Incluso La Nación, con mucho cuidado, casi con temor, destacó la pasión de los “miles y miles de jóvenes” que encabezaban y cerraban y vivaban el cortejo. Clarín, como espantado, todavía hoy habla de “multitudes”.
Y es que ellos saben que esos miles y miles de jóvenes y esas multitudes no son sino la punta del iceberg de otros miles y miles de jóvenes y de otras multitudes que no estaban allí, pero sí… Y ellos saben también, porque ya se los enseñó la historia, que esos millones de personas todas juntas, no son sino el solo cimiento pétreo de esa inmortalidad, y de su lucha. Por eso tanto cuidado, casi temor.
La historia argentina precisará de muchos años para acabar de medir la importancia de este hombre, pero un día por fin el tiempo habrá limpiado de minucias contemporáneas su figura, las miserias que hoy le adjudican se extinguirán con los miserables que se las adjudican, y nada más quedará claro el enorme mural de su trabajo, la gesta de su gobierno, el heroico salvataje de un país a punto de astillarse, y su milagrosa resurrección económica, social y política, tres veces histórica.
De a poco el tiempo separará paja de trigo, no sabrá qué hacer con sus criticados mocasines, y su indemostrable “autoritarismo”, y se quedará en cambio con que fue el primer presidente en 30 años de democracia que liberó a la Corte Suprema, con la que se murió peleando justamente porque no era “suya”.
Para entonces se habrán callado las voces ya inaudibles que lo acusaban de usar los derechos humanos para hacer política, pero quedará en los archivos el listado de asesinos juzgados y condenados, y que los presidentes precedentes habían dejado libres y más que perdonados….
Las burlas bobas por su mirada extraviada se apagarán incluso antes que el triste coro de bobos que las solloza, y se recordará mejor que fue quien puso fin por fin a mucho más de una década de relaciones “carnales” y contra natura con los Estados Unidos, para alinearse con Latinoamérica y sacar de una vez por todas de los discursos el sueño bolivariano de la patria grande…
La historia tiene mucho trigo para contar y mucha paja que olvidar. Y de ese trabajo se ocuparán justamente esos “miles y miles de jóvenes” que La Nación destaca -no Tiempo Argentino-, “las multitudes” admitidas por Clarín, no por Víctor Hugo; incluso los “bebés en brazos” de esos padres ya no tan jóvenes se ocuparán también de limpiar de algas el mito, y de encarnarlo… Por eso el cuidado, el respeto, casi el temor del enemigo franco. Porque un mito no es una estatua inerte en su mármol, sino más bien un espíritu que inspira y alienta.
El cuerpo fue sepultado, allá en el sur, donde había nacido, cruzó en un vuelo su Patagonia entera, y antes del estrecho de Magallanes lo enterraron de una vez, sin otra pompa ni más ceremonia que los hombres y las mujeres y los jóvenes de su pueblo, los que estaban allí, y los que no, los que son él ahora y por eso cuidarán de su legado, y de su viuda. El cuerpo fue enterrado, la lucha no.
“Néstor con Perón, el pueblo con Cristina”, sintetizaba ayer una pancarta registrada tan luego por Clarín… lógicamente con todo respeto, con sumo cuidado, casi con miedo… Ellos saben, cómo no. Algunos, los más flojos, pretenderán subestimarlo por un tiempo, dirán que es puro melodrama necrófilo y mediático, que ya pasará, que no pasó nada, que se murió y que chau… Pero los que piensan así no importan. Ellos mismos, desde arriba, los llaman “la gilada”. El verdadero enemigo no se engaña..
Con diferentes banderas pero la misma furia, llevan una vida peleando sin suerte contra contra Rosas o Perón, contra Eva Duarte, contra imágenes que no son sino el espíritu de ese pueblo que sólo quiere justicia, dignidad y paz, pero que no cederá hasta conseguirlas. Ese pueblo que ellos creían muerto, pero que no lo estaba, y ahora acaban de verlo, de allí el temor… ya casi espanto.
Por un rato, bien lo sabemos, ellos celebraron. En un flash de codicia se imaginaron un país de vuelta sin él, una viuda por fin sola y frágil y fácil de aplastar, y otra vez la impunidad, otra vez los grandes negocios, las AFJP, Papel prensa, el escolaso financiero de los ministros que ellos ponían y sacaban, de nuevo el jubileo, los días dorados… por un instante, por lo que dura un espejismo, lo imaginaron muerto y tocaron el cielo con las manos.
Luego bajaron los ojos y vieron las calles, las multitudes, los hombres y las mujeres, los chicos, los jóvenes, la pasión de ese pueblo como un solo ser abrazado a su viuda la presidenta… y vieron que no, que Néstor Kirchner no se murió un carajo, y lo que es peor: vieron que ya tampoco podrían matarlo nunca.
De allí el espanto de ellos: la gloria es de nosotros, no se murió nadie: estamos todos vivos.