Como un gusano cortado a la mitad, Clarín se retuerce hecho
pedazos. Tartamudean sus patrones, balbucean sus periodistas, se derrumban sus
acciones, colapsan sus estrellas en papelones internacionales, y sorprendidos
por la derrota, con furia infantil, culpan de todo a Martín Sabatella obviando
así medio siglo de crímenes propios.
NI EL TIRO DEL FINAL
Como un gusano cortado a la mitad, Clarín se retuerce hecho
pedazos.
Apenas conocido el fallo de la Corte Suprema declarando
constitucional la Ley
de Servicios Audiovisuales, sus acciones se derrumbaron en un trágico presagio
de lo que está por venir. Era el mediodía del último martes, y la noticia
surgió como un monstruo desde el fondo de un lago. Los presentadores de TN
tartamudeaban en cámara el desconcierto de sus patrones, pero aún así y ya muy
por encima de los tres poderes del estado, balbuceaban las primeras dudas sobre
la legalidad de la decisión y la moral de sus autores, que diez minutos antes,
eran la reserva moral de la nación. El techo había caído.
Desde entonces una montaña de escombros se revuelve con
ellos debajo. Sorprendió advertir que no se habían preparado para el revés,
que tan seguros estaban de la victoria. La prueba fueron esos balbuceos en TN,
el silencio por más de una hora en el portal de Clarín, y el evidente desconcierto
en sus jerarcas para trazar una estrategia. Cuestionar la independencia de la Corte –incluso su
idoneidad-, insistir con la “libertad de prensa” –tan luego ellos y todavía-, dudar
de la imparcialidad del Afsca –cheeee-, ensuciar infantilmente
a su director –al fin y al cabo un funcionario-, y sobre todo, olvidar que esta
ley lleva la firma de los tres poderes del estado; dejaron enseguida muy en
claro que esperaban fumando la victoria. Y no. Habían perdido y estaban perdidos.
El regreso triunfal de Martín Sabatella a las puertas de Tacuarí, fue la
escupida en el piso a un cadáver maldito.
Pasadas las primeras horas, sin embargo, parecía que el Grupo se
rearmaba… pero no, tampoco.
En lo que será recordado como un papelón relámpago, Magnetto
inmediatamente despachó rumbo a la
OEA en Washington dos de sus máximos ejecutivos periodísticos
–Joaqu-ínmorales Solá y Magadalena Ruiz Guiñazú (genérico desalmado de los
Pimpinella)-, con destino final la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos, para advertirle al mundo los peligros que corre en la Argentina la libertad de
prensa. (Cómo no preguntarse por qué no fueron durante la dictadura, cuando los
dos ya eran quienes son)... (Y quienes siempre serán).
La base de la denuncia, explicó allí Magdalena –quien antes viajaba
a Washington con Videla y lo encontraba todo muy promisorio (ver aquí)-, era el
juicio “ético y popular” realizado por la presidenta de Madres de Plaza de
Mayo, Hebe de Bonafini, quien dicho sea de paso, nunca viajó a ningún lado con
Videla… ´
A esa altura de la presentación, los funcionarios de la Relatoría de la CIDH estaban ya bastantes
confusos -y no sólo por la oportunidad de la denuncia (el mentado episodio
databa de abril de 2010)-, cuando entonces Inmorales Solá dijo “podemos escribir
y decir lo que queremos, pero no trabajamos tranquilos”.
¿Cómo, cómo, cómo?...
“En la Argentina –intento
aclarar el cronista preferido del General Bussi durante las masacres del
Operativo Independencia en Tucumán (ver aquí)-, el periodismo independiente ha perdido la
tranquilidad necesaria para ejercer su labor en libertad, y eso es censura
indirecta”. No aclaró a quién se refería con “periodismo independiente”, pero
es de suponer que al monopolio que allí lo mandaba.
Como ya ni él mismo entendía muy bien lo que decía, la reunión
fue breve. Los dejaron hablar, dijeron todo lo que Magnetto les dijo que dijeran;
y luego funcionarios de la Embajada
Argentina repasaron los progresos hechos en el país durante la
última década en materia de derechos humanos.
Por fin uno de los relatores le preguntó al Tamborcito de
Tacuarí de Bussi, si el acto de las Madres de Plaza de Mayo no era también una expresión
de libertad de un sector de la ciudadanía; y al cabo otro de los relatores felicitó a la
embajadora Nilda Garré por la estupenda ley de medios aprobada en su país.
En menos de una hora la reunión había terminado, los atroces
Pimpinella prácticamente se desmaterializaron, y aunque fue un papelón, también
fue un relámpago.
Por eso decíamos: parecía que el Grupo se rearmaba, pero…
El martes apenas conocida la noticia las acciones del Grupo se
derrumbaron. En la bolsa de Buenos Aires cayeron en media hora un 6 por ciento,
y hubo que suspenderlas. El miércoles cuando volvieron a cotizar habían caído
un 33 por ciento. En la bolsa de Lóndres el mismo martes alcanzaron una baja de
más del 50 por ciento, y antes del cierre de la jornada habían perdido 21
puntos. Un tétrico presagio.
Enceguecidos por la derrota y el odio, y reducidos al terror
por oficio del mismo, en un manotazo de muertos onda Carrie, intentaron asustar desde la tumba a sus propios
empleados profetizando el fin de muchas fuentes de trabajo. Pero enseguida las comisiones
internas de sus principales medios salieron a respaldar la decisión de la Corte , a garantizar todo los puestos de trabajo; y el lobo que
soltaron volvió a por ellos.
Ahora reflotan el caso Ciccone, seguramente Lanata encontrará otra bóveda invisible repleta de dinero que no está, Boudou volverá a viajar a donde nunca fue, y mientras tanto veremos a
Martín Sabatella –apenas un funcionario, insistimos- alcanzar la estatura del mismísimo Satán; y Massa
y Macri, y Binner y la
Bullrich , y la
Carrió y Lanata, cantarán a coro desde TN horribles canciones
vencidas, agitando mil fantasmas que no existen desde el más allá de este
final.
En 1977, Clarín y sus socios, asociados al genocidio
inaugurado un año antes, recibían de esos genocidas la empresa Papel prensa,
piedra fundamental del monopolio que el martes se murió.
Sus dueños están imputados por crímenes de lesa humanidad, y
ahora la única esperanza que les queda es que la muerte llegue antes que la
justicia; O que el país estalle y un caos aún mayor que el que los salvó de sus
deudas en 2001, se devoré en el remolino de su furia a este gobierno, a esta corte, a la ley de
medios, y su propio espantoso pasado bañado en mierda y sangre.
La dignidad en la derrota es una marca de la grandeza. Clarín, en cambio, morirá así: mal. Como un gusano que se retuerce hecho pedazos.
Fiel a un estilo, hay que decirlo.
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