Un panelista de la tele, distinguido por sus desbordes, sus exabruptos y sus disparates, fue elegido por el pueblo argentino para conducir los destinos de uno de los países más codiciados del mundo. Dicen que la juventud lo votó en masa, y que el pueblo nunca se equivoca. Pero tanto dijo y se desdijo en su campaña, que ahora nadie sabe qué hará, no hay más que dudas, preguntas, incertidumbre. Miedo.
UNA DE TERROR
Deben ser el Pueblo y la Juventud los dos colectivos que
más demagogia han inspirado en toda la historia de la democracia mundial… “nuestra
juventud maravillosa”, “el pueblo nunca se equivoca”, “la juventud es la gran esperanza”, “el
pueblo lo mejor que tenemos”, etc, etc, etc. Así también se llegó a Milei.
Un pueblo embrutecido por la cada día más dura lucha por
la supervivencia, y enloquecido por los
medios, que desde hace tantos años le soplan al oído que alguien le roba lo que
es suyo -el Estado, los políticos, los planeros, los piqueteros, el vecino, el
comerciante, todos y cualquiera-; una juventud aturdida por Instagram, tik tok,
y todas las redes y sus ampulosas verdades reducidas a 240 caracteres; un pueblo
que olvida su historia, una juventud que la ignora. Así también se llegó a
Milei.
Alguien algún
día tendrá que arrojarnos la verdad como una torta en la cara. Los pueblos se
equivocan -y no me refiero sólo a la Alemania de Hitler o la Italia de Mussolini,
sino también a la España de Franco o el Chile de Pinochet, donde los pueblos
acompañaron sus dictaduras sangrientas con el silencio o la indiferencia; incluso
a la Argentina de Videla, cuando muy amplios sectores de la población y su dirigencia
lo recibieron con esperanza-, sino también al pueblo que votó al segundo Menem, al asesino en masa Fernando de la Rua, o al condenado contrabandista Mauricio
Macri con la esperanza de acabar con la corrupción. Los pueblos se equivocan, uf.
Y la juventud es
una etapa de aprendizaje porque es, por lo tanto, una etapa de ignorancia. La
sabiduría no es una flor espontánea, un regalo de la primavera, sino más bien la
consecuencia de los muchos intentos, de largos años de prueba y error, de aciertos
y fracasos, de alguna victoria, pero sobre todo, de la frecuente derrota,
maestra de maestras. Entonces se aprende.
Las ansias, el
entusiasmo, el empuje, las ilusiones, las fantasías, son propias de la juventud
porque son propios de la ignorancia. Cuando no saber lo posible nos permite creer en lo imposible. Cuando basta
el deseo para concebir el futuro. Cuando la fuerza es tal, que prescindimos
de la razón. Cuando ignoramos cuánto ignoramos, y entonces creemos que sabemos... Recuerdo cuando empecé a escribir… tan poco había leído, que creía que lo mío
era bueno. Después, si no se abandona, se aprende. Después, despacio,
tranquila, con la parsimonia de los días, llega la vida, los golpes de la
realidad que modelan los sueños, y se aprende.
Ahora el pueblo argentino -y especialmente su juventud, dicen- eligió a Javier Milei para presidir el país. Un hombre sin trayectoria política
ni de gestión, improvisado y sin equipo propio, famoso por sus desbordes, sus
exabruptos, sus disparates y sus metáforas repugnantes; surgido de la tele como
un payaso violento, inestable y grotesco; ese hombre, ahora, gobernará uno de los países más
codiciados del mundo. El "divino tesoro" de nuestra juventud, y el Pueblo, “lo
mejor que tenemos”, así lo decidieron... ¿Qué podría salir mal?
Las cartas están
echadas. La independencia económica, la soberanía política y la justicia
social, fueron expresamente abolidas de nuestro destino. “Los pibes de Malvinas”,
ya están olvidados. Los desaparecidos importan menos que sus genocidas. Se
puede insultar al Papa, al otro, desde luego, a vos, por supuesto, a
cualquiera. También se puede disparar en la cabeza de una presidenta. No pasa nada.
Por fin el odio venció al amor.
Pero sería
injusto no reconocer en semejante victoria el invalorable aporte del invisible
Alberto Fernández, que soñó hacer la revolución con un perro y una guitarra,
que se encontró con una pandemia mundial, y en vez de ver allí una oportunidad la
redujo a una excusa; que no reformó la justicia -para que lo ayude con
Cristina-, y que lejos de investigar la deuda con el Fondo, la refrendó, la
blanqueó. Nos entregó.
Y tampoco sería
justo olvidar a tantos líderes sindicales y sociales, que lejos de enfrentar a las
grandes fortunas, a los monopolios, a la Embajada y sus saqueos, concentraron
sus fuerzas en pelear contra CFK y La Cámpora, verdaderos enemigos de los
trabajadores y la patria. Los hermanitos Daer, Acuña, Barrionuevo, el Chino
Navarro, el heladero Pérsico, y todos aquellos que también resistieron ante
Cristina, rechazaron a Wado, y optaron por Massa, con su ministerio a cuestas y
su 150 por ciento de inflación anual, como quien vende un champú que te deja calvo.
Y al menos vale una
mención especial para el hombre que inventó a Perón, ya no al peronismo, el gritador Guillermo Moreno, que durante semanas y meses se paseó por cuanto medio le
diera cinco minutos para pegarle a Kicillof, a CFK, a Alberto, a Massa, y al resto
del gobierno y del peronismo exceptuando a Duhalde, a Barrionuevo, a los miembros
de la Corte, y a sí mismo ¡Gracias, Guille!...
Ahora nos envuelve la niebla. Una niebla tan
densa que es imposible ver la próxima hora, ya no el día de mañana. Ganó el
Loco. Pero tanto dijo y se desdijo durante su campaña, que ahora no hay más que preguntas, dudas,
incertidumbres, niebla. Miedo.
En la película Guasón
también un payaso trágico, brutal, emerge de las profundidades de un pueblo enloquecido y una juventud embrutecida, alcanza la televisión, y desde allí, en su instante
de fama, desata el último caos.
La película
termina ahí.
¿La Argentina?
* * *