////// Año XVIº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

martes, 18 de junio de 2013

ÁNGELES RAWSON: CUANDO EL CRIMEN PAGA...

El caso del asesinato de Angeles Rawson, expone una vez más la capacidad de improvisación y negligencia de los grandes medios, que en su apuro industrial por llenar espacio y ganar en ventas, se embisten y destruyen entre primicias falsas, hipótesis atadas con alambre, teorías en constante mutación, y sospechosos rápidos que sin ninguna precaución arrojan a la hoguera popular.


EL CRIMEN PAGA




Embarrados por la taimada lucha política en la que se enterraron durante los últimos años, los grandes medios, con Clarín a la vanguardia, abjuraron de la veracidad abiertamente, y así rifaron buena parte de su otrora aceptada aunque relativa credibilidad. Por contagio del mercado -con puntuales excepciones que no hacen la regla-, el periodismo en general sufrió el mismo abaratamiento, el oficio perdió rigor, la recolección de chimentos reemplazó la investigación, y la sana competencia por la primicia y/o la exclusiva, derivó en la barbarie descarada de la fabricación de escándalos artificiales. La buena noticia, para los vagos del gremio, es que ya no hace falta chequear ninguna información. Hoy puede decirse cualquier cosa. Hoy una mentira más, es apenas otra mancha en el tigre de los días. 
La falsedad, el invento, la tergiversación, todo eso que en la sección política resulta propio del juego, en espectáculos intrascendente, y en deportes imperceptible; en policiales repugna, asquea, y lo que es peor: amenaza.
Apenas apareció el cuerpo sin vida de Ángeles Rawson, ya ninguno de los encumbrados habladores de turno se bajaba de “la violación seguida de homicidio”. Cuando pocas horas después la violación fue descartada por los peritos, ninguno de esos habladores, sin embargo, renunció a su puesto. Qué va. El show recién comenzaba. 
Durante horas y días una tanza de pesca había sido el arma homicida, y entonces el padrastro, pescador profesional, encajó en el nuevo guión mejor que Anthony Hopkins en El silencio de los inocentes. Una mirada, un mínimo gesto suyo, una imperceptible inflexión de la voz, se llenaron de golpe de sospechas horrendas. Cuando la tanza resultó ser un hilo sisal, ya era tarde, el padrastro ardía entre las llamas, y los habladores, lejos de echar agua, echaron más leña.
Con el orgullo de los necios, el inmediato allanamiento al domicilio de la víctima –a todas luces lógico, previsible en la secuencia de la investigación-, les dio toda la razón y bañó enseguida en sangre a la familia entera. Su dolor ya no importaba más. Un árbol genealógico de los Rawson floreció en todos los noticieros, y a cada nombre, y su fotito, le correspondían ahora mil dudas como sospechas.
Sin mucho vocabulario, pero plenos en bríos, los teledectives de cada canal, minuto a minuto, levantaban nuevas teorías con los escombros aplastados de la anterior. Todo les cerraba todo el tiempo, y desde luego, siempre estaban un paso más adelante que el fiscal y la policía.
Botón de la muestra, el miércoles por América Facundo Pastor, puesto a biógrafo de los Rawson, informaba que uno de los hermanos de la víctima -Axel-, no vivía con la familia porque estaba internado en una clínica con problemas psiquiátricos.
Apenas el jueves, al día siguiente, en el mismo noticiero, el mismo Facundo Pastor –o uno idéntico a él- se preguntaba intrigante por qué todavía no le habían tomado declaración a “su hermano Axel”. Todo era posible. Pastor también
A salvo de cualquier intento de zapping, los mismos clisés, las mismos lugares comunes sonaban en todos los canales. Los supuestos y las sospechas, pegoteados con todos los potenciales y condicionales de la lengua, sus dirían, sus habrían dicho, sus parecerían y sus podrían, más el misterio metafísico que es propio de los impersonales tipo se dice, se cree, se sospecha; reemplazaban en su amasijo cualquier forma de verdad. Era el jubileo de la fantasía.
El viernes por la noche la presidenta de AVIVI (Ayuda a víctimas de violación) –una mujer llena de buenas intenciones, pero sin mucha conciencia del lugar donde decía lo que decía- decía en el noticiero de América TV, para todo el país, que el padrastro parecía “muy nervioso”, y que “no estaba quebrado, al contrario, miraba para todos lados, como alerta”… Guillermo Andino se apuró a exprimir esas pocas palabras con desesperación de náufrago. Mónica Gutiérrez intentó contenerlo; pero ya era tarde. Las declaraciones de esta buena señora sirvieron a la ficción de todos los noticieros, y antes de la noche del viernes la hoguera alcanzaba su esplendor. El padrastro ya parecía carbonizado.
Y el sábado bien temprano detenían al portero del edificio, mientras en simultáneo, ¡la misma mañana!, con la certeza que lo caracteriza, Clarín distribuía su edición con un título catástrofe: "Acusan del crimen al padrastro y a un medio hermano". El peso tremendo de la palabra escrita para siempre.
Sin embargo el domingo el plantel de Clarín se mantenía intacto. Nadie había renunciado.  
En la garúa noticiosa del fin de semana, el hit de los zócalos fue, cómo no, “sorpresiva detención del portero”; y así en pocas palabras, borraban todas las otras. Y una y otra vez las imágenes repetidas del hombre con la cabeza baja, y la policía que se lo lleva. El padrastro ya era ceniza del olvido. Pero nadie en ningún medio renunció tampoco.
La muerte no es la única certeza que nos da la existencia. La otra es que todo se paga en esta vida.
La lucha política soterrada, travestida de "periodismo independiente", los alejó del oficio hace años, y aquí están los resultados. Un periodismo que miente, porque total no importa. La credibilidad ya no hace falta, el juego quedó por fin del todo claro: el público paga por escuchar la canción que más le gusta, y los medios, que siempre vivieron de eso, ya no precisan disimular objetividad, ni ostentar más veracidad. Es sólo un show ¿No lo sabían? La sangre no es jugo de tomate, los muertos son de verdad, pero el resto es una puesta en escena, una música acorde, y un showman histriónico. Es el nuevo periodismo, su evangelio es Clarín, Lanata el mesías.
Ya son varias sus mentiras descubiertas, pero apenas aquella acusando a un vicepresidente de la nación de sacar dinero sucio del país, le hubiese costado, a cualquier periodista, en cualquier medio serio del mundo, algo más que su nombre y su programa. Lanata, para el Grupo, no es más que otro gargajo en ese océano que son.
Sin embargo hay que decirlo: su público tampoco lo condena. Por el contrario, lo aplaude y lo sigue. No le importa que mienta. Le da lo mismo la verdad o cualquier cosa. El periodismo, ese oficio, ya no hace falta. El show importa.
Angeles Rawson tampoco importa. Es más arcilla de ese artesano impío. El caso vende, y allí vamos todos, los diarios y las radios, los noticieros, pero también los programas de chimentos, donde hasta el más fútil de los panelistas tiene una sospecha nueva, una intriga mejor, otro chisme a falta de más información. Todo vale. Mentir, inventar, retorcer, el hoy se lo lleva el viento, y mañana es otro día y todo vale de vuelta: mentir, inventar, retorcer… Angeles Rawson no importa nada.
Como un coro de sordos improvisan al aire un guión amorfo y maleable pero con el ceño fruncido y el tono severo del que investiga y sabe. Con eso basta. Las cejas en V, y la voz urgente, como apremiada por la primicia. Pero la primicia, como no es una primicia, tampoco importa. Nada importa ya. Sólo vender, y el crimen paga.
Acaso por fin algún día esta investigación concluya, y quizás, tal vez, sepamos toda o casi toda la verdad. Aunque acaso ese día ya no importe demasiado. Acaso entonces otro caso esté en su esplendor, y de nuevo el horror brillará en todo su espanto. El show debe seguir.
De periodismo ni hablar.

15-6: La verdad no importa nada.

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