Sorprende que sorprenda que el diario El País de España se haya desbarrancado por el abismo irreversible del descrédito publicando una falsa foto de un hombre entubado asegurando que era el presidente Hugo Chávez Frías. Venían demasiado fuerte, y siguieron de largo. Un desastre anunciado por la desesperación política que hace rato los alejó del ejercicio básico del periodismo.
Reflejados en el tétrico espejo de su socio Clarín, El País lleva dos días pidiendo perdón. Pero sólo por la foto.
EL JARDIN DE LAS MENTIRAS QUE SE BIFURCAN
Sometidos de pronto a dictadores mediocres, generales cuyo solo talento eran sus botas bien lustradas, los grandes capitales concentrados sin patria, allá por los 80, descubrieron que los golpes militares y sus consecuentes dictaduras, eran negocios vencidos, obsoletos. Mejor y más modernas resultarían las democracias teledirigidas a través de los medios masivos de comunicación, que entonces, rápidamente, se compraron.
De allí que hoy la mentira madre de los grandes medios periodísticos, es que no son medios periodísticos, sino grandes empresas, conglomerados de empresas unidas por sus exclusivos fines de lucro, sociedades anónimas que cotizan en bolsa, y que si aspiran al poder político, es con el solo objetivo de multiplicar sus réditos.
En el caso concreto del diario El País de España, otra gran mentira es que sea de España. La empresa que lo produce es el Grupo Prisa, cuyo principal accionista, desde 2010, es Liberty Adquisition Holding, un fondo de inversión norteamericano. Así también en la Argentina gurpos como el Goldman Sachs y el Barton Group, tuvieron y tienen acciones de Clarín y La Nazión.
Y así aquí, y allá, estos grandes “fondos de inversión” –como les gusta llamarse- hicieron su agosto durante muchos, muchos años, elaborando con políticos rentados el menú democrático sobre el cual después, recién después -de última-, elegiría la gente.
Y así también a costa de la gente –y en todas partes- estos grupos amasaron fortunas planetarias, y entonces compraron más políticos, jueces, policías, causas, contubernios, prebendas, exenciones, o sea, todo.
Las dictaduras “limpiaron” o anquilosaron los medios, para luego entregárselos a una democracia parida tan luego por esos mismos medios anquilosados y vaciados por las dictaduras previas. Así en América Latina, como en Grecia, España, Portugal… Italia, por qué no.
Silvio Berlusconi quizá haya sido y es el producto más perfecto del gran experimento capitalista de reemplazar la artillería con los diarios y la aviación con la tevé. Mejor que reprimir, era persuadir, distraer, o narcotizar.
Los medios reemplazaban las armas, y cocinaban en su futilidad cualquier ideología.
Aquí, allá y en todas partes, el neoliberalismo devorador de hombres, era de pronto amado por las masas y triunfaba en las urnas.
Convertibilidades monetarias embriagaban a las clases medias, mientras la prensa grande saludaba la victoria, y callaba su precio. Todo iba bien.
De a poco en los medios los gerentes comerciales le ganaban su pulseada a los jefes de redacción. El negocio valía más que la noticia, y el holding más que el lector. Clarín promocionaba Canal 13, Atlántida Telefé, O’Globo la Red Globo, El País los productos del Grupo Prisa…El periodismo, como oficio, degeneraba en publicidad. Y todos tan contentos.
Los capitales y el poder político, mancomunados por los grandes medios, copulaban y se reproducían. Un Aznar no iba más allá de un Zapatero, y ya se resolvía en un Rajoy. Un Alfonsin se consagraba en un Menem, continuaba en un De la Rua, que a su vez se resolvía en un Duhalde, en una pesificación nacional, y otro negocio continental. Todo iba bien. .
“Pero antes del quebrantamientos es la soberbia”.
Hicieron de la democracia un chasco barato, y les explotó en la cara.
Ninguno quiso escuchar a Perón, abusaron de la paciencia de sus pueblos, y los pueblos hicieron tronar el escarmiento.
El gran fracaso aquí, allá, y en todas partes, fue ecuménico, y también los alcanzó.
Y fueron descubiertos.
Era hora de buscar al ventrílocuo que les daba vida a tantos muñecos.
Entonces los dueños de esos medios, sus empresas, sus conexiones, sus ramificaciones, sus monopolios, quedaron al descubierto; y entonces la desesperación.
La práctica periodística fue por completo sometida, apenas, a las necesidades políticas, cuando no procesales, de las personas físicas de sus dueños, los hombres y las mujeres que encarnan, que son, esos grandes capitales sin patria.
Y allí por fin despegaron. Los medios.
Olvidaron su esencia, y lo que es peor, la base del negocio que los mantiene erguidos: la credibilidad del público.
Desenmascarados de su careta de independientes, objetivos y veraces, ya no les importó más nada y se largaron a mentir sin calcular los riesgos y por cada mentira precisaron de dos más, y allí se fueron enredando y perdiendo en un jardín de mentiras que se bifurcan. y que los llevó tan lejos de la verdad de la realidad; que en la Argentina aseguraban la derrota de Cristina hasta la tarde previa de su aplastante victoria; y en España no distinguieron al presidente Hugo Chavez, de un paciente cualquiera internado allá por el 2008 ni se sabe dónde.
Lleva dos días, ya, el impoluto diario El País, pidiendo disculpas por no haber sabido trabajar, por no chequear el material como corresponde, más aún tratándose de material tan delicado. Dos días, llevan. Recién empiezan.
Clarín y La Nazión, -socios del Grupo Prisa, en, por ejemplo, Radio Continental, y otros productos-, enseguida salieron en defensa de lo indefendible, a explicar lo inexplicable, a mitigar la culpa cuando menos, de tan ilustre par.
En una crónica que pretende ser emotiva, un tal Daniel Juri, en nombre de Clarín, le pone una mano en el hombro al avergonzado El País, y lo explica y se complica, y tanto, que al final sin quererlo se le escapa una verdad: “la falsa fotografía apareció por un rato en Elpaís.com, que parece haber sucumbido ante la seducción de “la noticia deseada”.
Quizá el cronista ni se dio cuenta –seguro- pero desearle el mal a un presidente, a un cualquiera incluso, no es exactamente un ejemplo de periodismo, mucho menos objetivo. Es simple y llana rabia política, odio, intereses contrariados, inmundicia moral… es cualquier cosa menos periodismo.
O en tal caso, nada personal: sólo negocios.
Pero negocios nada más, ningún periodismo.
* * *