Es el mismo argentino que apenas con un ventilador, en el verano de 1976, soñaba con un golpe.
La pesadilla fue el precio de su futilidad.
SUEÑOS DE UN BOLUDO DE VERANO
“A cierto niveles, la estupidez es una traición”.
Federico Nietzsche
En el verano de 1976 buena parte de los que ahora sonríen con
los sublevamientos policiales, y su caos correspondiente, entonces pedían el
golpe. La situación nacional era bien distinta, desgobernaba Isabel sobre un
frente político astillado, y con una economía a la deriva, estructuralmente en
manos todavía de los poderes concentrados, la oligarquía terrateniente, y los
intereses multinacionales; pero sobre todo, el Departamento de Estado ya había
aprobado el Plan Cóndor. Sin embargo, aquellos que pedían el golpe, y su falta
de imaginación, son los mismos que ahora sonríen ante la extorsión policial, y su
caos. La misma gente, la misma falta imaginación.
Mucha de esa gente sufrió mucho con lo que habría de venir
al cabo de aquel verano de 1976. Muchos de ellos, incluso, perdieron a sus
hijos, o los vieron partir hartos de ser perseguidos, o tan siquiera acometidos a cada paso por civiles armados que nunca explicaban quiénes eran. Otros que
rogaban por el orden, tuvieron que cerrar sus fábricas cuando el gran escolaso
financiero dispuso aquella convertibilidad de la tablita, que al igual que la
de los 90, arrasó la industria nacional. Otros, por un rato, creyeron ganar
algo sobre las mesas de póker de aquel triste Titanic patrio… Falta de
imaginación, apenas eso. Sin embargo el precio fue terrible, y lo pagamos todos.
Hoy esa misma falta de imaginación hace que las mismas mentes
subestimen los aprietes policiales que estallan por extraña simpatía en
distintas provincias a la vez… Muchos de
ellos, incluso, se frotan las manos cuando ven un saqueo, otros directamente
los fogonean… cuando no hay nada que oponer, el caos es la única opción, se
sabe.
Los vestigios del extinto monopolio Clarín, sueñan públicamente con
la sola salida que les queda: patear la mesa, y que den de vuelta. En el verano
de 1976, hacían lo mismo… y aquí estamos ahora: 37 años después, contando los
muertos todavía…
La falta de imaginación no es un delito (ya nos gustaría que
lo fuera, pero todavía no lo es). En cambio la liviandad, la banalidad, la
futilidad frente a fuerzas del orden que se alzan contra la democracia y sus
instituciones… antes o después, en
Y las penas las pagamos todos.
No sea irresponsable, que parece un boludo.
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