////// Año XVº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

domingo, 22 de septiembre de 2013

EL INDIO SOLARI Y CLARÍN: UNA NOCHE DE CRISTAL QUE SE HACE AÑICOS…



Sin ningún pudor, con la ceguera propia de la desesperación final, el Grupo Clarín comenzó la rápida demolición de la imagen acaso ya indestructible del Indio Solari, que en su último recital en Mendoza, fue demasiado lejos con su rebeldía y le plantó el 678 a la pantalla de TN. 
Y ahora es un burgués despreciable sin talento siquiera.


LOS OJOS CIEGOS BIEN ABIERTOS


La nueva mirada de Clarín...


“Una noche de cristal que se hace añicos”.
Los Redonditos de Ricota, (Ji ji ji).



Carlos Alberto Solari, el Indio, ex líder de los ya legendarios Redonditos de Ricota, lleva una vida, quién puede negarlo, enfrentando al establishment con lo que tiene a mano, sus presentaciones, sus declaraciones, sus producciones independientes, y su posición frente a la maquinaria del éxito industrial, con su tevé incluida, y desde luego con sus canciones; y sin embargo, aún así, aunque por todo ello, detrás de su público fiel y creciente, el Grupo Clarín supo colgarse de su nombre y de su imagen para instalar, mantener y multiplicar, más y nuevos productos en las franjas más jóvenes del mercado, que viene a ser su exclusivo interés. (El mercado, no los jóvenes).
Entonces el Indio Solari los despreciaba igual que hoy, nunca les dio una nota, nunca les dio la razón, ni una entrevista al paso, nada. Apenas esa última canción que ahora les clavó en el pecho como una estaca. 
El Grupo igual lo adoraba, lo pontificaba y lo consagraba.
Hasta que en su reciente presentación en Mendoza, el Indio fue demasiado lejos, y a su franca adhesión y reconocimiento a la presidenta Cristina, allí le estampaba a la pantalla de TN el número de la bestia: 678. Chau. Eso sí que no.
Minutos, segundos antes de la hecatombe, el conductor del programa La Viola, Bebe Contepomi, a mandíbula batiente (un día se le va a escapar), le explicaba a su público que por “amistad con La Viola, el Indio siempre le concedía en vivo el último tema de sus recitales. 
Y ahí la hecatombe. 
Los acordes de la cortina de 678 comenzaron a sonar, y el Indio que va y dice: Seis, siete, ocho… y allí la noche de cristal que se hace añicos.
Hoy Clarín ya inició la destrucción del monumento que le habían levantado (ver aqui). 
En un artículo apurado, mal escrito por lo tanto, sin firma como corresponde (quién va a querer dejar un dedo puesto ahí), y resuelto en módulos con pretensiones de glosario, se tiende una desconcertante analogía con Indiana Jones, y allí un puñado de diatribas contra los dos. No se sabe, insistimos, quién escribe. Si es Bob Dylan, Federico Fellini, el Papa Francisco o el propio Magnetto. Y tampoco se entiende por qué eligieron a Indiana Jones en lugar de Roger Rabbit, o Linterna Verde...
Sí sabemos que una columna de opinión anónima es una innovación, o una editorial que nos transmite así el pensamiento central del medio que la publica.
48 horas antes -24 incluso-, del desastre, el Indio, para Clarín -basta revisar sus propios archivos-, era poco menos que la encarnación criolla de Jim Morrison… hoy ya ni talento tiene. Confuso, sí.
Con violencia infantil, Clarín rápido rompe el juguete que no hace lo que le dicen. Y chau.
En cualquier momento, el polifacético Lanata arma su propia banda y ya van a ver quién se acuerda del boludo ese del Indio Solari.
(Ji ji ji).

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sábado, 7 de septiembre de 2013

BARACK OBAMA Y LA PRIMAVERA ÁRABE:... O LA MENTIRA UNIVERSAL...

El premio nobel de la paz Barack Obama junta votos en su congreso para soltar bombas en Siria, un país que ni conoce, y donde matará mucha gente para que no muera mucha gente, dice.
Es sin embargo el mismo hombre que allá por el 2008 cubrió el planeta con un manto inconcebible de esperanzas, apenas por ser negro.
Mientras tanto la "primavera árabe" que auguraban alegres los habladores, allí florece en flores de sangre que no paran de sangrar.


TODO EL MUNDO SE EQUIVOCA





Si alguna risa grande le está saliendo al mundo, son los escandinavos con su pobre premio nobel (ni mayúsculas le metemos, que se vayan a cagar). No le dieron el de literatura a Borges, pero sí el de economía a Milton Friedman y hace poco el de la paz a Barack Obama, que ahora junta votos en su congreso para soltar bombas en un país que ni conoce, mientras se caga, de paso, en todo el mundo. Un chino diría, son tiempos interesantes.
Grandes mitos se derrumban como caen los dioses de Pessoa en el suelo del Destino.
Nadie es mejor por ser blanco, está claro, pero tampoco por ser negro, ya lo vemos.
Los grandes diarios mienten y cada día más gente lo descubre. Y no sólo Clarín –primus interpares de la mendacidad-, también El País de España, y el Washington Post, y O Globo, y Le Monde, todos mienten ya desde que dicen que lo que único que les importa es la verdad. 
Y los curas no son santos, ni siquiera decentes, lavan guita y piroban pibes. 
Y la familia real no es noble. Y Obama no es mejor que Bush, y la prohibición no resuelve el narcotráfico, y el premio Nobel es un cachivache. 
Mitos que se derrumban. Un mundo que se viene abajo. Un tiempo que termina.
A fines del siglo XX vimos desinflarse la vieja contienda este-oeste, y ahora en dominó vemos desdibujarse la norte-sur. Y es que el mundo no es cuadrado. Es redondo y gira, y gira muy rápido, a 1600 km por hora, más rápido que un lavarropas, y en su batea nos mezcla y nos revuelve a todos.  
En su momento y en austera soledad, ante el triunfo de Obama en 2008, avisamos, allá en El Martillo de Clarín.blogs, que ningún presidente de Estados Unidos sería jamás otra cosa que un presidente de Estados Unidos así fuera blanco, negro, verde o plateado... Pero si hasta Fidel Castro pareció entonces reblandecido, y el ingenuo Hugo Cháves le regaló un ejemplar de Las venas abiertas de América Latina. Ja.
Venía de abajo, ni siquiera era norteamericano, surgió de las luchas por los derechos civiles, algunos creyeron ver en él la encarnación del sueño que soñaba Luther King, así se puso de moda, y rápido acabó en esto: Bush. El hijo, ni siquiera el padre. ¿Por qué engañó tanta gente?...
Con el mismo entusiasmo en los inicios del 2011, conforme el medio oriente ardía, los grandes medios del mundo ponían de moda la contenta expresión “primavera árabe”, y sus habladores a coro deliraban amaneceres democráticos y flores y pajaritos con los colores de la libertad y el silbo de la justicia. 
El Martiyo, también entonces en austera soledad, avisaba este porvenir que ahora ya vino (ver aquí), y no de profetas, lo avisamos, sino apenas por no apurarse a repetir lo que repiten los grandes habladores apurados por sus cierres urgentes, y sus modismos de moda. Bastaba mirar sin pasión para ver que ninguna paz iba surgir de lo profundo de esos pueblos sometidos hace tanto, enfrentados hace tanto, asfixiados hace tanto, y de pronto sueltos, libres de aquellos dictadores al fin y al cabo tan funcionales a la hora de aguantarles la parada a Washington y Tel Aviv… 
Kadafi, Mubarak, amores de estudiantes, de pronto eran ayer. Berlusconi, Sarkozy, recién a los besos, ya se los sacaban de encima como si fueran caspa. Acto seguido, siempre con fines humanitarios, las fuerzas de la OTAN iniciaron el incendio que ahora Obama pretende apagar con más fuego ya que estamos. El Oriente Medio es complicado, dicen y van.
Berlusconi y Sarkozy, Mubarak y Kadafi, ya son historia. Ahora es la hora de mostrar su pistola Barack Obama, que por aquellos días recién entraba en la escena augurando sonriente –no se sabe si por ingenuo o por ignorante- una era de paz y democracia para todo esos pueblos que ahora quiere bombardear.
Ayer se clausuró en San Petersburgo la reunión del G20 a la que Obama fue a buscar apoyo para su invasión. Pero no pudo ser. El apoyo, la invasión será. Rusia, entre otros, quedó del otro lado. Otra vez enfrente, o más bien enfrentado con los Estados Unidos. Nadie sabe de lo que son capaces esos dos. Ellos tampoco. Hay algo más grande que se los lleva puestos. Tampoco es la Historia. Es otra cosa. Un amasijo de codicias inmensas como una bola de nieve que rueda montaña abajo desde hace mucho. Y ellos no piensan pararla. Al contrario: son la bola. Se miran de reojo, y van a la guerra.
¿Hay algo mejor para poner en movimiento la industria pesada y sus incontables derivados? ¡en plena crisis! Viva. Muchos morirán, por supuesto. Pero esos ya están en la cuenta, ¿o qué se creen?.
Y ustedes, nosotros, ¿de qué vamos? Nosotros, ustedes, somos justamente los muertos. Los que no importan. Esos que ya estamos en la cuenta.
¿Y cómo llegamos a esto? En buena medida por intoxicación informativa, por tragar sin masticar ni distinguir qué nos llevamos a la boca, y que luego repetimos como eructos.
¿Usted también creyó, por ejemplo, estimado lector, que Obama era distinto, que suponía una esperanza de algo nuevo?... ¿O acaso todavía se deja impresionar por el premio Nobel, o de verdad piensa que la prohibición de las drogas está ganando su batalla?...
Entonces pregúntese por qué, indáguese sin miedos, sea valiente, intente recordar cómo es que llegó a tales conclusiones, y antes aún: constate con toda honestidad si de verdad piensa lo que dice que cree, o más bien terminó creyéndolo de tanto pensarlo para repetirlo.
Cuántos individuos de esa mayoría mundial que celebraba la llegada del presidente negro sabían de verdad algo de él, de los intrincados intereses en cuya red allí lo echaba su propia victoria; del verdadero poder tan relativo que suele tener en realidad un hombre en ese cargo, de la calidad de sus socios, de sus compromisos callados, de sus verdaderas, íntimas intenciones. Nada. La gran mayoría no sabía nada, y celebraba ¿Por qué? Por la fuerza incalculable de la difusión a gran escala que arrastra multitudes a pensar y decir, así, cualquier cosa.
Ahí el enemigo de la hora: los grandes medios del mundo. 
Porque fusionados, monopólicos, holdinizados, los grandes medios, por dinámica y volumen, quedaron del lado –o en manos- de la voracidad, del poder sin límites, del Mal.
De los intereses corporativos de unos pocos en detrimento del resto.
De los superbancos y su red de casinos financieros.
De de la banca off shore.
De sociedades anónimas multinacionales cuyas composiciones societarias son indescifrables o directamente secretas, como sus mandamases invisibles.
El periodismo independiente no existe o quedó reducido a un blog como este o cosas así.
Lo más honesto que nos queda ahora es lo que ya empieza a llamarse sin más vueltas, crudo y claro, el periodismo militante. El otro no es militancia ni es periodismo, es publicidad encubierta, inteligencia operativa, difusión institucional disfrazada de información objetiva. En síntesis, mentiras.
Mientras lo medios del periodismo militante dejan claros sus principios políticos, el otro oculta sus verdaderos intereses detrás de sonoros mandamientos éticos que en los hechos no respetaron jamás, como el periodismo independiente, la libertad de expresión, ni siquiera la de empresa.
Ahí el enemigo de la hora.
Es él el que nos dice quién es aquél que no podemos conocer sino por lo que él nos cuenta, o elige contarnos.
Así creemos saber y decimos saber quién es Cristina, Massa, Obama... tan grandes son los medios cuando son así de grandes, que alcanzan a eclipsar la realidad con una realidad que no es tal cosa.
Y entonces claro: entonces todo el mundo se equivoca, y el propio premio nobel de la paz resulta ser un loco de la guerra. `


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