////// Año XVº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///
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lunes, 2 de julio de 2018

SELECCIÓN ARGENTINA: UNA DERROTA DE ÉPOCA...




Una generación brillante como un espejismo, terminó por esfumarse en Rusia de una vez por todas. Después de masticarse ocho-técnicos-ocho, se lleva en su caída a toda la dirigencia, y en un efecto involuntario -aunque deseado-, a todo el periodismo deportivo. 
Pasajeros, tripulantes y parásitos de un Titanic cuyo capitán no es inocente, y cuyo espantoso naufragio, también es un clima de época.



Ilusiones Messiánicas






“Antes de la caída, es la soberbia”.
Proverbios, 16:18



Un lema de hierro de los navegantes reza: “dos capitanes, hunden la nave”.
La Selección Argentina tenía tres o cuatro. Así salieron las cosas.
Una generación brillante como un espejismo, se evaporó el sábado en Kazan, de una vez por todas.
No se fue sola. Se llevó a toda la dirigencia, se fagocitó ocho técnicos, y en un efecto involuntario aunque deseado, arrastró en su caída a todo el periodismo deportivo nacional, que de un lado y del otro del negocio, mostró en su propio deterioro el deterioro absoluto de ese inmenso negocio que es -¿era?- el fútbol argentino. Adormecidos por los facilismos de la tecnología, cualquier whatsapp resulta una “buena fuente”, y así el conventillo se consagró como la primavera. Todo salió mal.
La Selección desplegó en sus presentaciones apenas la suficiencia de unos cuantos “millonarios prematuros” –al decir de Bielza- que se creyeron de verdad lo que los diarios decían de ellos, y no reconocieron más autoridad que la propia. Está en La Biblia: “antes de la caída, es la soberbia”.  
Sin importarle la realidad, un grupo de exjugadores –Mascherano, Di María, Higuaín, Biglia, Banegas-, creyó a su vez lo que los medios decían de Messi. Que él solo podía ganar un torneo –cosa que jamás hizo en el Barcelona, y mucho menos en la propia Selección-, y así decidieron  que bastaban ellos y el resto del campo podían rellenarlo con unos cuantos buenos pibes obedientes. Meza, Pavón, Enzo Pérez, figuras intrascendentes. Ningún Iccardi.
Quizás algún día el resultado contra Francia engañe desde las estadísticas. Pero mientras quede un testigo vivo recordará la velocidad y facilidad con que los franceses cruzaban el mediocampo, la soltura con que le ganaban las espaldas a los defensores argentinos, las dificultades argentinas para alcanzar el arco francés y abrirse espacios, y los tres goles que acaso engañen al futuro: uno inútil, otro de carambola, y otro de media distancia porque no podían entrar el área ni con un camión.
Se terminó mal, porque se venía mal. Hasta Rusia llegamos venciendo a un Ecuador ya eliminado, y de resaca. No se le pudo ganar a Islandia, nos desnudó Croacia, y se le ganó con lo justo a Nigeria, un equipo desordenado, sin ideas y sin fe. 
Estalla por simpatía toda la dirigencia de la AFA, que abocada a esta Selección, abandona las inferiores, destrata a la Selección Femenina, de remate mete al país en el conflicto de Medio Oriente, y todo lo que consigue a cambio es uno de los mayores fracasos mundiales de nuestro fútbol.
Agarrados a este Titanic como parásitos de mar, los periodistas deportivos vernáculos –a un lado y al otro del negocio- estaban esperando la caída de estos muchachos que tanto los putearon y que supieron cerrarles los micrófonos. Dispuesta inmolarse en pos de la venganza, la prensa se adhirió al casco esperando el iceberg.
Sin rigor profesional, sin formación técnica, sin vocabulario, detrás de la ilusión de que alguna vez “el ídolo” les de una nota; un ejército de habladores trataron y tratan de engañar y de engañarse sin coraje para enfrentar al verdadero responsable de todo este derrumbe: Lionel Messi.
Seis goles en cuatro mundiales, todos es primera ronda; cuatro finales jugadas, cuatro perdidas; y su mentado fútbol formidable, que nunca apareció.
Decíamos aquí después de la última Copa América perdida: “Es justo que Messi se haya ganado su lugar en la Selección por su fútbol en el Barcelona. Pero sería justo que lo mantenga por su fútbol en la Selección. Cualquiera quiere a Messi en su equipo. Pero si juega.”
Messi nunca llegó a jugar. Al menos no cuando hizo falta. Su “épico” partido contra Ecuador, no sólo nos recuerda qué clase de Ecuador era, sino que hasta allí, hasta esa instancia desesperada, llegamos también de su mano. El Súper Messi del Barcelona, se quedó atrapado en las pantallas de la play station.
Sin embargo y pese a las sucesivas frustraciones y desconciertos, renuncias y retornos, idas y vueltas, a sus caprichos se entregaron todos: dirigentes, perdiodistas, y demás deudos. Ungido Messías,  eligió técnicos, jugadores, y sistemas de juego. Todo fue suyo. El fracaso también.
Los habladores que todavía sueñan con que algún día “el héroe” les de una nota, ahora apuntan a Sampaoli, a Tapia, a Angelici… que si son responsables lo son antes que nada por armar exclusivamente “el equipo de Lío”. El resto es todo de Lío.
Su pobre actuación en la final contra Alemania, el penal rifado en la final contra Chile, el penal contra Islandia, su ausencia inexplicable contra Croacia, sus intermitentes apariciones de buen jugador y nada más contra Francia, sus depresiones, sus vómitos, su cara de culo, su padre, y sobre todo, sus amigos… suyo es el fracaso, como suya hubiese sido esta Copa.
Hoy hay quienes tratan de conformarse… hubiese sido peor no clasificar, hubiese sido peor no pasar la primera ronda, hubiese sido peor comerse un 7 a 1 si seguíamos…
Quizás el mayor logro del gobierno de Macri haya sido ese: rebajarnos las expectativas, arrebatarnos los sueños. Enseñarnos a vivir sin plasmas, sin celulares, sin luz, sin gas, sin comida, sin vacaciones y sin ambiciones.
Conformarse con tener el mejor equipo de los últimos 50 años, el mejor jugador del mundo, y mentiras así.



* * *

domingo, 5 de julio de 2015

COPA AMÉRICA: MESSI, Y EL MITO DE LA ETERNA PROMESA...

Conductor que no conduce, capitán que no manda, goleador que no la mete, el superastro del Barcelona, viste la argentina y se esfuma, suma frustraciones, y el tiempo pasa.
¿Hasta cuándo hay que esperarlo? ¿Por qué usarlo de motor si no se enciende? ¿De qué sirve el mejor jugador del mundo si no sirve? ¿O no es sólo él y se trata de otra generación estelar de promesas eternas? 
Preguntas y más preguntas para una selección sin respuestas.



VENCEDORES VENCIDOS

Foto: Sebastian Rodeiro




Si un día allá en los inicios de este blog inauguramos esta sección, fue basados en la importancia que reconocemos en la Selección como símbolo patrio de unificación nacional casi absoluto, y casi único. Y si aún así hace ya bastante dejamos de actualizarla, si ni siquiera comentamos un solo partido del Mundial de Brasil, ni la final tampoco, fue –es- porque nos hartamos de estos pibes. De esta generación de superestrellas como nunca se vio, y sin embargo...
Messi, Mascherano, Higuaín, Agüero, Lavezzi, Di María, Tevez, hombres que literalmente valen mucho más que su propio peso en oro, jugadores del más alto nivel internacional, campeones de Europa y balones de oro, todos golden boys -“millonarios prematuros”, diría Bielza-, estrellas superestrellas, y sin embargo…
Otra copa América que no consiguen conseguir, otra final perdida, otro título que no fue. Otra vez sopa.
Exceptuando como confirmación de la regla el partido contra Paraguay, Argentina, igual que en Brasil, llegó a esta final con lo justo, cuando no por penales. El golcito mínimo, vital y móvil, y luego el carroussel de la nada, gira que te gira sin profundidad, más que esporádicas llegadas que se rematan mal. Caso Higuain ayer y en la final con Alemania, caso Palacios, caso Messi contra Alemania, y contra Colombia la semana pasada. Siempre algo falla, menos el golcito suficiente. Así se llega. Un 6 a 1 no hace verano.
Ayer, desde el vestuario perdedor, pronto se disparaban los twits que informaban una agarrada a golpes entre Mascherano y Banegas, que Messi tuvo que contener. Y después que Messi y Martino habían discutido. Y los rumores nuevos de la renuncia de Mascherano, y los rumores renovados de la renuncia del propio Messi. Y las preguntas, las dudas, las infidencias y las suposiciones. Los trapos sucios de la derrota.
¿Por qué Tevez no jugó más que unos minutos? ¿para qué lo llevó, entonces? ¿por qué, en cambio, se insiste con Higuaín, y con el esforzado Lavezzi, que sigue sin aportar más que eso, esfuerzo? ¿Y así que la bronca con Tevez es de Mascherano y no de Messi? ¿Entonces Mascherano manda más que Messi, y los dos más que Martino?...
Bah.
El Martiyo, sin tantas vueltas, prefiere mejor preguntarse: ¿es de verdad impensable una Selección sin Messi, habida cuenta de una ya extensa campaña sin pena ni gloria ni demasiados goles tampoco? (Cinco en tres mundiales, y uno solo -y de penal-, en esta Copa América).
Más que impensable su ausencia, nos preguntamos: ¿es imprescindible su presencia?...
Basta mirar su campaña en el Barcelona, para decir que sí. Basta mirar su campaña en la Selección para decir que no.
Es justo que Messi se haya ganado su titularidad en la Selección gracias a su fútbol en el Barcelona. Pero sería necesario que la mantenga por su fútbol en la Selección.
Hubo una vez –hace ya demasiado tiempo-, que la Selección Argentina se armó especialmente para un solo hombre. Pero ese hombre la llevó a dos finales del mundo, ganó una con autoridad, y la otra, ahora se sabe, se la robaron los machos de la FIFA, hoy presidiarios o prófugos.
Armar un equipo para un solo jugador, significa eso: que el equipo dependerá de ese jugador, que será el motor de su fútbol. Por eso ese jugador debe ser un hombre de temple, estable, y convencido de su cargo. En los 90 minutos durante los cuales debe conducir al equipo, no puede distraerse, no puede ausentarse, no importa si su familia debe abandonar la platea, o si sus padres discuten, o si vomita no sabe por qué. Mucho menos en una final.
Lionel Messi desapareció de las últimas dos finales, la mundial, y la continental. Se borró. Contra Alemania en el Maracaná se perdió un gol de esos que en el Barcelona hace con los ojos vendados, y ayer apareció un minuto antes del final, y eso fue todo. Metió su penal, claro. Bueno sería…
Si Messi no disfruta la Selección Argentina, si no consigue ser encendido por esa camiseta, ni aún con la banda de capitán, si otra vez está pensando en renunciar a lo que ningún argentino renunciaría –exceptuando al también extraño Fernando Redondo-, entonces quizá sea mejor para todos que lo piense bien.
Esto que puede parecer un disparate, deja de serlo a la luz de los hechos, y sobre todo, de los resultados. El universo de elogios mediáticos que envuelve a Messi como un manto imperial, no pesa, evidentemente, en la Selección Argentina.
Ayer se cumplieron 22 años sin títulos para la mentada mejor selección del mundo.
Y otra vez, ayer, el mejor jugador del mundo -y del último mundial- asistiendo al festejo ajeno con esa cara sin gesto que ya empieza a parecer el rostro argentino de la derrota.
Cualquiera quiere a Messi en su equipo.
Pero si juega.


* * *

miércoles, 16 de noviembre de 2011

SELECCIÓN NACIONAL: UN POCO DE NADA.



Apenas inauguramos El Martillo en octubre de 2008, iniciamos la sección "Seleccionacional", no tanto por el interés que nos despierta ella en sí misma, y el fútbol en general, sino más bien porque entonces, quebrado el país por los machos del campo y los medios hegemónicos, la Selección Mayor se alzaba como el último símbolo patrio capaz de unirnos a todos. Eran los días finales de Alfio Basile, muchas cosas y demasiados técnicos pasaron desde entonces, hasta este hoy de sinsabores y derrotas, y de victorias sin sabor.

UN POCO DE NADA



El copete explica tácitamente por qué también nuestro interés en esta sección mermó con el tiempo. Aquella Argentina extraviada en el 2008, reencontró muchos símbolos de unión, y más también: recuperó su destino; y aquella Selección, que por entonces ya no andaba bien, hoy anda cada vez peor.
Callamos ante la derrota con Venezuela, y luego del empate con Bolivia (de  LOCALES, vale apuntar con todas sus mayúsculas), porque entonces nos pareció  patear al caído, y una cosa –o dos- pueden ser Duhalde o la Carrió; y otra, mucho más digna, por supuesto, es la Selección Nacional.
Pero también por ello, entonces, aprovechamos el deslucido triunfo de ayer contra Colombia, para recordar esta sección, y dicha decadencia…
Con la mezquindad que últimamente distingue todo nuestro fútbol, una vez más –y van-, la Selección Argentina salió ayer a llamar al rival, agazapada para el contragolpe, como era antes usual en los equipos sin recursos tácticos, sin buenos jugadores, y sin imaginación ninguna.
Sin otro argumento ofensivo que toda la fe puesta en el genio embotellado de Messi, o de algún otro de la media docena de insuperables delanteros con los que sin embargo cuenta la Selección; Argentina salió, de nuevo, a esperar  y especular, para ver si en una de esas… Y en un de esas nos embocó Colombia, y entonces sí… entonces dejamos de esperarlos.
Una pena que no hubiésemos despertado antes porque apenas decidimos cruzar la mitad de cancha rumbo al arco contrario, descubrimos ya las muchas falencias defensivas del rival, hasta que en una jugada ensayada con un arquero amigo, empatamos de rebote. Hacia el final otro rebote nos daría el triunfo, y eso fue todo.
Sin fútbol, sin ideas, llenos de dudas, de miedos y agujeros, nos trajimos tres puntos de Barranquilla, y eso fue todo. Un poco de nada.
Con seis de los mejores delanteros del mundo a disposición, la Argentina sale a defenderse parapetada en un 4-4-2 digno de equipos sin grandes ambiciones, y ninguna historia. 
Bah.   
Reflejo de este presente escuálido, sobrados de símbolos, y cada vez más unidos; así esta sección se volvió también escuálida, como apática, innecesaria o indiferente…
Nunca durante unas eliminatorias la cancha de River estuvo tan vacía como el otro día contra Bolivia.
Sólo en la Argentina Messi juega a medio estadio.
Más allá de los puntos que así consiga rascar, Sabella debería preguntarse por qué.  

* * *

domingo, 17 de julio de 2011

COPA AMÉRICA: EL CIELO PUEDE ESPERAR.



Ayer en Santa Fe Uruguay contra Argentina demostró que tampoco en el arte del fútbol dos por dos son siempre cuatro, ni once más que diez; y que no basta sumar unas cuantas estrellas para tener una buena noche. 
Mucho menos si quedás afuera, en invierno, y a la intemperie.

EL CIELO PUEDE ESPERAR



 “Como caen los dioses en el suelo del destino”.
Fernando Pessoa.


Se precisa mucha suerte para que termine bien lo que viene mal, y anoche la Selección no tuvo tanta. Tuvo la suficiente como para quedar con un hombre más la mitad del partido y así rascar otro empate hasta la prolongación, y después bueno, ya diez contra diez, ya de igual a igual tuvo la suficiente suerte como para llegar a los penales… cuando la suerte se terminó, y lo que venía mal, terminó mal, claro.
Veníamos mal desde que perdimos 5 a 0 contra Colombia en el Monumental por las eliminatorias para el mundial de Estados Unidos. Eso fue en 1993, poco antes habíamos ganado la Copa América, y de pronto la noche.
El sol no salió nunca más.
Asomaba de a ratos, pero se iba enseguida y no volvía...
En Estados Unidos al final le cortaron las piernas al Diego, y el invierno se volvió interminable, como la noche.
Reducidos al divino tesoro de la juventud, ganamos dos medallas olímpicas y algunos sub, y nos sentamos a esperar que esos chicos madurásen para mostrarle al mundo el fútbol del que éramos capaces. Pero el largo invierno y su noche marchitaron esas flores sin abrir.
¿Para qué hacer historia? Los buenos recuerdos quedaron ya muy lejos. Anoche la selección Argentina culminó una campaña que no defraudó en absoluto porque no esperábamos otra cosa, según anunciamos. (Ver la sección Selecciónacional).
Nos fuimos de la copa sin ganarle a nadie. (No hay error, no olvidamos a Costa Rica). A nadie.
El técnico anticipó que iba a jugar como el Barcelona, pero no, ja, nada que ver, más bien.
De arranque se trajo sólo tres jugadores del Barcelona, no los once. Y para peor, uno de ellos no juega nunca (Milito), otro acá no juega nunca (Messi), y otro que allá juega de zaguero, y que él acá insiste en poner de mediocampista (Mascherano). Total: ningún Barcelona.
Allí comenzó ya la confusión, porque al no jugar como el Barcelona, mientras el técnico dice jugar como el Barcelona, ni los jugadores entienden a qué se juega entonces. Y luego en la cancha, por fin se advierte que a nada.
Pero el horrible Céline otra vez tiene razón: “esto surge de las profundidades y ha llegado”.
Resultados aparte (ya de por sí resultados son consecuencias), la Selección Argentina carece de estilo, y por lo tanto de rumbo, porque sufre en el tiempo una falta de liderazgo interno que se inició cuando Pasarella dejó la conducción técnica; que tuvo hace poco un breve respiro cuando la tomó Maradona, y que sigue sin resolverse y así nos va.
No podemos probar que Batista haya sido puesto ahí apenas para limpiar todo rastro de Maradona, pero así parece desde que llegó, así pareció a intentar (descartando a Tevez y Aguero), y eso consiguió desbaratar de una vez por todas cuando incoherente los incluyó de vuelta lastimando sólo Dios sabe cuántas sensibilidades de tantas grandes figuras, que de tan grandes parecieran no caber en el mismo equipo…
Como un reflejo clave de un pueblo que no acaba de encontrarse, excelsas individualidades inconexas diseñan sin embargo un fracaso compacto.
Messi es apenas un fantasma del Messi que nos cuentan, Mascherano se hace echar completamente al pedo, Burdisso no marca más que a Messi, Higuaín le apunta al arquero, Tevez le pega como yo, y Batista dice jugar como el Barcelona… Uno para uno y nadie para todos en nombre de cualquier cosa.  
Anoche la Selección Uruguaya mostró lo que vale un equipo de diez contra once que pueden ser los mejores del mundo, pero no un equipo. Con garra charrúa, sí, pero también con fútbol, con orden, con esfuerzo y mancomunados, nos dejaron afuera de nuestra propia casa, en plena noche, y bajo este invierno interminable.
Ahora vienen las eliminatorias.
Ojalá el cielo nos espere.

* * *

jueves, 7 de julio de 2011

ARGENTINA 0 – COLOMBIA 0: ROMERO Y DIEZ MÁS…



Nueva presentación, nueva ausencia. Esta vez contra Colombia, así como ante Bolivia, la Selección Argentina volvió a mostrar, apenas, todo lo mucho que le falta. La figura fue el arquero Romero, con eso resumimos el partido. Ahora hablemos de otra cosa.

70 BALCONES Y NINGUNA FLOR




Andres D´Alessandro parecía terminado la última vez que pasó por el fútbol argentino. Luego se fue al Internazional de Porto Alegre, se convirtió en su conductor y su ídolo, y ganó la Libertadores. Darío Conca ahora se fue a China con el cuarto mejor contrato del mundo despuès de haber sido elegido en Brasil el mejor jugador del país en la última temporada cuando salió campeón con el Fluminense. Walter Montillo, hoy ídolo y goleador del Cruzeiro, en la Argentina fue descartado hacer rato. Y  son nada más tres ejemplos entre muchos otros de jugadores que brillan en el fútbol de Brasil, y se apagan en el nuestro. ¿Por qué?
La respuesta la dio anoche otra vez la mayor expresión de nuestro fútbol, la otrora glorisa Selección Nacional, que ahora rascó un empate tan parecido a una derrota, que resulta en sí una derrota, sobre todo por la tendencia que se observa: cada vez jugamos peor.
Perdidos en la cancha, estrellas inconexas de un sistema que no existe, Romero y diez más aguantaron un cero a cero, contando con la impericia colombiana para definir, y rezando por la hora bajo la paciencia ya exterminada de las tribunas.
Línea por línea no se salvó nadie, exceptuando al arquero, lo cual es decirlo todo. Abajo era el desconcierto, en el medio la confusión, y arriba nada. Eso fue todo.
Por supuesto así la pelota no dobla, ni circula, ni sube, ni baja. Nada más se pierde, se revolea, se rifa.
Luego, conforme los minutos pasan, el tiempo se acaba, y el fútbol no aparece, abarrotamos de goleadores importados la delantera, allí se prenden fuego en un instante todos los pizarrones de la semana, y ya no hay sistema, táctica, nada, ya todo es cualquier cosa…
Pero acaso la clave de lo que decimos y sucede esté en ese mediocampo: Banega, Cambiasso y Mascherano. Setenta balcones y ninguna flor. Tres volantes de marca, de contención y recuperación, que en sí resumen el pensamiento del técnico, y expresan, -insistimos-, el pobre espíritu de nuestro pobre futbol.
Más allá de que aún así anoche ninguno de esos tres logró contener a nadie, el fracaso no esconde la intención, y la intención revela la creencia. Se juega con avaricia, y la mezquindad es lo contrario de la grandeza.
Por eso no es extraño que D´Alessandro, Montillo o Conca se apaguen en nuestro fútbol, cuando también allí se vuelven sombras los más pintados: Tevez, Higauín, ¡Messi!...
No hay talento que sobreviva al miedo. No hay.

* * *


sábado, 2 de julio de 2011

ARGENTINA 1 – BOLIVIA 1: ¿HIJOS SUYOS?.



Con grandes nombres y escasos recursos la Argentina debutó en la Copa América logrando un histórico por desesperado empate con Bolivia. Una doble intervención de Romero evitó la derrota, y por fin en un momento se terminó el partido.


EN EL NOMBRE DEL PADRE






¿Debemos colegir que nació una nueva paternidad en el fútbol latinoamericano?
Anoche la varias veces poderosa Selección Argentina rascó un empate glorioso frente a la ya para nosotros temible Bolivia.
Porque anoche otra vez la Selección Argentina fue superada por la de Bolivia -y acaso porque éramos locales, porque la altura ya no les servía (y porque del todo no se animaron)-, no volvieron a ganarnos… sino a golearnos.
En una nueva presentación, ya oficial, ya por los puntos de la copa América, es decir, ningún amistoso, la Selección Argentina mostró lo que viene mostrando desde hace rato: muchas estrellas y poco fútbol. De hecho, pasado el primer cuarto de hora, el poco fútbol que se vio lo mostró Bolivia, lo de Argentina fue más bien garra, ganas, en fin, cosas importantes, pero no suficientes.
Apenas comenzado el segundo tiempo una pelota muerta de un taco azaroso no pudo ser contenida por Banega ni por Romero, y se metió. Así nomás. A partir de allí la desesperación ya no dio tiempo para la razón. Después Agüero solito lo empató, después el mismo Romero de antes nos salvó de la derrota en un doble mano a mano de concurso, y eso fue todo. Otra vez, y de local, no pudimos con Bolivia. ¿Nace una paternidad? Brrrr… Al ayuno de títulos, se agregaría esto, y algo peor: los años pasan y no jugamos a nada.
El Martiyo ya dijo que no espera de Batista ninguna solución, pero digamos también que esto no empezó con él, ni tampoco con Maradona, que esto ya fue la causa del adiós de Basile, y que quizá sea el reflejo del fútbol nuestro de cada día, por muy “importado” que parezca el equipo en cuestión.
Batista dijo ya demasiadas veces –una ya era demasiado- que pretendía jugar como el Barcelona, recordando al joven aprendiz de pintor que jura pintará como Picasso, o al iluso poeta incipiente que promete escribirá igual a Borges. Altas fantasías, acaso loables, además de tiernas. Pero luego está la realidad.
No jugamos como el Barcelona. Hay siempre quince o veinte minutos iniciales donde parecemos parecerlo, pero ahí quedamos. Luego se pierde la pelota, enseguida la paciencia, empiezan los nervios, las fricciones, la desesperación y la ruina. Y esto no comenzó con Batista, ni ya tampoco importa cuándo. Lo que importa, urgentemente, es por qué.
Por qué con una auténtica selección de estrellas, y un banco que ya quisiera la Unión Europea para sus rescates, llevamos años de sed por el desierto de un fútbol de ocasionales espejismos, y luego más arena y sólo arena… ¿Por qué?...
Si hay medios y talento, quizá lo que falta es imaginación.
Terminada como era previsible la mentira Riquelme, la camiseta número diez se la puede poner el Papa, pero el hábito no hace al monje y esa selección sigue llorando –y demostrando, como ayer- la ausencia irreparable de un conductor.
La prensa deportiva de Brasil –donde algo de fútbol se juega- eligió como mejor jugador de la última temporada a un jugador argentino, a la sazón número diez y conductor del Fluminense campeón: Darío Conca.
El público argentino apenas lo conoce, y es entendible: los grandes medios argentinos no difunden el fútbol brasilero local. Lo que no se entiende es que Batista no lo conozca. Jamás lo probó, jamás lo mencionó. Y entonces nos preguntamos: ¿A quién conoce Batista?... ¿A los jugadores que conocemos todos, cualquiera de nosotros, a los que más salen en la tele, a los que brillan en Espn y la Fox?... ¿Y en qué se distingue, entonces, Batista de cualquiera de nosotros que tenga cable?... ¿Cuál es, a ver, la novedad que trae Batista?: ¿Messi?, ¿Tevez?, ¿Cambiasso?… ¿¡Zanetti!?...
Repetimos: esto no empezó con Batista… pero tampoco pareciera que vaya a terminar con él.
Antes del partido con Bolivia, bromeó con que un empate sería buen resultado en vistas del último encuentro allá en La Paz
Qué risa.

 Batista: una risa.

* * *

miércoles, 22 de junio de 2011

COPA AMÉRICA: UNA MISIÓN SUICIDA.


Reinauguramos aquí, así, Selecciónacional, sección pionera de El Martillo, y que hoy se nos vuelve imperiosa en vísperas de una Copa América que es para la Argentina una cuestión de vida o muerte. Tenemos la delantera más cara del mundo, y al mejor jugador del planeta, y encima somos locales: o la ganamos… o callamos para siempre.

EL DREAM TEAM





Una de las secciones primeras de El Martillo, llevaba un título compuesto, pero compuesto por una palabra sola: Selecciónacional. Como su nombre lo indica, allí nos ocupábamos de todo lo referente al mayor equipo del futbol argentino, porque vemos en él acaso el último símbolo patrio capaz de unirnos a todos, como ningún otro ya… infelizmente.
Con la derrota por cuatro a cero contra Alemana en Sudáfrica, le dimos un descanso a la sección (lloramos durante meses), y pocos depués, el 11 del 11 del 10, Clarín nos clausuraba el blog y nos expulsaba de su comunidad, en una muestra más de la libertad de expresión que tanto pregonan...
Y luego vino Batista, el Checho, interino, timorato y obediente, y el tema siguió, la sección, con su descanso...
Vimos su debut contra España -4 a 0 y a cuidar el resultado (en un amistoso de local contra once tipos de resaca)-, vimos que salió a contragolpear con Brasil en el primer tiempo, y para su suerte Messi de un zapatazo borró ese recuerdo; luego no lo vimos pero supimos que anduvo de gira juntando goles en contra frente a Nigeria y Polonia con un equipo de amigos que usó la camiseta nacional  como si fuera cualqier cosa; y vimos, sí, que había descartado a Tevez y Agüero para la copa América, y vimos que al final, vencido por la verdad -sin explicar del todo nunca nada (como si la Selección fuese un club privado)-, se agachó y los citó…
Y el lunes, sí, vimos una brillante actuación contra un equipo de jóvenes albaneses, casi todos ellos, al parecer, futbolistas.
Eso es lo que vimos hasta ahora con Sergio Batista, y por eso esta sección -con nosotro adentro (y llorando todavía)- continuó su triste descanso.
Pero empieza ya la Copa América, y entendemos que es hora de volver al ruedo, siempre con la peregrina ilusión pero sana intención de alcanzar acaso –por la magia infinita de la virtualidad- el corazón o mejor la mente de los responsables directos de la alegría o la tristeza de todo un país.
Enfrentamos un compromiso suicida, porque es al todo o nada.
Tenemos la mejor delantera del mundo, el mejor jugador del planeta, y somos locales.
La obligación de mostrar por fin en la cancha lo que tanto resultamos ser en la sobremesa, no deja lugar para ningún segundo puesto, y el que piense que esto es exitismo, es porque olvida o no sabe que la Selección Argentina fue dos veces campeona del mundo, dos veces vice, que exceptuando las Olimpiadas (competencia semiprofesional si se quiere), no gana un título importante desde 1993,y lleva, para peor, dos finales de Copa América perdidas –mal- contra Brasil.
Salir segundos, ahora, no sirve de nada, y salir segundos de Brasil, sería peor que salir últimos. (Y por decoro no vamos a imaginar aquí  qué sería de todas nuestras rutilantes estrellas si se apagase así nuestro universo)...
Pero esa es la verdad, y no sólo la verdad del orgullo y de las ganas de este cronista y tanta gente, sino la verdad de un equipo que ningún poder económico puede juntar (Messi, Tevez, Agüero, Higuaín, Milito, Mascherano…), de una camiseta que merece todo el respeto de todo el mundo, y de una hinchada como ningún otro rival tendrá esta vez.
El Martiyo no confía en Sergio Batista, no por su evidente obediencia debida a “Julio” y “Carlos”, sino porque El Martiyo es enemigo declarado de la mezquindad dominante –por lo que fuera que fuese- en el fútbol argentino. Aquí hay un post donde ya nos explicamos al respecto (Ver El infierno del Dante)….
Lo dijimos antes y por eso lo repetimos ahora: sólo dos veces en la era D de. D (Despuès de Diego), El Martiyo vio jugar a la Selección Nacional con la generosidad ofensiva que es propia de la nobleza de los verdaderos vencedores: cuando Bielza, y con Maradona.
De cualquier forma, claro está, nos deseamos, con Batista incluido, toda la suerte del mundo y el mejor fútbol posible, y la victoria desde luego.
Hoy nada más reabrimos la sección, retomamos el tema, y bocetamos más o menos nuestro punto de vista.
No somos nadie, pero menos tampoco, y nos preferimos arquitectos, antes que escombros.
Hasta la victoria o nada.  

Repetimos la foto porque lo bueno, si mucho...



N. del E: Como con Batista los nombres van y vienen sin que se entienda bien por qué; para ilustrar este post elegimos una simbólica selección de chicas que seguramente ni él, por muy asustado que venga, se animaría a rechazar.


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