En el comienzo de la última mitad de su mandato, el Presidente Alberto Fernández inauguró las sesiones ordinarias del Congreso con un discurso que mantuvo las mismas convicciones, los mismos objetivos y las misma promesas que ya expresara en su campaña de 2019. Nobles aspiraciones que más rápido que despacio el tiempo convierte en tristes chistes amargos. Pero no hay que desesperar…
EL GRAN PROMETEDOR
Inoperante, ambiguo pero
gran hablador como buen radical, Alberto Fernández inauguró este martes la
mitad final de su gobierno con un discurso que por tercera vez renovó las promesas
hechas en campaña y todavía pendientes: la reforma judicial, la investigación
del origen y destino de la deuda externa, el castigo a sus responsables, trabajo
para todos, salarios dignos, jubilaciones justas, y otras palabras hermosas que
tal vez un día...
Quedó claro que el Presidente
no duda de la urgente necesidad de una reforma judicial sin la cual, entre otros
infinitos riesgos, cualquiera de sus políticas puede ser abatida en cualquier juzgado,
como bien le enseñaron ya oportunamente su “amigo Horacio”, o su otro amigo “Don
Héctor”.
Sin embargo, y pese a
tan honda convicción, el Presidente todavía no pudo ni siquiera indicar un
reemplazante para Highton de Nolasco, manteniendo así la Corte Suprema en manos
de cuatro abogados que se le cagan de la risa.
Con respecto a la
investigación de la deuda mundialmente histórica contraída por el gobierno
anterior -y blanqueada por el actual-, el Presidente tampoco ignora la sed de
justicia de este pueblo que todos los días se hunde un poco más en la pobreza,
mientras mira por tevé a los responsables de ese endeudamiento pasando sus
vacaciones en Punta del Este, en Suiza o Miami, o en una reposera en Lago Escondido
junto al usurpador inglés… quien dicho sea de paso, sigue sin ser incomodado por
nadie.
Tan consciente está, el
Presidente, de esa sed de justicia, que no sólo prometió en campaña investigarlos,
sino que una vez asumido realizó la correspondiente denuncia penal. Pero tal y como
le explicó hace unos días al animador televisivo Gustavo Sylvestre, “yo la denuncia
la hice, ya si la justicia no avanza, qué más puedo hacer”. No pocos se
preguntan si de verdad no sabía cómo eran las cosas cuando hacía esas promesas.
En el plano económico, y
con debido orgullo, remarcó el fabuloso crecimiento del último año de casi un
10%. Con debido orgullo y cierta nostalgia, porque ya para el año próximo el
FMI le puso un techo del 2%. Aunque eso no lo dijo, como tampoco dijo que, tal
y como le había advertido Cristina, tanto crecimiento “se lo quedaron los cuatro
vivos de siempre”.
Infelizmente pese a los
esfuerzos de Martín Guzman y su equipo, el acuerdo con el Fondo -que tantos
anunciaban que allí anunciaría- no llegó a tiempo para la ocasión. Sin embargo,
y pese a que expertos, analistas, propios y ajenos consideraron esa deuda impagable;
el Presidente apostó a pagarla confiando en el futuro de “un sendero de
crecimiento posible”. Sin entrar en detalles, ni reparar en los misterios del insondable
porvenir, allí nomás bosquejó algunos planes de prosperidad
que a su vez evitarán -o evitarían- que el pueblo la pase todavía peor. Como
suele decirse: “si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”.
Y mientras una familia tipo
precisa un ingreso de 80 mil pesos -sin contar alquiler- para no caer bajo la
línea de la pobreza; el salario mínimo es de 33.000, y la jubilación mínima -la
PUAM, que es la verdadera mínima – apenas supera los 22.000.
Por eso cuando habló de
la inflación imparable que pulveriza la subsistencia de los argentinos, no le
tembló la voz a la hora de responsabilizar a “esa costumbre seriamente
arraigada en muchos sectores de remarcar los precios por las dudas”, y a “la
complicidad judicial con el poder económico real”. Los cuatro varones de la Corte,
allí presentes, más ocultos que protegidos detrás de sus barbijos, ni siquiera
pestañearon.
Si hasta ahora ninguna
de estas promesas pudo ser cumplida, explicó también, fue por la pandemia,
iniciada el 20 de marzo de 2020, a sólo 99 días de haber asumido. Esos primeros
100 días -cruciales para cualquier gobierno que pretenda ejecutar cambios
profundos- se fueron, infelizmente también, entre canciones y guitarreadas junto
a Dylan y Lito Nebbia.
Pero no hay que desesperar.
Este primero de marzo una
vez más, como en 2020 y 2021, el Presidente renovó todas aquellas promesas de campaña,
y así parece decidido a hacerlo hasta el último día de su mandato.
* * *
Así es nuestra triste realidad, un presidente de cartón pintado.
ResponderEliminarPero a no preocuparse, ya piensa en la reelección. O sea, tenemos varios otros marzos de promesas sin comprometerse.