Ya el último 18,
a poco de estallar el caso Ángeles Rawson, advertimos en
nuestro post El crimen paga sobre la
velocidad de la locura de los medios más importantes de nuestra industria
periodística.
Enceguecidos por la supervivencia –el rating, las ventas, el
sustento-, dispuestos a todo, ya no les importaba nada. Con ese vértigo, era de
prever, alguno iba a seguir de largo en alguna curva, hacia el abismo…
Y fue -tenía que ser-, el diario Muy, otro producto del Grupo Clarín, con
el cual aspiraban seducir al público que más desprecian.
LOS COMEMIERDA
Olvidada en la batalla la esencia del oficio; ya invulnerables
a cualquier desmentida; feroces y voraces por las ventas, el rating, o lo que
fuera su apetito; inmaculados por la gracia de la Opinión Pública que dicen
representar, el caso Ángeles Rawson expuso una vez más la demencia de la
industria mediática argentina, que en nombre de sagrados principios
republicanos como la “libertad de expresión” y el “periodismo independiente”,
no respetan ni a su propio público; y sin quererlo se inmolan... `
El diario Muy, en
su edición de ayer, publica para espanto nacional fotos del cuerpo de Ángeles
Rawson tal cual fue hallado en el Ceamse, marcando así, con innecesaria crudeza,
el grado al que llegó dicha demencia industrial.
Las fotos no tienen justificación periodística, informativa,
nada. Apenas comercial.
El repudio en las redes sociales fue inmediato y absoluto.
Por primera vez gente que siempre ataca al gobierno, atacaba de pronto un
producto de Clarín y al propio Clarín. Por efecto simpatía, antes de 24
horas reaccionaban distintos organismos y representantes públicos, desde el
Afsca, hasta el abogado Pablo Lanusse, representante del padre de la víctima.
El tiro por la culata alcanzó el corazón pétreo del Grupo, que algo
tuvo que hacer, y entonces, fiel a un estilo, entregó un culpable: Horacio Convertini, editor
general de Muy, quien inmediatamente ayer, bajo el esterilizado título “Polémica en las redes sociales por la tapa de Muy”, intentaba
justificar lo injustificable mientras se ahorcaba con su propio razonamiento,
explicando que la publicación de las fotos “estuvo
precedida por un “intenso debate entre los editores”, en el que se discutieron
tres puntos centrales: “1) Si las fotos aportaban algo. 2) Si había que
publicar todo, parte o nada del material. 3) Cuál era la repercusión que podía
llegar a tener la nota”.
Pero resulta que, uno, no consigue explicar qué aportan las
fotos; dos, qué importancia tienen las que no publicaron, si hablamos de las
publicadas (¿o es que deberíamos agradecerles, todos, y en especial la familia?);
y, tres, cuando dice “repercusión”,
¿a qué se refiere si no a las ventas, y por lo tanto, al lucro?... O sea: la codicia.
El diario Muy -otro
producto del Grupo Clarín-, fue lanzado en abril de 2011 con todos los platillos
y redoblantes de sus incontables medios. La intención lisa y llana era morderle
el mercado a Crónica y Diario Popular. El objetivo, corto y crudo, era el
lucro, más bien. Ningún otro. Ja.
Sin embargo, en aquél abril, desde las páginas del propio diario
Clarín –claro-, Ricardo Roa -a la sazón periodista del mismo diario, pero entonces
ascendido a director de Muy-, allí avistaba
muy entusiasta su nuevo proyecto (suyo del Grupo, más bien), y decía:
“Hace años venimos
estudiando la posibilidad de lanzar un diario popular. Aunque hay muchos
diarios en Buenos Aires, creemos que existe un espacio para una propuesta
innovadora. La nuestra tendrá una configuración que privilegia la
espectacularidad informativa. Y una valoración periodística basada en lo
interesante, lo útil y lo cercano. Es un diario emotivo, que transpira sensaciones”.
Como algo hay que decir -porque para eso le pagan-, y ya que
nadie lo controla –evidentemente-, allí Roa, muy docto, se extendía ilustrando
al vulgo sobre las características técnicas del estupendo diario inminente:
“El servicio al lector
es uno de los ángulos principales. Y el lenguaje buscará la máxima comprensión:
sencillo y sin complicaciones. Escribimos para la gente común sin caer en la
chabacanería. Y sin pretender ser arrogantes ni intelectualizados”
Hoy, a sólo dos años de su lanzamiento, y muy lejos de los malolientes
divagues de Roa, el diario Muy
demostró que no traspira sensaciones sino más bien defeca sensacionalismo; que huir de la
chabacanería no lo eximió del amarillismo más hediondo; y que no
intelectualizar, se redujo simplemente a no pensar.
Y algo más.
La edición de ayer del diario Muy tradujo a un lenguaje “sencillo, sin complicaciones” -como quería su director-, lo que piensa y siente el Grupo
Clarín por esos sectores sociales a los que Roa llama “la gente común”, en un intento de eufemismo por “esos negros de mierda que la votan”.
No quieren a esa gente, la desprecian, y por lo tanto, no la entiende, pero como la precisan, van a por ella, intentan “captarla”, y le ofrecen un plato de mierda, porque
están convencidos de que esa gente come mierda, y que le gusta. Y entonces ocurre lo que ocurre: la gente les tira el plato de mierda en la cara, la mierda se la terminan comiendo ellos, y todo acaba como se ve: ellos lejos
de la gente, y la gente cada vez más lejos de ellos.
Alguien nos dirá: a la velocidad que venían, lo mismo le
pudo pasar a cualquier otro medio.
Tal vez.
Pero le pasó a un medio del Grupo
Clarín, y no es, no fue –su propio director lo admite- una casualidad. Las
fotos no aparecieron allí sin que nadie hiciera nada. Las marcas son abstractos, los abstractos no editan fotos, no deciden tapas. Hay hombres, nombres, en esa tarea, y es bueno que de una vez por todas el público los identifique y los recuerde. Porque ellos son los responsables.
Ese soviet que siempre fue Clarín, en un vano intento por
limpiarse, ya entregó al editor general de Muy,
Horacio Convertini. Grabe ese nombre. Que no haya olvido.
Aquí El Martiyo, por su parte, gustó recordar a su
entusiasta director, Ricardo Roa, tres
letras fáciles de memorizar: Roa.
Pero no debemos olvidar jamás a quienes alientan y financian
todo el horror: Héctor Magnetto, Ernestina
Herrera de Noble, Lucio Pagliaro, José Antonio Aranda, Jorge Rendo… los verdaderos comemierda.
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