Desde que asumió Alberto Fernández, El Martiyo guardó silencio. Quisimos otorgarle los primeros cien días, y el día 99 estalló la pandemia y su dominó de consecuencias. Durante ese lapso, las dudas sobre la marcha del gobierno fueron y vinieron, y volvieron. Ahora sabemos que también Cristina callaba y esperaba. La hecatombe de las últimas PASO detonó todos los silencios. También el nuestro.
La Derrota de la Victoria
"Si ganábamos, perdíamos"
Hebe de Bonafini
Inspirada en el hombre que en vida de
Perón soñó un peronismo sin Perón, así en 2017 Florencio Randazzo soñó un
peronismo sin Cristina, y fundó sin fundar lo que aquí bautizamos la Agrupación
Augusto Vandor. (Ver aquí).
Una agrupación sin destino, se dirá, sin
embargo allí está por ejemplo la izquierdita argentina, celebrando como una
victoria un 5 por ciento en las elecciones que marcaron el récord histórico de
baja participación. Minucias de la alegría que la democracia prodiga. Pero la
Vandor es otra cosa.
La Unión Democrática primero -con socialistas
y comunistas-, la Fusiladora después -con don Alfredo Palacios como embajador,
por ejemplo-, dejaron en claro para siempre que la derecha argentina odia al
peronismo, pero la izquierdita también. Sin embargo, es la Vandor el primer
experimento de un antiperonismo peronista. Randazzo fue apenas su big bang, un
estallido que así lo dejó. Hoy mal puede protagonizar una serie de spots involuntariamente
cómicos para delicia del gorilaje. Pero la Agrupación fue mucho más allá del
pedo que la parió.
El espectral Eduardo Duhalde, Il Capo Luis
Barrionuevo, el despechado Guillermo Moreno, los vestigios de Julio Bárbaro, el viscoso Fernando Chino Navarro, el
resucitado Julián Domínguez, son apenas fragmentos de esa galaxia que gira
alrededor del sol del sueño de un peronismo sin Cristina. Y hoy vale recordar
que en los albores de esa nebulosa, Alberto Fernández fue una de sus estrellas
más brillantes.
Alejado del primer gobierno de Cristina
luego de la crisis de la 125 -cuando él se oponía a confrontar con Magnetto-, a
partir de entonces fue número puesto en los programas de TN, desde donde criticaba
y horadaba al gobierno y la figura de Cristina con su tono siempre calmo, amable hasta lo
meloso. En 2015 diseñó la campaña de Sergio Massa, en el 17 la de Florencio
Randazzo. Sería injusto desconocer el impulso que le dió a la Vandor.
Desde los inicios de El Martiyo -harán
ahora 13 años-, advertimos que considerarnos un blog cristinista, era apenas
una ilusión óptica. Lo que de verdad sucede es que Cristina es martiyista, hace
lo que nosotros queremos, y también afirmábamos allí, que así se apartara apenas de nuestras
convicciones, la criticaríamos como a cualquiera.
Pero esto sucedió solo dos veces: cuando
decidió reivindicar en vida la figura del gorila de Raúl Alfonsín; y cuando
eligió a Alberto Fernández para presidente.
Olvidemos el primer caso, casi sin
consecuencias para el país. Ahora el que importa es el segundo, la elección de
Alberto Fernández para encabezar la fórmula presidencial.
Aterrados por la velocidad de la
destrucción de la Argentina durante el gobierno macrista, como millones de compatriotas
decidimos tragar ese sapo con la trémula esperanza de que el beso de Cristina
pudiera convertirlo en príncipe. Pero la trémula esperanza pronto fue vana
ilusión.
Apenas elegido candidato, frente al propio
Magnetto, llamándolo “Don Héctor”, Alberto daba por terminada “la guerra con los
medios”. Por supuesto Magnetto se cagó de la risa: un acuerdo de paz unilateral,
no es más que un eufemismo por una rendición incondicional.
Durante los dos primeros años de gobierno
de Alberto Fernández, El Martiyo, diría don Bernardo de Irigoyen, guardó un
silencio muy parecido a la estupidez. En un principio decidimos concederle los clásicos
primeros 100 días, y ya garabateábamos algo cuando el día 99 se impone la
pandemia y su dominó de consecuencias. Nos pareció innoble juzgar a un gobierno
atravesado por un desastre universal sin precedentes, y seguimos callados.
En todo ese tiempo, las dudas que
teníamos sobre Alberto Fernández y su gobierno, fueron y vinieron, sobrevolaban, y se quedaban. Nos ilusionamos
con la imprescindible y urgente reforma judicial, pero poco a poco, la ilusión
degeneró en fantasía. Nos ilusionamos con la investigación de la aberrante
deuda externa contraída por el gobierno de Macri… pero pronto la renegociación
de esa deuda, fue más importante que su origen espurio. Por un instante el caso
Vincentín borró todos los temores. Pero enseguida los instaló definitivos. Nacía
la sospecha de la tibieza del gobierno, mientras al mismo tiempo los medios
de la “paz unilateral” lo acusaban de títere. Ya nadie se ilusionaba con la
reposición de la Ley de Medios Audiovisuales, aprobaba por ambas cámaras,
refrendada por la Corte Suprema, abolida por un decreto de Macri, y fin de la
historia. Tremenda lucha, perdida así… Total, que durante estos dos años de
silencio nos ilusionamos y nos desilusionamos muchas veces. Pero nunca
olvidamos que la alternativa era el abismo, y preferímos callar, esperar.
Porque además las apariciones puntuales y
precisas de Cristina, mientras tanto, dejaban la esperanza de una conducción
lúcida, enfocada en una gestión a la altura de lo esperado, reclamando coraje
de los funcionarios, pero también salarios, jubilaciones, reavivar el consumo
para reavivar la producción, una distribución más justa… reclamando, en
síntesis, más peronismo. A su lado Alberto, entre arengas y más promesas, se limitaba
a sobreactuar su amistad con ella y la unidad del Frente de
Todos, ante un pueblo que esperaba algo más, mucho más.
El domingo 12 de setiembre por fin enfrentó
las urnas y obtuvo la mayor derrota electoral del peronismo. El propio entorno
presidencial fue sorprendido… ¿No la vieron
venir? La derrota estaba ahí, en los altos índices de pobreza e indigencia, en la
suba imparable de precios, y la caída libre del poder adquisitivo; en el
vacunatorio vip y la fiesta de Fabiola, hechos que hubiesen pasado inadvertidos
en otro gobierno, pero que los medios de la “paz unilateral” supieron magnificar
hasta el delirio. La derrota estaba ahí, no la vieron venir, porque no quisieron
mirarla.
Entonces apareció Cristina, con su costumbre de terremoto nacional que no deja nada en pie. El novio de la periodista de LN+
que diera a conocer las fotos de la fiesta de Fabiola, el vocero Juan Pablo Biondi, fue eyectado. El gabinete saltó por el aire y la oposición quedó congelada en
su festejo. Los vencedores del domingo ya no importaban más. Vilma Ibarra salía a negar lo que el propio gobierno acababa de afirmar. Alberto tuiteaba
cosas. Un terremoto nacional.
Los medios del miedo y sus pinochos intentaron instalar una crisis institucional, incluso hablaron de "golpe de estado". Son los mismos que encubren un tráfico de armas en apoyo del golpe de estado que aún niegan en Bolivia. Los que tanto se quejan porque los políticos transan a espaldas del pueblo, los mismos que reclaman transparencia, no pudieron soportar el saque de transparencia de quien una vez más demostró que se debe a sus votantes, y no a quienes estos votan. Al peronismo, no a sus dirigentes. Al pueblo. Que la Vandor es otra cosa.
* * *
Recién hoy, con esta nota, los encuentro y los conosco. Déjenme contarles que, aparentemente y aunque yo no lo sabía, como Cristina, soy Martiyista.
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