Asoman ya las sombras del 8N, y sin embargo en su niebla cada día se aclara mejor quiénes convocan, y por qué marchan los que marchan.
Las consignas manifiestas siguen siendo vagas, inciertas, o falsas, pero igual no importan. Las otras, las verdaderas, las inconfesables, son las que valen.
CLARÍN O MUERTE
Con la voz del final Héctor Magnetto rasgó el silencio que desde siempre blindaba su figura, según suponen preferir los verdaderos capos… hasta que ya no tienen más dónde esconderse.
Más allá de sus previsibles palabras -la denuncia de una "justicia acorralada", de una libertad de prensa amenazada (tópicos todos que durante el genocidio no le importaron nada)-, su sola aparición marca sí el punto de gravedad de la contienda, y la desesperación que los apura. El 7D no pasará nada, pero habrá sido el fin.
Lejos de la foto que pretendan mostrar ahora, con sus spots de un diario tan vendido, y sus canales y sus ratings; la película de la realidad nos presenta en cambio un Grupo Clarín en decadencia. Sus productos siguen siendo los más consumidos, es cierto, pero no es menos cierto que lo son cada día menos. Y la tendencia los aterra.
Tinelli ya no es número puesto, el diario sigue cayendo en ventas, caen sus acciones en la bolsa; se espantaron sus socios (el Goldman Sachs, tan luego), y la discusión interna sobre la credibilidad y el prestigio perdidos, calienta y recalienta una redacción que hace mucho no cree en lo que hace, y se le nota… Si, en la foto quizá parezca que están volando, pero en la película se ve con claridad que vienen en caída libre.
Y es su caída, lógico, lo único que les importa.
A Magnetto, a Ernestina, a Rendo, a Aranda, a sus socios, a sus cómplices, no les importa otra cosa, porque para ellos no hay otra cosa.
Perder la hegemonía mediática es perder la manipulación de la realidad, cuyo efecto sobre la percepción colectiva, permite el monitoreo constante de la agenda, el humor y la suerte de todo el país. Perder ese poder, significa, encima, perder la impunidad que dicho poder confiere, y dejarlos expuestos, a ellos, a sus personas, ante la justicia ordinaria que es igual para todos los hombres. Y eso, para ellos, para estas personas, puede significar el oprobio y/o la cárcel, cuando no la ruina económica, o el escarnio público. Eso es lo único que les importa, y por ello alientan y alimentan el 8N, el golpe, o lo que sea.
En contra de un Congreso que nunca les importó, compraron algunos jueces cautelares, pero no pudieron todavía con la Corte Suprema. A cambio de un tour de compras, quisieron quedarse con un juez de la magistratura. Pero la corrupción que tanto pregonan, fue como un boomerang triste, y les pegó en la cara. Por las buenas o por las malas, el 7D no debe suceder.
Amplios sectores de las clases a salvo del hambre y su locura; fogoneados por el Grupo, el 8 de noviembre saldrán en defensa del Grupo como si fueran de ellos sus diarios y sus canales. Pero ellos tampoco son inocentes.
Clarín se monta sobre el odio y/o el miedo de los que marcharán el 8N ocultando ambos móviles –el odio y el miedo- camuflados de una indignación que no proviene del hambre, ni de la injusticia, sino todo lo contrario: del hartazgo, y de los privilegios.
Heridos en sus verdes bolsillos, apremiados por una recaudación fiscal que nunca pensaron que les iba a pasar a ellos; de nuevo como en el 13S alzarán sus vagas consignas, inciertas cuando no falsas.
Para no darle de comer a 678, en la misma convocatoria se implora dejar en casa cualquier manifestación de odio, racismo, desprecio a los pobres y a la democracia, es decir, disimular cualquier verdad profunda, con alguna mentirilla presentable.
Entonces otra vez pedirán por “justicia” –no para Videla, eso mejor olvidarlo-; y “basta de corrupción” –aún dispuestos a coimear al siguiente policía o al profesor de sus hijos-, y “basta de inflación” –aunque no paren de consumir-; y luego ya consignas del todo partidistas –de alguna forma hay que llamarlas- tipo “no la re-reelección”, “no a la campora”, “no al adoctrinamiento”, en fin: no, no y no. Porque todo es no cuando sólo te mueve el odio, y, o, el miedo.
De cualquier forma no importa lo que digan o sientan, porque a Clarín (lo que es, supone y oculta) le servirá igual.
Hoy un informe del diario Tiempo Argentino -diario oficialista, que como tal suele tener llegada a los servicios de inteligencia estatales (así como Clarín y Nazión lo tenían durante la dictadura), desteje la trama logística y política de la “espontánea” convocatoria para el 8N. (Ver aquí) Más allá de la posición del medio, los datos son los datos. Prodigan, sin sorpresa, nombres del Pro, de la Armada , de la dictadura, de la Coalición Cívica , de la Sociedad Rural , y del corazón del neoliberalismo local. No sorprenden, no.
Son los nuevos desplazados, los poderosos hasta ayer nomás, la gente de “negocios” que dolarizaba y pesificaba la Argentina cuando se le daba la ganas; los sectores más reaccionarios de las Fuerzas Armadas, los oportunistas de siempre –Macri, Solanas, la Carrió-, todos socios o entenados, ayer u hoy, secuaces o cómplices, del Grupo Clarín.
Porque ahí está el verdadero adversario, el enemigo concentrado.
La masa que monta, es el caballo, la ola que lo alza, no lo que importa.
Lo que griten, piensen o crean los individuos que forman esa masa, importa mucho menos.
Ni siquiera sus líderes importarían en caso de existir.
La consigna callada es lo único que importa: “Clarín o Muerte”.
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