La dominación anglosajona que desde 1827 somete a la Argentina, entra sin embargo en una fase incierta. En los Estados Unidos el Congreso acaba de aprobar una suba en el techo de su deuda a solo cuatro días del default, mientras el Gobierno admite haber repartido, en lo que va del año, seis mil millones de platos de comida para mitigar el hambre de un pueblo que ya no sueña el sueño americano. En tanto en la Gran Bretaña -cada vez más Bretaña y menos Gran- sobre la pandemia llovida, el Brexit se revela como un formidable cañonazo en el pie de los súbditos. En dicho contexto, cómo no preguntarse qué será ahora de nuestros compatriotas los kelpers.
DE IMPERIOS Y
LUCIERNAGAS
Con la soberanía económica en manos de Washington,
parte del territorio nacional ocupado por Gran Bretaña, y el aparato mediático-cultural
(Clarín, etc) alineado con la Embajada norteamericana, negar nuestro estatus de
semicolonia, es sólo eso: una negación.
Pero mientras el mundo sigue sin resolver
la silenciosa hecatombe de la peste, y la Argentina se dobla a punto de
romperse, vale considerar, no ya como consuelo, sino más bien como
oportunidad -y alerta-, el derrumbe del imperio que hace tanto la somete.
La aventura Trump, que concluyó con la toma del Capitolio en manos de hordas brutales, sí, pero norteamericanas; los cientos y cientos de miles de muertos de la pandemia que suman y siguen, detonando al gobierno anterior y acechando al actual; la desocupación, creciendo en paralelo con la pobreza, la guerra comercial con China -que tampoco están ganando-, más el viejo enfrentamiento con Rusia, que sigue y crece; y como broche del espanto, la reciente retirada de Afganistán -flashback terrible de la derrota sufrida en Vietman-, y al cabo de un rosario de fracasos en Irak, Libia y Siria. Todos síntomas de cualquier cosa. pero no de una primavera.
Basta recordar que una de las primeras medidas de Joe Biden al asumir, fue implementar un plan para combatir la pobreza extrema; y que según cifras del propio Gobierno -difundidas no se entiende si por honestidad, error o jactancia- ya repartieron en lo que va del año seis mil (6.000) millones (millones) de platos de comida. Ninguna primavera.
Ahora, sobre el minuto final, el último 14 de octubre, a cuatro días del default, el congreso norteamericano aprobó elevar el techo de la deuda del país en 480 mil millones de dólares. Pocos días antes, el 4 de octubre, el Presidente Biden había advertido que, de no aprobarse, “un meteorito se estrellaría contra la economía norteamericana”. Y vale recordar que luego del propio pueblo y su Tesoro, el mayor acreedor de los Estados Unidos es China, su nuevo gran enemigo. O sea…
Por su parte Gran Bretaña, la madre patria que los parió, tampoco es lo que era. Mientras crece la inflación y decrece el PBI (2% el año pasado, 4 este año), aumenta la asistencia social porque siguen sin controlar la pandemia, y cada día reparten más cajas de comida entre sus cada vez más numerosos choriplaneros. Y en tanto asesinan diputados por sus calles, la vieja reina no da más y la familia real se descompone entre un hijo que los súbditos siempre miraron de reojo, otro complicado en un caso internacional de trata de personas y pedofilia, y un nieto que los mandó a cagar y los verduguea públicamente para que lo miren por tevé. De remate, como una torta en la cara, descubren que se tiraron de cabeza en la piscina sin agua del Brexit. Sin fuerza laboral de tanto hacerse los culorrotos, ahora no se consiguen gasolina ni pavos ni jeringas ni muchas otras cosas, porque no hay camiones -que sin choferes resulta que no caminan-, ni enfermeros, ni deliverys, ¡ni camareros!, así que la sangre llegó hasta el río sagrado de los pubs, que ya no tienen quién los atienda. No, tampoco la Gran Bretaña es lo que era.
También por eso causa risa sino pena ver a
tantos habladores -de políticos a periodistas, panelistas y analistas,
operadores y otros mercenarios- aferrarse todavía a la teta de la ilusión del
Imperio, la Embajada, y sus designios… Parecen esos desesperados que se
colgaban de los helicópteros en Saigón, o de los aviones en Kabul, y que luego
sin más, claro, caían al vacío.
Pero también los kelpers deberían
considerar tantas alertas.
Apenas abandonada la Unión Europea el
gobierno británico les avisó por carta que, lamentablemente, no habían podido rescatarlos
en los acuerdos de transición, así que todos esos barcos de pesca que saqueaban
nuestros mares porque total en Europa no pagaban impuestos, quizá no vuelvan más.
Dese luego en la misma carta les recordaron que los llevarán siempre en el
corazón, but… God save the kelpers.
Y lejos de nosotros regodearnos en la
desgracia de nuestros provincianos angloparlantes. Por el contrario, cuando la
fiesta iniciada en junio del 82 se acabe; cuando todo ese dinero que llovía
desde Londres se termine como toda lluvia; cuando ya la reina madre no les
mande ni un pancho, cuando la noche polar se les venga encima, allí estaremos
nosotros para echarles una mano. Después de todo, son compatriotas.
A propósito, pocas semanas atrás la
Argentina logró un nuevo y mayor apoyo en las Naciones Unidas en su reclamo por
la soberanía sobre las Islas Malvinas. No es mucho ni poco. Es una lucha que no
cesa, mientras Gran Bretaña y los Estados Unidos, allá en el horizonte... toda una oportunidad.
Borges se preguntaba: “esa luz a lo lejos…
¿es una luciérnaga, o un imperio que se apaga?”.
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