////// Año XVº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///
Mostrando entradas con la etiqueta Brulotes Brutales. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Brulotes Brutales. Mostrar todas las entradas

viernes, 2 de septiembre de 2022

BRULOTES BRUTALES – Hoy: Aníbal Fernández, de caníbal a vegano…


 

Una operación mediática lo dejó para siempre sin chances electorales, pero no le impidió volver a la función pública como Ministro de Seguridad  de “mi amigo Alberto”, a quién alguna vez acusó de estar “al servicio de Héctor Magnetto”. Durante demasiado tiempo Aníbal Fernández encantó a vastos sectores del kirchnerismo con sus desboques virtuales y sus bravatas televisivas. Pero entre la impericia y la inoperancia, sus días de burlesque se terminaron.

 

 

TRISTEZAS DE UN PAYASO


 

 

"Alberto Fernández trata de desmentir, en una carta llena de agravios a la Presidenta, lo que no se ha cansado de confirmar en su constante trajinar mediático: que es una persona al servicio de Héctor Magnetto”, así comenzaba la carta que Aníbal Fernández le dedicaba a Alberto Fernández desde el diario La Nazión el 28 de julio de 2011.

Guapo del tuiter, recitador de frases hechas y refranes defectuosos, ex funcionario de Duhalde, de Ruckauf, de Néstor y de Cristina, hoy habla de “mi amigo el Presidente”; y en defensa del calamitoso acuerdo con el FMI, no dudó en atacar a Máximo cuando renunció a la presidencia del bloque, acusándolo de “portación de apellido”, y por elevación, de atrás, a Cristina.   

Víctima fatal de una campaña mediática orquestada por la inestable Elisa Carrió y el operador Jorge Lanata, en 2015 perdió las elecciones por la Provincia, y aunque demostró su inocencia -y la patraña de los otros-, nunca pudo limpiarse del todo, ni dejar de ser, para muchos, La Morsa, el rey de la efedrina. La injuria es un balde de agua, una vez arrojado, es imposible juntarlo, se sabe.

Así marcado, sin posibilidades electorales ni para concejal en Pinamar, se dedicó de lleno al panelismo televisivo y el exabrupto virtual, sin más esperanzas que volver un día a la función pública. Por fin lo consiguió. Roscando y operando desde el programa Caníbales, y entre rosarios de alabanzas al Presidente Fernández, un día volvió como Ministro de Seguridad, cargo desde el cual se dedica a elogiar las Fuerzas bajo su mando, hagan lo que hagan, y si no hacen nada también. La genuflexión como liderazgo, digamos.  

Con su clásico bigote castrense, y el ceño siempre fruncido -para mostrar compromiso, seriedad y bravura-, más allá del burlesque de sus intervenciones públicas, su gestión actual se hace difícil de evaluar porque es invisible, secreta o nula. A no ser por el viejo truco de correr punteros de barrio para simular una lucha contra el narcotráfico internacional. De tanto en tanto se jacta por el decomiso de unos cuantos kilos de marihuana, o la detención de “dos mulas”, o de cuatro perejiles. Nunca un fiscal, un juez, un comisario, un banquero, un funcionario político, sin los cuales dicho inmenso negocio sería imposible. Nunca.

Durante demasiado tiempo Aníbal Fernández encantó a vastos sectores del kirchnerismo con sus bravatas virtuales y sus payasadas televisivas. Como pescaba en su propia pecera, no ganaba adeptos, pero espantaba indecisos creyéndose sin embargo divertido. En nombre de Cristina y de Néstor, repartía para todos lados y hasta lo acusaba a Alberto de “empleado de Magnetto”, y entonces Alberto lo llamaba  “energúmeno verbal”. Días de vino y alegría que ya no volverán. 

Hoy Aníbal ya no causa gracia. De a poco sus tristes chistes ya no daban risa sino bronca, y por fin las jornadas de agosto se lo llevaron puesto.

El último fin de semana alcanzaba el mediodía de su inoperancia, cuando, como responsable de la Policía Federal -responsable a su vez de la seguridad de la vicepresidenta- se la pasó mirando por televisión cómo una policía municipal la sitiaba en su casa, mientras apaleaba manifestantes, diputados y gobernadores de su propio partido. Esta vez ni un tuit. Ningún chiste, ningún sarcasmo, ningún “mamerto”. Nada. Como si fuera nadie, ningún ministro, ninguna seguridad.

Tarde, tres días después, reapareció por televisión en el programa por supuesto de Gustavo Sylvestre, el último albertista. Una vez más, como siempre, habló mucho y no dijo nada. Intentó explicar la represión de Larreta hasta parecer justificarla, y desestimó la filmación ilegal de militantes por parte de la policía, mientras destacaba su buena relación con su par de la Ciudad Marcelo D´alessandro, responsable del desastre. Pero como toda enérgica respuesta a su mucha ineficacia, allí anunció la ampliación de la custodia de Cristina. Apenas 48 horas después, el jueves por la noche, se demostraba también su peligrosa impericia de charlatán.

Anoche, pocos minutos después del atentado, apurado por salir en la tele, reapareció en C5N para subestimar los hechos reduciendo el intento de magnicidio a "una persona que según los que estaban cerca, muestra que tenía un arma", cuando en ese mismo momento lo cortan para presentar las imágenes del arma en la cabeza de Cristina. The end. 

Al cabo de largos y muy duros párrafos, aquella carta de La Nazión dirigida a Alberto cerraba así: “La verdad es que da pena que de jefe de Gabinete de Néstor Kirchner termine de operador de Héctor Magnetto. Da pena. Porque, ¿sabe qué?, en la vida lo más importante no es cómo se comienza, sino cómo se termina”.

Ahora Aníbal habla de “mi amigo el Presidente”, y se borra cuando hace falta.

Terminó así. 


* * *

jueves, 25 de agosto de 2022

BRULOTES BRUTALES – Hoy: Gustavo Sylvestre, la marca de la derrota…

 

 

El animador televisivo Gustavo Sylvestre es todo un fenómeno de tenacidad y superación. Se hace difícil encontrar otro ejemplo de alguien tan exitoso con tan pocas condiciones para serlo. Sin formación ni lucidez, sin calle y sin gracia, alcanzó a convertirse en un referente periodístico para vastos sectores del público progre-peronista. Sin embargo, es a Héctor Magnetto y su Mauricio Macri a quienes debe su buena suerte.

 

LA MARCA DE LA DERROTA



 

Así como los fabricantes de salvavidas se fundirían sin los naufragios, o los bomberos no serían sin los incendios; así también el animador televisivo Gustavo Sylvestre le debe su buena suerte al desastre macrista que tanto critica. Paradojas de la vida.

Mientras enceguecido por la furia, Héctor Magnetto le regalaba a C5N y Página 12 todo el público pogre-peronista; apenas asumido Macri, aniquilaban a 678 de la TV Pública, echaban a Víctor Hugo Morales de Radio Continental, a Roberto Navarro de C5N, y por fin a Horacio Verbitsky de Página 12, sin contar el exterminio ejecutado en Télam, la violenta irrupción en la redacción de Tiempo Argentino, y tantos otros casos de censura brutal. Despejado -devastado- así el panorama mediático, de sus vestigios surgía Gustavo Sylvestre como el único, el gran referente periodístico opositor, y hasta llegó a dominar el horario central de la televisión. Diría Ungaretti: “tú no creces, te empinan las circunstancias”.

Se lo considera -y se autopercibe- periodista, cuando en realidad su trabajo se reduce a conducir-por no decir animar-un programa periodístico. Pero el periodismo es otra cosa. Es, ante todo, investigación, y no se puede mencionar ninguna suya a lo largo de su extensa trayectoria. De hecho, su programa se nutre de los buenos trabajos de sus buenos columnistas -Irina Hauser, Pedro Brieguer, David Cufré, Juan Amorín-, quienes sí investigan, pero que, por lo general, difunden sus investigaciones, primero, en sus respectivos medios. Sylvestre las presenta de segunda mano.

Por lo demás, no pasó por la gran escuela de la gráfica -se inició en radio, y de allí pasó a la tele-; y aunque dice ser egresado de una escuela de locución -o sobre todo por eso- sorprenden sus severos problemas de dicción, las eses que se traga como si fueran garrapiñada, las dificultades de pronunciación -sus Acsel Quichilós, sus jastags, sus Kirgsners-, su escaso vocabulario hecho de 70 vocablos y ninguna flor; sus latiguillos añejos, sus infructuosos esfuerzos por expresarse; sus tremendas dificultades para leer un párrafo sin tropezarse en cada signo de puntuación; su incapacidad para leer sin ayuda una cantidad de más de nueve cifras…

Tampoco destaca como entrevistador, imposibilitado de repreguntar porque simplemente no escucha a su entrevistado, pisándolo en cada respuesta, como hace también con cada intervención de sus columnistas. Nunca nadie, tan poco dotado para el periodismo, alcanzó tanto prestigio como tal.

Su programa va en vivo, pero eso no le importa. Con burocrático rigor, afuera puede incendiarse el país que él seguirá con la pauta que le prepararon seis horas antes. Cuando el futbolista Diego Luciani pidió la condena para CFK, mientras la militancia se lanzaba a las calles con espontaneidad diecisieteoctubresca, y se enfrentaba la policía de Larreta, Sylvestre ignoraba su móvil para escuchar al doctor Carlos Beraldi decir las mismas cosas que dice desde hace años. Falta de reflejos, pero también de imaginación.

Sin calle y sin gracia personal, grita su programa como si tampoco tuviera micrófono, y con el tono propio de un animador de carnavales, pretende “clarificar la realidad” mientras se enreda en sus confusos monólogos entre frases inconclusas y conceptos abortados por su propia ansiedad. Pero acaso su lado más gracioso está en su interpretación de los hechos, casi siempre viciada por su falta de formación, y de lucidez.

Insiste hasta la carcajada con elogios a Raúl Alfonsín, como si no quedaran sobrevivientes de su espantoso gobierno; y aún hoy se refiere a la UCR con el lugar común del “partido centenario”, como si eso supusiera en sí mismo un elogio, y como si nadie tampoco supiera de las Juntas Consultivas que dieron sustento político a la Fusiladora, ni de los Comandos Civiles que limpiaron los sindicatos a sangre y fuego; ni de Miguel Ángel Zabala Ortíz, cerebro entonces del bombardeo a la Plaza de Mayo, y luego canciller del “honestísimo” Arturo Illía, quien tan democrático era, que mantuvo proscripto al peronismo. Como el bobo que insiste en clavarse el helado en la frente, ninguna realidad enturbia sus ilusiones.

Hasta su instante final defendió al extinto Martín Guzman y su entrega al FMI, y cuando todo voló por el aire, sin mudar el tono, se largó a inventariar las muchísimas virtudes de Silvina Batakis, para arrojarse inmediatamente en los brazos de Sergio Massa con la misma certeza, y siempre a los gritos.  

Consumado el (des)arreglo con el FMI, su cándido albertismo lo llevó a atacar a Máximo Kirchner ni bien éste se eyectó de la presidencia del bloque, y ahí nomás entró a pegarle a La Cámpora, y por lo tanto, de atrás, a Cristina. Eran los días cuando en su programa no faltaba el payaso Aníbal hablando de “portación de apellido” y de “qué diría su padre”, y… y después fue Guzmán el que se cagó en su Alberto, y entonces Sylvestre guardó su espantasuegras ya nos imaginamos dónde.

Ante la reciente y brutal injerencia en los asuntos internos de la Argentina por parte del embajador norteamericano Marc Stanley -exigiendo la urgencia de una coalición política (de la derecha, claro)-, el animado animador no dudó en entender en cambio un amable consejo para la unión de los argentinos. Qué risa.

Pero si hasta se autopercibe “elegante” porque se viste como un viejo maniquí de Modart, mientras desbarata cualquier buen intento con su infaltable lapicera de inspector municipal expuesta en el bolsillo superior del saco. Basta mirarlo como se mira a Los Simpson para descubrir la delicadeza de su comicidad.

La derrota del peronismo en las presidenciales de 2015 fue tan pavorosa, que su onda expansiva todavía nos barre. El endeudamiento impagable que nos someterá por diez o más generaciones, multiplicando la pobreza, la inequidad y la entrega; la fuga de divisas que alcanzó su récord histórico; la desactivación de la Ley de Medios Audiovisuales, asegurándole a Magnetto & Co. un largo reinado fatal; la transformación de la Corte Suprema en un estudio de abogados al servicio de un puñado de empresas; el vaciamiento del periodismo hasta la agonía de su mediocridad… Muchos fueron -son- los daños, y, botón de muestra, Gustavo Sylvestre es una de las marcas de esa derrota.


* * *

martes, 6 de julio de 2021

BRULOTES BRUTALES - Hoy: JORGE ASÍS, entre la ficción y la realidad...

 

Autor de un best-seller histórico, y más de veinte novelas entre otros libros, negar a Jorge Asís como escritor, según sus propias palabras, “es por lo menos pretencioso”. Como periodista, en cambio, surge durante la dictadura protegido bajo la acuarela costumbrista, no se le conocen grandes investigaciones ni denuncias, y sin embargo logró instalarse como “analista político”. Pero desde entonces ambula como perdido entre la realidad y la ficción.

EL TURCO EN SU NEBLINA



Subestimado como escritor, sobrestimado como periodista, Jorge Asís, el Turco, supo componer un personaje -un muñeco, diría un teatrista- que le permitió a un mismo tiempo tranquilidad económica, un incierto prestigio, pero prestigio al fin, y lo mejor de todo: tiempo libre. Ahí, quizá, su gran obra: él.

Habitué infaltable de ese limbo de espías, periodistas y bucaneros que era en los 80 y los 90 el Florida Garden; caminador infatigable de los mentideros porteños y los almuerzos por donde pasan todas las verdades -y todas las operaciones-; Asís ambula como perdido entre la ficción y la realidad sin asentarse en ninguna. Ahí su neblina.  

Como periodista no se le recuerdan grandes investigaciones, primicias ni denuncias. Su trayectoria se remite a los años duros de la dictadura, cuando supo protegerse en Clarín detrás de la crónica costumbrista y las acuarelas de Oberdan Rocamora. De a poco se revelaba como escritor, hasta que en 1980 estalló su novela Flores robadas en los jardines de Quilmes, inmediato best-seller. Como el éxito no se perdona, pronto fue acusado de colaboracionista, pese a que la novela estaba dedicada al recientemente desaparecido Haroldo Conti. Nace entonces la grieta entre los escritores exiliados, y los que se quedaron. Los de adentro, y los de afuera. En fin. Flores robadas no paraba de venderse, así que un día Asis dejó Clarín y denunció su interna -no su poder- en Diario de la Argentina, algo menos que una novela, pero con una fuerza narrativa irresistible que le costó el exilio de la patria periodística, y allí cayó en el destierro sin haberse ido nunca. Proscripto por los unos y los otros, en 1990 recuperó todos los derechos de sus libros y los sacó de circulación. Perdido por perdido, pecé en su juventud, cuando vio llegar a Menem se abrazó al paisano, y fue embajador en la UNESCO, en Portugal, y hasta Secretario de Cultura de la Nación. Desde entonces no falta quien lo cree peronista. Incluso él.

Hoy posa de analista político limitado sin embargo al augurio, la proyección y la sospecha, pero alambicado por un estilo personal que al menos en televisión destaca como un diamante entre carbones. Sobre todo en contraste con sus entrevistadores de ocasión, Alejandro Fantino, Paulo Vilouta, relatores deportivos, y en el mejor de los casos, el animador y conductor Fabian Doman, cuando no el genuflexo Luis Novaresio.

Así Asís -así cualquiera- resulta desde luego indiscutible como quien habla solo, y entonces, con tono suficiente, canchero, ralajado, se lanza al “análisis político”… una maraña subjetiva de especulaciones, profecías, interpretaciones personales de las psiquis ajenas, más algunos chismes y rumores que él mismo califica de “información probablemente mala”. Así en 2015, por ejemplo, anticipó la victoria de Daniel Scioli.

También en su portal acaso lo más interesante es el manejo de sus recursos literarios para tejer la sarasa referida. Astuto, en sus proyecciones considera todas las posibilidades, como quien apuesta en la ruleta a los 36 números. A la usanza de los antiguos textos griegos, a cada personaje le adjudica su apodo (La Doctora, El Ángel Exterminador, El Furia, etc), mientras se maneja con un estilo cablegráfico que agiliza la lectura, permite la humorada, y facilita el efecto. Información, lo que se llama información, no hay.

La manifestación, Los reventados, Don Abdel Salim, La calle de los caballos muertos, Flores robadas… sus novelas acaso no guardan los rigores técnicos de las de Osvaldo Soriano, ni la solidez de sus argumentos -que en Asis se diluyen o resultan innecesarios porque se limita a la voz del narrador para unificar el relato-, pero juntos rompían entonces la monotonía de un paisaje literario devastado por la dictadura -cuando se publicaba mucho pero no sorprendía nadie-, y ensombrecido por los viejos titanes todavía vivos: Borges, Bioy, Cortazar… Con una prosa a veces apurada, y por lo tanto a veces desprolija; un lenguaje descarado, vivo, y por lo tanto familiar; un ojo agudo para el costumbrismo, y el tono irónico que impone la derrota, Asis logra en sus libros una regia pintura de época, que negar, según sus propias palabras, “sería por lo menos pretencioso”.

Ahí su neblina.

Porque en sus libros, con los recursos de la ficción, supo hacer la crónica de sus días. Hoy intenta lo mismo en el periodismo, y con los mismos recursos. Pero como no es ficción, con frecuencia la realidad lo desbarata.  

* * *

domingo, 6 de octubre de 2019

BRULOTES BRUTALES - Hoy: MIGUEL PICHETTO...


Diluido Macri en su propio fracaso, Vidal encapsulada en su derrota, Carrió empastillada y a la deriva, aterrado Larreta por el remolino que se los lleva, sólo el osado Miguel Ángel Pichetto mantiene bien en alto las banderas del odio, agita todos los miedos, y reparte resentimientos como si fueran promesas. 
Es su hora protagónica, y la disfruta...
¿O sabe que viene en caída y sueña que vuela?



EL SUELO PUEDE ESPERAR






Caricatura de sí mismo, suficiente, canchero, mezcla rara de sabihondo y de suicida, Miguel Ángel Pichetto atraviesa por estos días su instante protagónico, y en ese mismo brillo se consume como una cañita voladora que se incendia si se enciende, y cuyo propio esplendor a la vez la fulmina.
Sin territorio y sin votos, sin mañana y sin retorno, abrazado a Macri como a Di Caprio en el final de Titanic, cuenta Verbitsky que ya un compañero le dijo: “Miguelito, Miguelito, tantos años en el peronismo para terminar velado en un local del Pro”.
Oficialista inquebrantable, otrora mártir de la 125, alguna vez supo enfrentarse a los machos del agronegocio, para acabar ahora a su entero servicio. Bravo y fiel escudero de Cristina en el Senado, apenas asumió Macri gritó que por fin se “sentía libre”; y así, negando hoy lo afirmado ayer, al cabo de una rápida metamorfosis -como en un karma kafkiano repleto de kas-, una mañana Pichetto despertó convertido en una misteriosa kukaracha pro.
La malas lenguas hablan todavía de un carpetazo contra su hijo, Juan Manuel Pichetto, hoy de regreso al ruedo en Río Negro como asesor del gobernador Wereltinekc, pero ayer mano derecha en el Anses del también encarpetado y no menos adaptable Diego Bossio. Resulta que una auditoría realizada por el gobierno en 2016 habría descubierto un más que extraño manejo del Fondo de Garantía de Sustentabilidad, negociados con el plan Procrear, y otras peripecias financieras que además involucrarían a grandes empresarios. Nota del redactor: aquí valen los potenciales porque aquél informe nunca se hizo público. El gobierno, antes, prefirió charlar con Bossio y los dos Pichetto. Las consecuencias de esas charlas, diría La Biblia, “por sus frutos las conocéis”.
Fuera por lo que haya sido, un día Pichetto se arrancó la careta y dio el gran saltó.
Pero un salto es un salto y nadie se vuelve en el aire sin antes alcanzar el piso. Y como el gran salto era muy grande, el piso quedaba muy lejos y desde entonces Pichetto no para de caer.
Empezó descubriendo virtudes ocultas en el gobierno fallido de Cambiemos, y cuanto más fallido, más virtudes. Se lanzó a la campaña acusando a sus adversarios de marxistas y comunistas. Ante la carcajada general, llegó a decir que había sido una broma, pero enseguida metió quinta y ya no paró. Sin perder la calma displicente de su tono, con ira coloquial, embistió contra lo pobres y los negros -nacionales o extranjeros, pero sobre todo extranjeros (tercermundistas siempre)-, le adjudicó el inmenso negocio del narcotráfico a los villeros paraguayos, bolivianos y peruanos; todos los africanos se volvieron delincuentes ante sus ojos, y ya casi en éxtasis propuso dinamitar las villas. Todo. “Hay que dinamitarlo todo, que vuele todo por el aire”, decía el candidato a vicepresidente, muy suelto de cuerpo, tranquilo, como recostado en su caída, canchero, sabihondo… suicida.  
Aunque tal vez en el fondo de su alma triste, jugado por jugado, perdido por perdido, el único sueño que le queda es heredar ese 30 por ciento de odio que Macri dejará mostrenco la noche del 27.
Esa multitud ciega de furia que lo llenó de ilusiones en Barrancas de Belgrano, por mucho que ahora se deshilache y se deshaga conforme se aleja de la General Paz… ese pueblo entusiasta y rabioso capaz de aplaudirlo sólo porque había abjurado del peronismo… esa buena gente que no pide más que abolir a los ká y a cambio está dispuesta a votar la destrucción nacional, el endeudamiento infinito, la miseria absoluta, desde luego el 2x1… esa señora de bien que en 1968 tocó un pobre; esa otra, que aún mayor consiguió descubrir por sí sola la dependencia de Cristina del “populismo cubano” que a su vez “ya se sabe de dónde viene”… ese buen hombre que “trabajó toda la vida” y que hoy no pide más que “el fusilamiento de los peronistas”… toda esa pobre gente, todo ese pueblo que pronto perderá a su líder aplastado por la derrota, ¿en quién podrá confiar entonces si no en él?... El hombre sin pelos en la lengua, el héroe decidido a exterminar cabecitas, pobres, inmigrantes, narcos, planeros, franelitas, gays, lesbianas y travestis, zurdos, diestros o ambidiestros, vendedores ambulantes, hormigas, mendigos, monotributistas, jubilados, cartoneros, sindicalistas, electricistas, intermediarios, organizaciones, opositores, indecisos, socios y exsocios, todo, “dinamitarlo todo” para por fin reinar sobre el 30 de los escombros del odio…
Aunque tal vez tampoco.
Tal vez en el fondo de su alma triste sabe que el salto que dio fue un salto al vacío, que el próximo 27 él también encontrará el suelo de su suerte, y mientras tanto nada más disfruta su cuarto de hora como el que alucina que vuela en caída libre... 
Porque sabe también que cuando se salta al vació el suelo queda demasiado lejos y nunca se alcanza. Nada más se revienta.



* * *

sábado, 25 de agosto de 2018

BRULOTES BRUTALES - Hoy: Alfredo Casero, el hombre que se equivocó de público...




Surgido del humor absurdo que en los 90 vino a renovar la comicidad nacional, Alfredo Casero iba dirigido a un tipo de público, y terminó con el tipo opuesto, con ese público que nunca entendió sus chistes y ahora tampoco, y que para colmo se ríe de sus tristezas, sus amarguras y sus broncas

EL PAYASO RABIOSO




Nos autocitamos:
“El demonio existe: es el ego. Por eso está siempre a nuestro lado, y nos acecha.
Su mejor truco consiste en hacernos creer que nos elevamos mientras nos hundimos, que avanzamos cuando retrocedemos, que todo va mejor a un paso ya del abismo. Es la vanidad, la droga de la serpiente. La soberbia. Según La Biblia, el exacto instante previo a la caída.
En tal sentido nada como la televisión para detectar y contemplar fenómenos satánicos de esa índole. Pequeños seres humanos inflados hasta reventar. Periodistas baratos de dudosa formación y escasos recursos convertidos por un rato en grandes pensadores dueños de variadas verdades y pletóricos de sentencias. Presentadores impresentables con problemas de comprensión y de lenguaje; panelistas en bolsa repetidores de frases hechas y noticias improbables con el tono sin embargo de senadores de Roma; figuritas mediáticas como fuegos de artificio que suben, se encienden y se incendian, y viejísimas figuras que a fuerza de pura permanencia televisiva, adquieren un halo mítico de estatuas vivientes… Lo que podríamos llamar: un infierno encantador”.
Así comenzábamos el 13 de febrero un post dedicado a Roberto Petinatto en ocasión de su implosión pública (Ver aquí).
Como quien mata dos pájaros de un tiro, hoy recurrimos a las mismas palabras para referirnos al exgordo y excómico Alfredo Casero, típico payaso triste y ya patético, sino tétrico también.
Surgido del humor absurdo allá por los 90, quiso ser Diego Capusotto, y acabó en Fernando Iglesias.
Irrumpió dirigido a la juventud más roquera, contestataria y progre, y terminó frente al Congreso la otra noche con lo más vetusto y conservador del gorilaje porteño, reducido tan luego a esa gente que siempre despreció, de la que siempre se burló: el público de Mirtha y de Susana, la derecha cruda, pueril y bruta. Ahí su rabia, su espantosa frustración. El odio que se ve que lo consume.
Sus divagues, sus incoherencias, casi siempre graciosas en el contexto de sus programas, un día siguieron de largo más allá de sus programas, y ya nunca más fueron graciosas. Quienes alguna vez lo creyeron cómico, descubrieron entonces que no hacía reír, sino que más bien daba risa, lo que viene a ser todo lo contrario.
“El hombre está preparado para la muerte, pero no para la derrota”, supo afirmar el inmenso Ernesto Hemingway en una de sus sentencias más machas, y por lo tanto más inciertas. Sin embargo muy lejos y mucho después, el ínfimo Alfredo Casero viene a sostener con su entero ejemplo la lengua del gigante.
Como todo payaso triste, Alfredo soñaba ser un actor serio, y Suar -el Grupo- le dio la chance. El ego lo empujó, y el diablo le cobró su pacto. Fue su paso trágico.
Agradecido con el Grupo que le permitía soñarse otro, lo primero que hizo fue enfrentarse al kirchnerismo con todos los clisés del gorila 4x4. En busca de la originalidad perdida, probó el petardismo sin imaginación, y así a cada paso cayó en sexismos, machismos, racismos, y otros abismos de los que nunca más volvió.
Entonces supimos que su absurdo personaje no era un personaje sino apenas su absurda persona al fin descubierta. Y lo que ayer causaba risa, de pronto causó sorpresa y pronto rechazo. Alfredo no era gracioso, resulta, era tonto. El público que él tanto deseaba, de a poco pero enseguida empezó a apartarse.
Azorado, acaso asustado, por las dudas rabioso, no tuvo mejor idea que acelerar en la arena. El ego otra vez.
Con menos ingenio que vulgaridad, embistió al movimiento de mujeres, y rápido se ganó otra hinchada (en contra).
Como el diablo además de voltearte disfruta patearte en el piso, un día apareció alimentando los programas de chimentos con un video donde se lo ve confesándose cornudo a los gritos frente a la casa de su ex en una de sus escenas más tristes, patéticas, y por qué no tétricas también.
Perdido en sí mismo, quiso distinguirse de sus colegas y se enfrentó a la Asociación de Actores, y al final fue la Asociación de Actores la que ahora supo distinguirse de él con una nota de repudio, porque el diablo –que cuanto más le das, más quiere-, lo empujó a enfrentarse también con las Abuelas de Plaza de Mayo mientras reinvindicaba a las Fuerzas Armadas en el pico del desmadre de otro de sus brotes televisivos, cuando acabó repitiendo a los gritos “flan-flan” sin poder parar, cada vez más fuerte, más furioso, ya del todo tétrico.     
La tontería del flan le encantó al presidente –acaso atontado por su propio fracaso-, quien a su vez arrastró a todo su gabinete a otro desastre público, cuyas imágenes cargarán hasta el final de sus días, y con la actuación estelar del senador Esteban Bullrich, reconocido tonto de la Alianza gobernante.
Atontado por tanta tontería, Casero, sacado, apareció al fin gritando flan-flan frente al Congreso, junto a miles de ancianos que allí le daban su apoyo al gobierno que los saquea. 
Fue la noche de su mediodía, a partir de allí comenzaba su ocaso.
Atacar a las Madres y/o a las Abuelas de Plaza de Mayo, es posible, y hasta frecuente, tal y como han demostrado últimamente el gobierno y sus medios, (o los medios y su gobierno, como sea). “El curro de los derechos humanos”, la obsesión de Clarín contra Hebe de Bonafini, el fallido intento del 2x1… Atacar a las Madres y a las Abuelas es posible y ahora también frecuente. Pero nunca será gratis.
Sus desgraciados chistes sobre el trabajo de las Abuelas y la verdad de los nietos recuperados, no habían causado ninguna gracia. De pronto los shows comenzaron a caer. Rápido le cancelaron uno en Salta, y al toque otro en Tucumán, las manifestaciones de repudio empezaban a llover…
Como Roberto Petinatto, el viejo Castaña, el gurú palermitano Ari Paluch, el cantor callado Gustavo Cordera, el triste Tristán, y tantos otros en caída libre, Casero también se apuró a pedir disculpas… pero el abismo también es un viaje de ida.
Amargo payaso despintado, lo dicho dicho estaba y se viralizaba hacia el infinito. El rígido ayer, dijera Borges, ya rodaba por las redes para siempre. Ya está. Ya es imposible pasar por un exabrupto la incontinencia que una vez más dejó al aire los huesos descarnados de su conciencia. Ya no saldrá jamás de la plaza de la otra noche, del público de Mirtha y de Susana, de ese público que nunca entendió su humor, que ni siquiera entendió lo del flan, y que ahora confunde su rabia con un chiste, mientras él ve que de pronto hace reír al que nunca quiso, y rabiar al que tanto quería. Ahí su bronca, su furia, su inesperada derrota.
Otra clásica historia de payasos tristes.
A Lanata le pasó lo mismo: se equivocó de público, y se lo comió el odio.



* * *

martes, 13 de febrero de 2018

BRULOTES BRUTALES - Hoy: Roberto Petinatto, un infierno encantador...


El triste Tristán, el astro retro Cacho Castaña, el gurú palermitano Ari Paluch, el cantor callado Gustavo Cordera, ambulan ya por ese raro limbo donde los famosos sueñan con el olvido, y al que acaba de ingresar ahora también Roberto Petinatto, con toda su leyenda ajena a cuestas, y su gracia tan habitual entre los habituales graciosos de la tele.
Encandilados por sí mismos, no advirtieron el final de una era, y siguieron de largo hacia el ayer.
Pero en su caída nos descubren el verdadero rostro del demonio. 


UNA LECCIÓN PARA TODOS





"Venía rápido, muy rápido
y se le soltó un patín"
Carlos Alberto Solari



El demonio existe: es el ego. Por eso está siempre a nuestro lado, y nos acecha.
Su mejor truco consiste en hacernos creer que nos elevamos mientras nos hundimos, que avanzamos cuando retrocedemos, que todo va mejor a un paso ya del abismo. Es la vanidad, la droga de la serpiente. La soberbia. Según La Biblia, el exacto instante previo a la caída.
En tal sentido nada como la televisión para detectar y contemplar fenómenos satánicos de esa índole. Pequeños seres humanos inflados hasta reventar. Periodistas baratos de dudosa formación y escasos recursos convertidos por un rato en grandes pensadores dueños de variadas verdades y pletóricos de sentencias. Presentadores impresentables con problemas de comprensión y de lenguaje; panelistas en bolsa repetidores de frases hechas y noticias improbables con el tono sin embargo de senadores de Roma; figuritas mediáticas como fuegos de artificio que suben, se encienden y se incendian, y viejísimas figuras que a fuerza de pura permanencia televisiva, adquieren un halo mítico de estatuas vivientes… Lo que podríamos llamar: un infierno encantador.
En ese infierno encantador arde desde hace unos días Roberto Petinatto, víctima de un ego que antes o después se veía reventar. 
Y bastó el palito pisado de una frase infeliz, para abrir la caja del pasado de una fila de Pandoras malheridas.
El palito pisado ya no importa, su pasado es lo que pesa. Como en el caso del hoy fantasmal Ari Paluch o el espectro de Tristán, los testimonios que lo condenan tienen esa exactitud de coincidencias que los vuelve veraces, y por ello lapidarios. Todas cuentan lo mismo. Todo, evidentemente, es verdad.
De Sumo con Luca Prodan, a La Noche del Domingo con Gerardo Sofovich, hay una distancia tan grande como el ancho vacío de un ego levantado a fuerza de banalidades constantes, pretensiones insustanciales, y una obra inexistente más allá de sus viejas payasadas ochentistas, sus estrafalarios disfraces de dudoso gusto, sus estupidos muñequitos, y sus repetidas y fallidas imitaciones del show de David Letterman.
El petardismo impensado, la ironía incesante frente a cualquier tema como quien está por encima de todo, el repentísmo reducido a rapidísmo, la burla hacia el otro con su insalvable carga de desprecio, no alcanzan, en su conjunto, a ser un estilo, apenas son características, en estos casos, defectos. Sin embargo así, con todo eso y sólo eso, más cuatro gotas de leyenda lateral (ya que tampoco hablamos de Luca Prodan o Ricardo Mollo), Roberto Petinatto, empinado por las circunstancias de un medio mediocre, adquirió con los años un aura indiscutido de artista transgresor, sinónimo de vanguardia, y palabra santa.
Es ahí cuando el Demonio ve que su fruta está madura y le clava los dientes.
Bastó la pequeña victoria de la fama y sus mieles, un rating pobre en un contexto paupérrimo, una claqué a sueldo que acaso creyó espontánea, un desfile de figuras sumisas que preferían simular admiración antes que exponerse a sus burlas, más las groupies infaltables de las puertas de todos los canales, y ya nuestro pequeño héroe estaba inflado para reventar.
Entonces lo dijo. Pisó el palito de una palabra inoportuna, soltó una de esas frases que dice siempre porque no piensa nunca, y estalló en el aire. Pudo haber sucedido antes, pudo suceder después, pero se lo veía venir.
En marzo del año pasado, tras los sucesos de Olavarría durante el recital del Indio Solari, Petinatto sorprendió por fin después de tanto abriendo su programa con un show inédito de resentimientos, envidias y otras miserias. Más de un cuarto de hora con la boca llena de espuma descargando contra el ausente, sin disimulos, su tremenda frustración como rock-star sin banda, sin recital, sin público, y sin canciones.
Antes de un año aquél demonio suyo volvió a por él, lo emboscó entre sus propias palabras, y se lo llevó hacia ese limbo donde ahora ansían el olvido absoluto Ari Paluch, el triste Tristán, Cacho Castaña, Gustavo Cordera… y algo nos dice que pronto seguirán los nombres…
Pero que nadie se engañe: el palito pisado no fue una frase infeliz, ni un “give me five”, ni un chiste viejo del viejo Castaña… Todos ellos y los que vengan, no son sino lo que siempre fuimos. Ningún machista es generación espontánea. Diría Sartre: “cada hombre es lo que hace consigo de lo que hicieron con él”. Y eso es culpa de todos y de nadie y fue así desde siempre. Sólo que un día se terminó. Como la esclavitud o la inquisición y tantas otras cosas que un día se terminaron. 
Y ese, en tal caso, fue el palito pisado. No advertir que una historia se acabó. Que lo que nos parecía normal, estaba mal. Que vivimos equivocados y que es posible y necesario y urgente mejorar.  
Ejemplos de lo que ya no sirve, Petinatto, Castaña, Paluch, Tristán, Cordera, no son sino los famosos de una legión de retrasados que no pueden, no quieren, o no les importa entenderlo. Pero nada de eso detiene el final de una era que se termina, y que así se los lleva. Simplemente no supieron bajarse a tiempo y siguieron de largo hacia el ayer. Con sus chistes vencidos, con sus gracias gastadas, con sus manías viscosas, soportados demasiado por un entorno que no otorgaría pero callaba, ebrios de espuma, mejores que nadie, encandilados por el demonio que tiene cara de espejo.
No dejan de ser una lección para todos. 

* * *

viernes, 9 de septiembre de 2011

BRULOTES BRUTALES - Hoy: Magdalena Ruiz Guiñazú, nuestra señora del ayer...




Siguen incontables los destrozos dejados por el Huracán Cristina del 14 de agosto. Cultores de la iconoclacia y el brulote, antes que el olvido la recoja, aquí El Martiyo despide a Magdalena Ruiz Guiñazú, santa sagrada que supo darle sustancia democrática a los sentimientos más reaccionarios de la población. Pero el pasado no perdona, y se la lleva.


NUESTRA SEÑORA DEL AYER





Icono sagrado del pensamiento políticamente correcto de los sectores históricamente más sospechosos de la Argentina, Magdalena Ruiz Guiñazú también creyose un día libre del pasado que vuelve, y te cobra, sin piedad, los graves errores del ayer.
Versión hard del más light Inmorales Solá, ella también, como él y otros, cortesanos del genocidio, creyó que ese pasado se lavaba así nomás con un par de piruetas de apuro, y apenas volvió la democracia, abrazada a Sábato –otro contertulio de Videla-, se subió a la CONADEP y se pensó que con eso, que así nomás…
Pero el pasado no pasa y vuelve y hoy se reproducen por Youtube sus mejores escenas de viaje con Videla, su aliento al régimen, su fe en ellos… (ver, por ejemplo, aquí)…
Se apartó y no del todo cuando el genocidio la rozó –o la asustó- personalmente en la figura de su amiga Helena Holmberg, asesinada por la Armada… pero su legendaria valentía de entonces es más una niebla que un hecho, de hecho, como todo periodista que entonces se oponía al gobierno, Magdalena en realidad se oponía a un sector de la dictadura, en este caso, a la Armada de Massera, pero siempre al amparo de algún otro sector, en su caso, según los memoriosos que en esa época ya habíamos terminado el secundario, el batallón 301 de inteligencia del ejército. Eso está más cerca de la verdad de su valor, que la leyenda de su valor.
A partir de entonces MRG comenzó la paciente reconstrucción de su imágen pública, y en el país de los ciegos, hasta parecía valiente. Le derrota en Malvinas abrió el juego democrático y para cuando llegó Alfonsín MRG seguía siendo MRG, pero parecía otra. La CONADEP fue su consagración, y allí quedó instalada como un ícono ejemplar de La Verdad, la libre Expresión, la Justicia, y otras mayúsculas así.
Al servicio siempre del mejor postor -Clarín o La Nación (de Mitre a Continental, de la radio al diario)-, sin cesar en su generosidad, durante dos década completas, MRG se hacía la justiciera libertaria, y una vez más, como en los tiempos del proceso, su falsa oposición no sólo era gratuita, sino otra vez redituable. Su fama crecía.
Eran los días felices. El país se deshacía, pero sus patrones, muy por el contrario, pagaban cada vez mejor, y sus avisadores –la Sociedad Rural, la banca extranjera, Techint y otros socios y derivados de sus patrones- crecían sin embargo.
Días muy felices cuando para ser opositor bastaba con parecerlo, y uno podía pegarle incluso al presidente de la república, siempre y cuando no tocara ni de lejos los poderes reales que ponían y disponían de esos presidentes, los monopolios mediáticos, la banca extranjera, las más voraces multinacionales… sus empleadores y anunciantes, bah…
Eran días felices y sencillos, el país se hundía, y ella parecía valiente.
Pero esos días un día se terminaron, y Magdalena también fue descubierta.
Fueron descubiertos los responsables de aquel desastre que acabó en el 2001, de los robos y los muertos; los políticos, sus financistas y sus socios, los grandes medios, y por fin sus íconos, sus personeros, sus comandantes y sus generales.
Magadalena Ruiz Guiñazú lleva dos décadas revistiendo de silogismos democráticos y coartadas republicanas los sentimientos más reaccionarios de la población, porque MRG, más allá de cualquier maquillaje, disfráz o leyenda, es lo que técnicamente suele llamarse una gorila irredenta.
Defenderá la justicia y la democracia, y la igualdad y la fraternidad, y bla blá, pero siempre y cuando no se llene efectivamente de negros el poder, caso Moyano y todos esos; o el aluvión zoológico que dos por tres corta las calles de su Buenos Aires querido… porque en ese caso, Magdalena entonces encontrará nuevos y tan buenos argumentos igualmente democráticos para negar la ejecución de los principios que sin embargo defiende.
Se mostrará a favor del diálogo, del consenso, del intercambio civilizado de ideas, pero aplaudirá el cachetazo que en plena sesión del congreso le aplicó la tigresa Camaño de Barrionuevo al diputado Kunkel. ¡Ahí, esa es Magdalena!, la verdadera, la auténtica Magdalena Ruiz Guiñazú, ma´qué democracia ni ocho y cuarto: un buen sopapo a todos como en los días dorados cuando ella animaba a Videla y Videla la animaba a ella.
Días que ya no volverán y ella lo sabe, y se nota que lo sabe.
Desde el 14 de agosto, incluso, cada mañana por Continental encarna ejemplar la desesperación de sus patrones, se enoja con la realidad, trata de romperla, se exalta, pierde la idea directriz de lo que dice, se pone violenta con los más altos funcionarios del gobierno, confunde los medios con “dos” medios, y ya ni se acuerda de su amigo Videla… no está bien, no... Sabe que es el final, y había soñado otro desenlace.
Creyó, como tantos otros, que lo pasado era pisado y quiso seguir pisando como si nada hubiera pasado, y se acabó.
Por mucho que ahora grite, se maquille y se disfrace, el ayer ya fue, y se la lleva.
Sólo nos resta decir: era hora.




* Agradecemos a Daniel Delgado por la cesión inconsulta de la caricatura que tan bella aunque horriblemente, ilustra este brulote. (Un clic sobre la foto, le permitirá leer el texto impreso en él. Vale lo suyo).

* * *

viernes, 27 de mayo de 2011

BRULOTES BRUTALES - Hoy: Joaqu-Inmorales Solá, el hombre fulminado...




El miércoles deponíamos el ataque constante a los esbirros del monopolio Clarín, para pegarle directamente a Clarín (Ver El ventrílocuo maldito). Este post parece contradecirnos, y tal vez sí. ¿pero quien es al fin y al cabo el monopolio sino, también, sus esbirros? Aquí entonces, una de sus figuras históricas: Joaqu-Inmorales Solá.


EL HOMBRE FULMINADO




Para terminar de una vez por todas con esa efigie falsa del periodismo argentino, Joaqu-Inmorales Solá, vaya aquí este brulote brutal como un regio martiyazo que intentaremos definitivo, a fin de no tener que mencionarlo más.
Con su tono calmo, afectado, casi monocorde -capaz por oficio de trasladar al texto a partir de una prosa correcta que destaca en la pobreza del conjunto-, Inmorales Solá supone así para su público una templanza y un equilibrio que de ninguna manera contienen sus contenidos. Y nos cagamos en la redundancia, como en él.
Tucumano de origen, cronista mimado de las tropas que “limpiaron” el monte de su provincia en el histórico por feroz operativo Independencia –apenas un ensayo del matadero inminente-; habitué en los asados del general Domingo Bussi, Hernán López Echague consigna en su libro El enigma del general el premio que le dio dicho general, así como el abrazo que él le dio al general. Y también consigna, en un artículo posterior que linkeamos aquí-, el llamado que le hiciera a propósito Morales Solá, reconociendo el hecho como un “pecado de juventud”, y rogándole al autor que en una próxima edición “suprimiera ese párrafo”, demostrando ahí, así, hasta qué punto este muchacho supone que el silencio, anula el crimen.
El caso es que el pecado aquél le valió el premio grande, y en 1975 desembarcó en Clarín, ya para quedarse y ser quien al final resulta que es.
Allí ya, y durante años –durante todos los años del genocidio- Inmorales Solá, como su nombre lo indica, no advirtió sin embargo ninguna irregularidad por parte del gobierno de turno, ni de sus heroicas Fuerzas Armadas, por supuesto.
Muy por el contrario, el equilibrado Joaquín hallaba entonces prosperidad y orden y esperanza, y sus bordados semanales en el gran diario argentino, nos narraban inocuas rencillas castrenses, en las que acaso él se animaba contra un sector, pero siempre amparado por otro… 

Junto al Operativo Independencia.
Dentro de la ley, todo.
 Y es que eran tiempos difíciles, cómo no. Muchos periodistas desaparecían, otros eran detenidos y torturados, otros asesinados, y otros partían al destierro. Joaquín, en cambio, supo sobrevivir a todo, y no sólo salió ileso, ¡sino fortalecido!. Lo que no mata engorda, hay que joderse.
Cuando volvió la democracia, Joaquín ya era Clarín… y casi viceversa. Desde sus columnas dominicales bajaba o levantaba su pulgar ante la incipiente clase política que despertaba o regresaba y se organizaba, cuando Clarín, y él, ya estaban allí, antes que nadie y desde siempre, invulnerables incluso al genocidio, más grandes y más fueres aún, ambos dos, Clarín y Joaquín, Joaquín y Clarín, dispuestos a bendecir a todo aquél que no hiciera ciertas preguntas, y favoreciera ciertos negocios…
Nunca jamás dijo una sola palabra sobre el inédito poder –ya no el insólito traspaso- de Papel prensa, dueño no ya de todo el papel de la Argentina, sino, y por lo tanto, de la suerte o la desgracia de cualquier medio que a su vez se atreviera a preguntar lo indebido…
Defensor incomparable de la libre expresión, monge de la Democracia, de la Justicia y la Verdad, tampoco nunca dijo nada de los hijos de la Noble, hasta que la Noble fue detenida por el juez Marquevich, y entonces sí, allí Joaquín salió a recordar las lágrimas en los ojos con las que aquella madre les contaba a todos sus colaboradores y en detalle la triste y amorosa historia de la adopción de esos dos niños …
Para entonces Joaquín se había mudado a La Nación, o sea, a ningún lado, allí seguía dando la cara siempre por el mismo monopolio que le dio su ser.
Sin embargo de su trabajo allí –para ir terminando, así comenzamos a olvidarlo del todo-, extraemos este recuerdo, como síntesis, compendio y apoteosis de toda su carrera pasada, presente y por venir.
Citamos de memoria, pero con la tranquilidad que nos da sabernos respaldados por el archivo del propio diario La Nación (que el lector puede consultar si duda de nosotros, nosotros estamos tan seguros que nos dio fiaca buscar nada)-.
Agasajado por el general Bussi.
Cómo olvidarlo.
Fue allá por los días del enfrentamiento entre el gobierno y la Sociedad Rural –cuyos capangas entonces se hacían llamar "El Campo"-, exactamente al día siguiente de la plaza de Mayo convocada por Cristina –es fácil por lo tanto ubicar esa edición -, cuando ya en la misma tapa del diario, como largando espuma por la boca, Inmorales Solá iniciaba su columna de urgencia bajo el título –y esto sí es textual- “Nadie nunca hizo tanto por dividir al país”.
El hombre que apenas comenzó el genocidio ya acompañaba con su chin-pum a los militares que lo ejecutaron; el cronista casi estandarte del general Bussi en Tucumán, uno de los más distinguidos encubridores de la señora de Noble; uno de los mejores testigos vivos que debe quedar del extraño traspaso de Papel prensa, uno de los testigos directos del poder de esa empresa sobre todos los medios gráficos del país, un periodista que hace por lo menos cuarenta años que tiene acceso a información calificada, que por lo tanto sabe tanto, ha visto tanto (y callado tanto); descubrió sin embargo en Cristina de Kirchner la persona que más había hecho en la historia Argentina por dividir el país.
Osvaldo Rossler avisaba que “el peso de la palabra escrita habrá que soportarlo para siempre”.
Como exmercenarios, lo comprendemos, y lo saludamos. Su propia terrible trayecoria es una muestra de su eficacia como tal. Todo joven que aspira a ganarse la vida en el periodismo industrial, podría aprender mucho de este guerrero. Incluso si todo esto no hubiese afectado letalmente su credibilidad, hasta recomendaríamos su contratación. Se trata de uno de los grandes mercenarios de la patria gráfica, y si hoy lo vemos terminado, insustancial, incoherente o previsible –derrotado, bah-, no es porque no haya puesto en la batalla todo lo que hay que poner, sino porque llevó una pelea muy desigual: peleó contra la verdad, que es pelear contra el sol… al cabo de la noche vuelve a surgir, intacto como ayer… y te abrasa.
Te calcina.
Te fulmina.


* * *

miércoles, 2 de marzo de 2011

BRULOTES BRUTALES - Hoy: La bolsa de habladores de TN...



Van der Koy, Bonelli, Silvestre, Blank, Solá, Tenembaum… ¿son varios o no?... ¿son individuos, o masa?, ¿o masa amasijada de individuos?.
Condenados a la defensa y el encubrimiento de sus patrones, todos ellos unifican discursos, pero no se uniforman: cada uno seguirá usando su propia ropa..


LA FABRICA DE PERIODISTAS



Mucho debatimos en el seno unipersonal del consejo editor del Martiyo, la cuestión era: ¿Ameritan Julio blank, Eduardo Van der Kor, Gustavo Silvestre, Marcelo Bonelli, incluso Tenenbaum y Zlotoviawda un brulote brutal cada uno, cuando magnetizados por Magneto ya apenas se distinguen sus posiciones y sus discursos?...  Pese a estar nuestro consejo integrado por una persona sola, no nos pusimos de acuerdo.
Por un lado sonaban razonables quienes argumentaban que hablar de cada uno de ellos y no de la especie, sería como personalizar en cada ejemplar la defensa de las ballenas, o de los osos panda... Razonable, sí.
Otros alegaban que no, que no era lo mismo Ernesto Tenenbaum -que progresista procedía de los días más resistentes de Página 12-, cuyos malabarismos últimos para justificar los monopolios mediáticos y la negativa de la Noble a someterse a la Justicia como cualquier ciudadano, lo distinguían del resto, junto a su socio Zlotoviawda, y sus raros peinados viejos.
Estos entonces arrojaron sobre la mesa aquella escena histórica cuando Tenembaum y Lanata se sostuvieron la cara mutuamente para decir despuès del informe oficial sobre Papel Prensa, que “Clarín era el más frágil”. Y la cara no se les cayó. Por ello sólo merece, al menos Tenembaum –decían estos- su propio brulote y bien brutal. Lógico, sí.
Trémula otra voz osó mentar la mentada seriedad de Santo Biasati, pero quienes lo conocen bien saben que no para de reirse sino cuando se enciende la cámara, dueño de un cinism patriarcal...
“¡Son todos lo mismo!”, gritó alguien harto de tono allá en el fondo, “son todos periodistas formateados en serie, programados, no para analizar, ni mucho menos para investigar, sino apenas para defender, cuando no para encubrir, los delitos de sus patrones, ¡eso son!  ¡abogados sin título, amanuenses vulgares, mentirosos comunes!”… Muy razonable también.
Ingenua o distraída, otra voz entonces dijo que sí, que había un par de periodistas del Grupo que además –o en realidad- eran abogados… Nadie le oyó.
Y a la hora de buscar distingos entre los hombres de Clarín químicamente puros –Bonelli, Silvestre, Van der Koy, Santoro, Blank, Solá-, un silencio desesperado se abatió sobre el sólo ser que allí se debatía. No nos pusimos de acuerdo.
 “Ante la duda la más tetuda”, nos pareció lo mejor meterlos a todos en la misma bolsa, y chau…
Previsibles, maniqueos, mercenarios de fuste, pero mercenarios al fin, mañetizados por dinero, por vocación, por formación, por necesidad o lo que fuera, saben acompañar en su lucimiento a los candidatos del Grupo, mientras aprietan hasta donde les da la cara –o la cabeza-, a los representantes del oficialismo. Nada nuevo, nada distinto, ninguna sorpresa nunca.
Periodistas en serie, producidos para la ocasión, mañana, simplemente, serán otros, y este post, cual formulario de aduana, mantendrá su vigencia con sólo cambiar los nombres. ¿Por qué entonces distinguirlos?...
“Ante la duda la más tetuda”, vaya aquì este sólo brulote brutal contra la sola bola que ya son todos ellos: Julio Bonelli, Eduardo Blank, Marcelo Tenembaun, Gustavo Van der Koy, Inmorales Solá, Domingo Faustino Biasati, o como se llamen… este barquito en llamas, solitario y ardiente, quiere abrazarlos a todos…
A todos juntos…


 No.