////// Año XVº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

sábado, 30 de mayo de 2015

martes, 26 de mayo de 2015

CFK: EL SECRETO DE LAS MULTITUDES



Una multitud que todavía están contando desbordó ayer la plaza de Mayo en una demostración histórica de fiesta popular y liderazgo político. Al cabo de su segundo mandato –tercero del modelo que encarna-, CFK se retira con el pueblo a su lado y sin rivales; mientras la oposición, a minutos de las presidenciales, insiste en cuestionar el uso de la cadena nacional y los nombres de las grandes obras que jamás hicieron. Como quien abraza un fracaso, pero lo abraza con fuerza.

UN MÉDICO A LA DERECHA

Foto: Victor Bugge


Como quien cree volar y sólo cae al vacío, mientras la cuenta regresiva hacia las presidenciales de octubre no cesa y se agota, la oposición en su conjunto –periodistas, panelistas y políticos- sigue sin otra estrategia en pos del voto popular, más que atacar a Cristina y su gobierno. El resultado es público y notorio: la imagen de ambos –de Cristina y su gobierno- supera el 50 por ciento de aprobación, y ayer una multitud que no terminan de contar desbordó la Plaza de Mayo en una demostración histórica de liderazgo y conducción.
Siete años se cumplen ahora desde que la oligarquía terrateniente y sus socios eternos –los grandes medios, las grandes corporaciones, la banca extranjera y la consabida Embajada-, desataran su feroz campaña contra el gobierno, arrastrando en su momento millones de incautos, ignorantes, distraídos, o suicidas.
Desde entonces, parapetados en el conglomerado mediático más grande de Sudamérica, la estrategia fue una sola: pegarle y pegarle, al gobierno y a Cristina, por donde fuera y como fuera, sin reparar en gastos ni en verdades, sin piedad y sin ética.
Así, por primera vez en la historia de estos medios, un gobierno nacional no registraba un solo acierto. Todo estaba mal. Los mismos medios que supieron parir, justificar, encubrir, sostener y aplaudir un genocidio; o las bondades del menemismo cuando remataba la patria; o la obediencia de De la Rua al devolverle el poder a Cavallo; los mismos medios que supieron culpar a un abstracto (la crisis) por el asesinato policial de dos militantes (Kosteki y Santillán); ahora por fin se encontraban sí con un gobierno perfectamente malo. Absolutamente ruin.
Y le dieron y le dieron, duro con un palo y duro. Si el país crecía, era “viento de cola”, si por fin se investigaba la apropiación irregular y sangrienta de Papel prensa, era “un ataque al periodismo independiente”. Si éramos soberanos en política exterior, “nos aislábamos del mundo”. En vida de Néstor, ella era apenas una marioneta incapaz y estúpida; muerto Néstor, se convirtió en algo más genial y maléfico que el mismísimo Lucifer. La verdad no importaba más.
Por ese camino, dispuestos a todo, no sólo mintieron, también traicionaron los intereses nacionales. Mientras fugaban dinero a través del HSBC o el JP Morgan (según lo descubierto hasta ahora, quizás haya más); celebraron miserables el embargo de la Fragata Libertad en Ganha, se plegaron sin pudores al reclamo de los fondos buitres, y tal como reveló Wikileaks, desfilaban por la Embajada norteamericana mendigando castigos arrodillados a la altura de las braguetas de Washington. Por fin, desesperados, le tiraron con el cadáver de un fiscal inútil.
Siete años después de tanto y tanto, al cabo de su segundo mandato –tercero del modelo que encarna-, la plaza desborda, y la victoria es clara. Borges diría: “vencen los bárbaros, los gauchos vencen”.
Ni Boudou, ni Nisman, ni Louis Vutton ni Paul Singer sirvieron de nada… ¿Pero cómo?... ¿Por qué?...
Desorientados por el tremendo fracaso, abombados por la derrota, enloquecidos por el odio, no pueden entender lo que nunca vivieron: la certeza de saberse representado por un líder escogido. Como sucedió con Juan Perón, o Eva Duarte, o Néstor Kirchner, o el primer Irigoyen.
Cuando las mayorías posicionan un líder, reconocen un conductor, y saben en quién se confían. Se sienten de verdad representados, y lo defienden. Escuchan lo que les dice, no lo oyen como quien oye llover. Le creen. Lo siguen.
El sencillo secreto de esos líderes es representar a sus representados. Defender sus intereses, protegerlos, y beneficiarlos. Si el líder cumple con esas pautas más allá de las embestidas de los poderosos de siempre, el pacto se vuelve sagrado y el amor eterno.
Los que traicionan, los que mienten, los que se creen mejores sin salir del agravio y el chimento, los que usan las grandes palabras y las grandes causas para esconder sus grandes miserias, los que prometen de todo porque ya saben que no cumplirán con nada, nunca podrán entenderlo, porque nunca podrán vivirlo.
Cristina es otra cosa. Compendio y apoteosis de la inteligencia de Perón, el coraje y la sensibilidad de Evita, el renacer de Néstor y el carisma de todos ellos; concluye su hora triunfal, con el pueblo a su lado, y sin rivales.
La oposición, en tanto –sus periodistas, sus panelistas y políticos-, insiste obsesionada con el uso de la cadena nacional, o el nombre que le ponen a las grandes obras que ellos jamás hicieron. Todo les avisa que nada de eso les dará el triunfo en octubre, pero sencillamente, no se les ocurre otra cosa. Sin ideas propias, ajenas las mayorías, de alguna manera, así se dan por vencidos: abrazados al fracaso, unidos por el espanto. La plaza de ayer les resultó demasiado. 


lunes, 25 de mayo de 2015

BERGOGLIO Y VERBITSKY: EL PERRO DEL PAPA

El domingo en Página 12 Horacio Verbitsky volvió a embestir contra el papa Francisco a raíz de la beatificación del obispo de San Salvador Oscar Romero, asesinado en 1980 por los escuadrones de la muerte de la dictadura de su país.
Lo que a simple vista el mundo consideró un nuevo gesto del nuevo papa en reconocimiento de la justicia social y las grandes causas Latinoamericanas, Verbitsky, a golpes de pura información, lo reduce a otra pirueta del cura Bergoglio por limpiar las sombras de su propio pasado… 
¿Pero cómo contestarle a un perro incontestable?



MUERDEN, PANCHO






“Siempre a su dueño fiel, aunque importuno”
Miguel Hernández.


Otra vez -y van- Horacio Vertbisky hizo un desastre en el Vaticano.  Compatriota del papa, congénere y compañero –los dos son peronistas-, como cuña del mismo palo, no le da tregua ni respiro. Perro que no lo deja ni se calla, conforme Francisco se hace el bueno, él más y más le ladra, pero también lo muerde.
El domingo en Página 12 informó sobre la beatificación del arzobispo Oscar Romero, revisó las circunstancias de su final y su asesinato, y con documentos, fechas, nombres y detalles  -enumerada información por información la fuente correspondiente-, en una clase práctica magistral de lo que debe ser una nota periodística, desenmascaró en este nuevo gesto de Francisco, el viejo rostro de Jorge Bergoglio.
Aquí no vamos a reproducir la nota, ni siquiera vamos a resumirla. Está en la edición de Página 12 del domingo 24 de mayo de 2015. Es fácil de encontrar.
Aquí reparamos apenas en el hecho, por la fuerza de su rareza.
Por primera vez en la historia de la Santa Iglesia Católica, en sus dos mil y pico de años ya, un periodista, un tipo solo, le muerde los tobillos, y no la suelta. (Ver Don Francisco y el perro I y II)
Más aún: en plena y decidida campaña vaticana por limpiar la imagen de una institución cuya podredumbre acumuló gases como para eyectar de su trono vitalicio a un sumo pontífice; ese periodista, ese tipo solo, se las arregla cada tanto para envolver dicha campaña en polvo y espanto.
El alcance de fuego que puedan tener los artículos de ese periodista, es cada vez más incierto. Hace rato su fama trasciende las fronteras argentinas. Autor de libros de consulta, referente internacional de los derechos humanos, presidente del CELS, y reconocido experto en la historia de la iglesia católica argentina –cuyas relaciones con el poder económico y político desglosó en cuatro tomos que agradecen los historiadores-; una trayectoria a cada minuto más extensa, y las casi inhallables desmentidas a las que se vio obligado en tantos años de oficio; le dan en su conjunto un alcance de fuego sin duda cada vez más poderoso.
Porque no es menos sintomático que este pequeño David haya elegido atacar otra vez a su gigante preferido tan luego en la misma semana, o mejor dicho: para cerrar la semana, en la que él a su vez fue atacado por un David todavía más chiquitito.
Gabriel Levinas, socio de Lanata –o sea-, amenazó desde los medios de Magneto con un libro que eventualmente sacaría y que -siempre en los tiempos de Clarín- eventualmente demostraría que Verbitsky habría colaborado con la dictadura. Más y peor: que era el autor de los discursos del entonces comando de la Fuerza Aérea.
La acusación es vieja, y en apariencia reciclable, porque sale a la luz cada tanto, y cada vez entonces Verbitsky pela los mismos documentos, testimonios y otras pruebas, para devolverla al silencio hasta la próxima vez. Este domingo, en la misma edición de Pagina 12, con la excusa de reivindicar la figura del comodoro Güiraldes -y sin firma-, agrega unos cuantos testimonios destacados que reducen a Levinas aún más de lo estaba.
Este blog desconoce el pasado real de Horacio Vertbitsky, pero lo reconoce como el mejor periodista gráfico del país. El mote de incontestable que aquí habitualmente le otorgamos, es consecuencia de su trabajo y de los hechos, no palabrerío.
Porque aún si Verbitsky tuviese el ropero lleno de muertos, ninguno de ellos podría desmentir las responsabilidades documentadas de monseñor Quarracino en el final del arzobispo Romero, o en el ascenso de Jorge Bergoglio con la bendición de Juan Pablo II, y después de “rescatarlo del exilio interior al que lo había condenado la Compañía de Jesús por oponerse a la teología de la liberación”.
Porque lo que vuelve incontestable a Vertbisky, no es lo que dicen de él, sino lo que él dice.

  


lunes, 11 de mayo de 2015

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA: UNA DE TERROR...

Mientras el borroso Ricardo Lorenzetti deja girones de prestigio en cada giro y contragiro de sus marchas y contramarchas, el fantasma del juez Carlos Fayt nos asusta con aparecerse de pronto, cuando una niebla espesa desciende desde los medios del miedo y lo cubre –o lo encubre- todo.


OBRAS SUPREMAS DEL TERROR





Hay que ser muy argentino para entender la Argentina. El lector extranjero queda muy lejos.  
El primero de marzo en el Congreso de la Nación, frente a los otros dos poderes del Estado, el presidente de la Corte Suprema de Justicia, en nombre de la misma, y con un rápido gesto, dejó bien en claro porqué ya nadie cree en ella –en la Justicia-, y mucho menos en ellos, sus representantes.
Ese día, allí, cuando la presidenta reclamó el esclarecimiento del atentado a la embajada de Israel –causa que lleva la Corte Suprema-, Ricardo Lorenzetti, su presidente, se encogió de hombros, para luego subtitular, con sus propias palabras, y muy suelto de cuerpo, que eso ya era “cosa juzgada”.
Apenas al día siguiente, era desmentido por su propia oficina, pero a través de un comunicado. Él no dio la cara, ni se encogió de hombros. O tal vez sí.
Pomposo y espectacular, pocos días después iniciaba inusual sus propias sesiones, con derecho a invitados muy escogidos, discurso imperial, y hasta video en colores. Un extraño video que refería la inseguridad general –desde el punto de vista de quien es ajeno al tema-, pero cerraba de golpe con el rostro del muerto Alberto Nisman… Diría cualquiera: ¿oia?...  ¿Qué fue eso, Ricardo?... ¿Entonces Nisman fue víctima de la inseguridad general, así, medio en abstracto?... ¿Pero no son ustedes, la Justicia, quienes aún están investigando su muerte?... ¿O vos ya sabés que lo mataron, y quién? ¡Decílo, Ricardo, decílo!...
Mientras la oposición en paralelo rechazaba cualquier propuesta de cubrir la vacante dejada por Raúl Zaffaroni –porque a falta de ideas propias, bueno es destruir las ajenas-, el doctor Ricardo Lorenzetti, ni lerdo ni perezoso, anticipó en casi un año su propia recontrarreelección a partir del 2016, en una clara, atlética y contundente demostración de que la Justicia no siempre es lenta.
Pero algo falló: se enteró Verbitsky.
La recontrarreelección fue pública, sí, pero sus pormenores no trascendieron hasta que el domingo 3 de mayo los denunció el mencionado Perro en Página 12. Es entonces cuando aparece, espectral, el centenario juez Carlos Fayt.
Y aquí vale una digresión.
La edad no tiene nada que ver, y sí. Ya nos gustaría tener a Maradona todavía en las canchas, pero no es posible. Y cualquier lector que supere los 30 años de edad, sabe que la máquina se desgasta. El doctor Carlos Fayt puede estar muy bien para un hombre de 97 años. Pero quizás el cargo no es para un hombre de 97 años, tal como lo demostró sin ir más lejos el propio festival de irregularidades que fue esta recontraelección expres del ya vitalicio Lorenzetti.
Según Verbitsky, pese a que el documento que lo encumbraba decía –y dice- “reunidos en la sala del tribunal todos sus mienbros”, la verdad fue que Carlos Fayt no había estado allí, dos de sus secretarios le llevaron el papel a su domicilio, y a uno de ellos no lo reconoció, afirma Verbitsky, y hasta ahora no fue desmentido por nadie.
Lorenzetti tampoco negó esos hechos, muy por el contrario: otra vez pomposo, pero ya más mediático, renunció por “cansancio moral” en una carta dirigida a Verbitsky.
Sí, estimado lector extranjero: el presidente de la Corte Suprema de Justicia, renuncia a su cargo y le avisa primero a un periodista, por carta.  
Aunque igual no se fue.
Bailando por un sueño, Lorenzetti dio vueltas y vueltas mientras los tres colegas que le quedan -acaso hartos de todo-, le pedían por favor que se quede, que sin él no serían nada. Y entonces Lorenzetti, de buen pibe, de gauchito que es, agarró y se quedó. Porque además la hija de Fayt y su abogado, dicen que Fayt está vivo, y que un día se nos va a aparecer.
Incluso se nos concedió oír su voz grabada, lejana… como desde el más allá, sí.
Así funciona hoy la Corte Suprema de Justicia de la República Argentina.
Pero hay algo más, lector extranjero: a esta obra maestra del terror -plena de oscuridades y fantasmas-, los medios del miedo pretenden presentarla como una embestida del gobierno contra la independencia de la justicia.
Y aunque usted no lo crea, lector extranjero, hay gente que todavía les cree.
Eso es aún más raro que un juez que se va pero se queda, y otro que no vemos pero existe.
Brrrr.