigilaron, lo censuraron, lo persiguieron, lo fusilaron, lo secuestraron, lo torturaron y lo asesinaron o lo desaparecieron. También lo saquearon y lo endeudaron. Y así las Fuerzas Armadas dejaron de existir. Nacían los milicos. De mierda.
La sociedad civil aprendió a temerles, pero sobre todo a despreciarlos. Y a resistirlos.
La violencia engendra violencia, repetían los bombarderos y los fusiladores.
Condenados al eterno fracaso, antes de dos décadas aquellos tristes milicos fueron a buscar a Madrid al general que ellos mismos habían echado porque ya no sabían qué hacer con el país. Pero tanta violencia hace tanto engendrada, comenzaba a florecer.
Todos sabemos lo que pasó después.
De una vez por todas San Martín fue eclipsado por Videla, Brown por Masera, Belgrano por Camps, Güemes por Bussi. El glorioso Ejército de Los Andes quedó reducido a un cuerpo de policía del tipo Gestapo. Ya no se distinguían por sus fabricaciones militares sino por sus campos de concentración. 
Soberbios, ignorantes y malevos, una noche de copas confundieron al patrón con un amigo y se lanzaron a pelear contra la OTAN. Pero la Guerra por las Malvinas tampoco mejoró las cosas. Al contrario.
Soy testigo presencial de hasta qué punto el pueblo de pronto parecía perdonarles todo en apoyo a la campaña en las Islas. Pero otra vez mintieron, otra vez fallaron, ¡otra vez torturaron!, y por fin se rindieron y escaparon. Y al final otra vez los héroes serían del pueblo. Los soldados desconocidos y unos cuantos oficiales reconocidos. El alto mando volvería a casa con sus camperas de duvet intactas.
Pero fue entonces, diría Borges, cuando por fin se encontraron con su destino sudamericano.
Los mismos grupos de poder que tanto los habían usado y abusado, asqueados como traicionados por la aventura Malvinas, un día descubrieron la verdadera potencia de los medios de comunicación, optaron por la democracia, y los abandonaron a su suerte. Y su suerte fue poca. Desamparados, descubiertos, ni siquiera hizo falta la venganza: bastó con la justicia. De pronto eran públicos los crímenes más horrendos de aquella organización armada: los milicos. De mierda.
Los juicios comenzaron y ya nunca pararon.
Las Fuerzas Armadas pudieron encararlos como una oportunidad histórica para separar la paja del trigo y limpiarse como institución de un pasado para siempre imperdonable. Pero no. Optaron por abroquelarse en una actitud corporativa que ellos prefieren soñar “espíritu de cuerpo”, pero que en los hechos los revuelca en el fango de los mismos crímenes hediondos. Un Balza no hace verano.
Derrotados por la OTAN, abandonados por su pueblo al que tanto habían maltratado, a partir de 1983 comienzan el oprobio interminable y el deterioro sin fin.
Las dos décadas del infame Cavallo se llevaron el resto como un viento nuclear. En el Pacto de Madrid se firmó de una vez por todas la rendición en Malvinas. Por mandato norteamericano rápidamente se desmanteló el proyecto Cóndor; de los catorce establecimientos que tenía Fabricaciones Militares sólo quedaron cuatro; se privatizaron entre otras cosas los Astilleros Almirante Storni y el complejo naval TANDANOR, que terminó por fundir en 2001. Para el amanecer del nuevo siglo las Fuerzas Armadas Argentinas eran apenas un vestigio de sí mismas incapaces de enfrentar de igual a igual a la hinchada de Chicago.
Recién a partir de 2003 se reactivó FM para la producción de material ferroviario; en 2008 el Estado recuperó para sí TANDANOR; en 2009 se reabrió la Fábrica Argentina de Aviones dispuesta a producir con Brasil la aeronave de transporte KC390 con capacidad para 21 toneladas. Comparado en dólares con el presupuesto de Defensa de 2015, el de 2109 registra una caída del 41,64 por ciento.
En el marco del ajuste impuesto por Washington y su FMI, de las 88 agregadurías militares que había en las distintas embajadas por todo el mundo hasta 2017, este año sólo quedarán 30. Pero en la Casa Rosada festejan los ocho mil millones de pesos que esperan sacar vendiendo tierras militares en todo el país.
Más allá de los discursos escolares, y el menudo favor que les hace a los militares actuales la defensa oficial de los viejos genocidas, este gobierno los desprecia acaso más que ninguno desde el regreso de la democracia.
De los dos submarinos que poseía la Armada, acaban de perder uno con sus 44 tripulantes sin que al gobierno le importe en absoluto. Por el contrario, se esfuerza en ocultar las razones del desastre. No les importan los 44, pero está claro que todos los demás miembros de las tres fuerzas, tampoco.
En la extenuante historia de la desmalvinización nacional, nunca una administración fue tan lejos como la actual Alianza, entregando alegremente sus recursos naturales, ofreciendo el aeropuerto de Córdoba para que hagan escala los vuelos chilenos a Puerto Argentino, reconociendo al gobierno kelper como “autoridad legítima” de las Islas, despreciándolas como una sobra “porque tenemos un territorio inmenso”, borrándolas de los mapas oficiales, o llamándolas faklands sin ningún pudor.
Quizá la frutilla de tan apestoso pastel haya sido el año pasado, cuando la banda de la Fuerza Aérea entonó God save the Queen en la embajada británica para celebrar el cumpleaños de la reina de Inglaterra.
A cambio y como todo protagonismo, otra vez les ofrecen arrastrarlos a la doctrina de la seguridad interna, para usarlos otra vez contra el pueblo y después otra vez abandonarlos a su suerte.
O los hacen desfilar el 9 de julio, inflados por las fuerzas policiales, para exhibir lo que les queda cuando pasen bajo la ventana del embajador norteamericano.
Sin embargo en 2015 el 85 por ciento del voto militar fue para Macri, y en 2017 fue el 83 por ciento.
Será que les gusta que los llamen Marta.


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miércoles, 10 de julio de 2019

LA HERMANITA PELLONI: UNA SEMBLANZA…




La religiosa Martha Pelloni, heroína mediática de los 90, vuelve a las pantallas montada en la campaña electoral, y como para romper el hielo, y como si fuera gratis, acusa públicamente a La Campora de ser “el brazo del narcotráfico de la política de Cristina”… La acusación sin dudas y sin pruebas, cual revelación divina, es una constante en su trayectoria televisiva. Más que una costumbre.

EL HÁBITO DE LA MONJA




En los primeros días de enero de 1991 llegué a Catamarca enviado por la revista Noticias para cubrir la investigación del asesinato de María Soledad Morales. La monja Martha Pelloni era una de las estrellas mediáticas del momento.
Directora del colegio religioso al que asistía la víctima, ahora encabezaba las novedosas marchas del silencio que ya eran el hit de los noticieros, y luego rompía todos los silencios con acusaciones directas y furibundas contra el gobernador Ramón Saadi, su gestión, su ser y su familia.
Vale recordar que recién ese mismo verano Cavallo iba a parir la “convertibilidad” que le daría sustento político al gobierno de Menem, quien hasta entonces llevaba ya casi dos años sin hacer pie entre devaluaciones y corralitos. En ese convulso contexto, Ramón Saadi se disponía a pelearle el PJ en las próximas internas. Entonces apareció despedazado el cuerpo de María Soledad Morales.
El caso tenía su repercusión pero estalló a nivel nacional cuando la misma monja acusó del crimen a quienes rápido titulamos “los hijos del poder”: Guillermo Luque –hijo del diputado nacional Angel Luque, mano derecha del Ramón entonces y de don Vicente antes-, Arnoldito Saadi –sobrino de Ramón Saadi-, Diego Jalil –hijo del intendente de San Fernando del Valle- y Miguel Ángel Ferreira, hijo del jefe de la policía de la provincia. Según la monja, los cuatro iban en el auto al que subió María Soledad por última vez.
Por extraño que hoy parezca, rápido olvidamos a los otros tres que según la monja iban en el auto con Guillermo Luque. Los tres tenían coartadas, y aunque Luque también, de pronto quedó solo en el auto. Como si con él bastara para seguir adelante.
Pero el caso era un éxito. Batiría el record de la Guerra de Malvinas de permanencia en tapa de los diarios, ventas y mediciones. Yo me quedé en Catamarca hasta fines de marzo. Noticias clausuró la temporada de verano con un número especial dedicado al caso que triplicaría sus mejores tiradas. Más allá de lo publicado por aquella revista, yo me permití investigar cuanto pude sin los prejuicios de la hora. Ya capturado y encerrado Guillermo Luque, ya rumbo al linchamiento judicial, ya cumplido el mediático, nos volvimos. Poco después cayó Saadi. Pasamos a otro tema.
De la monja lo que mejor recuerdo es su obsesión con Ramón Saadi y su gobierno. Quería voltearlo, reclamaba la intervención nacional de la provincia denunciándolo por narcotraficante, más de una vez ese verano visitó la Casa Rosada, y al menos una fue recibida por el presidente Menem… El caso en sí, la investigación del crimen, parecía no interesarle. O más bien lo daba por resuelto. De hecho, no admitía ninguna otra hipótesis, aunque tampoco podía explicar por qué de pronto Guillermo Luque quedaba solo en aquel auto, ni muchas otras dudas. Ni te oía. No precisaba razones. Su verdad tenía el tono de la revelación divina. Hasta donde yo pude averiguar, la operaba directamente Eduardo Bauzá, entonces ministro del interior.
Tras sucesivos juicios que no se atenían al clamor popular, años después finalmente Guillermo Luque fue condenado a 21 años de cárcel sin que nada pudieran probarle, ni siquiera que había estado en Catamarca el fin de semana del crimen, así que tampoco nada fue esclarecido en dicho juicio: ni dónde, ni cuándo, ni cómo habían matado a María Soledad Morales, y por lo tanto, tampoco quiénes. Junto a Luis Tula –ex amante de la víctima-, el jurado sentenció a Guillermo Luque basado en el principio de “intima convicción”. Ramón Saadi ya era pasado. Cosa juzgada.
La monja Pelloni siguió almorzando con Mirtha, pero nunca más agitó la investigación, ni reclamó la verdad ni volvió a preguntar por los otros tres del auto, ni nada.
Años después me la crucé en un programa de ATC, invitados los dos a propósito del Caso, que se había reavivado no recuerdo por qué. Era un programa pedorro con espacio para tres o cuatro lugares comunes, y ningún debate. Pero al final, ya fuera del aire, en un aparte, le pregunté si ella podía explicarme, tanto tiempo después, exactamente cómo, dónde y cuándo habían matado a María Soledad Morales.
Se encogió de hombros, me acuerdo, sonrió y me dijo:
-- Eso capaz no se sabe nunca.
La hermanita Martha.

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domingo, 30 de junio de 2019

LANATA, MAJUL & CO.: EL PERIODISMO TERMINAL…



La exitosa destrucción nacional llevada a cabo por el gobierno de Cambiemos, no dejó nada en pie. 
Ni la economía, ni la justicia, ni la soberanía política y territorial, ni el tejido social, ni la industria ni el comercio ni el consumo ni el sistema energético ni la ciencia ni la tecnología ni el periodismo tampoco. 
En esa devastación, tras una auténtica victoria pírrica, Magnetto pagó su tremenda expansión con toda la credibilidad de sus medios, y la supervivencia periodística de sus mejores muchachos.


BASTARDOS SIN GLORIA





“Otra victoria como esta,
y vuelvo solo a casa”.
General Pirro



Oculto, enmascarado con un gorrito rapero y la capucha envolviéndole la cabeza, el hombre cruza la noche a paso rápido. Se juega la vida. La policía de Bullrich podría confundirlo con un ladrón, o con un pobre -para el caso es lo mismo- y dispararle por la espalda. Pero no es un ladrón, ni mucho menos un pobre, al contrario: es el valiente Luis Majul, que así huye y se esconde de su propia fama (por lo demás muy merecida).
Otrora toro salvaje de las pampas, Jorge Lanata, Bufalo Bill del periodismo argentino, hoy aparece reducido a una pobre atracción de circo propiedad de un malvado millonario que viéndolo enfermo, viejo y solo, dispuesto a ser juzgado por la historia como la mierda que fue, aun así no le da descanso y una vez más lo obliga a las viejas piruetas y sus tristes chistes.
El cantor de las cosas nuestras, Daniel Santoro, agente de inteligencia premiado sin embargo por FOPEA -y hasta por la no menos renombrada y enclenque Corona de España-, autor de difundidas ficciones lanzadas sin embargo como investigaciones –La ruta del dinero K, El mecanismo y otras-, marcha rumbo al juzgado de Dolores llamado a indagatoria, sospechado de extorsión, coacción, espionaje ilegal, asociación ilícita… 
Alejandro Fantino, mediocre relator de fútbol limitado al público de Boca, pensó acaso que bastaba un peinado nuevo para saltar del periodismo deportivo al político, y allí nomás sin saber nadar se tiró de cabeza en un océano infestado por los tiburones de los servicios. Apólogo entusiasta de Marcelo Sebastián D`Alessio, más operado que la duquesa de Alba, acabó acusado públicamente de pedófilo, y desde entonces explica y explica… 
Estos son apenas cuatro claros ejemplos de lo que hacen las ambiciones personales con las vocaciones profesionales. O más claramente: de lo que hace el ego con el alma.
El periodismo es un oficio sencillo, pero un ámbito complicado. En él gravitan como en ningún otro planeta los intereses más densos del poder económico y político. Operadores de todo tipo al servicio de todos los servicios, acechan al buen cronista en su búsqueda de la verdad. Las tentaciones son muchas, frente a sus ojos se despliegan el oro y sus moros, las mieles de la fama, su renombrado nombre, y otras miserias deslumbrantes.
Por encima de él, ya no queda ni Dios, apenas el medio que lo sostiene y propaga. Que lo sostiene porque lo propaga. Soldado de fortuna, sabe que sin ese ejército y sus armas, sería un civil más y nada más. Se aferra a su suerte. Luego combate con total entrega.
Solo que para entonces la entrega ya no le corresponde a la vocación, sino a la profesión, o más precisamente: al medio que lo sostiene y artilla. Matar y sobrevivir para volver a matar y sobrevivir hasta morir, es la ley del buen soldado. Pero en el fragor de la batalla rápido se olvida la canción y el buen soldado se ve de pronto reducido a un mercenario simple, un asesino en banda. Ahora mata para el que paga, y eso es todo.
Ya no es un periodista porque ya no hace periodismo. Ahora hace propaganda, campañas… operaciones. Caza pautas. Avisos. Anunciantes. Financistas. Ha crecido. Tiene su propio espacio en el ejército al que pertenece. Ya ni siquiera hace propaganda: son solo negocios. Ya olvidó el sencillo oficio, el complicado ámbito se lo fagocitó.
La exitosa destrucción nacional llevada a cabo por el gobierno de Cambiemos, no dejó nada en pie. Ni la economía, ni la justicia, ni la soberanía política y territorial, ni el tejido social, ni la industria ni el comercio ni el consumo ni el sistema energético ni la ciencia ni la tecnología ni el periodismo tampoco.
A la hecatombe mundial provocada por la era digital, se agrega en la Argentina la putrefacción propia de una industria sometida a prácticas monopólicas desde hace más de cuatro décadas ya. Uno a uno los medios resistentes al coro general, fueron cerrando, cayendo, agotados, aplastados o comprados. Y sus periodistas, con escasas excepciones que confirman todas las reglas, reducidos a meros empleados de un universo de negocios, en la mayoría de los casos, producto justamente del ejercicio de la propaganda simple, las campañas mediáticas, y las operaciones políticas y/o judiciales. Periodismo cero.
Oficializado un día el periodismo de guerra, el consecuente desastre fue solo cuestión de tiempo. Con la asunción del actual gobierno, y la distracción de la pauta oficial hacia las redes y los centros de trolls, el gremio periodístico, en pleno desangre, inició su hemorragia terminal.
El general Pirro condujo a las tropas helénicas que resistieron las avanzadas romanas hacia el sur de lo que hoy llamamos Italia. Una sucesión de batallas que en su nombre se recuerda como Guerras Pírricas, aunque Pirro quedó en la historia por la paradoja de sus costosas victorias, que lo llevaron a decir la frase que lo volvió inmortal: “otra victoria como esta, y vuelvo solo a casa”.
Así el contador Héctor Magnetto pagó su inmensa codicia con toda la credibilidad de sus medios, olvidando que sus medios eran su negocio. Ventas y mediciones le confirman lo bien que hizo al refugiarse a tiempo en la telefonía, las finanzas, las plataformas, la política… Después de todo el periodismo, sus medios, eran solo eso: el medio. El objetivo, desde siempre, fue el poder. Tamaña conquista, justificó la ferocidad de su periodismo de guerra, y hoy no le molesta volver solo a casa.  
Atrás quedan los cuerpos sin vida de sus mejores muchachos: el Regimiento de Lanatas, la Brigada Especial de Corea del Centro, los francotiradores ilusos como Alejandro Fantino, Eduardo Feinmann, Leuco y su Leucocito y tantos otros valientes que sin empacho entregaron en la contienda nombres, credibilidad y prestigio, hasta quedar así… rumbo a los tribunales para explicar por qué aparecemos extorsionando y espiando gente cuando decíamos que hacíamos periodismo, explicándole a todo el mundo que no sos pedófilo, bailando sobre el alambre de un circo aun en silla de ruedas, o cruzando la noche, huyendo de sí mismo, enmascarado por el miedo de ser y la vergüenza de haber sido.




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domingo, 16 de junio de 2019

16 DE JUNIO: DÍA NACIONAL DEL TERRORISMO



Efemérides




Un día como hoy hace 64 años se inauguraba el terrorismo en la Argentina, cuando oficiales de la Armada y la Aeronáutica pasaron a la clandestinidad, secuestraron 34 aviones propiedad de las Fuerzas Armadas del Estado, bombardearon la Plaza de Mayo y acribillaron las calles aledañas asesinando más de 300 personas y dejando más de 700 heridos en tres incursiones que empezaron poco después del mediodía, y acabaron hacia las cuatro de la tarde, cuando el teniente primero Carlos Carus, soltó desde su Glooster la última bomba sobre la multitud. Nacía en la Argentina la subversión terrorista.
Porque lejos de ser apresados, juzgados y condenados, aquellos asesinos en masa fueron condecorados, ascendidos, y hasta glorificados por buena parte del pueblo. A partir de entonces, cualquier cosa podía suceder.
Tanto así fue, que antes de tres meses aquellos subversivos derrocaban al gobierno democrático y se alzaban con el poder, y antes de un año se largaban a fusilar militares, militantes y obreros en la noche de los basurales. Y tampoco entonces nadie hizo nada.
Al contrario.
La derecha y sus embajadas aplaudían con rabia, pero también el socialista Américo Gioldi vivaba los muertos desde el lustroso periódico La Vanguardia al grito de “se acabó la leche de la clemencia”; mientras el otro gran socialista de lo hora, don Alfredo Palacios, era embajador en el Uruguay. Todos estaban de acuerdo, y así el terrorismo subversivo dejó de ser subversivo. Ya era cuestión de Estado. Ahora todo era posible. Nunca más nada debería sorprendernos. Ni siquiera una insurrección armada, ni siquiera un genocidio.
Bajo un manto de neblina y silencio oficial cada vez más densos, el viernes se cumplieron 37 años de la capitulación firmada por el general Mario Menéndez en Puerto Argentino ante su par británico Jeremy Moore.
En rigor de la verdad histórica, el documento se firma poco después de la medianoche del 14, pero queda fechado el 14 a las 23.59. Las conversaciones con Jeremy Moore  habían comenzado temprano, apenas pasado el mediodía, pero el acuerdo se retrasaba entre otras razones porque Menéndez no podía garantizar con su rendición la rendición de la Fuerza Aérea, cuyos pilotos aún a esa hora aterraban y destruían a la Flota Real y a sus tropas. Ni siquiera podía garantizar que con él se rindieran los pilotos Aeronavales, que tanto daño les seguían provocando.
Desde la Segunda Gran Guerra la Royal Navy no sufría el hundimiento de un buque. En Malvinas le hundieron siete, y otra decena quedó fuera de combate. De los 41 barcos de guerra que llevó a las Islas, sólo tres volverían intactos a Porthmouth. Los aviadores argentinos, aeronáuticos y navales, les habían dado una paliza histórica. Los ingleses nunca los olvidarán, por mucho que nosotros sí.
Es una pena que ninguna de las dos fuerzas, ni la Aeronáutica ni la Armada, hayan hecho público jamás un arrepentimiento institucional por aquellos subversivos del 16 de junio de 1955, despegando así, del día fundacional del terrorismo argentino, sus respectivos bautismos de fuego.



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domingo, 9 de junio de 2019

LOS CHISTES DE PERÓN - HOY: Un océano de tinta...

Los chistes de Perón 



Si alguna vez los argentinos consiguiésemos el nirvana tangible de una divisa estable, esa nueva moneda debería llevar impresas, en sus dos caras sin ceca, las imágenes yuxtapuestas de Borges y Perón como el yin y el yang de una Argentina sola, que en su doble anverso, grabara así la riqueza de nuestras más hondas contradicciones, unidas entonces por las solas banderas de la gracia de la inteligencia, la agudeza de la sensibilidad, y la sabiduría siempre que revela el humor. 
Por ello aquí El Martiyo, en un gesto estético histórico -pero histórico por estético-, reúne, funde, en un mismo marco, en idéntico formato, a este dueto imposible, y sin embargo... 
Esperamos que así como los peronistas disfrutan de Los chistes de Borges, así también la otra Argentina disfrute de Los chistes de Perón, quien supo tener, indiscutido, el sentido de la risa que es propio de los grandes. Y que nos hace mejores.




Ni bien volvió al país en 1972, la prensa, con hambre de siglos, se le echó encima de a montón.
Hoy indiscutido, no entonces, en línea con la hora, una de las críticas más comunes que le hacían refería la presunta infiltración marxista en el peronismo. 
Por fin Perón respondió:
-- Eso no es nuevo, antes nos acusaban de comunistas… pero pensar que el marxismo puede infiltrar al peronismo, es como creer que puede teñirse el océano con un frasco de tinta.



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domingo, 26 de mayo de 2019

SAN MIGUEL DEL MONTE: NINGUNA TRAGEDIA…




Las Fuerzas de Seguridad –en este caso la Bonaerense- acaban de lograr  una nueva marca en su extenso historial delictivo con el asesinato de cuatro chicos, tres menores, mientras otra menor sigue entre la vida y la muerte. 
La cadena de culpables sube y se expande, alcanza a los ejecutivos provincial y nacional, y barre con periodistas, comunicadores, y otros charlatanes. 
No sólo Clarín y La Nazión evitaron culpar a los supremos culpables (Vidal y Ritondo), limpiar a la Fuerza apelando al lugar común “algunos policías no son la Policia”, y esconderse detrás de la palabra “tragedia” para no enfrentar lo que fue una masacre pura y cruda. 
Ellos tampoco son inocentes.


ASESINOS POR NATURALEZA

La Policía argentina. Todos sin esposas. En familia.



La masacre policial ejecutada en San Miguel del Monte con la persecución y el fusilamiento en marcha de cuatro chicos –tres menores- y que mantiene a una chica –también menor- entre la vida y la muerte; no fue algo "aislado", no fue un “procedimiento mal hecho”, como pretendía trabado de mandíbula el ministro de seguridad de la Provincia; ni mucho menos -como intentaron imponer serviciales tantos comunicadores - una “tragedia”, o el simple “exceso” de “algunos policías”. No. La palabra es masacre, y la perpetró la Policía, no “algunos policías”. No existen “algunos policías”.
El “espíritu de cuerpo” que tanto los enorgullece –y autoprotege-, no solo vale para abrazar los infrecuentes aciertos de la Fuerza. También abraza a la Fuerza en cada uno de los delitos de sus hombres y sus mujeres, en todos sus crímenes.
Es el mismo espíritu de cuerpo que ahora en San Miguel del Monte los llevó a intentar –una vez más y como siempre- encubrir a los “compañeros”, ocultar los hechos, presionar testigos, barrer las pruebas, limpiar a los asesinos. No se trata de “algunos policías”. Se trata de la policía. En este caso, de la célebre por maldita Bonaerense, cuyo largo historial delictivo, no se detuvo con el alejamiento de uno de sus más mentados líderes, el genocida Ramón Camps, ni con el fin de la dictadura. El jolgorio continuó, y continúa. Esa sí es una tragedia.
Seria fatigoso y acaso infinito hacer un inventario aquí estando Google tan a mano de todos. Pero si se revisan los grandes crímenes y delitos del país durante los últimos, digamos, 50 años –secuestros extorsivos, homicidios agravados, asaltos comandos, trata de personas, contrabando, narcotráfico, etc-, en el 90 por ciento de los casos aparece algún representante de las fuerzas de seguridad. Ora la Bonaerense, ora la Federal, la Prefectura, Gendarmería...
Y aunque aquí sí vale decir que la putrefacción de las fuerzas no comenzó con este gobierno, también vale decir que este gobierno la potenció atento a su núcleo duro de machitos de pizzería y mano dura. El presidente personalmente felicitó al policía procesado por homicidio agravado Luis Chocobar. Ahora tiene los resultados.
Ahi lo tenés al pelotudo... 
Rara como encendida, la ministra de seguridad Patricia Bullrich -de vocación pistolera-, entonada y al grito de “el que quiere andar armado que ande armado”, hace mucho no pasa un control de alcoholemia, ni un detector de mentiras tampoco. Encubrió sin fallar todos y cada uno de los crímenes de todas las fuerzas bajo su mando, y más allá. Desde Santiago Maldonado y la Gendarmería, a Rafael Nahuel y Los Albatros de la Prefectura, pasando por Juan Pablo Kukrop y Luis Chocobar; Facundo Burgos y la policía de Tucumán; la aún inexplicada balacera de Avellaneda entre sus muchachos y los de la Vidal, y siguen los muertos y también los encubiertos. Nada la detiene. Nadie renuncia. 
Vale apuntar que el espectáculo circense con el cual se pretende enjuiciar a CFK por televisión, es una causa por la obra pública de la provincia de Santa Cruz durante los años en que ella no desempeñó ninguna función pública en Santa Cruz.
Sin embargo, del otro lado de la moral, los responsables supremos y por lo tanto directos de la masacre de San Miguel del Monte, la gobernadora María Eugenia Vidal y su ministro de Seguridad Cristian Ritondo, ni se mueven, no se van, apenas se lamentan, se encogen de hombros, y qué vachaché...
Los medios en general –y no apenas los previsibles Clarín y La Nazión- pusieron todo su esmero en obviar sus dos nombres, y por supuesto, exculpar a la Fuerza, fuente del material con que suelen ganarse la vida sin esfuerzos.
El viernes en su programa El Expediente de C5N, Paulo Kablan (quien jamás cierra ninguno de sus informes sin destacar la acción del fiscal y su fiscalía, del comisario y su comisaría, quienes a su vez tan amablemente le mandaron el video y los datos que así lo salvan de tener que laburar en serio), usó media hora de su programa para hablar de la masacre pero no usó la palabra. Y por supuesto no paró de repetir, precario y genuflexo, el viejo lugar común de “algunos policías no son toda la Policía”.
Parte del folklore policial argentino es llorar la triste suerte de lo que llaman sin embargo “vocación de servicio”. Desde la falta de medios y agentes, a la incomprensión judicial de “las puertas giratorias”, y el desprecio popular, ya inmemorial y siempre en constante progresión. Parecieran no entender por qué la gente no los quiere… o tal vez por eso mismo le disparan por la espalda. Un acto inmenso y profundo de auto-purga y constricción, podría ayudarlos alguna vez.
Culpables
Sobre llovido, el gobierno de Cambiemos –especialista en marketing (y nada más)-, soltó por las calles de todo el país miles de agentes nuevos como quien empapela de afiches la ciudad. Se trata en general de chicos y chicas sin actitud, formación ni vocación, ansiosos apenas por una salida laboral frente a la miseria que el propio gobierno despliega en simultáneo. Temblorosos, asustados, sin bozal y sin correa –y sin controles toxicológicos tampoco- marchan hacia las líneas del frente de una situación social en llamas. Y tiran a dar, total...
Entonces cuatro chicos –y van- son asesinados por la Policía de la Provincia de Buenos Aires.
Perseguidos hasta la muerte.
Fusilados en pleno vuelo.
Cuatro chicos, tres menores, y una chica, también menor, que sigue grave.
Dos policías les disparaban, siete los perseguían, dieciocho se complicaron en el encubrimiento, y las investigaciones recién comienzan… No fue un “hecho aislado”, “un procedimiento mal hecho”, un "exceso", no... es una putrefacción institucional amparada por un sistema de códigos mafiosos. No fueron “algunos”. Fue la Policía y fue una masacre. Ninguna tragedia.
La tragedia son ellos, esas Fuerzas de Seguridad descontroladas, y todos esos funcionarios capaces de encubrir y felicitar sus asesinatos, porque ellos también son asesinos.  


Cuatro de las víctimas de la seguridad de Cambiemos.

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domingo, 19 de mayo de 2019

MACRI LO HIZO: FERNÁNDEZ AL GOBIERNO, FERNÁNDEZ AL PODER




Campeón mundial de Tiro por la Culata, hundido en las encuestas, sin más rumbo económico que el abismo inminente, ni más opciones que el fraude o la derrota, perdido por perdido, el gobierno de la 2ª Alianza guardaba su última ilusión electoral en el juicio a CFK. Pero otra vez ella les corrió el arco, renunció a su candidatura, y desbarató la campaña oficial, reducida a tapar con la ajena, el magno desastre de la propia gestión. Los grandes medios agitaron los fantasmas de Cámpora y Perón. Pero esta vez el grito no les sirve.

FERNÁNDEZ AL GOBIERNO
FERNÁNDEZ AL PODER

Foto: Fabian Marelli



Varias veces medalla de oro en la disciplina Tiro por la Culata, el equipazo gobernante alcanza una nueva marca con los resultados obtenidos por la formidable persecución a CFK. Ella se baja de la candidatura presidencial, y ahora todo lo pensado para enfrentarla en campaña –lo único pensado- les explota en la cara como un chasco barato.
Argentina extraña. Mientras Mauricio Macri se defiende de los propios para imponer su candidatura, Cristina Kirchner renuncia a la suya pese al clamor de los propios.
En esa simetría perfecta que ofrecen ambos en todo (desde el sexo a la oratoria, pasando por las ideologías y la consideración en las encuestas), acaso representen la Argentina total, eterna, incesante. En términos prácticos: la del peronismo y el antiperonismo.
Las dos fuerzas que se enfrentan a lo largo de la historia aún antes de llamarse así, la que construye y la que destruye; la que amplía derechos y la que bombardea civiles; la que glorifica a los militantes, y la que los fusila, la que los multiplica, y la que los desaparece; la que se integra a Latinoamérica, y la que la desprecia; la que incluye y la que excluye; la de las multitudes en la Plaza, y la de las vallas en la Plaza; la que reclama Malvinas, y la que las entrega. Las dos se enfrentan otra vez.
Pero son días inéditos. La exitosa destrucción nacional llevada a cabo por la 2ª Alianza –superadora de la 1ª- no registra por lo tanto precedentes. El gobierno que viene no heredará un país en ruinas, sino una colonia sitiada. Su economía dirigida desde Washington, su aparato mediático-cultural alineado con la Embajada, un PBI ya embargado, su oro en Londres, y parte del territorio nacional ocupado por Gran Bretaña y las fuerzas de la OTAN. No habrá deja vu. Días inéditos.
Entre impericias y codicias hace rato que Macri ya no baila sino al borde del abismo que la historia le reserva a los peores, un abismo sin fondo y sin olvido. La web y sus redes volverán inmortales sus dislexias y sus fursios, sus mentiras y sus delitos, desde las cloacas de Morón a la entrega nacional. No será precisa la venganza, bastará con la justicia. No puede perder.
Centro solar del universo político argentino, Cristina Kichner volvió a sorprender como sorprenden siempre los distintos. Tan distinta que recupera el protagonismo con una renuncia sin embargo. Con la gracia de un paso de danza salta la grieta y pone en su lugar a uno de sus mayores críticos. Y como si esta vez sí fuera magia, convierte en un montón de dólares confederados todo el odio acuñado por el oficialismo.
La genialidad de la jugada la destacaron inmediatamente sus mejores detractores. Rápido se apuraron a criticarla Eduardo Duhalde, Guillermo Moreno, Julio Bárbaro, Miguel Pichetto, Elisa Carrió, Eduardo Feinmann, los portales de Clarín y La Nazión, Hernán Lombardi, y la izquierdita argentina. Sólo faltaba Spruille Braden. Ya todo estaba dicho.
En Olivos no comenzaba el sábado que ya el fin de semana se había terminado. Se frotaban las manos esperando el juicio por el cual tanto se las habían ensuciado manoseando a la Corte Suprema, cuando de pronto otra tormenta que tampoco vieron venir los sacaba de rumbo y los mandaba de vuelta contra los arrecifes ¿Y ahora? Macri y su muñeco Marquitos, de viaje el ventrílocuo oficial Duran Barba, apelaron a frases hechas hace mucho, de esas que se hacen cuando no se sabe qué hacer. La noticia saltaba como un sapo desde un pastel de bodas.   
Con los restos del odio y los medios que los encubren, enseguida probaron suerte con la teoría del títere; sacudieron los fantasmas de Campora-Perón –sin advertir que esta vez el grito sería “Fernández al gobierno, Fernández al poder”-, y hasta agitaron la sospecha de una posible conspiración vicepresidencial como la que tanto le aplaudieron, esos mismos sectores, al hoy inexistente Julio Cleto Cobos.
Pero nada de eso basta –saben- para cubrir el fracaso transversal obtenido en todos los planos de su gestión.
Tan solo resta la foto del banquillo que es toda su fortuna, el juicio a Cristina, un juicio literalmente flojo de papeles y basado de arranque en los testimonios de Daniel Santoro, Leonardo Fariña y Marcelo Dalessio. Tres tristes truchos.
Pero el “plan Lula” también se derrumbó. El candidato es otro, y aún si el gobierno consiguiera presionar a esos jueces hasta meter presa a Cristina, la jugada ahora sería más riesgosa que antes. Encerrada al cabo de un injusto proceso (el arrugue de la Corte el jueves no alcanzó para borrar con el codo lo escrito el miércoles y para siempre), su voz alcanzaría una potencia mayor y el caudal de votos para su candidato aumentaría. Y la Corte que no pudo soportar la presión de esas multitudes que el otro día ni siquiera Clarín pudo encontrar, tendría que enfrentarse a esas multitudes que el otro día coparon la Rural bajo la lluvia, y que ni siquiera Clarín pudo ocultar. Todas las encuestas y los hechos, el libro y las multitudes, demuestran el claro efecto rebote que tuvieron los ya más de once años de acusaciones y persecuciones mediáticas y judiciales ¿Por qué la cárcel funcionaría peor?
Pero no hay más. El resto es fracaso.
La lluvia de inversiones, los brotes verdes, la luz al final del túnel, la pobreza cero, la justicia independiente, la inflación, la deuda externa… y la causa de Dolores, donde el juez Ramos Padilla sigue hundiendo el escalpelo hasta el hueso presidencial del mejor equipo de los últimos 50 años. Vestigios de sí mismos, ellos también son los restos del odio.
Sin embargo están perdidos pero no vencidos, y cuanto más perdidos, más peligrosos, más feroces. Saben que la derrota entraña la cárcel y no están dispuestos.
En nuestro post del 23 de marzo, El final es inminente, advertíamos que tal y como iban las cosas las únicas esperanzas de reelección que le quedaban a Macri eran el fraude, o una oposición descompuesta.
La oposición se compone.
Mejor estar atentos.



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