Parte del folklore peronista consiste en
medir el peronismo de un peronista. Así nació el peronómetro, un aparato de
precisión muy útil que sin embargo no existe. A cambio, y en exclusiva, El Martiyo
revela aquí un novedoso procedimiento químico que permite precisar sin errores la
intensidad de peronismo de un dirigente, o de una gestión.
REACCIONARIOS Y REACTIVOS
"Naturaleza justicialista", óleo de Daniel Santoro.
El peronómetro es un aparato muy útil que mide el grado de peronismo de un dirigente, o, con mayor precisión, de una gestión. Pese a que dicho aparato no existe, cualquier peronista tiene uno, lo cual vuelve el método tan subjetivo como inútil.
A cambio, existe sí un
procedimiento que permite medir con cierta exactitud la intensidad de peronismo de un
dirigente, y/o, mejor, de una gestión. Se trata de un procedimiento químico,
podría decirse, ya que se ejecuta a partir de una solución de reactivos.
“Si quieres saber cómo me fue en la guerra,
pregúntale a mi enemigo”, decía el Magno Alejandro. Y es que acaso pocas cosas
nos dan la estatura de un hombre, de una mujer, o de una gesta, como sus
enemigos.
Qué hubiese sido del Cristo, por ejemplo, de no haber
irritado al imperio de su tiempo y a la autoridad eclesiástica de su nación. Bonaparte,
por su parte, se midió con el resto de Europa, Gran Bretaña y toda la Rusia de
los Zares. Habríamos olvidado incluso a Hitler, si sólo hubiese masacrado el África,
la India, y/o, el sudeste asiático, como hacían entonces los imperios británicos,
franceses, holandeses, y un poco antes, españoles y portugueses también, cuyos
respectivos genocidios -igualmente racistas- ya son olvido… ¿Sería tan grande
Evita sin el “viva el cáncer”, sin el odio de los sectores más reaccionarios de
la Argentina?... Acaso el peronismo todo se hubiera licuado como el radicalismo
de no haber sido por el bombardeo a Plaza de Mayo, los fusilamientos, la persecución,
el decreto 4161, los exilios, las cárceles, los desaparecidos… Los enemigos,
como los reactivos, revelan mejor que nada la composición de una sustancia.
El peronismo cuando es peronismo irrita sin
error siempre los mismos sectores: la oligarquía, la Sociedad Rural, las
cúpulas eclesiásticas y militares, la banca financiera internacional, los
grandes grupos concentrados, sus grandes medios por supuesto, y antes y primero,
el State Department y su Embajada porteña.
Con este sencillo método se resuelve por
ejemplo la eterna discusión sobre el peronismo de Carlos Menem, que indultaba a
los militares genocidas, que era aplaudido en la Rural, que extranjerizaba las
empresas nacionales, que era adulado por los grandes diarios porque les entregaba
las radios y los canales, que era
bendecido por la Iglesia Católica en gratitud por la desregulación educativa, y
que, sobre todo, mantenía relaciones carnales con los Estados Unidos. Peronismo
cero.
Del mismo modo, y por la inversa, se puede
medir el peronismo del kirchnerismo, que todavía subleva los reactivos
correspondientes, exceptuando, de momento, la Iglesia Católica, cuyo papado
actual parece crispar a los mismos sectores. Aunque a buena parte de los propios
también.
De más está decir que según este procedimiento
químico, hoy nadie consigue un grado más alto de peronismo que Cristina
Fernández de Kirchner.
Claro que también se pueden agitar los mismos reactivos sin hacer peronismo.
Sólo que entonces ha de observarse que se encrespan al mismo tiempo las propias bases, los pobres, los desheredados, los excluídos, y por lo tanto y por supuesto, a CFK.
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