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martes, 22 de septiembre de 2020

MEDIOS MEDIOS: LA MEDIOCRIDAD MEDIÁTICA…

 

 

La brutal represión sufrida por enfermeras y enfermeros a manos de la Policia Metropolitana, nada aporta sobre las características morales de Horacio Rodríguez Larreta y su gobierno. Pero a cambio expone con toda claridad la decadencia de la industria periodística argentina de un lado y del otro de la grieta. Para fortuna de los unos, los otros siempre pueden ser peores.  


LA SUERTE DE LAS DEBACLES

 




Así como el bobo letal de Fernando De La Rua le tiró la Montada encima a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, así ayer la policía de Rodríguez Larreta reprimió con su acostumbrada brutalidad a las enfermeras y enfermeros en plena pandemia. La comparación sirve a su vez para marcar la diferencia: a De La Rua Magnetto ya no lo quería más.

Hoy ninguno de sus dos grandes diarios, ni Clarín ni La Nazión -porque en términos políticos los dos son suyos- mencionan el hecho en sus tapas. Todos sabemos por qué, y sin embargo, o por lo mismo, también podemos imaginar qué hubieran hecho si la misma represión, incluso menos brutal, la ordenaba Kicillof en la Provincia.

Ventas y mediciones nos avisan que cada vez importa menos lo que digan estos medios, que pescan reducidos a la pecera del odio de su propio público, que el eco multiplicado por sus incontables medios es sonido y furia y nada más, hipertrofia capitalina, espuma de la rabia que se deshace en las urnas. Pero allá ellos con su debacle.

Más interesante, cuando no preocupante, fue la reacción de los otros medios, los que no les responden, los que podrían hacer algo más que llorar por las víctimas o mostrarlas en sus páginas y pantallas narrando el maltrato una vez y otra vez.

A 24 horas del escándalo, vale preguntarse: ¿A nadie se le ocurre, mejor, entrevistar a Diego Santilli, responsable de la seguridad de CABA, y por lo tanto de la represión de ayer? Y si lo llamaron y no quiso hablar ¿por qué nadie nos cuenta que lo llamaron y prefirió esconderse? Todos los días lo tenemos en todos los canales inventariando sus progresos, subestimando la pandemia, empujando a los chicos pobres a las plazas y a la gente a las calles para que Magnetto no se le enoje… pero desde ayer no aparece. Nadie lo encuentra.

A 24 horas del escándalo, tampoco se sabe qué gremio reúne a esas enfermeras y enfermeros, cuál es el delegado responsable de protegerlos, ¿por qué nadie lo entrevista? ¿no lo encuentran? ¿no lo buscan? ¿está en yunta con Larreta?... No se sabe. No se entiende.

De un lado y del otro de la grieta, estos hechos evidencian eso: la decadencia general de la industria periodística argentina, que hace mucho, es cierto, que no hace periodismo, que se limita al show, cuando no a la operación política; a la propaganda, cuando no al mero espectáculo de la actualidad. No es de extrañar que hoy celebren cuatro puntos de rating los mismos que ayer se amargaban con veinte. La debacle es general.

Cuando a unos y otros se les cuestionan estas cosas, la respuesta suele ser de índole presupuestaria. No tenemos gente, no tenemos viáticos, no tenemos móviles… No mienten. La caída en las ventas y las mediciones, redunda en un recorte de costos, lo cual resiente la calidad del producto, y esto a su vez provoca una caída en las ventas, que supone una baja en los recursos, y así giran sin parar en un círculo vicioso como un remolino que succiona para abajo, y se los lleva.

La derrota en las última presidenciales, fue una demostración contundente del poder de los más grandes medios, la verdadera utilidad de sus blindajes y operaciones. Doce años de anticristinismo rabioso, cuatro años de manejar el Estado, pervertir la justicia, todas las instituciones, y hasta permitirse en plena democracia perseguir, espiar y encarcelar adversarios… y con todo y tanto acaban perdiendo la reelección, y en primera vuelta.

Pero si alguna suerte todavía les queda, es la precariedad de los pocos medios masivos que los enfrentan -C5N, Página 12 (los intentos de verdad independientes como El Destape, El Cohete a la Luna, Tiempo, tampoco pescan más allá de su propia pecera)-, las notas mal corregidas, apuradas o desganadas cuando no pretenciosas; la fugacidad de las coberturas en nombre del “ritmo televisivo” por encima de la hondura de los informes; la autorreferencia agotadora de sus presentadores presentados como periodistas –“yo creo”, “a mí me parece”, “en mi experiencia personal”, y otros enfoques que no le importan más que a ellos -; las entrevistas abruptas despachando a los entrevistados en mitad de un razonamiento; las preguntas repetidas porque no escuchan las respuestas, el facilismo de soltar un micrófono por las calles para que cualquiera diga cualquier cosa y rellenar espacio…

El tema del día es el mismo para todos. La agenda no se discute. Se trata apenas de un juego de espejos, imágenes iguales, pero invertidas. Y todos corren detrás de lo que tiene el otro para que a nadie le falte lo mismo, que por lo general es nada.

Pasan las horas y seguimos sin saber por qué Diego Santilli les pegó a las enfermeras, ni cómo se llama el gremialista que debiera protegerlas… y el tema ya desaparece de los medios.

La suerte propia es la debacle ajena.


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