////// Año XVIº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

jueves, 26 de septiembre de 2019

Crónicas & Blues: Bellas visiones de un futuro limpito por fin...


Bellas visiones de un futuro limpito por fin


Un cuarto del tamaño de un templo revestido en algo mejor que el aluminio.
En su centro, gira que te gira, una pantalla esférica de un cristal líquido más líquido que el agua: es el mundo.
Sentada alrededor, en butacas numeradas, callada, absorta, los ojos fijos, la humanidad entera lo mira girar, lo mira y mira: es la vida.

Afuera, ajena, perimida, quedó la Tierra, lo que era el mundo.
Gira también, gira todavía, pero ya no siempre, ni nunca más igual.
Siglos de basura fermentada, en capas de un estiércol más hediondo que el estiércol,
la envuelven y entorpecen, y cada vuelta cada vez le cuesta más.
Igual no importa.

El sol tampoco importa.
Nunca más lo miramos.
Un día se enturbió,
se empañó,
se embarró…
No importa.

Adentro del cuarto del tamaño de un templo revestido en algo mejor que el aluminio,
la humanidad entera tiene en pantalla un mundo mejor que el mundo, y lo contempla.
Y gira.
Y gira bien, no como el mundo que supimos descartar.
Gira incluso más rápido.
(¡Es 4G!)
(¡Es cristal líquido!).
Afuera quedó La Tierra,
seca
yerma
inútil
envuelta en basura,
basura ella también.

Y nadie se mira más con nadie,
Nadie se toca más con nadie.
No hay más peligro de ningún contagio.
Todos fuimos finalmente conectados.
El cuerpo, la carne, ya no hacen falta.
Somos un nick
un app
un waps
un click.

Y cibernéticos más que nadie,
tampoco nos morimos más.

Uno a uno
a su debido tiempo
la papelera de reciclaje
nos limpia sin ensuciar.


* * *

lunes, 16 de septiembre de 2019

REVOLUCIÓN FUSILADORA: BREVE CRÓNICA DE UN LARGO FRACASO…



En la agonía de otra ruinosa aventura del antiperonismo, en medio de una crisis social histórica, en emergencia alimentaria, en default, mientras el gobierno de Macri se diluye en su propia impericia; vale recordar el mediodía del odio de estos mismos sectores que en 1955 -siempre en nombre de la libertad y la república-, desconocieron la ley, destruyeron al país, 
y masacraron a su pueblo.


El Tiempo de los Asesinos





“El peronismo no es ni bueno ni malo:
 es incorregible”.
J. L. Borges



90 días después de la fecha fundacional del terrorismo en la Argentina, cuando un grupo de sediciosos secuestró aviones de la Armada y la Aeronáutica para bombardear la Plaza de Mayo y sus aledaños, acribillando las calles, hiriendo y asesinando centenares para siempre incontables de civiles inocentes; aquellos sediciosos -ya también asesinos-, derrocaban al gobierno constitucional de Juan Domingo Perón.
El levantamiento comienza en Córdoba, donde el general Eduardo Lonardi alza las unidades bajo su mando y comete el primer asesinato. Era sólo el principio de una masacre autoproclamada Revolución Libertadora, y cuyos crímenes contaban con la participación activa de la mayoría de los partidos políticos, especialmente la UCR –cuyos comandos paramilitares aterrarían el país por mucho tiempo-, la bendición de la Santa Iglesia Católica, la financiación de la banca exranjera, el auspicio de Sociedad Rural Argentina, y los apoyos expresos del Reino Unido y el State Department.

El vandalismo, los atentados y los homicidios siguieron y se multiplicaron hasta el 23 de setiembre, cuando no cesaron, pero se volvieron oficiales. Ese día el general Lonardi asumía la presidencia de la Nación, y al cabo de una semana de matar y matar, probaba suerte con la frase “ni vencedores ni vencidos”. A su lado, bañados en sangre, Isaac Francisco Rojas y Pedro Eugenio Aramburu lo miraban de reojo. 60 días después, ya lo habían barrido, y asumían el poder, Aramburu como presidente, Rojas como vice, y desde luego, con todo el apoyo de la UCR, la Democracia Cristiana, el Partido Socialista, el Partido Comunista, la Santa Iglesia Catolica, los grandes medios de la hora (La Nazión, La Prensa, Clarín), la Sociedad Rural, el Reino Unido, y el State Department. La Plaza de Mayo desbordaba de gente, hay que decirlo.
Católicos apostólicos feroces como romanos, inmediatamente secuestraron el cadáver de Evita, y enseguida una ley abolió la memoria y prohibió los recuerdos. El decreto 4161 penaba incluso con cárcel la sola mención del "tirano depuesto" o su esposa muerta, exhibir imágenes de cualquiera de los dos, celebrar cualquier fecha instaurada por “el régimen”, y por supuesto, entonar siquiera silbando la marcha titulada Los Muchachos Peronistas.
Y mientras los comandos paramilitares de la UCR limpiaban a sangre y fuego sindicatos, unidades básicas, mutuales y centros sociales; en simultáneo sus correligionarios del comité organizaban las Juntas Consultivas, destinadas a sustentar la administración del Estado y otorgarle coartadas políticas al nuevo gobierno y su progresión delictiva.
Antes de un año, en junio del 56, más de 30 personas eran fusiladas. Obreros, militantes y militares. Aramburu era presidente. Alfredo Palacios embajador en el Uruguay. Américo Ghioldi, referente socialista, pasaba a la historia por la gracia de una sola frase: “se acabó la leche de la clemencia”. Y todos tan contentos.
Sin otro proyecto más que el odio, el fracaso estaba asegurado. Ocupados en destruir lo construido, rápido se complicaron los números y allí caían en dominó los salarios, el consumo, la producción, las exportaciones… Para 1957 Aramburu ya le pedía los primeros 700 millones de dólares al flamante Fondo Monetario Internacional.
Al año siguiente, corroída por su propia inoperancia, la Fusiladora convoca a elecciones con el peronismo proscrito, claro. Al grito de cualquiera menos Perón, los desarrollistas de Clarín proponen a don Arturo Frondizi y su tierno sueño de hacer una revolución sin pelearse con nadie. Gana con el apoyo del peronismo al que pronto desconoce. Tenía mandato hasta el 64, pero ya en el 62 no estaba más. “Entregó todas las cabezas, hasta que sólo le quedó la propia”, apuntaba Perón desde el exilio.
Un títere de apellido Guido allanaría el camino para la llegada del “honestísimo” Arturo Illía, a quien le basta un cuarto del electorado para quedarse con la presidencia, y así mantener al peronismo proscrito en nombre de la democracia y la república, claro. En junio del 66 lo sacaron a empujones de la Casa Rosada.  
Llegaba Onganía, su Revolución Argentina y sus noches de bastones largos, su pretensión de caudillo, su catolicismo delirante... “Onganía se cree Franco, pero Franco en España tuvo un millón de muertos, y Onganía en la Argentina tiene más de un millón de vivos”, se reía Perón desde Madrid.  
Sin embargo fue durante su gobierno cuando tan luego chicos de buenos apellidos y mejores colegios -provenientes ora de la Acción Católica, ora de los grupos Tacuaras soportados por el régimen, hijos la mayoría de aquella burguesía que había ejecutado, financiado, o cuando menos aplaudido a la Fusiladora-, fueron y fusilaron al fusilador Pedro Eugenio Aramburu.
Entonces trajeron un general olvidado en los Estados Unidos, un tal Roberto Marcelo Levingston. Lo pusieron ahí pero duró poco y no sirvió para nada. El levantamiento popular conocido como el Cordobazo había electrificado todo el país.
Era el final. La hora de gloria del general Alejandro Agustin Lanusse, quien veinte años antes, en 1951, había comandado el primer intento de golpe contra el gobierno de Perón, y que ahora lo mandaba a buscar a España porque ya nadie sabía qué hacer con el país.
Perón volvió y fue millones. El 23 de setiembre de 1973 ganaba las elecciones presidenciales con el 62% de los votos.
Y así, 18 exactos años después, el antiperonismo cerraba el círculo perfecto de un fracaso redondo.
Hoy, 64 años después, asistimos a un nuevo fracaso del mismo antiperonismo, con menos bombas y menos muertos, pero más miseria, más hambre, más desocupación, más deuda, mas ruina…
Porque el antiperonismo también es incorregible.
Pero malo.




* * *

domingo, 1 de septiembre de 2019

MAURICIO MACRI: DE GALTIERI A JOHN GOTTI…




En el imaginario vulgar argentino, el que tiene mucho dinero “no es ningún boludo”; como si no fuera posible enriquecerse apenas por la falta absoluta de escrúpulos, por la vía del delito, por la suerte de una lotería, o como suele suceder en esas clásicas historias donde un heredero tarambana recibe un imperio, rápidamente lo funde, y arrastra en su caída a propios y ajenos y a sí mismo también porque se creyó lo que no era.


UN VIVO BÁRBARO





Después de colaborar sin ningún pudor con el gobierno norteamericano en las luchas contrainsurgentes de Centro América, un día el hoy inconcebible Leopoldo Fortunato Galtieri volvió de una visita a los Estados Unidos como “el niño mimado de West Point”, considerado, allá, “un general majestuoso”. Aturdido por la soberbia y el alcohol, al rato nomás desató sin proponérselo una guerra antiimperialista contra toda la OTAN. 
Es el riesgo que se corre cuando se coloca a un idiota en un cargo importante: el idiota, como es idiota, cree que llegó por sus propios méritos, y se vuelve ingobernable.
Una suerte parecida corrieron los poderosos sectores económicos y políticos que apoyaron el ascenso de Mauricio Macri, desde su propia famiglia hasta el gobierno de los Estados Unidos. Sin proponérselo, el idiota los cagó a todos.
Galtieri
Héctor Magnetto –padre putativo de la criatura-, se jugó a sus patas los restos de la credibilidad de todos sus medios y sus periodistas. Hoy sus medios dan lástima, y sus periodistas risa. El 11 de agosto ellos también probaron su fuerza. Y también a ellos el 70% les dijo basta.
Su amado FMI ya le soltó la mano y corre con su escupidera a pedirle ayuda al hombre elegido por Cristina Kirchner. La vida te da sorpresas. Tantos años, décadas, saqueando y sometiendo países, para que el hijo mediocre de un tanito delincuente –según el propio hijo-, acabe por saquearlos a ellos sin dejarles otra esperanza que el peronismo.
Los románticos integrantes del Círculo Rojo, que tanto habían ganado durante la década ka, abjuraron de todo interés espurio y eligieron jugarse por sus más puros ideales de odio al peronismo. Hoy están todos encuadernados, las acciones de sus empresas por el piso, y sus nombres personales en la basura.
Jueces como Bonadío, Ercolini, Irurzum, Rosenkrantz, fiscales como Moldes, Extornelli, Marijuan, que alguna vez lo creyeron eterno y definitivo, de pronto descubren un chasco barato que les explota en la cara mientras la Justicia que creían propia, ahora se vuelve a por ellos.
La extinta y ya olvidada UCR, que soñó el imposible de volver al poder después tantos fracasos, nunca volvió al poder, pero igual volvió al fracaso.    
El gobierno de Washington, sponsor oficial de Cambiemos, ya no sabe qué hacer con ese payaso inútil al que apostaron todos los fondos de su Fondo, y ahora ven volver a Cristina mientras oyen a su candidato decir que si le rompen mucho las pelotas, se va a charlar con los chinos…
Su propia famiglia, que al cabo de medio siglo de sereno saqueo del Estado, fugando divisas con total normalidad, lavando activos alegremente, practicando con espíritu deportivo el contrabando agravado y variados otros delitos sin que nadie o casi nadie lo notara, de pronto acumulan causas, comienzan a desfilar por los tribunales, y hasta el hermano buenudo Gianfranco, y el hasta ayer ignoto primo Calcaterra, hoy se volvieron famosos.
A todos los cagó.
Apenas salvó a un selecto, muy selecto grupo de amigos y allegados, socios, hijos y entenados. Los dos Bullrich, los dos Caputo, Peña y todos sus Braun, su gabinete “panameño”, su “mesa chica”… y aún ellos deberán esperar para saber si vivirán en paz con su botín, o si de pronto el único país del mundo que juzgó y condenó a sus genocidas, resulta que también se animará con ellos, apenas ceos, publicistas, buscavidas y tilingos tanto más frágiles que aquellos verdaderos asesinos. Entonces también ellos dirán Mauricio nos cagó.
Y es lo que pasa cuando se pone a un idiota en un cargo importante.
Alguien podría objetar que Macri no es ningún idiota porque en el imaginario vulgar argentino el que tiene mucho dinero “no es ningún boludo”, como si no fuese posible enriquecerse apenas por la ausencia absoluta de escrúpulos, la propensión al delito, la suerte de una lotería, o simplemente, como en este caso, una herencia familiar, para lo que basta un capricho de la providencia, le puede tocar a cualquiera, incluso a un idiota, y entonces estamos ante el clásico heredero tarambana, como es el caso.
La historia ya tomó nota del desprecio intelectual que sentía Franco Macri por su primogénito, y que más de una vez manifestó públicamente. Fracasos empresarios, negocios frustrados, torpezas jurídicas, su insistencia para que no se dedicara a la política… el anecdotario de reproches y desconfianza paternas, ya es parte del folklore nacional y segura razón de ese resentimiento que estalló públicamente cuando el propio Mauricio trató a su padre de delincuente a pocos días de su entierro.
Pero como Videla, Galtieri o De la Rua, ahora lo que le resta de vida será para defenderse en los tribunales del centenar de causas que siguen y suman, y para digerir día por día la ignominia que la historia les reserva a los peores, su abismo sin fondo y sin olvido.
Entonces cabe preguntarse qué tan vivo es un hombre que en la plenitud de su vida, con salud y una fortuna capaz de garantizarle el bienestar de cuatro o cinco generaciones, de pronto -sin demasiadas luces, sin ningún patriotismo, sin formación personal, con un pasado que mejor esconder, con empresas offshores y cuentas en guaridas fiscales-, de pronto se embarca en una aventura pública que lo desborda por completo y cuyo inmenso y predecible fracaso arruina la vida de propios y ajenos y lo condena al desprecio popular y el oprobio histórico… Si ese tipo no es un idiota...
Gotti
Entre finales de los años 80 y principios de los 90, John Gotti fue el jefe de la familia Gambino, la organización mafiosa más poderosa de Nueva York. Tenían más de 300 soldados y dos mil socios. Manejaban la construcción, la recolección de residuos, el juego clandestino, las drogas y la usura. Las cosas marchaban cada vez mejor. Pero el gran Gotti no creía en las ventajas del bajo perfil, le gustaban los trajes caros y los lugares de moda, y más que nada esa fama de “vivo bárbaro” que incluso lo llevó a ser tapa de revistas. De nada sirvieron las súplicas de sus socios por llamarlo a la sobriedad y recordarle la verdadera naturaleza de sus negocios. Uno a uno fueron cayendo todos, él también.
En 1992 John Gotti fue condenado a cadena perpetua, murió diez años después en la cárcel de máxima seguridad de Marion, Illinois. Pero hacía mucho que ya nadie lo consideraba un “vivo bárbaro”.



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