domingo, 11 de septiembre de 2022

ATENTADO A CFK: VIAJE AL FONDO DEL ODIO…


 

En 2008 -a partir de la crisis por la 125- los medios de Magnetto y sus aliados iniciaron su confeso “periodismo de guerra”, cuyo enemigo declarado era CFK y el kirchnerismo. Desde entonces, las mentiras se caen pero se suceden. Mientras encarpetada o asociada, una pandilla de jueces y fiscales le da a sus ficciones realismo judicial, sin pruebas, pero con histrionismo. Casi una década y media agitando la ira de un pueblo roto en dos, con una de sus mitades dispuesta a cualquier cosa.  

 

VIAJE AL FONDO DEL ODIO

 




Resulta muy cómodo adjudicarle a Adolfo Hitler el exterminio de millones de personas, pero él tampoco fue un lobo solitario. No solo estaban sus ministros y sus generales, sus asesores, su plana mayor y su mesa chica, sino, y sobre todo, su pueblo. Porque los nazis fueron terribles, seguro, pero mucho más terrible es que los hombres -y las mujeres- fueron nazis.

Si no se quiere leer, basta mirar las imágenes de la época, esas multitudes que lo adoraban eufóricas, las concentraciones descomunales que convocaba y lo vivaban, esos miles y miles de alemanes formados en escuadras perfectas, disciplinadas, voluntariosas, marchando a un mismo paso tras sus pasos…

El pueblo alemán no era mejor ni peor que otros. Pero derrotado y humillado, empobrecido, hambreado, sin destino, se hundía en la frustración y el resentimiento. Era un pueblo cuyo espíritu agonizaba sin esperanzas ni motivaciones. Hitler, en tal caso, fue quien mejor lo comprendió. Le encontró un enemigo común razón de todos sus males, y a fuerza de propaganda, convirtió tanta desolación en odio puro, y desató su furia.

Remontémonos por algunas líneas a las trágicas jornadas del año 33. Poncio Pilatos no aspira a la posteridad. Es un burócrata mediocre confinado a la administración de una colonia periférica, y conflictiva. Trata de llevarse bien con los principales sectores en pugna, terratenientes, comerciantes, usureros, y sobre todo, con la jerarquía religiosa de ese pueblo tan intenso. No quiere problemas. Sólo piensa en su retiro, y en volver a Roma… cuando un día, ese día, la vida o la muerte del Hijo del Hombre, quedan en sus manos.

La ciudad estalla y se divide, el caos se anuncia, grupos de fanáticos ya se enfrentan por las calles. De un lado presionan el Sanedrín, los comerciantes, los prestamistas, los terratenientes; y del otro las multitudes que siguen al carpintero de Galilea. Unos piden su cabeza, y los otros su libertad. Después de orinar, mientras se lava las manos, Pilatos tiene una idea genial: elecciones directas ya.

Desairados y enfurecidos pero astutos, Caifás, su Sanedrín, sus burócratas y sus financistas, sin perder un minuto, lanzan un ejército de agitadores pagos que se infiltra en la multitud recalentando los ánimos en contra del que había multiplicado los panes y los peces, para mantener vagos, y que en una demostración de autoritarismo mesiánico inaceptable, había echado a patadas en el culo a los pobres usureros del Templo, que era gente de bien, de trabajo, amigos de Caifás, incluso, personas prósperas, no como ese populista que defendía putas, leprosos y cabecitas...

Los resultados de aquellos comicios son por todos conocidos: la turba gritó Barrabás.

La fundación de la democracia libre y universal resultó así una catástrofe que dos mil años después todavía sufrimos. Y el pobre Pilatos pagó su gran invento con el oprobio eterno ¿Qué falló?

El sistema acaso era el mejor que podía pensarse, pero ya desde el principio mostró su fisura fatal: antes o después terminaba en manos de los más ricos, de los más poderosos, de los poderes concentrados, o sea: de quienes pudieran pagar la mayor cantidad de agitadores. El sistema era buenísimo, descubrieron los malos. Nacían los medios de comunicación masiva.

Con los siglos de los siglos aquellos agitadores se autoproclamaron periodistas y/o publicistas, hicieron de su rebusque una industria muy lucrativa, refinaron sus técnicas de extorsión a gran escala, y supieron aprovechar cada invento moderno: la imprenta, la radio, la tele, el Internet, y lo que venga. Soportes, los llamamos ahora. Quizás Caifás también los llamó así en su arameo irrecuperable.

Llamen como les llamen, el fin es siempre el mismo: los medios.

Y si hoy los grandes capitales avanzan sobre ellos sin parar, es porque saben de su importancia decisiva en las democracias modernas, electrónicas y teledirigidas. Allí donde los medios hacen el viejo trabajo: agitar.

Por prepotencia de volúmen, ahora son ellos la auténtica autoridad religiosa de un pueblo que no precisa de verdades para creer, y sus empleados -Lanata, Leuco, Majul & Co.- los agitadores de la furia de los frustrados y los resentidos, que enceguecidos por ese odio, ya no buscan soluciones sino culpables, y no quieren justicia, sino venganza. 

Desde la crisis de la 125 en 2008, son ya catorce años de mentiras que se caen y se suceden… catorce años acusando a CFK sin pausa y sin pruebas de chorra, asesina, jefa de la banda, yegua, loca, enferma, mierda… Casi una década y media elaborando infantiles teorías sobre comandos iraníes-venezolanos capaces de desmaterializarse para atravesar paredes y matar fiscales… Viajando por el mundo detrás de las cuentas offshores de Cristina, sin encontrar siquiera las de Macri… Presentando testigos siempre "clave", que pronto los desmienten ante la justicia (Federico Elaskar, los hermanos Lanatta, el propio Alconada Mom)… Denunciando cuentas en Estados Unidos de funcionarios ka (Nilda Garré, Máximo Kirchner), al cabo negadas por la propia Reserva Federal… Casi quince años ya de mentiras, injurias, campañas y ficciones que una pandilla de fiscales y jueces -encarpetada, extorsionada o asociada-, luego consagra en los tribunales con realismo televisivo.

Como ejemplo de esa promiscuidad mediática-judicial, baste recordar la serie de acción y suspenso del fiscal Marijuan escarbando la Patagonia en busca de un PBI enterrado, como quien se presenta en los Estudios Walt Disney y pide hablar con el Pato Donald. Y así nomás el absurdo se hacía realidad.   

En la novela fundacional de la novela moderna, Viaje al fin de la noche, Ferdinand Bardamu -protagonista y alter ego de Céline-, se encuentra de golpe en medio de una batalla en el frente francés de la Primera Gran Guerra. Entonces comprende lo que pasa, y reflexiona: “uno es virgen del horror como lo es de la voluptuosidad, ¿quién podía prever, antes de entrar verdaderamente en la guerra, el contenido de la cochina alma heroica y holgazana de los hombres? En aquel momento estaba agarrado por el engranaje de la fuga en masa hacia el asesinato en común, hacia el fuego. Aquello surgía de las profundidades, y había llegado.” 

El magnicida fallido Fernando Sabag Montiel, y sus aún incontables cómplices, también surgían de las profundidades... y un día, una noche, llegaron. 



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1 comentario:

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