////// Año XVº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

domingo, 30 de junio de 2019

LANATA, MAJUL & CO.: EL PERIODISMO TERMINAL…



La exitosa destrucción nacional llevada a cabo por el gobierno de Cambiemos, no dejó nada en pie. 
Ni la economía, ni la justicia, ni la soberanía política y territorial, ni el tejido social, ni la industria ni el comercio ni el consumo ni el sistema energético ni la ciencia ni la tecnología ni el periodismo tampoco. 
En esa devastación, tras una auténtica victoria pírrica, Magnetto pagó su tremenda expansión con toda la credibilidad de sus medios, y la supervivencia periodística de sus mejores muchachos.


BASTARDOS SIN GLORIA





“Otra victoria como esta,
y vuelvo solo a casa”.
General Pirro



Oculto, enmascarado con un gorrito rapero y la capucha envolviéndole la cabeza, el hombre cruza la noche a paso rápido. Se juega la vida. La policía de Bullrich podría confundirlo con un ladrón, o con un pobre -para el caso es lo mismo- y dispararle por la espalda. Pero no es un ladrón, ni mucho menos un pobre, al contrario: es el valiente Luis Majul, que así huye y se esconde de su propia fama (por lo demás muy merecida).
Otrora toro salvaje de las pampas, Jorge Lanata, Bufalo Bill del periodismo argentino, hoy aparece reducido a una pobre atracción de circo propiedad de un malvado millonario que viéndolo enfermo, viejo y solo, dispuesto a ser juzgado por la historia como la mierda que fue, aun así no le da descanso y una vez más lo obliga a las viejas piruetas y sus tristes chistes.
El cantor de las cosas nuestras, Daniel Santoro, agente de inteligencia premiado sin embargo por FOPEA -y hasta por la no menos renombrada y enclenque Corona de España-, autor de difundidas ficciones lanzadas sin embargo como investigaciones –La ruta del dinero K, El mecanismo y otras-, marcha rumbo al juzgado de Dolores llamado a indagatoria, sospechado de extorsión, coacción, espionaje ilegal, asociación ilícita… 
Alejandro Fantino, mediocre relator de fútbol limitado al público de Boca, pensó acaso que bastaba un peinado nuevo para saltar del periodismo deportivo al político, y allí nomás sin saber nadar se tiró de cabeza en un océano infestado por los tiburones de los servicios. Apólogo entusiasta de Marcelo Sebastián D`Alessio, más operado que la duquesa de Alba, acabó acusado públicamente de pedófilo, y desde entonces explica y explica… 
Estos son apenas cuatro claros ejemplos de lo que hacen las ambiciones personales con las vocaciones profesionales. O más claramente: de lo que hace el ego con el alma.
El periodismo es un oficio sencillo, pero un ámbito complicado. En él gravitan como en ningún otro planeta los intereses más densos del poder económico y político. Operadores de todo tipo al servicio de todos los servicios, acechan al buen cronista en su búsqueda de la verdad. Las tentaciones son muchas, frente a sus ojos se despliegan el oro y sus moros, las mieles de la fama, su renombrado nombre, y otras miserias deslumbrantes.
Por encima de él, ya no queda ni Dios, apenas el medio que lo sostiene y propaga. Que lo sostiene porque lo propaga. Soldado de fortuna, sabe que sin ese ejército y sus armas, sería un civil más y nada más. Se aferra a su suerte. Luego combate con total entrega.
Solo que para entonces la entrega ya no le corresponde a la vocación, sino a la profesión, o más precisamente: al medio que lo sostiene y artilla. Matar y sobrevivir para volver a matar y sobrevivir hasta morir, es la ley del buen soldado. Pero en el fragor de la batalla rápido se olvida la canción y el buen soldado se ve de pronto reducido a un mercenario simple, un asesino en banda. Ahora mata para el que paga, y eso es todo.
Ya no es un periodista porque ya no hace periodismo. Ahora hace propaganda, campañas… operaciones. Caza pautas. Avisos. Anunciantes. Financistas. Ha crecido. Tiene su propio espacio en el ejército al que pertenece. Ya ni siquiera hace propaganda: son solo negocios. Ya olvidó el sencillo oficio, el complicado ámbito se lo fagocitó.
La exitosa destrucción nacional llevada a cabo por el gobierno de Cambiemos, no dejó nada en pie. Ni la economía, ni la justicia, ni la soberanía política y territorial, ni el tejido social, ni la industria ni el comercio ni el consumo ni el sistema energético ni la ciencia ni la tecnología ni el periodismo tampoco.
A la hecatombe mundial provocada por la era digital, se agrega en la Argentina la putrefacción propia de una industria sometida a prácticas monopólicas desde hace más de cuatro décadas ya. Uno a uno los medios resistentes al coro general, fueron cerrando, cayendo, agotados, aplastados o comprados. Y sus periodistas, con escasas excepciones que confirman todas las reglas, reducidos a meros empleados de un universo de negocios, en la mayoría de los casos, producto justamente del ejercicio de la propaganda simple, las campañas mediáticas, y las operaciones políticas y/o judiciales. Periodismo cero.
Oficializado un día el periodismo de guerra, el consecuente desastre fue solo cuestión de tiempo. Con la asunción del actual gobierno, y la distracción de la pauta oficial hacia las redes y los centros de trolls, el gremio periodístico, en pleno desangre, inició su hemorragia terminal.
El general Pirro condujo a las tropas helénicas que resistieron las avanzadas romanas hacia el sur de lo que hoy llamamos Italia. Una sucesión de batallas que en su nombre se recuerda como Guerras Pírricas, aunque Pirro quedó en la historia por la paradoja de sus costosas victorias, que lo llevaron a decir la frase que lo volvió inmortal: “otra victoria como esta, y vuelvo solo a casa”.
Así el contador Héctor Magnetto pagó su inmensa codicia con toda la credibilidad de sus medios, olvidando que sus medios eran su negocio. Ventas y mediciones le confirman lo bien que hizo al refugiarse a tiempo en la telefonía, las finanzas, las plataformas, la política… Después de todo el periodismo, sus medios, eran solo eso: el medio. El objetivo, desde siempre, fue el poder. Tamaña conquista, justificó la ferocidad de su periodismo de guerra, y hoy no le molesta volver solo a casa.  
Atrás quedan los cuerpos sin vida de sus mejores muchachos: el Regimiento de Lanatas, la Brigada Especial de Corea del Centro, los francotiradores ilusos como Alejandro Fantino, Eduardo Feinmann, Leuco y su Leucocito y tantos otros valientes que sin empacho entregaron en la contienda nombres, credibilidad y prestigio, hasta quedar así… rumbo a los tribunales para explicar por qué aparecemos extorsionando y espiando gente cuando decíamos que hacíamos periodismo, explicándole a todo el mundo que no sos pedófilo, bailando sobre el alambre de un circo aun en silla de ruedas, o cruzando la noche, huyendo de sí mismo, enmascarado por el miedo de ser y la vergüenza de haber sido.




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domingo, 16 de junio de 2019

16 DE JUNIO: DÍA NACIONAL DEL TERRORISMO



Efemérides




Un día como hoy hace 64 años se inauguraba el terrorismo en la Argentina, cuando oficiales de la Armada y la Aeronáutica pasaron a la clandestinidad, secuestraron 34 aviones propiedad de las Fuerzas Armadas del Estado, bombardearon la Plaza de Mayo y acribillaron las calles aledañas asesinando más de 300 personas y dejando más de 700 heridos en tres incursiones que empezaron poco después del mediodía, y acabaron hacia las cuatro de la tarde, cuando el teniente primero Carlos Carus, soltó desde su Glooster la última bomba sobre la multitud. Nacía en la Argentina la subversión terrorista.
Porque lejos de ser apresados, juzgados y condenados, aquellos asesinos en masa fueron condecorados, ascendidos, y hasta glorificados por buena parte del pueblo. A partir de entonces, cualquier cosa podía suceder.
Tanto así fue, que antes de tres meses aquellos subversivos derrocaban al gobierno democrático y se alzaban con el poder, y antes de un año se largaban a fusilar militares, militantes y obreros en la noche de los basurales. Y tampoco entonces nadie hizo nada.
Al contrario.
La derecha y sus embajadas aplaudían con rabia, pero también el socialista Américo Gioldi vivaba los muertos desde el lustroso periódico La Vanguardia al grito de “se acabó la leche de la clemencia”; mientras el otro gran socialista de lo hora, don Alfredo Palacios, era embajador en el Uruguay. Todos estaban de acuerdo, y así el terrorismo subversivo dejó de ser subversivo. Ya era cuestión de Estado. Ahora todo era posible. Nunca más nada debería sorprendernos. Ni siquiera una insurrección armada, ni siquiera un genocidio.
Bajo un manto de neblina y silencio oficial cada vez más densos, el viernes se cumplieron 37 años de la capitulación firmada por el general Mario Menéndez en Puerto Argentino ante su par británico Jeremy Moore.
En rigor de la verdad histórica, el documento se firma poco después de la medianoche del 14, pero queda fechado el 14 a las 23.59. Las conversaciones con Jeremy Moore  habían comenzado temprano, apenas pasado el mediodía, pero el acuerdo se retrasaba entre otras razones porque Menéndez no podía garantizar con su rendición la rendición de la Fuerza Aérea, cuyos pilotos aún a esa hora aterraban y destruían a la Flota Real y a sus tropas. Ni siquiera podía garantizar que con él se rindieran los pilotos Aeronavales, que tanto daño les seguían provocando.
Desde la Segunda Gran Guerra la Royal Navy no sufría el hundimiento de un buque. En Malvinas le hundieron siete, y otra decena quedó fuera de combate. De los 41 barcos de guerra que llevó a las Islas, sólo tres volverían intactos a Porthmouth. Los aviadores argentinos, aeronáuticos y navales, les habían dado una paliza histórica. Los ingleses nunca los olvidarán, por mucho que nosotros sí.
Es una pena que ninguna de las dos fuerzas, ni la Aeronáutica ni la Armada, hayan hecho público jamás un arrepentimiento institucional por aquellos subversivos del 16 de junio de 1955, despegando así, del día fundacional del terrorismo argentino, sus respectivos bautismos de fuego.



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domingo, 9 de junio de 2019

LOS CHISTES DE PERÓN - HOY: Un océano de tinta...

Los chistes de Perón 



Si alguna vez los argentinos consiguiésemos el nirvana tangible de una divisa estable, esa nueva moneda debería llevar impresas, en sus dos caras sin ceca, las imágenes yuxtapuestas de Borges y Perón como el yin y el yang de una Argentina sola, que en su doble anverso, grabara así la riqueza de nuestras más hondas contradicciones, unidas entonces por las solas banderas de la gracia de la inteligencia, la agudeza de la sensibilidad, y la sabiduría siempre que revela el humor. 
Por ello aquí El Martiyo, en un gesto estético histórico -pero histórico por estético-, reúne, funde, en un mismo marco, en idéntico formato, a este dueto imposible, y sin embargo... 
Esperamos que así como los peronistas disfrutan de Los chistes de Borges, así también la otra Argentina disfrute de Los chistes de Perón, quien supo tener, indiscutido, el sentido de la risa que es propio de los grandes. Y que nos hace mejores.




Ni bien volvió al país en 1972, la prensa, con hambre de siglos, se le echó encima de a montón.
Hoy indiscutido, no entonces, en línea con la hora, una de las críticas más comunes que le hacían refería la presunta infiltración marxista en el peronismo. 
Por fin Perón respondió:
-- Eso no es nuevo, antes nos acusaban de comunistas… pero pensar que el marxismo puede infiltrar al peronismo, es como creer que puede teñirse el océano con un frasco de tinta.



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