////// Año XVº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

sábado, 28 de noviembre de 2015

MACRI PRESIDENTE: LA MAYORÍA MÍNIMA…


Con una diferencia de apenas 700 mil votos por encima de Scioli, decir que la mayoría del pueblo eligió a Macri, es como decir que ese vaso está medio lleno porque está medio vacío. Los números crudos le dieron la victoria, pero también le avisaron: te espera un país partido en dos mitades, y entre las dos, la nada.

LA GRIETA Y EL ABISMO





700 mil votos le dieron la elección a Macri.
704.860 es el número exacto que informa hasta hoy la página de la Dirección Nacional Electoral.
12.903.301, contra 12.198.441.
Ningún millón siquiera.
Nada. Una diferencia exigua. Mínima.
Pocos y volátiles, muchos de esos votos quizá ya desaparecieron. Sobre todo aquellos que lo votaron con el solo objetivo de ver perder al peronismo. Esos, todos, la mañana del 23, ya no estaban. A muchos otros, en breve, se los llevará como hojas del árbol caído el huracán de los primeros tarifazos que ya están anunciando.
Es más: conocido su gabinete y confirmados la Bullrich en Seguridad, el exgerente de Shell a cargo de Energía, y en Economía Prat Gay y Melconian y los mejores  muchachos de Cavallo ya a cara descubierta, quizá, hoy, Mauricio Macri no llegue ya al 50 por ciento. Pero hoy ya es tarde. Ahora tiene que gobernar.
Gobernar un país partido en dos mitades. Una mitad que lo votó pero que ya se deshace en su propia victoria, y otra mitad que no lo votó porque no le cree ni lo quiere y que no está sola ni espera ni piensa renunciar a ninguna conquista.
Y entre una mitad y la otra, hay, hoy, apenas 700 mil personas. Muy poco. Muy volátiles. Espuma, viento, y nada.  
Ninguna luna de miel les espera a Macri y sus gerentes. Por el momento siguen en campaña como si nada hubiera sucedido, atacando a Cristina y su gobierno, chochos con lo bien que les fue con eso… pero el diez de diciembre avanza a paso firme en los relojes y ni Durán Barba podrá detenerlo, ¿y entonces?...
Y entonces seguirán en campaña, disimulando cada fracaso propio bajo la vieja alfombra de la “pesada herencia recibida”, y otra vez se nos pedirá paciencia, como hacía De la Rua, que nunca entendimos para qué se postuló si no sabía lo que le esperaba.
Danza con globos tampoco lo sabe y también se postuló y también ganó, y ahora, como De la Rua, debe gobernar. Lo sepa o no.
Si esta nueva Alianza –compuesta por muchos de los que formaron la anterior-, repite los comportamientos que ya tuvieron (¿y por qué iba a ladrar el chancho si es chancho?), entonces los primeros meses de este gobierno –como sucedió con aquél-, transcurrirán entre tropiezos, excusas y fracasos. Los costos, claro, los pagaremos todos. Y nos pondrán nerviosos. Claro. Los paros y las protestas, los cortes de calles y de rutas, se multiplicarán. Macri, tal como se espera –porque ya lo ha demostrado en la CABA-, reprimirá. Con su brava policía, la del Indoamericano, la que les pegaba a los enfermos del Borda, pero ahora ya del todo desbocada, ya sin bozal y sin correa. Entonces Macri precisará más suerte que De la Rua o Duhalde para que a ninguno de sus bravos policías se le escape ningún tiro contra ningún pecho de ningún manifestante. Porque cuando ocurren esas cosas, los presidentes pierden imagen y sustancia y ya no le sirven ni al helicóptero que se los lleva.
Los medios del miedo, mientras tanto, no darán más miedo. Al contrario. Pase lo que pase, caiga quien caiga, maten a quien maten, culparán a “la crisis”, o buscarán infiltrados, y justificarán, una vez más, cualquier cosa. Con la experiencia y la práctica de haber encubierto el genocidio más grande de la historia argentina, esto será un paseo. Pero ojo: ni Clarín ni La Nazión descartan que Macri sea descartable. A De la Rua también lo defendieron alguna vez. Incluso a Kirchner. La gente les sirve hasta que no les sirve más, manual de estilo.
Pero la pregunta es: ¿Dónde estarán entonces, cuando todo se complique, esos 704.860 que un domingo de furia lo votaron?... ¿Llenarán la plaza de Mayo al grito de Macri o muerte?... O más bien reciclarán sus cacerolas, que acaso de poco y nada les sirvieron con Cristina, pero que tantas satisfacciones les dieron con la Alianza anterior.
Apoyado, sostenido en esa puntita casi invisible del 1,40%, decir que la mayoría del  pueblo votó a Macri, es lo mismo que decir que ese vaso está medio lleno porque está medio vacío.
Sin quererlo o no, la revolución de la alegría está en marcha. Mauricio Macri la encabeza. Lo espera el tremendo problema del narcotráfico, para lo cual no tienen más planes que repetir fracasos ya mil veces probados. Lo espera su propia promesa de levantar el cepo, disparar el dólar, y perder en pocos días el control de la economía. Lo espera un parlamento sin mayoría propia. Lo espera el juez Griessa para llevarse hasta las lapiceras. El FMI, con la servilleta puesta. Su amigo Cameron, para decirle que se olvide de las Malvinas. Pero sobre todo, lo espera el gran pueblo argentino. Sus dos mitades.
La mitad que lo votó porque no quiere a Cristina aunque tampoco lo quiera a él, y que le crea o no le crea igual le va a exigir algo más que globos de colores; y la otra mitad, que no lo votó porque no le cree ni lo quiere, pero que igual le va a cobrar y sin demoras todo ese bienestar que tan alegremente prometió cuando hablar le parecía gratis.
Entre una mitad y la otra, está la famosa grieta. Su vacío. El abismo. 


miércoles, 25 de noviembre de 2015

MACRI PRESIDENTE: UNA DE TERROR…



La pesadilla se volvió realidad. Lo que no hace tanto provocaba risa (y tal vez por eso), ahora va en serio y provoca temor. No venció el PRO, perdió el FPV y ganó Magnetto. Pero festejan Macri, Elisa Carrió, Patricia Bullrich, Marcos Aguinis, Fino Palacios, Graciela Fernández Meijidi, Ciro James, Julio Cobos, Darío Lopérfido, Carlos Melconian, Fernando De la Rua, Mirtha Legrand, Alfonso Prat Gay, Domigno Cavallo…



EL REGRESO DE 
LOS MUERTOS VIVOS





Apenas 700 mil argentinos inclinaron la balanza. Pero no ganó Macri, perdió Scioli. Quizá le faltó contundencia, precisión, garra, ganas de pelear aún lastimando al contrincante… Decisión, que la ambición no basta. Quizá. Pero quizá el error fue concentrarse en el adversario virtual, y no en el enemigo real, apuntarle al muñeco, y no ver al ventrílocuo: Héctor Magnetto, el Grupo Clarín, verdadero vencedor de la noche del domingo.
Rápidos y furiosos, sus socios de La Nazión no pudieron aguantar ni 24 horas y salieron a vomitar toda su miseria en una editorial que hasta sus propios periodistas rechazaron.
Maurico Macri, su persona, su figura pública, su historia personal y familiar, su precario castellano, su vasta ignorancia, sus contradicciones políticas, prueban en su conjunto que su victoria no es suya, que cualquiera en su lugar hubiera ganado, que al muñeco no le hacen falta condiciones, porque el ventrílocuo las pone.

Los medios del miedo insuflaron el odio contra el gobierno durante muchos años y todos los días de la vida, cada día, sin parar. Como una lluvia perenne que al cabo lo deshace todo. Mentiras, diatribas, campañas sostenidas, eslóganes vacíos, títulos que a pura repetición lograron taladrar las cabezas de todos aquellos que alucinaron en Macri un cambio, y acabaron votando a los mejores muchachos de Cavallo, a la Bullrich, a la Carrió, a Sanz, y a otros sobrevivientes inauditos del que se vayan todos…
Pero no fueron ellos. Magnetto lo hizo.
Sus incontables medios, en cuya red quedó atrapada la Argentina desde que los militares le cedieron Papel prensa, Menem los canales y las radios, y Néstor Kirchner Cablevisión.
Cristina se les plantó y aguantó de pie por más de siete años hasta la campana final, de pie y entera, y aún se retira con imagen positiva. Triunfal. Sin perdón. Porque ellos siguen vivos. Y rabiosos.
En algún momento Jorge Lorenzetti también quiso pistolear su autonomía, pero apenas Clarín le mostró los dientes, enseguida se encuadró.
Cristina quedó sola. Néstor se había ido.
Mientras tanto Magnetto probada de todo. Se compró a Lanata, limpiaba a Shocklender, embestía contra las Madres y las Abuelas, infló sucesivamente a Cobos, Carrió, la Bullrich, De Narváez, Massa, Macri, De Angelis, Buzzi, Duhalde, Alfredo Caseros, Mirtha Legrand, Miguel del Sel, cualquier cosa. 

Sin ningún interés por su propio prestigio periodístico, se permitieron la mentira simple, la campaña burda, el chisme, la maledicencia, la vulgaridad, cualquier cosa.
Desde el gran diario y su socio La Nazión, desde todos sus diarios del interior (La Capital de Rosario, el Río Negro, Los Andes de Mendoza, El Tribuno de Salta, La Voz del Interior de Córdoba, y siguen las firmas); desde canal 13, TN, y sus incontables señales y repetidoras del interior; desde radio Mitre y todas sus radios de todo el país; desde sus infinitos productos gráficos y audiovisuales; desde Vila-Manzano, Editorial Perfil, y otros satélites secundarios; desde cada bar, cada taxi, cada mesa, cada día, todos los días, todo el tiempo, sin parar… así de grosso era el ventrílocuo mientras Scioli discutía con el muñeco.
La ley de medios audiovisuales, fue un buen intento, y hasta nosotros mismos, tentados por la ilusión, entonces los dábamos por muertos. Pero pronto el buen intento fue desbaratado entre cautelares por una justicia que le teme a Magnetto más que a la historia. Engullido Lorenzetti, ya no tuvieron contención, y volvieron por todo.
Y partieron el país en dos y 700 mil argentinos les dieron la victoria.
Y ganaron.
Sucedió lo impensado, lo inimaginable, lo tan temido. El regreso de los muertos vivos sedientos de venganza, ciegos de odio, o en el más inocente de los casos, aturdidos por eslóganes que no dicen nada, por deseos ligeros, por cuestiones menores o posturas de sobremesa como chascos baratos que te explotan en la cara. No ganó Macri: ganó Magnetto y se dispone a gobernar. A gobernarnos.
Y ya sabemos cómo lo hace, a quiénes representa, qué busca, y cuánto esconde.
Pronto la propia naturaleza del nuevo gobierno mostrará sus fibras. Entonces los medios del miedo repartirán coraje. Amortiguarán desde sus tapas y sus voceros cada golpe de maza contra todos nosotros. Ajustes, devaluaciones, tarifazos, desocupación, flexibilidad laboral, todo será explicado como una pesada herencia de la administración anterior, cuando no como un acierto de este gobierno que nos reinserta en el mundo porque de pronto la Casa Blanca nos concede diez minutos otra vez. Ya lo vimos: explicaron un genocidio, ¿por qué no a Macri?
Pero 700 mil personas pueden cambiar de opinión en cualquier momento, ¿y entonces?...
En otras palabras: la contienda continúa. Peor, mejor: se impone más que nunca.
En paz, democráticamente, con la pluma y la palabra, aquí El Martiyo, humilde pero firme, inicia su resistencia. 


* * *

sábado, 21 de noviembre de 2015

BALOTAJE: VENCER O GOBERNAR...

Mañana en las urnas no se enfrentan dos candidatos, dos modelos de país, dos proyectos distintos, dos miradas ni nada de eso. Se enfrentan dos sentimientos: los que quieren un modelo, y los que no quieren ese modelo. Unos buscan gobernar, los otros vencer. Pero todos pagarán por todos.

QUERER Y NO QUERER






Mañana los argentinos decidirán cómo sigue la historia del país.
Una mitad todavía imprecisa cree que vale la pena continuar las políticas que nos alinearon con Latinoamérica, que nos enfrentaron a la usura internacional, que llevaron la justicia social de los discursos a los hechos, que buscaron la verdad sin renunciar a la memoria, que supieron plantarse ante los monopolios del papel y los medios, y como consecuencia, de la prensa nacional. Las políticas que permitieron jubilar a más de dos millones de personas para las cuales no había otro destino que la locura de la miseria en la vejez.
Los de la otra mitad, también imprecisa aún, creen mejor en la alternancia sin más, en un cambio que no precisan detallar; se hartaron de las cadenas nacionales, de la presidenta, de la Campora, del curro de los derechos humanos y de un programa de televisión que se llama 678 (y que sin embargo ellos mismos dicen que no mira nadie); es la mitad que piensa que los planes sociales son un criadero de vagos, puro clientelismo; que ya está bueno de universidades por todos lados, que la Argentina es para los argentinos y que los extranjeros deberían volverse a su país, -excepto, en tal caso, los que vienen de Francia, de Inglaterra, de la Europa central preferentemente-; son los que aspiran a una Argentina de regreso a Washington con el caballo vencido pero los dólares libres; se hartaron de Maduro, de Evo Morales, de Correa, de todos esos negros comunistas que llenaron el país de colombianos.
Es mentira que les importa la corrupción. La distribución de fondos públicos por parte del gobierno de Macri en pautas publicitarias cuyos destinatarios –en los papeles- nunca recibieron; las muchas adjudicaciones inconsultas; Fernando Niembro con las manos en la lata, nada importó. Se rasgan las vestiduras con sólo oír el nombre de Boudou, pero votan para presidente a un tipo procesado en dos instancias. Nada importa. Todo es mentira menos el sueño recurrente del antiperonismo argentino: ¡vencer al peronismo, e doppo morire!. 
Es un sueño de una sola noche, sí, pero les resulta suficiente. Gobernar no es preciso, vencer es preciso. En tal caso siempre estará el peronismo para echarle la culpa del fracaso propio.
Detrás del flash de esa sola noche, esa mitad imprecisa logró la victoria de Raúl Alfonsín el 31 de octubre de 1983, para abandonarlo apenas a la mañana siguiente. Incluso esa misma mitad en 1999 se abrazó desesperada a Fernando de la Rua, cuyos muchachos aquí están de regreso. Y todos tan contentos.
Infelizmente, la historia nos recuerda que desde el surgimiento del peronismo, ningún gobierno de otro signo logró concluir su mandato. Ni Frondizi, ni Illia, ni Alfonsín, ni De la Rua.
Básicamente, por impericia, por inconsistencia, porque excluir es lo contrario de incluir.
Mañana en las urnas dos sentimientos se enfrentan. Los que quieren un proyecto y los que no quieren ese proyecto, pero tampoco precisan otro para vencerlo.
Que el candidato que votan un día diga una cosa y después todo lo contrario -según le marquen las encuestas (de convicciones ni hablar)-, no importa. Que muchos de los integrantes de esta alianza sean los mismos que integraron aquella otra alianza que los llevó hace catorce años a la noche fundacional de las cacerolas, tampoco importa. Que el equipo económico que Macri esconde detrás de la estatua de un tipo parecido a Perón sea el mismo equipo económico de aquella alianza que los dejó golpeando las puertas de los bancos para que nadie les abriera nunca, tampoco importa. No importa nada. Importa el rechazo que les ha inspirado esa otra mitad que tiene un proyecto, un modelo, una idea… pero que tal vez ya tampoco importe.
Mañana en las urnas se enfrentan los dos sentimientos: querer y no querer.
El vencedor gobernará.
Pero lo sentiremos todos.


sábado, 14 de noviembre de 2015

ARDE PARÍS: CUANDO MATAR ES LO DE MENOS…



Un caño roto de lugares comunes inunda desde el viernes las redes sociales. Con fervor colonial, políticos, artistas, deportistas, vedetongas, nadie quiere quedar afuera de la supuesta conmoción que deberían provocar los atentados de París. Pero jamás ni un tuiter apurado por los muertos que mata Francia todos los días de la vida en Siria, en Libia, en Iraq, en Mali, en la República Centroafricana…


MENTIRA ESE LAMENTO




“Yo mataría porque no tiene importancia”.
Charles Bukowski




Muy compadrito y bien campante, Francois Hollande, presidente de Francia, se pavoneaba públicamente pocas semanas atrás, el 27 de setiembre -tan luego desde la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York-, confirmando el éxito de las incursiones de su Fuerza Aérea en territorio sirio. "Nuestras fuerzas consiguieron sus objetivos: el campo fue destruido en su totalidad", guapeaba el hombre.
Pocos días después el ministro de defensa francés repetía el número anunciando una segunda incursión, no menos exitosa que la primera. “Los objetivos fueron destruídos”, decía Jean-Yves Le Drian, el ministro.
Los objetivos a los que en uno y otro caso hacían referencia uno y otro –el presidente y su ministro-, eran en los hechos lugares llenos de gente que, según los informes de la inteligencia francesa –la misma inteligencia que ayer se comió lo que se comió en pleno París- decía, porfiaba, esa inteligencia, que dichos lugares llenos de gente, eran campos de entrenamiento de terroristas destinados a atacar Francia. Basado en tal información, el gobierno francés consiguió blandir la bandera de la “legítima defensa”, y se mandó al ataque.
Los objetivos destruídos del presidente y su ministro son, en los hechos, seres humanos. Quizá entre todos ellos haya uno o varios terroristas inmersos en esta guerra. Pero también hay niños y otros inocentes. Los populares daños colaterales que a nadie nunca le importan.
Sólo que las blancas no juegan solas, las negras también mueven.
Ayer, viernes 13, Francia consiguió más razones para explicar mejor su legítima defensa, y una cadena de atentados sembró de muertos París en menos de dos horas. 
Y entonces  de vuelta, las masas ilustradas –ilustradas por los grandes medios (Hollywood incluído)- cayeron en la trampa de los grandes asesinos, coincidiendo una vez más en que matar no está mal. Depende, como siempre, de dónde se mate, a quién se mate, porqué se mate...
Con fervor colonial, desde ayer una melaza de lugares comunes se derrama por las redes sociales monocorde, previsible, insustancial. Políticos, artistas, deportistas, vedetongas, lo que venga, todo el mundo se lamenta por los muertos de París.
Buscamos en los diarios de la época, en Google, por todos lados reacciones similares cuando los incontables por constantes bombardeos franceses sobre Libia, Siria, Iraq, la República Centroafricana, Mali, sus incursiones armadas, sus desmanes… nada. No encontramos nada. Ni un tuiter de la Xipolitakis.
Las conclusiones aterran. O los africanos no son seres humanos, o sí pero matarlos no siempre importa. O importa pero según dónde y por qué los mates. Bajo la noche llena de estrellas del Congo, o en los desiertos de Libia, por ejemplo, son gratis. Matar por uranio, petróleo o diamantes, sólo precisa de una coartada política, tipo la democracia, la libertad, etc, y listo, matás tranquilo. Matar en cambio por razones religiosas, y encima en un teatro del boulevard Voltaire, ya resulta un crimen imperdonable, una tragedia mundial sin precedentes.
Así nos va.