////// Año XVIº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

lunes, 29 de agosto de 2022

CFK: EL HURACÁN Y SUS DESTROZOS…

 

Como una fuerza de la naturaleza, una vez más Cristina Fernández de Kirchner cruzó la realidad, y se la llevó puesta. Ni los que soñaban un país sin ella, ni los que soñaban un peronismo sin ella, saben ahora qué soñar. La reacción popular clausuró la interna del FdT, y detonó la de JxC. De un lado y del otro de la grieta, nada quedó como estaba.

 

LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ

 

Museo de Cera de la Ciudad

 


Con sus hábitos de huracán que pasa y arrasa, Cristina Kirchner cruzó una vez más la realidad sin dejar nada en su lugar, ni de un lado ni del otro de la grieta.

Como advertimos el viernes, la reacción popular clausuró la interna en el Frente de Todos: manda ella, y el que no se encuadre, afuera, tal como entendieron ahora tantos  que hasta ayer nomás soñaban un peronismo sin Cristina, desde los dirigentes eviteros y cegetistas, hasta lo que queda de Alberto y lo que se crea Massa. Y también dejó claro, la reacción popular, que Cristina es inmune al fracaso de uno, y al ajuste del otro. El pueblo peronista es de ella, las penas son ajenas.

Despiertos de sus pequeñas ambiciones, los dirigentes del Frente de Todos se apuraron a correr del Parque Chacabuco al Lezama, y del Lezama a Recoleta para ponerse a la cabeza de lo que hacía ya cinco días el pueblo había decidido con la cabeza de ellos. Entonces desfilaron frente a las cámaras el remolón Gabriel Katopodis, el radical Leandro Santoro, y hasta Juan Grabois -que hace tan poco consideraba el lawfare apenas un “asunto de Cristina”-, o descerrajaban sus tuits urgentes los últimos albertistas, Julio Vitobello, Santiaguito Cafiero, y hasta Vilma Ibarra, ex de Alberto y autora de un libro contra Cristina… Ya nada era lo que era, ni nadie lo que se creía.

Sergio Massa, el superministro que negaba serlo, tendrá que retocar sus fantasías de gloria. Aún si el ajuste planificado por el prócer neoliberal y tuitero arrepentido Gabriel Rubinstein tuviera alguna posibilidad de éxito, no sería conveniente emprender una campaña prometiendo otra vez “meter presa a Cristina”, y menos aún enfrentarse con ella en una interna, por mucho apoyo que le prometa la Embajada norteamericana. El horno ya no está para esos bollos.

Y en cuanto al propio Alberto… bah. Cada día más borroso, acaso demasiado ocupado en defenderse de sus propios dichos -y de sus “amigos” de TN-, en todo el fin de semana apenas retuiteó algo -que no le importo a nadie-, y siguió mirando por televisión desde Olivos, cómo la historia pasaba por Recoleta, y lo olvidaba. A sus órdenes, el influencer Aníbal Fernández, Ministro de Seguridad de la Nación, y por lo tanto responsable de la Policía Federal -responsable a su vez de la custodia de CFK-, también será recordado por su sonoro silencio, mientras la vicepresidenta era sitiada en su domicilio por una fuerza municipal, que de paso apaleaba a los votantes del FdT. Dos Fernández, que no hacen uno.

Y del otro lado de la grieta, tampoco quedó nada en pie.

Varias veces medalla de oro en la disciplina Tiro por la Culata, el gorilaje demostró hasta qué punto es idiota esperar resultados distintos usando los mismos procedimientos. En el 45 creyeron que bastaba encerrar y proscribir a Perón. Los resultados de la ocurrencia son por todos conocidos. Sin embargo, 78 años después, repitieron la astucia. Los resultados están a la vista.

Rehén del espionaje de su propio su jefe, Horacio Rodríguez Larreta quiso a hacerse el duro con sus vallas y sus hidrantes, para terminar reculando con sus vallas y sus hidrantes decorados por la militancia entre pintadas y afiches de Todos con Cristina; y allí se largó Todos contra Todos de los cambistas. Bullrich que le pega a Larreta, Carrió que lo defiende a coro con Ritondo, al que antes Carrió acusó de narco... Es dable pensar que Macri le ordenó la represión como quien lo baña en nafta, y le arroja un fósforo. Pero sumiso, desconcertado o extorsionado, el intendente se arrojó nomás sobre la granada, y bueno...

Tarde, vencido y chamuscado, hacia la noche del sábado salió a explicar por televisión lo que ya ni los vecinos de Recoleta habrían de escucharle. Indignado porque se hablaba de “la policía de Larreta”, y para limpiar su desastre, intentó un gracioso reconocimiento de esa misma policía que asesinó a Lucas Gonzáles y a otras 130 personas desde el 1 de enero de 2017; la que reprimió en el Borda, la que les pegó a los maestros tantas veces, y a las enfermeras en plena pandemia; la misma policía que tiene un agente desparecido hace más de tres años -Arshak Karahnyan-, y que ni siquiera busca, porque, todo indica, lo desapareció ella misma: la policía de Larreta.

La foto será inolvidable. A su alrededor, como embalsamados, se plantaron algunos de los máximos referentes cambieros, cuyos rictus amargos, resultaban por lo mismo cómicos. El primo de su jefe -el jefe no fue-; María Eugenia Vidal -dura como trabada-, siempre firme y detrás de ella, el pistolero Cristian Ritondo; el infaltable Diego Santilli, serio como una moneda; el exliberal, exradical, exkirchnerista, expro, exconservador, exneoliberal, y ahora radical de nuevo, Martín Lousteau; y hasta la minúscula hormiguita Graciela Ocaña, casi insustancial en un extremo de la foto. Qué risa. Diría Discépolo: una risa que dan ganas de llorar.

Y es que en política ignorar al pueblo, conlleva ese riesgo: no entender nada. 

Por impedir la candidatura de Cristina, la lanzaron. Por acabar con el peronismo, lo revivieron. Por romper el Frente de Todos, lo organizaron. Por intentar someter a un país, lo levantaron. Por perseguir a Cristina sin pruebas, Cristina hizo públicas las pruebas que ahora habrán de perseguirlos. Todo salió mal.

Pero ahora los políticos argentinos, de Alberto a Macri, saben ya que hablan para nadie. Para los empleados de Magnetto, acaso; para esos cuantos cacerolos y guillotinadores que alborotaban la esquina de Juncal y Uruguay, y que ya difícilmente vuelvan; para el público menguante de Leuco y sus leucocitos; para esa porción de la ciudadanía que en 2019 -aun con Alberto de candidato, y tras más de una década de persecución mediática y judicial-, no les sirvió para nada. Por muchos ruidos que hagan con la boca, las masas sólo escuchan a Cristina, y sólo a ella le creen.

Pero esto recién comienza. Como una buena serie que ninguna plataforma ofrece, los capítulos por venir requerirán tres toneladas de pochoclo.

¿Cómo terminará la causa vialidad? ¿Se animarán a condenarla, encerrarla y proscribirla? ¿O recularán en chancletas, como hicieron con el 2x1?... ¿Investigará la justicia los cientos de chats entre Nicky Caputo y José López? ¿Y la procedencia de los dólares de sus bolsitos?... El embajador norteamericano Marc Stanley ¿seguirá oficiando de cupido entre Larreta y Massa?... Cuando le explote en las manos la bomba que está armando ¿cómo hará Massa para atarse los zapatos?... ¿Los eviteros Chino Navarro y Emilio Pérsico, recuperarán el habla? ¿Confesará el fiscal Luciani que es kirchnerista? ¿O dejará que la gloria de esta resurrección se la lleve cualquiera?...

Muchas son las intrigas de una serie a la que le sobra reparto, pero sólo tiene dos protagonistas: Cristina, y su pueblo.



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viernes, 26 de agosto de 2022

LAS JORNADAS DE AGOSTO: UN NUEVO OCTUBRE…

 

 

Abusada la paciencia, ahora truena el escarmiento. Pasacalles, pintadas, muros de redes y de calles lo avisaban: Si la tocan a Cristina… Ni oposición ni oficialismo lo entendieron. Los unos creyeron que bastaba proscribirla y encerrarla como hicieron con Perón en el 45. Los otros organizaban un operativo clamor que les explotó en la cara, y que no cesa. Ahora nadie se anima a predecir dónde, cómo ni en qué terminará todo esto. Sólo el pueblo y la historia pueden saberlo.

 

EL RAYO QUE NO CESA

 





 “Ya somos el pasado que seremos”.

Jorge Luis Borges

 

Lo que es muy grande, lo inmenso, para ser comprendido, requiere distancia, perspectiva. No se puede contemplar una montaña sin alejarse de ella. Con la historia sucede lo mismo, se teje con los días del presente, pero se entiende en el futuro, cuando ya es pasado.

El 25 de mayo de 1810 frente al Cabildo de Buenos Aires, los vecinos de la ciudad no hablaban del feriado nacional que inauguraban, ni de los muchos chocolates patrióticos que servirían ese día para siempre, ni de la incipiente industria de la escarapela nacional. Más bien puteaban al virrey, algunos a Saavedra, otros a Moreno, en fin: hacían el futuro, no lo habitaban.  

Así también transcurren ahora estas jornadas de agosto, que recién el tiempo sabrá dimensionar como, acaso, otra semana de mayo que sigue más allá de su semana, o como un largo 17 de octubre que estalló un día, pero que no se calmó ese mismo día...

Con el tiempo los historiadores evaluarán sin pasiones coyunturales los elementos de la realidad. La espectacularidad mediática de una causa judicial plagada de inconsistencias, irregularidades, ilegalidades; las fotos de fiscales y jueces jugando a la pelota, compartiendo asados en la quinta del expresidente, a la sazón enemigo acérrimo de la acusada… pero no habrá registro documental de pruebas concretas que expliquen el pedido de cárcel y proscripción contra la acusada, a la sazón, lideresa indiscutida del único movimiento que inquieta a los Estados Unidos. La historia sabe separar el trigo de esa paja.

Entonces contará la inmediata, espontánea reacción de las masas populares tomando las calles de todo el país, rodeando su casa durante días y noches de vigilia festiva, creciendo con las horas, copando el recoleto barrio de la Recoleta, agotada su paciencia, tronando como un escarmiento en el corazón gorila de la ciudad gorila.

Referirá también el apuro tardío de los dirigentes, corriendo para ponerse a la cabeza de esas masas cansadas de esperarlos, mientras muchos de ellos todavía soñaban con un peronismo sin Cristina, cuando el pueblo se levantó con la cabeza de ellos, y tomó las calles de una vez por todas. El operativo clamor no pudo ser organizado: les explotó en la cara. La historia se ocupará de esas cosas.

Campeón mundial en la disciplina Tiro por la Culata, el antiperonismo marcará otro hito en la extensa trayectoria de sus fracasos. Será inevitable la analogía entre estas jornadas de agosto, y aquellas de octubre, cuando los mismos sectores creyeron que bastaba con encerrar y proscribir al líder que el pueblo había elegido, y chau… No habrá diarios de la época hablando de “aluvión zoológico”, pero tendrán en cambio el silencio furioso de Clarín y La Nazión obviando el asunto, callando las movilizaciones, ignorando las multitudes, injuriando a Cristina como antes hacían con Perón y Evita, y con sus tres toneladas de mentiras ya del todo expuestas, porque el tiempo es maula y no perdona… La historia recogerá esas cosas.

De momento, nada más transcurre. Las jornadas de agosto no se detienen. En todo el país, y ahora también en el exterior, continúan las movilizaciones, espontáneas o autoconvocadas; mientras el PJ dispone el estado de alerta y movilización permanente. La reacción popular clausuró la interna del Frente de Todos: manda Cristina. Es difícil distinguir si es que su candidatura para el 23 madura, o más bien se impone. Pero es muy probable que las jornadas de agosto, sigan más allá de setiembre hacia un nuevo octubre.

La historia y el pueblo lo dirán.




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jueves, 25 de agosto de 2022

BRULOTES BRUTALES – Hoy: Gustavo Sylvestre, la marca de la derrota…

 

 

El animador televisivo Gustavo Sylvestre es todo un fenómeno de tenacidad y superación. Se hace difícil encontrar otro ejemplo de alguien tan exitoso con tan pocas condiciones para serlo. Sin formación ni lucidez, sin calle y sin gracia, alcanzó a convertirse en un referente periodístico para vastos sectores del público progre-peronista. Sin embargo, es a Héctor Magnetto y su Mauricio Macri a quienes debe su buena suerte.

 

LA MARCA DE LA DERROTA



 

Así como los fabricantes de salvavidas se fundirían sin los naufragios, o los bomberos no serían sin los incendios; así también el animador televisivo Gustavo Sylvestre le debe su buena suerte al desastre macrista que tanto critica. Paradojas de la vida.

Mientras enceguecido por la furia, Héctor Magnetto le regalaba a C5N y Página 12 todo el público pogre-peronista; apenas asumido Macri, aniquilaban a 678 de la TV Pública, echaban a Víctor Hugo Morales de Radio Continental, a Roberto Navarro de C5N, y por fin a Horacio Verbitsky de Página 12, sin contar el exterminio ejecutado en Télam, la violenta irrupción en la redacción de Tiempo Argentino, y tantos otros casos de censura brutal. Despejado -devastado- así el panorama mediático, de sus vestigios surgía Gustavo Sylvestre como el único, el gran referente periodístico opositor, y hasta llegó a dominar el horario central de la televisión. Diría Ungaretti: “tú no creces, te empinan las circunstancias”.

Se lo considera -y se autopercibe- periodista, cuando en realidad su trabajo se reduce a conducir-por no decir animar-un programa periodístico. Pero el periodismo es otra cosa. Es, ante todo, investigación, y no se puede mencionar ninguna suya a lo largo de su extensa trayectoria. De hecho, su programa se nutre de los buenos trabajos de sus buenos columnistas -Irina Hauser, Pedro Brieguer, David Cufré, Juan Amorín-, quienes sí investigan, pero que, por lo general, difunden sus investigaciones, primero, en sus respectivos medios. Sylvestre las presenta de segunda mano.

Por lo demás, no pasó por la gran escuela de la gráfica -se inició en radio, y de allí pasó a la tele-; y aunque dice ser egresado de una escuela de locución -o sobre todo por eso- sorprenden sus severos problemas de dicción, las eses que se traga como si fueran garrapiñada, las dificultades de pronunciación -sus Acsel Quichilós, sus jastags, sus Kirgsners-, su escaso vocabulario hecho de 70 vocablos y ninguna flor; sus latiguillos añejos, sus infructuosos esfuerzos por expresarse; sus tremendas dificultades para leer un párrafo sin tropezarse en cada signo de puntuación; su incapacidad para leer sin ayuda una cantidad de más de nueve cifras…

Tampoco destaca como entrevistador, imposibilitado de repreguntar porque simplemente no escucha a su entrevistado, pisándolo en cada respuesta, como hace también con cada intervención de sus columnistas. Nunca nadie, tan poco dotado para el periodismo, alcanzó tanto prestigio como tal.

Su programa va en vivo, pero eso no le importa. Con burocrático rigor, afuera puede incendiarse el país que él seguirá con la pauta que le prepararon seis horas antes. Cuando el futbolista Diego Luciani pidió la condena para CFK, mientras la militancia se lanzaba a las calles con espontaneidad diecisieteoctubresca, y se enfrentaba la policía de Larreta, Sylvestre ignoraba su móvil para escuchar al doctor Carlos Beraldi decir las mismas cosas que dice desde hace años. Falta de reflejos, pero también de imaginación.

Sin calle y sin gracia personal, grita su programa como si tampoco tuviera micrófono, y con el tono propio de un animador de carnavales, pretende “clarificar la realidad” mientras se enreda en sus confusos monólogos entre frases inconclusas y conceptos abortados por su propia ansiedad. Pero acaso su lado más gracioso está en su interpretación de los hechos, casi siempre viciada por su falta de formación, y de lucidez.

Insiste hasta la carcajada con elogios a Raúl Alfonsín, como si no quedaran sobrevivientes de su espantoso gobierno; y aún hoy se refiere a la UCR con el lugar común del “partido centenario”, como si eso supusiera en sí mismo un elogio, y como si nadie tampoco supiera de las Juntas Consultivas que dieron sustento político a la Fusiladora, ni de los Comandos Civiles que limpiaron los sindicatos a sangre y fuego; ni de Miguel Ángel Zabala Ortíz, cerebro entonces del bombardeo a la Plaza de Mayo, y luego canciller del “honestísimo” Arturo Illía, quien tan democrático era, que mantuvo proscripto al peronismo. Como el bobo que insiste en clavarse el helado en la frente, ninguna realidad enturbia sus ilusiones.

Hasta su instante final defendió al extinto Martín Guzman y su entrega al FMI, y cuando todo voló por el aire, sin mudar el tono, se largó a inventariar las muchísimas virtudes de Silvina Batakis, para arrojarse inmediatamente en los brazos de Sergio Massa con la misma certeza, y siempre a los gritos.  

Consumado el (des)arreglo con el FMI, su cándido albertismo lo llevó a atacar a Máximo Kirchner ni bien éste se eyectó de la presidencia del bloque, y ahí nomás entró a pegarle a La Cámpora, y por lo tanto, de atrás, a Cristina. Eran los días cuando en su programa no faltaba el payaso Aníbal hablando de “portación de apellido” y de “qué diría su padre”, y… y después fue Guzmán el que se cagó en su Alberto, y entonces Sylvestre guardó su espantasuegras ya nos imaginamos dónde.

Ante la reciente y brutal injerencia en los asuntos internos de la Argentina por parte del embajador norteamericano Marc Stanley -exigiendo la urgencia de una coalición política (de la derecha, claro)-, el animado animador no dudó en entender en cambio un amable consejo para la unión de los argentinos. Qué risa.

Pero si hasta se autopercibe “elegante” porque se viste como un viejo maniquí de Modart, mientras desbarata cualquier buen intento con su infaltable lapicera de inspector municipal expuesta en el bolsillo superior del saco. Basta mirarlo como se mira a Los Simpson para descubrir la delicadeza de su comicidad.

La derrota del peronismo en las presidenciales de 2015 fue tan pavorosa, que su onda expansiva todavía nos barre. El endeudamiento impagable que nos someterá por diez o más generaciones, multiplicando la pobreza, la inequidad y la entrega; la fuga de divisas que alcanzó su récord histórico; la desactivación de la Ley de Medios Audiovisuales, asegurándole a Magnetto & Co. un largo reinado fatal; la transformación de la Corte Suprema en un estudio de abogados al servicio de un puñado de empresas; el vaciamiento del periodismo hasta la agonía de su mediocridad… Muchos fueron -son- los daños, y, botón de muestra, Gustavo Sylvestre es una de las marcas de esa derrota.


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lunes, 15 de agosto de 2022

SERGIO MASSA, O EL MISTERIO DE CFK…

 

Atónito, desconcertado, el núcleo duro del kirchnerismo se pregunta qué hace Massa en el lugar donde soñaba a Boudou, tan luego como resultado del error histórico que será para siempre el hoy fantasmal Alberto Fernández. Detractores hasta la traición, uno y otro, Alberto y Massa, resultaron al cabo las mejores opciones de la gran electora nacional ¿Por qué?

 

LA RAZON DE SU VIDA





Mientras la imagen de Alberto Fernández pierde sustancia hasta ser poco más que un holograma; mientras Sergio Massa descubre que los días felices cuando hablar era gratis, se terminaron; mientras más atento a los grandes diarios que a la Constitución Nacional, el partido judicial sigue con su fulbito de ilegalidades, protegidos y perseguidos; el desconcierto recorre las filas del Frente de Todos, y cada día son más los fieles de Cristina, incluso, que se preguntan cómo votamos esto, cómo llegamos hasta aquí, cómo Alberto, cómo Massa… qué podemos esperar del Frente Renovador de pronto en el gobierno.

El Martiyo también se lo pregunta. Y aunque la respuesta precisa la dará, otra vez, la historia -y con el tiempo-, nos permitimos sin embargo ensayar hoy algunas posibilidades.

CRISTINA SE CANSÓ: El récord de denuncias contra un dirigente político, lo tenía, desde luego, Juan Domingo Perón con 120. Cristina ya suma 548, lo cual la convierte en la figura más perseguida de la historia argentina. Una persecución mediática-judicial inaugurada en junio de 2008, cuando la crisis llamada “del campo”, y que no dejó afuera ni a sus hijos ni a su madre, y que sigue todavía. 14 años de causas, denuncias, indagatorias, allanamientos, y ríos de tinta injuriosa que no cesan de correr. Harta, humanamente harta, un día decidió que probaran suerte dos de los grandes críticos de sus gobiernos, cuñas de su mismo palo: Alberto Fernández y Sergio Massa. Como quien hastiada dice por fin: “a ver vos que sos tan vivo…”

CRISTINA ENTENDIÓ: consecuente con el llamado hecho el 13 de abril del 16, ante a las multitudes que desbordaban Comodoro Py, cuando planteó la necesidad de un frente nacional -que entonces llamó frente ciudadano, y que acabaría en el Frente de Todos-, y en coincidencia con la síntesis originaria de Alberto Fernández –“con Cristina sola no se puede, sin Cristina no se puede”-, CFK decidió tender puentes hacia esa Argentina empecinada del otro lado de la grieta. Ayer en su columna dominical de La Política Online, Diego Genoud revelaba que “cerca de la vicepresidenta, no tienen dudas de que Massa es el mejor piloto de tormentas al que podían aspirar en este momento. "Si no le prestan a él que es de ellos, no le prestan a nadie. A nosotros directamente nos quieren voltear", dicen”.

CRISTINA SE RINDIÓ: harta, cansada, perseguida, injuriada, y tantas veces traicionada -Lousteau, Cobos, Alberto, Bossio, Massa, y otra vez Alberto, de a ratos Aníbal, y hasta Moreno, y siempre, otra vez, Alberto-, un día pateó el tablero y que se arreglen ellos, que siempre supieron más, que siempre fueron mejores, que siempre se llevaron bien con Magnetto, con Macri, con esta justicia que apesta, y con el “amigo Horacio”. Si así fuera, en tal caso, sería inhumano, no sólo ingrato, reprocharle nada. Hasta el mejor de nosotros tiene derecho a descansar un día.

Claro que esta última posibilidad impone otra pregunta brutal: ¿Y el pueblo?... el pueblo que siempre y tanto defendió, la razón de su vida, ¿no le importa más?...

Según las encuestas más favorables, el núcleo duro de Cristina no supera el 35% del electorado, con suerte, aquel 37 obtenido en las legislativas del 17. Si bien ningún otro político mide tanto, el sesenta y pico por ciento restante se divide entre los que dudan de ella, los que no la quieren, y los que la odian. Y por supuesto, aritmética pura, son mayoría, y también son el pueblo.

Es ese pueblo dispuesto a votar al gorila de Alfonsín, al segundo Menem, a Macri, a De la Rua, a la izquierdita inocua y reaccionaria, a cualquiera contra el real peronismo… es el pueblo capaz de aplaudir la llegada de los militares, o implorar su retorno; el pueblo que lleva ya demasiado tiempo intelectualmente intoxicado por un complejo mediático-cultural alineado hasta los años 40 con la Embajada Británica, y luego con el State Department. Ese pueblo también elige su destino.

En la escalofriante película La Caída, que cuenta los últimos días del Reich en el bunker de Berlín, y que está basada en el testimonio personal de Traudl Junge -mecanógrafa privada de Hitler-, hay una rápida escena sin embargo crucial. Ante la avanzada de las tropas soviéticas, ya en las puertas de Berlín, uno de sus generales le sugiere a Hitler la posibilidad de una rendición negociada. Hitler se opone, y ordena continuar con la resistencia hasta el último hombre. Entonces otro de sus generales intenta hacerlo reflexionar: ¿y el pueblo?, le dice... “¿El pueblo?”, le responde Hitler, “el pueblo me trajo hasta aquí”. 

Desde luego es imposible comparar a Hitler con Cristina, pero sí, en cambio, a ese pueblo con éste. Porque los pueblos eligen su destino, y envenenados por la propaganda, enceguecidos por el odio, son muy proclives a suicidarse eufóricamente al grito de "Barrabás, Barrabás"... y ya ni Dios los salva.


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