////// Año XVIº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

lunes, 26 de febrero de 2018

MACRI: ENTRE PUTEADAS Y GILADAS...

Dicen que fue Vicente Saadi el que acuñó la frase que después difundiera tanto Carlos Menem: "en política el que se calienta, pierde".
Sin embargo se trata de una antigua verdad de la vida que suele ser aprendida ya en la escuela primaria: "si te enojás cuando te cargan, más te van a cargar".
Mauricio Macri y sus muchachos, tampoco saben eso.


EL HOMBRE BOBO



Un grito de corazón enciende y trasciende los estadios argentinos, alcanza los recitales, se derrama por las calles, se toma el subte, viaja, sigue y suma: Mauricio Macri la putá que te parió.
Estrenado espectacularmente por La Gloriosa hinchada de San Lorenzo en un Gasómetro a reventar, para luego volver a entonarlo en su estadio de basquet, pronto se sumaron al coro las sucesivas hinchadas de All Boys, River, Huracán, Lanús, Independiente, Racing, Chacarita, en fin… menos la de Boca, por ahora…
En un primer momento desde el gobierno pretendieron reducir la novedad a una cuestión apenas deportiva. Pero cuando el cantito se esparció por los recitales, el subte y las calles, el gobierno activó toda su “inteligencia” dispuesto a acallar lo que el propio diario La Nazión llamaba ya “el hit del verano”. Y con la ineficiencia que lo caracteriza, lo primero que  hizo fue dejar trascender que a Macri la puteada le molestaba y mucho.
Una de las primeras leyes que se aprenden apenas ingresar a la calle de la vida, establece claramente: "si te enojás cuando te cargan, más te van a cargar". Es difícil terminar el primario sin aprenderlo.
Pero suele ocurrir con los egresados de esos colegios muy caros, donde antes que nada les aseguran a sus alumnos un entrenamiento exhaustivo para el mundo material, y un aséptico aislamiento de lo peor de la sociedad –pobres, grasas, etc-, lo cual, a su vez, habrá de eximirlos para siempre de cualquier empatía con el llamado pueblo. Es así como esos chicos alcanzan la flexibilidad moral suficiente como para “triunfar en la vida”, pero a la vez carecen por completo de calle. Es decir: salen truchos, pero boludos.
Parece un detalle, y lo es. Pero por lo mismo nos revela muchísimo.
El mejor equipo de los últimos 50 años, resulta que no es más que una manga de herederos y ceos, hijos por lo tanto de alguna fortuna inexplicable o de alguna interna feroz, educados en burbujas de vidrio donde sólo tratan consigo mismo, donde la palabra amistad es lo único gratis, y donde aprenden que todo se paga y todo se puede si se tiene la guita para pagarlo. Chicos que conocen Nueva York al dedillo pero se pierden en Avellaneda, que le rezan a Dios pero sólo creen en el Mercado, que, como Macri, hablan inglés sin haber aprendido aún el castellano.
De allí el "errorismo de estado" que distingue a esta gestión, sus marchas y contramarchas, los escándalos estallándoles en la cara, Panamá papers, Paradise papers, el Correo, Flybondi, el Sarmiento, los peajes, Calcaterra, Caputo, Díaz Gilligan, Chocobar… perfectos tarambanas protegidos hoy por los medios como ayer por sus papis, se llevan todo puesto, y siguen como si nada, hasta que un día…
Porque no hay mal que por bien no venga.
Macri Blanco Villegas, los dos Bullrich, los dos Caputo, Quintana, los Peña y todos sus Braun, Etchevere sin su hermana, el patético Triaca –heredero de un gremialista del Jockey Club-, Miss Stanley, Aranguren el de la Shell, Dietrich en bicicleta, Bergman disfrazado de arbusto, Aguad sin Internet (y ahora también sin submarino), nos dejan esa esperanza: son corruptos pero bobos, más antes que después la historia va a descubrirlos porque Dios perdona siempre, el hombre perdona a veces, pero la verdad no perdona nunca.
Mientras tanto que disfruten.
Por ahora el trueno del escarmiento es apenas una puteada nacional.
Un grito de corazón: Mauricio Macri, la puta que te parió.


* * *

sábado, 24 de febrero de 2018

REDES SOCIALES: EL ORIGEN DEL MAL...


Medios, magnates, gobernantes y políticos, intelectuales, periodistas y habladores en general, encontraron al fin el origen de todos los males del mundo: las redes sociales.
Se las acusa de propagar noticias falsas, orquestar o sabotear campañas políticas,  manipular al usuario, y otras lindezas hasta ahora exclusivas de los medios masivos.
La situación es grave. No sólo peligra el negocio, sino, y sobre todo, el monopolio de la realidad. 
Pero detrás de las redes, estamos nosotros.


ENREDADOS




Frente a la agonía imparable de los medios masivos de comunicación, sus dueños y sus políticos, identificado el enemigo que se los come, embisten contra las redes sociales, detrás de las cuales, claro, estamos nosotros. O sea…
El último 16 el portal de El País de España publica un artículo muy interesante, no tanto por lo que dice como por lo que calla.
Bajo el título Rebelión contra las redes sociales, se intenta instalar, expresamente, el “annus horribilis” de las mismas. Se invocan testimonios de impulsores o creadores arrepentidos, el repentino terror por las fakes news, la manipulación del usuario, y la culpa de todos los males modernos: el Brexit, Donald Trump, la secesión catalana, el calefón y La Biblia. Annus horribilis.
Firmado por Jesoba Ebola –cuyo nombre nos impide precisar su sexo -, allí se enumeran una serie de graves críticas contra las redes sociales, que sin embargo, bien leídas, les caben, todas y cada una, absolutamente, a los grandes medios masivos.
En su sinuoso artículo, Ebola, arrogándose algún tipo de representación popular, nos dice en un fragmento:
“La percepción que tenemos de las redes ha mutado. Nacieron como un instrumento para conectar con amigos y compartir ideas. Paliaban el supuesto aislamiento que generaba Internet. Se convirtieron en una fuerza democratizadora al calor de la primavera árabe. Parecían una herramienta perfecta para el cambio social, empoderaban al ciudadano. “Daban voz a los que no tenían voz”, recalca en conversación telefónica desde Reino Unido Emily Taylor, ejecutiva del Oxford Information Labs que lleva 15 años trabajando en asuntos de gobernanza en la Red. “En tan solo siete años, todo ha cambiado. Preocupan esas campañas políticas de anuncios dirigidas a alterar los procesos electorales”.
Vale preguntarle a Ebola: ¿los medios masivos de prensa nunca hicieron campañas políticas dirigidas a alterar los procesos electorales, Jesoba?...
Muy preocupada por la paja del ojo ajeno, al toque Jesoba nos advierte de otro peligro, oh, terrible también: “el efecto burbuja”. 
“El usuario lee lo que le mandan sus amigos y la gente que le es afín ideológicamente: un estudio publicado en la revista científica norteamericana PNAS y que analizó 376 millones de interacciones entre usuarios de Facebook concluyó que la gente tiende a buscar información alineada con sus ideas políticas. “Si Facebook te filtra la información”, opina la investigadora de redes Mari Luz Congosto, “al final solo te muestra una visión de los hechos, te la refuerza y, por tanto, te radicalizas”.
Lo más lamentable de este párrafo quizá sea ese tono de quien pretende descubrirnos algo que es más viejo que la espalda. Primero, porque dicha burbuja (se) la crea el propio usuario o lector, que ahora elige sus contactos, así como desde siempre eligió sus medios. Por eso existen, desde siempre, medios de izquierda para el público de izquierda, y medios de derecha para… Y por otro lado, tal ha sido también siempre el negocio de los medios masivos: captar un público propio, y “cultivarlo”, en el sentido más agropecuario de la palabra: sembrarlo, abonarlo, cuidarlo y cosecharlo. Eso es más viejo que andar a pie.
Sin embargo, por fin hacia el final, Jesoba nos revela cuánto calla con todo lo que dice:
“Es un hecho. Facebook es la plataforma líder en redirigir a los lectores hacia contenidos informativos desde mediados de 2015, cuando superó en esto a Google. Más de 2.130 millones de personas forman parte de su comunidad. Hay 332 millones en Twitter. Dos tercios de los adultos norteamericanos (el 67%) declaran que se informan vía redes sociales, según un estudio de agosto de 2017 realizado por el Pew Research Centre.”
Ahí la verdad, la gran tragedia.
67%.
Lo que significa que sólo el 33%...
Ahí el pánico de los grandes medios frente a las redes sociales que todos los días se los comen un poquito más, y más, y más…
Botón de muestra: en los últimos cinco años el diario New York Times mantuvo su mismo margen de renta, no subió, ni bajó. En el mismo lapso Facebook lo multiplicó año tras año.
Poco antes de aparecer ese artículo de El País, el mulitibillonario George Soros ya se había manifestado públicamente contra las redes, y con los mismos argumentos, oh casualidad, que luego difunde El País.
En paralelo y en Francia, Emanuel Macron también la embiste contra las redes y pretende que algún tipo de comisión integrada inexorablemente por seres humanos, interceda y censure lo que crea, le parezca, o se le ocurra falso. Annus horribilis.
La preocupación de gobernantes, magnates y políticos frente a las redes sociales, es razonable. Ya los motivos invocados, en cambio…  
Es razonable que se preocupen porque ya tenían consumado su matrimonio eterno con la prensa industrial, cuando se les aparecieron las redes y su prensa individual, multitudinaria, y por lo tanto incontrolable. Nacidas para el mejor control de las masas, de pronto son su herramienta de liberación. Hacen bien en preocuparse.
Ya que invoquen entre sus motivos la lucha contra las noticias falsas, el Santo Grial de una información veraz y objetiva, o el respeto al público; es menos un chiste que una burla.
La prensa grande, la industrial, la que les pertenece, los catapulta o los entierra, nunca dejó de mentir, de difundir noticias falsas, de radicalizar y manipular a su público, y ni Macron ni nadie dice ni mú cuando los catapultan, apenas, y a veces, cuando los entierran.
Lo que de verdad les importa, lo que está en juego, en peligro, es el monopolio de la realidad.
El principio de la Caverna de Platón que les permitió reinar hasta nuestros días, y que ahora ven, así, que se desbarata.
La realidad –esa percepción hecha de informaciones más o menos ciertas y no- ya no les pertenece. Peor, mejor: ya no es un monopolio. Dejó de ser un producto industrial, ahora es algo más artesanal. Todo está en peligro.
La construcción del sentido común, el arreo de las masas, la producción en serie de nuevos políticos más serviles, la justicia por encima de la Justicia que saben impartir con cuatro tapas, todo, todo lo serio, todo lo que importa, todo lo que justifica la existencia de un medio masivo, perdido por un montón de imbéciles que de pronto habitan una caverna propia donde proyectan su propia realidad.
Y entonces, aterrados, los grandes medios reclaman para sí la exclusividad de la información, o sea, de paso cañazo, el monopolio de las fakes news. Una licencia para mentir, dijéramos.
El último 12 de enero publiqué apenas en Facebook un texto titulado Escupidas al cielo. El texto se viralizó, luego alguien le puso voz y música, alcanzó la radio, y siguió rodando, cuando entonces Norberto Fortunato Diniro lo editó todo en un video que en pocos días superó las 25 mil reproducciones y sigue y suma… Hoy es imposible saber cuántas personas ya lo vieron o leyeron ese texto… una potencia de alcance directo que dudo me haya dado alguna vez alguno de los muchos grandes medios para los que trabajé en tantos años de oficio. Mucho menos con la absoluta libertad de decir lo que se me de la gana. Y nada de eso hubiera sido posible sin Facebook. Ahí el temor de Clarín, Le Monde, El País, Soros, Macrón, y sus otros empleados.
Lo decíamos hace poco en nuestro post Para qué queremos los diarios: los medios masivos se mueren pero el periodismo no. Por el contrario, el periodismo se diluye en la masa, y por eso justamente se mueren los medios masivos. Las redes, nosotros, los abatimos.
Como suele ocurrir con estas modas, a los magnates, sus medios y sus gobiernos, se les suman intelectuales, sociólogos, escritores y habladores en general que de pronto también han descubierto en las redes sociales el origen de todos los males del mundo.
Una campaña que recuerda a la que durante décadas sufrió la televisión cuando la televisión era la televisión. La caja boba, le llamaban, adjudicándole al soporte, la miseria de nuestros contenidos.
No, las redes no tienen la culpa.
Las redes no son ni buenas ni malas: son nosotros.
Y eso es lo que les molesta. No Facebook, ni Twitter ni Youtube, no les molestan las noticias falsas, ni la burbuja ni la manipulación del lector: nosotros, les molestamos. Nosotros los aterramos, y a por nosotros vienen.
Haríamos bien en preocuparnos. 

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martes, 13 de febrero de 2018

BRULOTES BRUTALES - Hoy: Roberto Petinatto, un infierno encantador...


El triste Tristán, el astro retro Cacho Castaña, el gurú palermitano Ari Paluch, el cantor callado Gustavo Cordera, ambulan ya por ese raro limbo donde los famosos sueñan con el olvido, y al que acaba de ingresar ahora también Roberto Petinatto, con toda su leyenda ajena a cuestas, y su gracia tan habitual entre los habituales graciosos de la tele.
Encandilados por sí mismos, no advirtieron el final de una era, y siguieron de largo hacia el ayer.
Pero en su caída nos descubren el verdadero rostro del demonio. 


UNA LECCIÓN PARA TODOS





"Venía rápido, muy rápido
y se le soltó un patín"
Carlos Alberto Solari



El demonio existe: es el ego. Por eso está siempre a nuestro lado, y nos acecha.
Su mejor truco consiste en hacernos creer que nos elevamos mientras nos hundimos, que avanzamos cuando retrocedemos, que todo va mejor a un paso ya del abismo. Es la vanidad, la droga de la serpiente. La soberbia. Según La Biblia, el exacto instante previo a la caída.
En tal sentido nada como la televisión para detectar y contemplar fenómenos satánicos de esa índole. Pequeños seres humanos inflados hasta reventar. Periodistas baratos de dudosa formación y escasos recursos convertidos por un rato en grandes pensadores dueños de variadas verdades y pletóricos de sentencias. Presentadores impresentables con problemas de comprensión y de lenguaje; panelistas en bolsa repetidores de frases hechas y noticias improbables con el tono sin embargo de senadores de Roma; figuritas mediáticas como fuegos de artificio que suben, se encienden y se incendian, y viejísimas figuras que a fuerza de pura permanencia televisiva, adquieren un halo mítico de estatuas vivientes… Lo que podríamos llamar: un infierno encantador.
En ese infierno encantador arde desde hace unos días Roberto Petinatto, víctima de un ego que antes o después se veía reventar. 
Y bastó el palito pisado de una frase infeliz, para abrir la caja del pasado de una fila de Pandoras malheridas.
El palito pisado ya no importa, su pasado es lo que pesa. Como en el caso del hoy fantasmal Ari Paluch o el espectro de Tristán, los testimonios que lo condenan tienen esa exactitud de coincidencias que los vuelve veraces, y por ello lapidarios. Todas cuentan lo mismo. Todo, evidentemente, es verdad.
De Sumo con Luca Prodan, a La Noche del Domingo con Gerardo Sofovich, hay una distancia tan grande como el ancho vacío de un ego levantado a fuerza de banalidades constantes, pretensiones insustanciales, y una obra inexistente más allá de sus viejas payasadas ochentistas, sus estrafalarios disfraces de dudoso gusto, sus estupidos muñequitos, y sus repetidas y fallidas imitaciones del show de David Letterman.
El petardismo impensado, la ironía incesante frente a cualquier tema como quien está por encima de todo, el repentísmo reducido a rapidísmo, la burla hacia el otro con su insalvable carga de desprecio, no alcanzan, en su conjunto, a ser un estilo, apenas son características, en estos casos, defectos. Sin embargo así, con todo eso y sólo eso, más cuatro gotas de leyenda lateral (ya que tampoco hablamos de Luca Prodan o Ricardo Mollo), Roberto Petinatto, empinado por las circunstancias de un medio mediocre, adquirió con los años un aura indiscutido de artista transgresor, sinónimo de vanguardia, y palabra santa.
Es ahí cuando el Demonio ve que su fruta está madura y le clava los dientes.
Bastó la pequeña victoria de la fama y sus mieles, un rating pobre en un contexto paupérrimo, una claqué a sueldo que acaso creyó espontánea, un desfile de figuras sumisas que preferían simular admiración antes que exponerse a sus burlas, más las groupies infaltables de las puertas de todos los canales, y ya nuestro pequeño héroe estaba inflado para reventar.
Entonces lo dijo. Pisó el palito de una palabra inoportuna, soltó una de esas frases que dice siempre porque no piensa nunca, y estalló en el aire. Pudo haber sucedido antes, pudo suceder después, pero se lo veía venir.
En marzo del año pasado, tras los sucesos de Olavarría durante el recital del Indio Solari, Petinatto sorprendió por fin después de tanto abriendo su programa con un show inédito de resentimientos, envidias y otras miserias. Más de un cuarto de hora con la boca llena de espuma descargando contra el ausente, sin disimulos, su tremenda frustración como rock-star sin banda, sin recital, sin público, y sin canciones.
Antes de un año aquél demonio suyo volvió a por él, lo emboscó entre sus propias palabras, y se lo llevó hacia ese limbo donde ahora ansían el olvido absoluto Ari Paluch, el triste Tristán, Cacho Castaña, Gustavo Cordera… y algo nos dice que pronto seguirán los nombres…
Pero que nadie se engañe: el palito pisado no fue una frase infeliz, ni un “give me five”, ni un chiste viejo del viejo Castaña… Todos ellos y los que vengan, no son sino lo que siempre fuimos. Ningún machista es generación espontánea. Diría Sartre: “cada hombre es lo que hace consigo de lo que hicieron con él”. Y eso es culpa de todos y de nadie y fue así desde siempre. Sólo que un día se terminó. Como la esclavitud o la inquisición y tantas otras cosas que un día se terminaron. 
Y ese, en tal caso, fue el palito pisado. No advertir que una historia se acabó. Que lo que nos parecía normal, estaba mal. Que vivimos equivocados y que es posible y necesario y urgente mejorar.  
Ejemplos de lo que ya no sirve, Petinatto, Castaña, Paluch, Tristán, Cordera, no son sino los famosos de una legión de retrasados que no pueden, no quieren, o no les importa entenderlo. Pero nada de eso detiene el final de una era que se termina, y que así se los lleva. Simplemente no supieron bajarse a tiempo y siguieron de largo hacia el ayer. Con sus chistes vencidos, con sus gracias gastadas, con sus manías viscosas, soportados demasiado por un entorno que no otorgaría pero callaba, ebrios de espuma, mejores que nadie, encandilados por el demonio que tiene cara de espejo.
No dejan de ser una lección para todos. 

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lunes, 12 de febrero de 2018

VERSOS DE ÉPOCA: A QUE NO SABÉS...

A QUE NO SABÉS


Vos que no sos ningún grasa, que conocés Punta Cana, Cancún y Brasil
Vos que no te comés el cuento de los 30 mil desaparecidos ni el curro de los derechos humanos
Vos que de verdad sabés quién mató a Nisman, que podés explicarme en detalle el pacto con Irán y la causa Hotesur
Vos que ni siquiera precisás pensar porque para eso lo tenés a Lanata y sabés repetirlo sin errores
Vos que festejás porque la cana mata pibes por la espalda (por chorros, por mapuches, por negritos, pero sobre todo por ajenos)
Vos que en cada sobremesa, entre eructo y eructo, recomendás el paredón, la pena de muerte, “una limpieza”, como te gusta decir…
Vos que tanto te amargás con la tragedia de Once pero por suerte te chupa un huevo el ARA San Juan
Vos que casi te infartás con los bolsos de López pero ni estornudaste con los Panamá Papers, el soterramietno del Sarmiento, las coimas de Odebretch, el curro del Correo, McAir, el blanqueo, los peajes, las…
Vos que sos guapo de verdad y podés pagar el fútbol, el gas, la luz, el agua, el transporte, la salud y la escuela de tus hijos sin que el Estado te ayude porque para eso sos guapo de verdad
Vos que me ayudaste a entender que la vida de un fiscal vale más que la de un artesano, un tatuador, o un indio de mierda
Vos que inventaste la milanesa de la lucha armada con una cacerola
Vos que me dijiste que los ricos no roban
Vos que te reís con Fernando Iglesias como si fuera un chiste
Vos que te leíste el último libro de Majul
Vos que ya no mantenés más negros
Vos que nos salvaste de ser Venezuela
Vos que sos vivo en serio…
¿A que no sabés quién se está quedando con toda la guita que ahora te falta?




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jueves, 1 de febrero de 2018

¿PARA QUÉ QUEREMOS LOS DIARIOS?

Concentrados en Facebook, Twitter, Instagram, Youtube, Netflix –y siguen las firmas-, asistimos con alegre indiferencia a la agonía de los medios de comunicación masiva. 
Como quien los ve morir sin mirarlos siquiera. 
No hay noticia. 
Pero nos llueve en la cabeza una pregunta impostergable…


¿PARA QUÉ QUEREMOS LOS DIARIOS?




Que asistimos a la hora terminal de los medios masivos de comunicación, ya no es un delirio recurrente de este blog, es un grito planetario, una realidad cada día más evidente tal y como lo demuestran, además de los hechos, la profusión de ensayos, libros, informes y artículos sobre el tema. Todo concluye al fin.
Cae el encendido de la televisión abierta y satelital, caen y se cierran cada vez más revistas, caen las ventas de las ediciones en papel de los diarios, y con un agravante: todavía ningún diario en el mundo consiguió hacer rentable su edición digital, por lo cual todos aún se financian con la de papel, cuyas ventas, fue dicho, caen y caen. Algo se acaba, todo lo indica.
Si alguna vez no hace tanto el fin de los medios masivos de comunicación sonó a delirio, fue porque nacimos en esto, con ellos. Pero la cruda realidad es que esos medios masivos, tal y como los conocemos, aún no cumplieron ni siquiera cien años de existencia. Vale decir, la humanidad vivió toda su vida sin ellos. Perfectamente. Progresando incluso.
Sin embargo nada de esto significa que se acabe el periodismo, al contrario. Se diluye en la masa, ahí el final.
Hoy cada individuo lleva en sus manos un medio masivo de comunicación gráfico y audiovisual, con distribución propia, gratuita, mundial, intantánea. Puede filmar, fotografiar, relatar, escribir y publicar en directo para todo el mundo. Hoy no es periodista el que no quiere.
Maravillados por dicha maravilla, y siempre listos para abaratar costos, los dueños de los medios van reemplazando así la producción propia por la réplica de lo que produce y difunde su propio público. Como en un raro restorante donde te cobran lo que comés porque lo llevaste vos. Eso no dura mucho.
Desde el nuevo romance de Pampita a la muerte de Nisman, desde las filtraciones de Wikileaks hasta los Papeles de Panamá, hace rato que las grandes noticias que difunden los famosos grandes medios ya no surgen de investigaciones o fuentes propias, sino de las redes, de la web… que se lo come todo. Todo.
Cada día cada vez más vemos cómo la televisión, los diarios, los portales, replican lo que se viraliza en las redes sociales, convirtiéndose así, en el acto, en meros intermediarios. Lo que en sí fue la esencia del periodismo: llevar las fuentes al público, o viceversa. Sólo que ahora el público tiene acceso directo a esas fuentes, y entonces aquellos intermediarios se vuelven también innecesarios ¿Cuánto aguantarán así?
Porque a los tremendos cambios de paradigmas que supone la actual revolución tecnológica, se agregó la inercia de una desidia inexorablemente trágica.
Los diarios, sus ediciones en papel, envejecieron en una sola noche el día que se inventó la radio. Sufrieron otro golpe mortal cuando nació la televisión. Fueron arrasados por las cadenas de noticias de 24 horas, y ahora llegó la web con todas sus redes para darles el tiro de gracia.
Sin embargo, aún así, aún hoy -como esos japoneses del Pacífico que ignorantes del fin de la guerra se mantuvieron durante décadas en sus posiciones-, aún hoy los diarios en papel anuncian en sus títulos. Renunció Mengano, Murió Zutano, Ganó Perengano. Como si ni siquiera la radio hubiese nacido. Es decir: diarios cerrados anoche gritarán mañana lo que la tele ya dijo ayer ¿Cuánto más podrán durar?
Este cronista vivió los últimos años de una era de gloria cuando la redacción proponía y la administración pagaba.
Días dorados cuando los medios tenían dueños, personas con nombre y apellido, cuerpo físico y vida propia, y por consiguiente, un prestigio en juego. El Crónica de García, el Ámbito de Ramos, la Atlántida de los Vigil, la Abril de los Civitta, el Clarín de Noble, La Nación de los Mitre, La Prensa de los Gainza Paz... Pasado pisado: hoy son todos propiedad de sociedades anónimas como tales anónimas.  Detectamos más o menos en el horizonte el perfil de algún CEO, sí, pero nunca queda claro quiénes son sus verdaderos dueños. Son conglomerados. Holdings. Grupos. Asociaciones privadas con fines de lucro, y nada más. Días finales.
Porque en esa avanzada las administraciones ganaron por fin su batalla y sometieron a las redacciones imponiendo los números por encima de las letras, el presupuesto por encima de las ideas, y el negocio por encima del oficio. Entonces la obediencia relevó a la eficiencia, y el mejor periodista pasó a ser el más barato.
Con honrosas excepciones que no hacen más que confirmar la regla, toda la técnica periodística actual fue reducida al “corte y pegue”. La mejor investigación de los grandes medios rara vez trasciende las barreras de Google, cuya fuente nos pertenece a todos. Y por el mínimo trámite de un rápido un clic.
Entonces la nube de la duda rompe, y llueve la pregunta impostergable: ¿Para qué queremos los diarios?



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