////// Año XVIº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

martes, 23 de noviembre de 2021

BUENOS POLICÍAS: CASOS AISLADOS...

 

Alentados por esos políticos que a falta de ideas desbordan de odio, en apenas una semana la policía argentina asesinó a dos personas, reventó a golpes a otras dos -todos inocentes-, y hasta consiguió herir a otra -también inocente- mientras intentaba controlar a un loco armado con un cuchillo, al que le hicieron, entre cinco efectivos, 14 disparos. Y todo por impericia, por ignorancia, por falta de preparación, por mala leche, y en gran medida, porque van sacados, duros de merca.  

 

MALDITOS FALOPEROS

 

 
Gabriel Issasi, José Nievas y Fabián López.
Otros tres policías asesinos.


 

La policía volvió a matar. La Policía de la Ciudad, la Bonaerense, la de Córdoba, toda la policía mata. La Metropolitana, desde su creación, hace cinco años, ya mató 121 personas. Dos por mes. En 2020, en todo el país, fueron 538 los asesinatos policiales. Desde que volvió la democracia -1983- hasta hoy, son ya más de ocho mil los casos. Los gobiernos pasan, cambian, pero la policía no para de matar.

El miércoles pasado tres oficiales de la Metropolitana interceptaron un auto con cuatro chicos de 17 años, futbolistas que venían de entrenar, y los acribillaron. Pese al esfuerzo, consiguieron matar a uno solo, Lucas Gonzáles, de dos tiros en la cabeza. Luego se dedicaron a encubrir el hecho con -va de suyo- una serie de cómplices, pares y superiores. Todos delincuentes.


El fin de semana previo, en Córdoba, una pareja de chicos en moto (18 ella, 20 él), son detenidos por tres policías. Dos de ellos empiezan a moler a golpes al chico, y cuando la chica saca su celular para filmarlos, el otro de los policías le rompe la boca de un culatazo, le arranca varios dientes, y una vez en el piso de una sola patada le fisura dos costillas.


El jueves, al día siguiente del fusilamiento de Lucas Gonzáles, otra vez la Metropolitana supo destacarse. En el barrio de Constitución, en pleno día, en una plaza (la Garay), cinco efectivos precisaron de 14 disparos para controlar a un loquito armado con un cuchillo. Un transeúnte fue herido. Hubo suerte.

Al día siguiente, en cambio, viernes, ya madrugada del sábado, la Bonaerense, en la ciudad de San Clemente del Tuyú, retira detenido de un hotel a un hombre que encerrado en su cuarto provocaba disturbios. Alejandro Martínez, 35 años. Cincuenta minutos más tarde el hombre aparecía muerto en un calabozo de la comisaría interviniente. Hay 9 policías detenidos. Pero en el frente de la comisaría una pintada decía: “No son 9, son todos”.

Y dejamos para otra ocasión los policías que no matan pero encubren a los que matan, en una actitud corporativa que ellos sueñan “espíritu de cuerpo”… y dejemos también para otro momento los involucrados en robos, golpes comandos, secuestros, narcotráfico, coimas, “peajes”, zonas liberadas, trata de personas, espionaje ilegal, y otros beneficios de la repartición.


Por supuesto detrás, debajo, arriba y en el fondo de todos estos crímenes, están los políticos que los alientan en busca de votos caiga quien caiga, porque qué carajos importa el hijo ajeno. Candidatos sin ideas pero llenos de odio que sólo piden “meter bala” porque no se les ocurre otra cosa. “Que los dejen como un queso gruyere, y después vemos”, dice el guapo televisivo José Luis Espert. El fracasado López Murphy, en cambio, sugiere que esto se arregle “como sea” (¡?). Mientras Milei, payaso trágico, asegura que sólo “cuando todos estemos armados habrá más seguridad”, y pone de ejemplo a la sociedad norteamericana, donde los asesinos en masa, seriales, policiales y comunes, son moneda corriente. No le importa la verdad, sólo el odio. Es su estrategia.

Sin falta y sin vergüenza, mientras tanto, frente a cada caso de estos, los empleados de los medios sacan a relucir uno de sus lugares comunes predilectos: “la mayoría son buenos policías“ (sic, porque también desconocen el castellano), y/o “no todos los policías son iguales”, y/o “no hay que juzgar a toda la fuerza por un caso aislado”, y bla, bla, blá. Pero si dichas frases se convirtieron en lugares comunes, fue justamente de tanto repetirlas, lo cual demuestra que no son “casos aislados”, sino, por el contrario, frecuentes. Cada vez más.

¿Por qué?... Por una mezcla de impericia, ignorancia, inoperancia, falta de preparación, y también, y en gran medida, por faloperos. Están muy sacados.

Y es que además de la falta de estado físico (policías gordos, adiposos, lentos, cuya única gimnasia es mangar comida); además de la falta de formación intelectual (casi todos semianalfabetos), y de la falta de adiestramiento práctico (botón de muestra: los 14 tiros contra un cuchillo); uno de los mayores problemas de la repartición, es la cantidad de cocaína que consumen sus miembros.  

Allá por 2017, el malevo Cristian Ritondo, Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, anunció controles toxicológicos para sus “93 mil policías en 90 días”. Pero para 2019 sólo habían sido testeados 4.038 efectivos, de los cuales apenas el 3 por ciento dio positivo. Parecen pocos, sin embargo, el número a tener en cuenta es que de esos 4038, el 82 por ciento había sido advertido del control, y apenas el 18 por ciento fue de sorpresa. Con lo cual ese 3 por ciento se eleva al infinito. Esto en la Bonaerense, de la Metropolitana no hay ninguna información al respecto. O sea… consumo liberado.

Como el problema no es nuevo, ni se trata de “casos aislados”, en noviembre de 2019, después de las elecciones -sabiendo ya que se iba-, la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, como quien le pasa la bomba al que sigue, creó la Unidad de Pruebas Toxicológicas para todos los miembros de las fuerzas de seguridad, advirtiendo controles “obligatorios y sorpresivos”. Desde entonces no hubo más noticias al respecto.

Por falta de información, de imaginación, y de profesionalismo, los medios -todos-, convocados por los hechos, llevan ya más de una semana dedicados a los crímenes, abusos y disparates policiales, y ni siquiera los medios que se pretenden “progres” rozaron el tema del consumo. Pese a que dos de los familiares de los chicos que viajaban con Lucas Gonzáles, llamaron a los policías “faloperos”.

Y es comprensible que lo sean porque la consiguen gratis -la incautan, cuando no es parte de la "cuota" que reciben de los punteros que protegen-; les insufla un coraje del que por lo general carecen; y saben que nadie va a denunciarlos, porque sus superiores toman de la misma. Y porque nadie los controla.

Mientras los controles toxicológicos no sean constantes, sorpresivos y obligatorios para todos -todos- los policías, uniformados y encubiertos -Grupos de Tareas que se pretenden “brigadas”-; seguirán así, patrullando las calles armados y rabiosos, resentidos y racistas, envalentonados por la química, y alentados por los políticos que piden más muertes.

Hasta que al fin por fin un día entenderemos que los “casos aislados” no son los malos policías, sino los buenos.

* * *

lunes, 15 de noviembre de 2021

EL IMPERIO ANGLOSAJÓN: ESA LUZ A LO LEJOS…

 

La dominación anglosajona que desde 1827 somete a la Argentina, entra sin embargo en una fase incierta. En los Estados Unidos el Congreso acaba de aprobar una suba en el techo de su deuda a solo cuatro días del default, mientras el Gobierno admite haber repartido, en lo que va del año, seis mil millones de platos de comida para mitigar el hambre de un pueblo que ya no sueña el sueño americano. En tanto en la Gran Bretaña -cada vez más Bretaña y menos Gran- sobre la pandemia llovida, el Brexit se revela como un formidable cañonazo en el pie de los súbditos. En dicho contexto, cómo no preguntarse qué será ahora de nuestros compatriotas los kelpers.

 

DE IMPERIOS Y LUCIERNAGAS



 

Con la soberanía económica en manos de Washington, parte del territorio nacional ocupado por Gran Bretaña, y el aparato mediático-cultural (Clarín, etc) alineado con la Embajada norteamericana, negar nuestro estatus de semicolonia, es sólo eso: una negación.

Pero mientras el mundo sigue sin resolver la silenciosa hecatombe de la peste, y la Argentina se dobla a punto de romperse, vale considerar, no ya como consuelo, sino más bien como oportunidad -y alerta-, el derrumbe del imperio que hace tanto la somete.

La aventura Trump, que concluyó con la toma del Capitolio en manos de hordas brutales, sí, pero norteamericanas; los cientos y cientos de miles de muertos de la pandemia que suman y siguen, detonando al gobierno anterior y acechando al actual; la desocupación, creciendo en paralelo con la pobreza, la guerra comercial con China -que tampoco están ganando-, más el viejo enfrentamiento con Rusia, que sigue y crece; y como broche del espanto, la reciente retirada de Afganistán -flashback terrible de la derrota sufrida en Vietman-, y al cabo de un rosario de fracasos en Irak, Libia y Siria. Todos síntomas de cualquier cosa. pero no de una primavera. 

Basta recordar que una de las primeras medidas de Joe Biden al asumir, fue implementar un plan para combatir la pobreza extrema; y que según cifras del propio Gobierno -difundidas no se entiende si por honestidad, error o jactancia- ya repartieron en lo que va del año seis mil (6.000) millones (millones) de platos de comida. Ninguna primavera.

Ahora, sobre el minuto final, el último 14 de octubre, a cuatro días del default, el congreso norteamericano aprobó elevar el techo de la deuda del país en 480 mil millones de dólares. Pocos días antes, el 4 de octubre, el Presidente Biden había advertido que, de no aprobarse, “un meteorito se estrellaría contra la economía norteamericana”. Y vale recordar que luego del propio pueblo y su Tesoro, el mayor acreedor de los Estados Unidos es China, su nuevo gran enemigo. O sea…

Por su parte Gran Bretaña, la madre patria que los parió, tampoco es lo que era. Mientras crece la inflación y decrece el PBI (2% el año pasado, 4 este año), aumenta la asistencia social porque siguen sin controlar la pandemia, y cada día reparten más cajas de comida entre sus cada vez más numerosos choriplaneros. Y en tanto asesinan diputados por sus calles, la vieja reina no da más y la familia real se descompone entre un hijo que los súbditos siempre miraron de reojo, otro complicado en un caso internacional de trata de personas y pedofilia, y un nieto que los mandó a cagar y los verduguea públicamente para que lo miren por tevé. De remate, como una torta en la cara, descubren que se tiraron de cabeza en la piscina sin agua del Brexit. Sin fuerza laboral de tanto hacerse los culorrotos, ahora no se consiguen gasolina ni pavos ni jeringas ni muchas otras cosas, porque no hay camiones -que sin choferes resulta que no caminan-, ni enfermeros, ni deliverys, ¡ni camareros!, así que la sangre llegó hasta el río sagrado de los pubs, que ya no tienen quién los atienda. No, tampoco la Gran Bretaña es lo que era.

También por eso causa risa sino pena ver a tantos habladores -de políticos a periodistas, panelistas y analistas, operadores y otros mercenarios- aferrarse todavía a la teta de la ilusión del Imperio, la Embajada, y sus designios… Parecen esos desesperados que se colgaban de los helicópteros en Saigón, o de los aviones en Kabul, y que luego sin más, claro, caían al vacío.

Pero también los kelpers deberían considerar tantas alertas.

Apenas abandonada la Unión Europea el gobierno británico les avisó por carta que, lamentablemente, no habían podido rescatarlos en los acuerdos de transición, así que todos esos barcos de pesca que saqueaban nuestros mares porque total en Europa no pagaban impuestos, quizá no vuelvan más. Dese luego en la misma carta les recordaron que los llevarán siempre en el corazón, but… God save the kelpers.

Y lejos de nosotros regodearnos en la desgracia de nuestros provincianos angloparlantes. Por el contrario, cuando la fiesta iniciada en junio del 82 se acabe; cuando todo ese dinero que llovía desde Londres se termine como toda lluvia; cuando ya la reina madre no les mande ni un pancho, cuando la noche polar se les venga encima, allí estaremos nosotros para echarles una mano. Después de todo, son compatriotas.

A propósito, pocas semanas atrás la Argentina logró un nuevo y mayor apoyo en las Naciones Unidas en su reclamo por la soberanía sobre las Islas Malvinas. No es mucho ni poco. Es una lucha que no cesa, mientras Gran Bretaña y los Estados Unidos, allá en el horizonte... toda una oportunidad.  

Borges se preguntaba: “esa luz a lo lejos… ¿es una luciérnaga, o un imperio que se apaga?”.




* * *

miércoles, 29 de septiembre de 2021

Destellos Ajenos, Hoy: Joseph Conrad...





Destellos Ajenos:

“Un barco es muy parecido a otro y el mar es siempre el mismo. En la inmutabilidad de cuanto lo circunda, las costas extranjeras, los rostros extranjeros, la variable inmensidad de la vida se desliza imperceptiblemente, velada, no por un sentimiento de misterio, sino por una ignorancia ligeramente desdeñosa; ya que nada resulta misterioso para el marino, a no ser la mar misma, la amante de su existencia, tan inescrutable como el destino. Por lo demás, después de sus horas de trabajo, un paseo ocasional, o una borrachera ocasional por tierra firme, bastan para revelarle los secretos de todo un continente, y por lo general decide que ninguno de esos secretos vale la pena de ser conocido. Por eso mismo, los relatos de los marinos son de una franca simpleza; toda su significación puede encerrarse en la cáscara de una nuez”.

Joseph Conrad


domingo, 19 de septiembre de 2021

AGRUPACIÓN LA VANDOR: EL SUEÑO DE UN PERONISMO SIN CRISTINA…

 

Desde que asumió Alberto Fernández, El Martiyo guardó silencio. Quisimos otorgarle los primeros cien días, y el día 99 estalló la pandemia y su dominó de consecuencias. Durante ese lapso, las dudas sobre la marcha del gobierno fueron y vinieron, y volvieron. Ahora sabemos que también Cristina callaba y esperaba. La hecatombe de las últimas PASO detonó todos los silencios. También el nuestro.

 

La Derrota de la Victoria


 

"Si ganábamos, perdíamos"

Hebe de Bonafini


Inspirada en el hombre que en vida de Perón soñó un peronismo sin Perón, así en 2017 Florencio Randazzo soñó un peronismo sin Cristina, y fundó sin fundar lo que aquí bautizamos la Agrupación Augusto Vandor. (Ver aquí).

Una agrupación sin destino, se dirá, sin embargo allí está por ejemplo la izquierdita argentina, celebrando como una victoria un 5 por ciento en las elecciones que marcaron el récord histórico de baja participación. Minucias de la alegría que la democracia prodiga. Pero la Vandor es otra cosa.

La Unión Democrática primero -con socialistas y comunistas-, la Fusiladora después -con don Alfredo Palacios como embajador, por ejemplo-, dejaron en claro para siempre que la derecha argentina odia al peronismo, pero la izquierdita también. Sin embargo, es la Vandor el primer experimento de un antiperonismo peronista. Randazzo fue apenas su big bang, un estallido que así lo dejó. Hoy mal puede protagonizar una serie de spots involuntariamente cómicos para delicia del gorilaje. Pero la Agrupación fue mucho más allá del pedo que la parió.

El espectral Eduardo Duhalde, Il Capo Luis Barrionuevo, el despechado Guillermo Moreno, los vestigios de Julio Bárbaro, el viscoso Fernando Chino Navarro, el resucitado Julián Domínguez, son apenas fragmentos de esa galaxia que gira alrededor del sol del sueño de un peronismo sin Cristina. Y hoy vale recordar que en los albores de esa nebulosa, Alberto Fernández fue una de sus estrellas más brillantes.

Alejado del primer gobierno de Cristina luego de la crisis de la 125 -cuando él se oponía a confrontar con Magnetto-, a partir de entonces fue número puesto en los programas de TN, desde donde criticaba y horadaba al gobierno y la figura de Cristina con su tono siempre calmo, amable hasta lo meloso. En 2015 diseñó la campaña de Sergio Massa, en el 17 la de Florencio Randazzo. Sería injusto desconocer el impulso que le dió a la Vandor.

Desde los inicios de El Martiyo -harán ahora 13 años-, advertimos que considerarnos un blog cristinista, era apenas una ilusión óptica. Lo que de verdad sucede es que Cristina es martiyista, hace lo que nosotros queremos, y también afirmábamos allí, que así se apartara apenas de nuestras convicciones, la criticaríamos como a cualquiera.

Pero esto sucedió solo dos veces: cuando decidió reivindicar en vida la figura del gorila de Raúl Alfonsín; y cuando eligió a Alberto Fernández para presidente.

Olvidemos el primer caso, casi sin consecuencias para el país. Ahora el que importa es el segundo, la elección de Alberto Fernández para encabezar la fórmula presidencial.

Aterrados por la velocidad de la destrucción de la Argentina durante el gobierno macrista, como millones de compatriotas decidimos tragar ese sapo con la trémula esperanza de que el beso de Cristina pudiera convertirlo en príncipe. Pero la trémula esperanza pronto fue vana ilusión.

Apenas elegido candidato, frente al propio Magnetto, llamándolo “Don Héctor”, Alberto daba por terminada “la guerra con los medios”. Por supuesto Magnetto se cagó de la risa: un acuerdo de paz unilateral, no es más que un eufemismo por una rendición incondicional.  

Durante los dos primeros años de gobierno de Alberto Fernández, El Martiyo, diría don Bernardo de Irigoyen, guardó un silencio muy parecido a la estupidez. En un principio decidimos concederle los clásicos primeros 100 días, y ya garabateábamos algo cuando el día 99 se impone la pandemia y su dominó de consecuencias. Nos pareció innoble juzgar a un gobierno atravesado por un desastre universal sin precedentes, y seguimos callados.

En todo ese tiempo, las dudas que teníamos sobre Alberto Fernández y su gobierno, fueron y vinieron, sobrevolaban, y se quedaban. Nos ilusionamos con la imprescindible y urgente reforma judicial, pero poco a poco, la ilusión degeneró en fantasía. Nos ilusionamos con la investigación de la aberrante deuda externa contraída por el gobierno de Macri… pero pronto la renegociación de esa deuda, fue más importante que su origen espurio. Por un instante el caso Vincentín borró todos los temores. Pero enseguida los instaló definitivos. Nacía la sospecha de la tibieza del gobierno, mientras al mismo tiempo los medios de la “paz unilateral” lo acusaban de títere. Ya nadie se ilusionaba con la reposición de la Ley de Medios Audiovisuales, aprobaba por ambas cámaras, refrendada por la Corte Suprema, abolida por un decreto de Macri, y fin de la historia. Tremenda lucha, perdida así… Total, que durante estos dos años de silencio nos ilusionamos y nos desilusionamos muchas veces. Pero nunca olvidamos que la alternativa era el abismo, y preferímos callar, esperar.

Porque además las apariciones puntuales y precisas de Cristina, mientras tanto, dejaban la esperanza de una conducción lúcida, enfocada en una gestión a la altura de lo esperado, reclamando coraje de los funcionarios, pero también salarios, jubilaciones, reavivar el consumo para reavivar la producción, una distribución más justa… reclamando, en síntesis, más peronismo. A su lado Alberto, entre arengas y más promesas, se limitaba a sobreactuar su amistad con ella y la unidad del Frente de Todos, ante un pueblo que esperaba algo más, mucho más.

El domingo 12 de setiembre por fin enfrentó las urnas y obtuvo la mayor derrota electoral del peronismo. El propio entorno presidencial fue sorprendido…  ¿No la vieron venir? La derrota estaba ahí, en los altos índices de pobreza e indigencia, en la suba imparable de precios, y la caída libre del poder adquisitivo; en el vacunatorio vip y la fiesta de Fabiola, hechos que hubiesen pasado inadvertidos en otro gobierno, pero que los medios de la “paz unilateral” supieron magnificar hasta el delirio. La derrota estaba ahí, no la vieron venir, porque no quisieron mirarla.

Entonces apareció Cristina, con su costumbre de terremoto nacional que no deja nada en pie. El novio de la periodista de LN+ que diera a conocer las fotos de la fiesta de Fabiola, el vocero Juan Pablo Biondi, fue eyectado. El gabinete saltó por el aire y la oposición quedó congelada en su festejo. Los vencedores del domingo ya no importaban más. Vilma Ibarra salía a negar lo que el propio gobierno acababa de afirmar. Alberto tuiteaba cosas. Un terremoto nacional.

Los medios del miedo y sus pinochos intentaron instalar una crisis institucional, incluso hablaron de "golpe de estado". Son los mismos que encubren un tráfico de armas en apoyo del golpe de estado que aún niegan en Bolivia. Los que tanto se quejan porque los políticos transan a espaldas del pueblo, los mismos que reclaman transparencia, no pudieron soportar el saque de transparencia de quien una vez más demostró que se debe a sus votantes, y no a quienes estos votan. Al peronismo, no a sus dirigentes. Al pueblo. Que la Vandor es otra cosa.


* * *

miércoles, 25 de agosto de 2021

ANÉKDOTAS, hoy: 70 Stones… con Diego Maradona y Daniel Grinbank…


 Anékdotas 


Hoy: 

70 Stones 


(Con Diego Maradona y Daniel Grinbank)







La muerte de Charlie Watts me trajo entre otros recuerdos la gira del Voodoo Lounge de 1994/95, cuando vi a los Stones en vivo por primera vez. Por primera vez ellos se presentarían en la Argentina, pero por entonces yo era editor de espectáculos del diario La Prensa, así que me auto-envié a Río de Janeiro para cubrir como anticipo la última de sus presentaciones en el Maracaná. 
 De regreso a Buenos Aires, el vuelo hacía una escala técnica en Misiones, cambiábamos de avión, así que hubo que esperar un rato en el preembarque. En el mismo vuelo viajaba Daniel Grinbank, el productor que traía a los Stones a la Argentina. Me acerqué para charlar, y alimentar mi nota. Y no recuerdo cómo ni por qué, en un momento surgió el nombre de Maradona, y entonces le pregunté si lo había invitado al concierto. 
-- Le mandé cuatro entradas, para él, la mujer y las nenas, ¿pero sabés qué me dijo?... ¿¡Cómo me mandás cuatro entradas si nosotros somos setenta!?




* * *

martes, 24 de agosto de 2021

El Martiyo saluda a Charlie Watts...

 

FOR EVER CHARLIE


 

Era una hermosa mañana del febrero de 1995, y yo cruzaba San Telmo caminando, como todo los días, de casa al trabajo, en el diario La Prensa, en Chile y Azopardo. Como parte del recorrido, elegía cruzar la plaza Dorrego, me gustaban sus mesitas al sol y las fachadas de sus casas del primer Buenos Aires.

Los bares ya habían desplegado sus mesas sobre la plaza, pero todavía no había nadie, o casi nadie… tal vez por eso esplendía como una rareza un tipo sentado ahí, tomando un café, con su evidente esposa y todo el aspecto de un caballero británico: su flemática postura, cruzado de piernas, el torso recto, el cuello erguido, la mirada calma, el pelo corto, blanco y bien peinado, y sobre todo, su traje, un impecable traje beige, con chaleco, la camisa celeste y la corbata turquesa. Llamaba tanto la atención, que tardé unos segundos en descubrir que era él, y otros tantos segundos para poder creerlo. Fulminado por la visión, allí me detuve para mirarlo bien, para terminar de creerlo.

Por entonces yo era editor de espectáculos de La Prensa, y una semana antes, como tal, había cubierto en el Maracaná la última presentación de los Stones en Brasil antes de su primera vez en la Argentina. Hasta Menem los esperaba para el autógrafo. El hotel Hyatt tuvo que ser vallado para contener las multitudes, y cualquier intento de entrevista con alguno de ellos, daba directo en el fracaso.

Y de pronto allí tenía yo a uno de ellos, sentado, tranquilo, haciendo nada, servido…  Pero yo seguía parado ahí, fulminado por la visión.

No sé si volví a ver entonces la vidriera de la disquería de mi adolescencia en la calle Acoyte cuando por fin apareció la tapa de Sticky Fingers con aquél cierre relámpago real; seguro no pude recuperar la lejanísima vez que un amigo me los descubrió con un simple que de un lado tenía Brown Sugar, y del otro Damas de Honky Town; ni cuando empezamos a delinearnos los ojos como Jagger para ir a bailar a Ramos Mejía; ni de dónde recordaba tan claramente la imagen de Brian Jones flotando en su piscina; ni los largos e infructuosos esfuerzos por aprender con una guitarra criolla los acordes de Wild Horses, ni el entusiasmo que nos agarraba con cada álbum nuevo, Sus Majestades Satánicas, Banquete de pordioseros, Es sólo rocanrol, Algunas chicas, Tatuados… a lo mejor yo pensé todas esas cosas o ninguna, pero seguía parado ahí, a unos diez, quince metros de él, encandilado… fulminado.

Entonces me miró.

Él a mí.

Charlie Watts me miraba.

No pensé más nada, levanté el puño derecho, casi amenazante, manoteé un par de palabras en inglés, y de pronto me escucho gritar.

-- ¡Great, Charlie!... ¡For ever!...

Como un lord inglés, Charlie sonrió y apenas inclinó la cabeza, pero levantó su pocillo de café. Como brindando a mi salud.

Tuve el impulso de acercarme, decirle quién era y pedirle una nota. Pero me contuve, hubiera ensuciado comercialmente aquel instante de pura amistad, fugaz pero sentida, del todo desinteresada.

Me incliné como un japonés, y seguí para el diario.  

Charlie se quedó tranquilo, con su señora y su café, y yo todavía lo recuerdo brindando a mi salud.

For ever.


* * *

sábado, 10 de julio de 2021

ANÉKDOTAS - Hoy: “LA POESÍA SECRETA”, con Pablo Neruda y García Lorca…

 

 

Hoy: La Poesía Secreta

Con Pablo Neruda y Federico García Lorca

 



Hubo un tiempo que fue hermoso, cuando los verdaderos influencers eran los grandes poetas, y entonces recorrían los pueblos y se presentaban en público para decir sus versos, y las gentes los aplaudían porque disfrutaban y crecían y aprendían...

Así cierta vez, Federico García Lorca y Pablo Neruda viajan hasta un pueblo para hacer una de sus presentaciones, y contrariamente a lo habitual, al llegar, en la estación de tren, no los recibe nadie.

Había una nutrida comisión de ciudadanos esperándolos, pero en aquellos días sin internet y sin tele, los versos eran más famosos que las caras, y no los reconocieron. Después uno de los anfitriones se excusó.

-- Es que esperábamos a dos hombres vestidos de poetas, y ustedes visten como personas normales...

Lorca le explicó:

-- Es que somos de la poesía secreta.




* * *

viernes, 9 de julio de 2021

9 DE JULIO, DECLARACIÓN DE LA INDEPENDENCIA, NO INDEPENDENCIA…

 

 

La economía argentina hipotecada en Washington, el aparato mediático-cultural alineado con la Embajada de Estados Unidos, y parte del territorio nacional ocupado por Gran Bretaña y las fuerzas de la OTAN.

En dicho estado colonial, nos pretendemos un país libre y soberano.

Menos que una fantasía, se trata apenas de un oxímoron.


LA NOCHE BAJO EL SOL




 

“Seamos libres y lo demás no importa nada”.

José de San Martín

 

 

Tal y como nos enseñaron a repetir desde la escuela primaria sin hacernos reparar jamás en el detalle, el 9 de julio se conmemora el Día de la Declaración de la Independencia, ninguna independencia. La distancia entre declararse libres y serlo es tan grande, que sigue todavía.

205 años después de aquella notable jornada, cuando un distinguido consorcio regional manifestó su voluntad política de liberar del yugo extranjero a estas provincias del sur, tenemos la economía en manos de Washington, el aparato mediático-cultural alineado con la Embajada de Estados Unidos, y parte del territorio nacional ocupado por Gran Bretaña y las fuerzas de la OTAN. Pretendernos un país soberano, libre, es infantil. Como creer que el 9 de julio es el Día de la Independencia Nacional. Ninguna independencia.

Una suerte de nuevo plan cóndor blando -y no tanto- se despliega sobre la región sin tantas balas –mientras no hagan falta-, pero armado mejor con la fuerza de los grandes medios de comunicación y la corrupción personal de los abogados que ejercen el poder judicial de cada país. 

Por eso Maduro gana las elecciones y es aislado y amenazado, por eso Lula arrasa en las encuestas y va preso, Correa parte al exilio, por eso Macri colabora con el golpe en Bolivia, y Cristina lleva ya más de diez años de persecución mediático-judicial sin que aparezca todavía una sola prueba concreta en su contra. Porque no somos libres.

Mucho menos en la Argentina, que además de sufrir todos los males de la región, mantiene –y es preciso repetirlo una vez y otra vez-, parte de su territorio ocupado por un país extranejro.

Diarios, portales, radios, canales, editoriales y librerías, productoras de cine y series, el 90 por ciento de todo ese aparato mediático-cultural está en manos del Grupo Papel Prensa, cuyo alineamiento con la Embajada de Estados Unidos no sólo es obvio desde hace mucho, sino que además hace mucho quedó al descubierto y en detalle con las filtraciones de Wikileaks.

Podemos llamar a elecciones todos los días pero la historia del mundo seguirá sin registrar un solo caso de colonia de verdad democrática. Se trata de un vacío lleno, una noche soleada, un oxímoron, una figura retórica, ninguna realidad.

Hace 39 años tropas y más tropas argentinas desembarcaban en las Islas Malvinas y se parapetaban dispuestas a una guerra que desde entonces tratamos de olvidar. Poco días antes, nuestra soberanía territorial había sido recuperada en forma completa.

En respuesta inmediata la CEE bloqueaba comercialmente a la Argentina, mientras Juan Alemann -entonces ministro de economía- se apuraba a garantizarle al enemigo el pago puntual y completo de nuestra formidable deuda externa. Ningún bloqueo a nadie. Así empezó la rendición. Ese espíritu cipayo del gobierno de facto, pesaría más que todos los pertrechos y todos los cuerpos de todas las tropas, y volvería inútil cualquier sacrificio en el frente.   

Esa misma cúpula genocida y cipaya que había endeudado al país en forma record –al menos hasta la llegada de Macri-, cuando vio a los ingleses de cerca, se rindió sin chistar. Incluso agradecida.

El retorno al estatus de colonia fue entonces tan rápido –y era ya tan antiguo-, que ni siquiera lo sentimos. Primero nos distrajo el Mundial de España -¡debutaba Maradona!-, y luego la campaña de desmalvinización llevó la derrota bélica al plano moral, y la extendió desde las Islas a todo el país y hasta nuestros días.

Los mismos grandes medios que tanto apoyaban la gesta cuando “estábamos ganando”, a partir de entonces se dedicaron a explicarnos que todo había sido un gran error y una locura. La locura de un solo tipo: un borracho, que ya no precisaban más. Y chau.

Nunca más debíamos desafiar a ningún imperio, a ningún poderoso. No era importante tener parte del país ocupado por otro país, qué va. Tonterías escolares. Teníamos un territorio inmenso, ¿para qué pelear por dos islas más o menos? Pronto nos dejarían votar, y chau.

La flor de la derrota fue la democracia. Una democracia nominal, endeble, encorsetada por los vencedores de la guerra, teledirigida desde los grandes medios más grandes que nunca, y que voló por los aires en 2001 pariendo con dolor el primer proceso político de liberación nacional desde los ya lejanos días del general Perón… y que al cabo de 12 años de lucha, desbarrancó en Mauricio Macri y su destrucción total y su entreguismo absoluto, porque un oxímoron es un oxímoron y una colonia es una colonia.  

El 9 de julio de 1816 se declaró la independencia.

Y eso es todo por ahora.

La lucha continúa.





* * *

martes, 6 de julio de 2021

BRULOTES BRUTALES - Hoy: JORGE ASÍS, entre la ficción y la realidad...

 

Autor de un best-seller histórico, y más de veinte novelas entre otros libros, negar a Jorge Asís como escritor, según sus propias palabras, “es por lo menos pretencioso”. Como periodista, en cambio, surge durante la dictadura protegido bajo la acuarela costumbrista, no se le conocen grandes investigaciones ni denuncias, y sin embargo logró instalarse como “analista político”. Pero desde entonces ambula como perdido entre la realidad y la ficción.

EL TURCO EN SU NEBLINA



Subestimado como escritor, sobrestimado como periodista, Jorge Asís, el Turco, supo componer un personaje -un muñeco, diría un teatrista- que le permitió a un mismo tiempo tranquilidad económica, un incierto prestigio, pero prestigio al fin, y lo mejor de todo: tiempo libre. Ahí, quizá, su gran obra: él.

Habitué infaltable de ese limbo de espías, periodistas y bucaneros que era en los 80 y los 90 el Florida Garden; caminador infatigable de los mentideros porteños y los almuerzos por donde pasan todas las verdades -y todas las operaciones-; Asís ambula como perdido entre la ficción y la realidad sin asentarse en ninguna. Ahí su neblina.  

Como periodista no se le recuerdan grandes investigaciones, primicias ni denuncias. Su trayectoria se remite a los años duros de la dictadura, cuando supo protegerse en Clarín detrás de la crónica costumbrista y las acuarelas de Oberdan Rocamora. De a poco se revelaba como escritor, hasta que en 1980 estalló su novela Flores robadas en los jardines de Quilmes, inmediato best-seller. Como el éxito no se perdona, pronto fue acusado de colaboracionista, pese a que la novela estaba dedicada al recientemente desaparecido Haroldo Conti. Nace entonces la grieta entre los escritores exiliados, y los que se quedaron. Los de adentro, y los de afuera. En fin. Flores robadas no paraba de venderse, así que un día Asis dejó Clarín y denunció su interna -no su poder- en Diario de la Argentina, algo menos que una novela, pero con una fuerza narrativa irresistible que le costó el exilio de la patria periodística, y allí cayó en el destierro sin haberse ido nunca. Proscripto por los unos y los otros, en 1990 recuperó todos los derechos de sus libros y los sacó de circulación. Perdido por perdido, pecé en su juventud, cuando vio llegar a Menem se abrazó al paisano, y fue embajador en la UNESCO, en Portugal, y hasta Secretario de Cultura de la Nación. Desde entonces no falta quien lo cree peronista. Incluso él.

Hoy posa de analista político limitado sin embargo al augurio, la proyección y la sospecha, pero alambicado por un estilo personal que al menos en televisión destaca como un diamante entre carbones. Sobre todo en contraste con sus entrevistadores de ocasión, Alejandro Fantino, Paulo Vilouta, relatores deportivos, y en el mejor de los casos, el animador y conductor Fabian Doman, cuando no el genuflexo Luis Novaresio.

Así Asís -así cualquiera- resulta desde luego indiscutible como quien habla solo, y entonces, con tono suficiente, canchero, ralajado, se lanza al “análisis político”… una maraña subjetiva de especulaciones, profecías, interpretaciones personales de las psiquis ajenas, más algunos chismes y rumores que él mismo califica de “información probablemente mala”. Así en 2015, por ejemplo, anticipó la victoria de Daniel Scioli.

También en su portal acaso lo más interesante es el manejo de sus recursos literarios para tejer la sarasa referida. Astuto, en sus proyecciones considera todas las posibilidades, como quien apuesta en la ruleta a los 36 números. A la usanza de los antiguos textos griegos, a cada personaje le adjudica su apodo (La Doctora, El Ángel Exterminador, El Furia, etc), mientras se maneja con un estilo cablegráfico que agiliza la lectura, permite la humorada, y facilita el efecto. Información, lo que se llama información, no hay.

La manifestación, Los reventados, Don Abdel Salim, La calle de los caballos muertos, Flores robadas… sus novelas acaso no guardan los rigores técnicos de las de Osvaldo Soriano, ni la solidez de sus argumentos -que en Asis se diluyen o resultan innecesarios porque se limita a la voz del narrador para unificar el relato-, pero juntos rompían entonces la monotonía de un paisaje literario devastado por la dictadura -cuando se publicaba mucho pero no sorprendía nadie-, y ensombrecido por los viejos titanes todavía vivos: Borges, Bioy, Cortazar… Con una prosa a veces apurada, y por lo tanto a veces desprolija; un lenguaje descarado, vivo, y por lo tanto familiar; un ojo agudo para el costumbrismo, y el tono irónico que impone la derrota, Asis logra en sus libros una regia pintura de época, que negar, según sus propias palabras, “sería por lo menos pretencioso”.

Ahí su neblina.

Porque en sus libros, con los recursos de la ficción, supo hacer la crónica de sus días. Hoy intenta lo mismo en el periodismo, y con los mismos recursos. Pero como no es ficción, con frecuencia la realidad lo desbarata.  

* * *

sábado, 3 de abril de 2021

DIARIO DE LA GUERRA POR LAS MALVINAS…

 

 

El Martiyo pone online una vez más el blogMalvinas, diario de la guerra”, una crónica de aquellos días narrada por quien tuvo la suerte de ser un corresponsal periodístico cuando tenía la edad para ser un soldado.

Se advierte al lector que este diario no responde a los lugares comunes acuñados por el Foreign Office y difundidos por sus repetidores locales: la cortina de humo de Galtieri, los pobres chicos de la guerra, la desigualdad frente al imperio… Malvinas fue otra cosa.

 

LAS ISLAS MALDITAS




 

 

La Guerra por las Malvinas es el hecho maldito de la intelectualidad nacional. Por izquierda o por derecha, surge el tema y ya nadie sabe muy bien dónde ponerse.

Cuesta ponerse en contra cuando se trata de la única gesta soberana concreta frente al aborrecido invasor británico en ya entonces 150 años de ocupación del territorio nacional. Las Malvinas son argentinas, eso sólo puede dudarlo Macri, ni siquiera sus votantes.

Pero cuesta ponerse a favor cuando esa gesta la decide y conduce la cúpula de la última dictadura militar y su banda de genocidas, quienes, en un broche de oro a su medida, ni bien vieron a los ingleses de cerca, salieron corriendo con sus camperas de duvet intactas. Yo lo vi.

Si bien la derrota facilitó las conclusiones fáciles, agota escuchar y leer a través de los años siempre los mismos lugares comunes que, a partir de reducciones formidables, pretenden explicar uno de los episodios más complejos de nuestra historia.

La cortina de humo de Galtieri, los pobres chicos muertos de frío y de hambre, los borceguíes que nunca llegaron, ¡la locura de enfrentar tan luego nosotros a un enemigo tanto más poderoso!, el pic-nic que se hicieron los ingleses... Además de su facilismo, es innegable el fervor colonial que todas estas teorías entrañan.

Los chicos de la guerra. La expresión quedó impresa apenas terminó la guerra merced a un libro urgente para la venta titulado así. El libro consistía en una serie de entrevistas a un puñado de conscriptos que allí contaban lo mal que la pasaron en la guerra como cualquier soldado en cualquier guerra, el frío, el hambre, el miedo, en fin, no había novedad, y sin embargo, todavía hoy, tantos años después, el clisé no cesa y mientras llaman “héroes” a los excombatientes, al mismo tiempo se los trata como “víctimas” ¿En qué quedamos? Daría risa si no fuera triste la pretensión argentina que supone cierta originalidad en la juventud de sus tropas, como si existiera una sola guerra en la historia librada por “adultos mayores”. Desde las huestes de Alejandro hasta las actuales contiendas en Afganistan, Siria o Irak, pasando por Waterloo, Vietnam o cualquiera de las grandes guerras, la primera línea nunca superó, con suerte, los 20 años promedio. En la noche infernal de Monte Longdon también cayeron los británicos Ian Scrivens, Jason Burt y Neil Grose, pertenecientes al regimiento 3 de Paracaidistas. Los dos primeros tenían 17 años, el otro esa noche cumplía 18. Desde siempre y por siempre, los mayores deciden las guerras, pero las hacen los chicos.

La tremenda superioridad británica... ¿Y qué tan “igual” habrá sido la guerra que libró el flamante Ejército Argentino contra el invasor español?... También entonces se enfrentaba a una de las dos grandes potencias de la hora con soldados dispuestos “a pelear en pelotas, como nuestros paisanos los indios”… ¿O qué tan superior sería el equipamiento del Vietcong frente al ejército norteamericano?... Malvinas también fue una guerra de independencia.

La cortina de humo de Galtieri. ¿Puede una cortina de humo coyuntural ser sin embargo planificada años antes? El imaginario sin imaginación gusta porfiar que el paro con movilización organizado por la CGT el 30 marzo, desató la recuperación de las Islas el 2 de abril. Pero esa campaña llevaba por lo menos dos años de planificación, incluso fue una de las condiciones que Anaya le impuso a Gatieri para apoyar la destitución de Viola y su ascenso al poder. Pensada para principios de la primavera, el episodio Davidoff en Georgias desató la escalada en el inicio del otoño.

El pic-nic que se hicieron los ingleses. Justamente No pic-nic es el título del libro escrito por el comandante británico Julian Thompson, donde recuerda la batalla de Monte Longdon y qué tan cerca estuvo de ordenar la retirada de sus tropas espantado “por aquellos adolescentes disfrazados de soldados que nos estaban provocando tantas bajas”. El 13 de junio el almirante John Sandy Woodward, comandante de la flota británica, le advierte a Londres en su despacho diario: “todo esto se viene abajo”. Ya el 14, mientas Menéndez decidía su rendición, Woodward es más explícito: “si los argentinos pudieran soplarnos, nos derrumbarían”. Ningún pic-nic.

En el fondo de todas nuestras desgracias nacionales está la banalidad con que encaramos la historia.

Este blog no es un ensayo ni pretende una teoría original sobre esa guerra. Es un diario retrospectivo, una crónica elaborada con la información que alumbran los años, apuntes que guardé de entonces, y lo que retuvo la memoria, diálogos, momentos, escenas, esas cosas que nunca se olvidan.

La historia de la Guerra por las Malvinas es un poco mucho más compleja que las reducciones del Foreign Office y sus repetidores locales. Sus protagonistas, sus testigos, sus cronistas, entre todos, con los años, acaso, logremos algo de luz sobre tanta noche.

Este diario y su crónica son solo eso. Un aporte más a la memoria de esa guerra que tratamos de olvidar, y que acaso por eso seguimos sin entender. Sin querer entender.

Porque toda guerra es maldita, pero esta más que ninguna.

 

M A L V I N A S

diario de la guerra


* * *


domingo, 21 de febrero de 2021

GINÉS-VERBITSKY: EL VERDADERO DELITO…

 

 

El viernes último, mientras colapsaba la página del gobierno de CABA para la vacunación, y eran procesados por espionaje ilegal los exjefes de la AFI Silvia Majdalani y Gustavo Arribas entre otros; apenas presentado el Consejo Económico y Social con todas sus expectativas, un hecho inesperado frenaba las rotativas y eclipsaba cualquier noticia: el periodista Horacio Verbitsky confesaba haberse vacunado contra la covid merced a sus buenas relaciones con el Ministro de Salud Ginés González García. Nada importaron las sendas trayectorias de los protagonistas. Un diluvio de piedras de los que jamás pecaron, no deja de caer. 

Pero el verdadero delito es muy otro.

 

LA CORRUPCIÓN NO IMPORTA




 

Según su propia confesión, Horacio Verbitsky accedió a la vacuna contra la Covid-19 merced a su amistad con el ahora ex Ministro de Salud Ginés González García. El Ministro fue echado, Verbitsky linchado.

En su portal, El Cohete a la Luna, hoy se disculpa, Verbitsky, reconoce el error, y lo lamenta. Y por mucho que nadie le crea o se lo permita, admite que él también es capaz de una estupidez. De un lado y del otro de la grieta, no paran de llover las piedras de los que jamás pecaron, y lo sepultan.

El affaire recuerda el explosivo caso de “los bolsos de López”, cuando la indignación gorila desbordó su propia pecera y anegó incluso el núcleo duro del kirchnerismo. Vestiduras rasgadas de un lado y del otro. Pero en ambos asuntos, la razón del escándalo es la misma: el error, el desliz, la falta -“el crimen”, si se quiere- no estaba ni está en los bolsos llenos de dinero inexplicable, ni en la vacuna otorgada a un “amigo”. El problema, en ambos casos, consiste en la ideología que ostentan los responsables: ser o pertenecer o apoyar un gobierno peronista. El resto son apenas excusas.

Porque un presidente argentino puede tener 50 off-shores, y no pasa nada. Es más, un presidente argentino puede modificar por decreto una ley aprobada por ambas cámaras del Congreso para permitir el blanqueo de la fortuna que él y su propia familia amasaron a partir de largos de años de fuga de divisas y evasión impositiva. Todo bien.

Un presidente argentino puede incluso entregarle a sus amigos centrales eléctricas, parque eólicos, infinitos buenos negocios; intervenir la justicia a través de una mesa judicial desde luego ilegal; utilizar los servicios de inteligencia del Estado para perseguir adversarios y de paso encarcelarlos; puede hostigar, presionar o eliminar fiscales y jueces para limpiar sus propios delitos; aumentar las tarifas de las autopistas de su propiedad para inmediatamente venderlas más caras; robarse el Correo y perseguir a quien lo investigue; reunirse con jueces para instruirlos sobre su fallos, y hasta sacrificar un submarino de la Armada Argentina con sus 44 tripulantes, y mucho más. Todo le es permitido.

Mejor, peor: un presidente argentino, incluso ilegítimo, puede saquear el Estado, destruir la industria nacional, secuestrar, torturar, asesinar y desaparecer miles y miles de personas, arrojar seres vivos pero narcotizados a las aguas del Río de la Plata, traficar recién nacidos, y mucho más, y tampoco pasará nada, los grandes medios lo seguirán aplaudiendo, y la justicia seguirá ausente. Apenas debe tomar la precaución de no ser peronista, y bueno, y por lo tanto, facilitar los grandes negocios de las grandes corporaciones que lo sustentan. Caso contrario…

De hecho en la Argentina ni siquiera hace falta ser presidente para transgredir la ley o carecer de la más mínima ética y seguir como si nada, basta apenas con ser antiperonista, y la protección mediática -y por lo tanto judicial-, estará asegurada.

La diputada Carolina Píparo y su marido intentaron asesinar a unos motociclistas, y ella sigue sin renunciar a su banca ni a su cargo como directora de Asistencia a las Víctimas. Todo bien. Pero un diputado peronista, en cambio, no podrá tocarle una teta a su esposa sin perder la banca.

Un presidente del Banco de la Nación Argentina puede otorgar créditos récords aun sabiéndolos incobrables, siempre y cuando los beneficiarios sean amigos, por muy fundidos que estén -caso González Fraga-Vicentín-, y ni siquiera será llamado a indagatoria, ya no detenido. Pero un ministro peronista, aún muriendo de cáncer, sufrirá prisión domiciliaria sin siquiera el permiso para tratar su enfermedad tan solo porque los grandes diarios lo acusan de encubrir a los responsables de la voladura de la AMIA. Tampoco importarán, ni se admitirán, las pruebas de su inocencia.

Oscar Aguad, Ministro de Defensa del gobierno macrista, puede perder un submarino, ocultar durante meses que ya lo encontró, mentir públicamente, cagarse en la tripulación sacrificada y en todos sus familiares, y seguir de vacaciones. Pero un ministro kirchnerista debe ir preso por una tragedia ferroviaria por mucho que el maquinista confiese que fue su culpa.

En dicha línea, las analogías posibles son innúmeras, ni vale la pena el inventario, porque la corrupción no importa: el corrupto es lo que importa. Si es peronista, o no. Ahí el error, el desliz, el verdadero delito: ser o pertenecer o apoyar a un gobierno peronista. El resto es espuma mediática, su consecuente agitación judicial, y desde luego, la correspondiente indignación pequeño burguesa, esa vieja tentación hipócrita de sentirse mejor que nadie apenas porque el otro fue descubierto, y nosotros no.


* * *