¿Por qué?
Aquí El Martiyo ensaya una respuesta, plantea otras
preguntas, revisa ciertos hechos, considera algunas razones, pero no descarta
ninguna pasión.
Las corporaciones económicas, los grandes medios y buena
parte de la sociedad argentina supieron defender cuando no justificar o
estimular a cada uno de los sucesivos dictadores de la dictadura genocida
inaugurada en 1976. Raúl Alfonsín, que como buen radical no completó su mandato -dejándonos en pleno caos y en manos de Menem-, hoy para muchos de esos sectores es poco menos que un prócer. Carlos Menem, que remató el país, olvidó a su gente y
completó la destrucción de la industria nacional, no tuvo menos adeptos, por el
contrario. Incluso Néstor Kirchner, que coleccionaba enemigos en esos mismos sectores, supo tener espacios de sosiego. Cristina, en cambio, consiguió unificar
el odio de todos ellos como nunca nadie en la historia de la Argentina, a excepción, acaso, del mismísimo Perón.
Y decimos odio porque lo hemos palpado, lo palpamos a
diario: no es oposición, no es vulgar rechazo y nada más, es odio.
Cómo entonces no preguntarse por qué.
Si bien el odio es una pasión y buscarle razones a una pasión es casi siempre una aventura infausta; El Martiyo, de guapo, se le atreve.
Cómo entonces no preguntarse por qué.
Si bien el odio es una pasión y buscarle razones a una pasión es casi siempre una aventura infausta; El Martiyo, de guapo, se le atreve.
Porque sabe oculto en ese odio una cuestión
moral, apenas ideológica, más cultural que política, más endémica que visceral,
pero más visceral que inteligente, (de allí los resultados que obtiene).
Disparan contra Cristina, pero el blanco vivo detrás de su
imagen no es ella, ni siquiera sus funcionarios, o en síntesis El Gobierno. No. El objetivo de todos
los ataques es la gente que lo vota, y el mecanismo que lo permite. De lo
contrario todos ellos dormirían confiados en su consecuente derrota electoral… ¿o
alguien durante el catastrófico gobierno de la Alianza temió siquiera por
un segundo que Fernando de la Rua
pudiera eternizarse en el poder?...
“Estos vienen por
todo”, nos dijo un día un contra, a la sazón colega. Le recordamos que Clarín también, y que a cambio a
Magnetto no lo había votado nadie. El diálogo se truncó ahí, pero no pudimos no preguntarnos: al fin y al
cabo ¿quiénes son “Estos”, los que “vienen por todo”?... ¿Cristina?, ¿Boudou?,
¿De Vido?, ¿Moreno?, ¿este gobierno, bah?... ¿Pero este gobierno no fue elegido
democráticamente, y encima por amplia mayoría?... ¿Y entonces quiénes son “estos”? ¿El pueblo soberano? ¿“Nosotros”, o sea?... Porque de ser así, más
bien que venimos por todo, lógico. Y con absolutamente más derechos que
Magnetto y su banda, qué te parece…
¿Pero entonces vos te
comprás el relato?, nos increpó, suficiente, otro contra, creyente
de Clarín, claro. Le preguntamos ahí nomás a qué
“relato” se refería, porque el
problema no está en el relato que se compre, sino en el relator que te lo venda.
Hasta hace poco, por ejemplo, esas mismas voces habían
aprendido a decir “en la Argentina ya no queda
clase media”. Era una verdad establecida por todos los medios del Grupo, y desde allí descendía sacra,
indiscutible. Cualquier argumento en contrario, era un invento de Moreno que
uno se compraba infelizmente.
Hasta que un día hace poco el Banco Mundial –más riguroso
que Marcelo Bonelli-, le anunciaba al mundo que en la última década la Argentina había duplicado
su clase media, superando así en el ítem a toda la región… Por eso decimos, el
relator que se escoja es el problema. No siempre lo más a mano es la verdad.
Los mismos contras hasta no hace mucho explicaban la
incapacidad de la justicia para probar la corrupción oficial, porque todos los
jueces eran manejados por el gobierno. La batalla por fin desatada por la propia presidenta para
democratizar el poder judicial, barrió con su sólo inicio
cien millones de mentiras.
Sin embargo el odio no cesa, y sus repetidores tampoco.
Entonces vale preguntarse: ¿qué es lo que temen?... Si como
dicen “estos vienen por todo”, pero
resulta que “estos” somos “nosotros”, ¿cuál es problema?... Porque
si “estos” dejaran de ser “nosotros”, sencillamente en la siguiente
elección “nosotros” no lo votaríamos
más, y “estos” dejarán de ser “estos”… ¿y entonces?...
¿O en el fondo la idea iluminada es que somos todos idiotas que no
sabemos votar y por eso mejor sería un golpe?... O mejor todavía: una
democracia teledirigida por una corporación mediática a imagen y semejanza de
aquella que nos arrojó al abismo del 2001 con sus 39 muertos?...
Por muchas vueltas que le demos, habrá que admitir que la sustancia del odio es esa: este pueblo de
negros no sabe votar, y nos echa en manos de una banda de zurditos nazis,
fascistas y montoneros. Así de absurdo, de retrasado, y de espeluznante. Como
es el odio.
Desprecio por el otro, complejo de superioridad, futilidad,
indiferencia social, y la soberbia intelectual propia del ignorante profundo. No
hay más que eso.
Cualquier intento por darle un contenido racional a ese
amasijo de miserias, acabará sin solución en otro de esos galimatías que hoy con
tanta solicitud prodigan en TN Beatríz
Sarlo, Marcos Aguinis, Martín Caparrós, o María Laura Santillán; y que al cabo
no trascienden las fronteras del propio club del odio donde se fraguan.
A todos ellos les decimos: es infantil atacar a Cristina, porque ella nada más hace lo que decidimos "nosotros".
A todos ellos les decimos: es infantil atacar a Cristina, porque ella nada más hace lo que decidimos "nosotros".
Y si usted, estimado lector, cree que de verdad este gobierno
es tan terrible como le dice Magnetto, no tiene nada que temer, porque el mismo
pueblo que lo eligió, sabrá castigarlo con su voto soberano.
Ahora bien... si usted, como Magnetto, a lo que de verdad le
teme es al pueblo soberano, es porque usted, como Magnetto, está más sucio que
una papa. Estimado lector.
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