La exitosa destrucción nacional llevada a cabo por el gobierno de Cambiemos, no
dejó nada en pie.
Ni la economía, ni la justicia, ni la soberanía política y territorial, ni el tejido social, ni la industria ni el comercio ni el consumo ni el sistema energético ni la ciencia ni la tecnología ni el periodismo tampoco.
En esa devastación, tras una auténtica victoria pírrica, Magnetto pagó su tremenda expansión con toda la credibilidad de sus medios, y la supervivencia periodística de sus mejores muchachos.
Ni la economía, ni la justicia, ni la soberanía política y territorial, ni el tejido social, ni la industria ni el comercio ni el consumo ni el sistema energético ni la ciencia ni la tecnología ni el periodismo tampoco.
En esa devastación, tras una auténtica victoria pírrica, Magnetto pagó su tremenda expansión con toda la credibilidad de sus medios, y la supervivencia periodística de sus mejores muchachos.
BASTARDOS
SIN GLORIA
“Otra victoria como esta,
y
vuelvo solo a casa”.
General
Pirro
Oculto,
enmascarado con un gorrito rapero y la capucha envolviéndole la cabeza, el
hombre cruza la noche a paso rápido. Se juega la vida. La policía de Bullrich
podría confundirlo con un ladrón, o con un pobre -para el caso es lo mismo-
y dispararle por la espalda. Pero no es un ladrón, ni mucho menos un pobre, al
contrario: es el valiente Luis Majul, que así huye y se esconde de su propia
fama (por lo demás muy merecida).
Otrora
toro salvaje de las pampas, Jorge Lanata, Bufalo Bill del periodismo argentino,
hoy aparece reducido a una pobre atracción de circo propiedad de un malvado
millonario que viéndolo enfermo, viejo y
solo, dispuesto a ser juzgado por la historia como la mierda que fue, aun
así no le da descanso y una vez más lo obliga a las viejas piruetas y sus
tristes chistes.
El cantor
de las cosas nuestras, Daniel Santoro, agente de inteligencia premiado sin
embargo por FOPEA -y hasta por la no menos renombrada y enclenque Corona de
España-, autor de difundidas ficciones lanzadas sin embargo como investigaciones
–La ruta del dinero K, El mecanismo y otras-, marcha rumbo al juzgado de
Dolores llamado a indagatoria, sospechado de extorsión, coacción, espionaje
ilegal, asociación ilícita…
Alejandro
Fantino, mediocre relator de fútbol limitado al público de Boca, pensó acaso
que bastaba un peinado nuevo para saltar del periodismo deportivo al político, y
allí nomás sin saber nadar se tiró de cabeza en un océano infestado por los
tiburones de los servicios. Apólogo entusiasta de Marcelo Sebastián D`Alessio,
más operado que la duquesa de Alba, acabó acusado públicamente de pedófilo, y
desde entonces explica y explica…
Estos
son apenas cuatro claros ejemplos de lo que hacen las ambiciones personales con
las vocaciones profesionales. O más claramente: de lo que hace el ego con el
alma.
El
periodismo es un oficio sencillo, pero un ámbito complicado. En él gravitan
como en ningún otro planeta los intereses más densos del poder económico y político.
Operadores de todo tipo al servicio de todos los servicios, acechan al buen
cronista en su búsqueda de la verdad. Las tentaciones son muchas, frente a sus
ojos se despliegan el oro y sus moros, las mieles de la fama, su renombrado
nombre, y otras miserias deslumbrantes.
Por
encima de él, ya no queda ni Dios, apenas el medio que lo sostiene y propaga. Que
lo sostiene porque lo propaga. Soldado de fortuna, sabe que sin ese ejército y
sus armas, sería un civil más y nada más. Se aferra a su suerte. Luego combate
con total entrega.
Solo
que para entonces la entrega ya no le corresponde a la vocación, sino a la
profesión, o más precisamente: al medio que lo sostiene y artilla. Matar y
sobrevivir para volver a matar y sobrevivir hasta morir, es la ley del buen
soldado. Pero en el fragor de la batalla rápido se olvida la canción y el
buen soldado se ve de pronto reducido a un mercenario simple, un asesino en banda. Ahora
mata para el que paga, y eso es todo.
Ya no
es un periodista porque ya no hace periodismo. Ahora hace propaganda, campañas… operaciones.
Caza pautas. Avisos. Anunciantes. Financistas. Ha crecido. Tiene su propio espacio
en el ejército al que pertenece. Ya ni siquiera hace propaganda: son solo
negocios. Ya olvidó el sencillo oficio, el complicado ámbito se lo fagocitó.
La
exitosa destrucción nacional llevada a cabo por el gobierno de Cambiemos, no
dejó nada en pie. Ni la economía, ni la justicia, ni la soberanía política y
territorial, ni el tejido social, ni la industria ni el comercio ni el consumo
ni el sistema energético ni la ciencia ni la tecnología ni el periodismo
tampoco.
A la
hecatombe mundial provocada por la era digital, se agrega en la Argentina la
putrefacción propia de una industria sometida a prácticas monopólicas desde
hace más de cuatro décadas ya. Uno a uno los medios resistentes al coro
general, fueron cerrando, cayendo, agotados, aplastados o comprados. Y sus
periodistas, con escasas excepciones que confirman todas las reglas, reducidos a meros empleados de un universo de negocios, en la mayoría de los casos,
producto justamente del ejercicio de la propaganda simple, las campañas mediáticas,
y las operaciones políticas y/o judiciales. Periodismo cero.
Oficializado
un día el periodismo de guerra, el consecuente desastre fue solo cuestión de
tiempo. Con la asunción del actual gobierno, y la distracción de la pauta
oficial hacia las redes y los centros de trolls, el gremio periodístico, en
pleno desangre, inició su hemorragia terminal.
El
general Pirro condujo a las tropas helénicas que resistieron las avanzadas
romanas hacia el sur de lo que hoy llamamos Italia. Una sucesión de batallas
que en su nombre se recuerda como Guerras Pírricas, aunque Pirro quedó en la
historia por la paradoja de sus costosas victorias, que lo llevaron a decir la
frase que lo volvió inmortal: “otra victoria como esta, y vuelvo solo a casa”.
Así el
contador Héctor Magnetto pagó su inmensa codicia con toda la credibilidad de sus
medios, olvidando que sus medios eran su negocio. Ventas y mediciones le
confirman lo bien que hizo al refugiarse a tiempo en la telefonía, las
finanzas, las plataformas, la política… Después de todo el periodismo, sus
medios, eran solo eso: el medio. El objetivo, desde siempre, fue el poder. Tamaña
conquista, justificó la ferocidad de su periodismo de guerra, y hoy no le
molesta volver solo a casa.
Atrás
quedan los cuerpos sin vida de sus mejores muchachos: el Regimiento de Lanatas,
la Brigada Especial de Corea del Centro, los francotiradores ilusos como Alejandro
Fantino, Eduardo Feinmann, Leuco y su Leucocito y tantos otros valientes que sin empacho entregaron
en la contienda nombres, credibilidad y prestigio, hasta quedar así… rumbo a
los tribunales para explicar por qué aparecemos extorsionando y
espiando gente cuando decíamos que hacíamos periodismo, explicándole a todo
el mundo que no sos pedófilo, bailando sobre el alambre de un circo aun en
silla de ruedas, o cruzando la noche, huyendo de sí mismo, enmascarado por el
miedo de ser y la vergüenza de haber sido.
* * *
Permítame compartirlo, señor. La mejor reseña de la prensa prostibularia que he leído.
ResponderEliminarExcelente, Daniel. Para enmarcarlo.
ResponderEliminarExcelente y dolorosa nota! Soy uno de los tantos que disfruté con la creación de Página 12, El Porteño (si, el de Gabriel Levinas) y de la Rock n¨Pop (si, el de Pergolini y el de El Exprimidor y su libro de "ayuda espiritual")Triste destino el de los "progres" argentinos.
ResponderEliminarESTA TODO DICHO... Y MUY BIEN EXPUESTO. EL QUE QUIERA ENTENDER QUE ENTIENDA. NO ES TAN DIFICIL SI SE QUIERE ENTENDER...DARSE CUENTA.
ResponderEliminarExcelente nota no los conocía, los empiezo a seguir.
ResponderEliminarUn abrazo
MARAVILLOSO TEXTO! Que se pudran los nombrados.
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