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jueves, 10 de diciembre de 2015

CRISTINA-MACRI: DOS PAÍSES, DOS PLAZAS…


Cristina dejó la presidencia ante una plaza que desbordaba gratitud y lealtad, en un acto histórico por inédito. Al día siguiente Macri también la llenó. Pero entre las dos plazas, hay una diferencia fatal: al inicio del mandato, cualquiera la llena. Al final, hasta ayer, nadie.


LA ÚNICA





Quienes vieron cómo se fue Alfonsín, apurado, abucheado, rodeado por el fuego; quienes recuerdan el cinismo silencioso con que se retiró Carlos Menem, o el helicóptero imperdonable del bobo letal de Fernando De la Rua; pudieron constatar ayer que Cristina es muy otra cosa, una líder popular y natural como la Argentina no había visto desde los días de Juan Perón, y que, por lo tanto, dejó la presidencia, pero no se fue a ningún lado. Y si se fue, ayer quedó claro que medio país la sigue adonde vaya.
Una plaza intolerable para los agoreros del fin de ciclo. Una plaza que desbordaba gratitud y lealtad al cabo de ocho años de gobierno, doce del modelo encarnado por esa presidenta, que ayer dejó la presidencia, y regresó al llano junto a su pueblo.
Hasta el último segundo soportó la embestida de esos mismos sectores y medios que durante el genocidio supieron callar, aplaudir, justificar y/o encubrir los crímenes del día. Con ella, sin embrago, no tuvieron piedad.
Gobernó bajo un diluvio de mentiras probadas aunque rara vez desmentidas. La corporación judicial –donde sobreviven todavía más de trescientos jueces de la dictadura-, desbarató o boicoteó sus mejores sus intentos, desde la Ley de Medios, hasta la cautelar final para sacarla de la Rosada. Los medios que aún hoy claman por la libertad de los abuelitos genocidas, se encargaron todos los días de la vida de atacarla hasta el agravio, hasta la vulgaridad. No retrocedió nunca.
En plena batalla perdió a su marido, con sus hijos tan jóvenes, quedó sola sin quererlo, en el epicentro del odio y el amor de un país entero, mientras Mirtha dudaba del cajón, y alrededor los caranchos afilaban sus cubiertos.
Los cables de Wikileaks revelan hasta qué punto la conspiración constante los llevó a niveles pornográficos de entrega. El actual presidente, entre otros políticos argentinos, pidiéndole ayuda a la consabida Embajada contra su propia patria. El mismo flamante presidente, que a la vez proponía “tirar a Kirchner por la ventana” y que hoy habla de unidad, mientras aquellos mismos medios -que fogoneaban su odio-, ahora dicen amen, y se callan. 
Llegaron a celebrar el embargo de la Fragata en Ganha, y la ferocidad del juez Griessa. El país no importaba si el blanco era Cristina. El pueblo mucho menos. Nada importaba, sólo dañarla, desgastarla, desestabilizarla…
Ella profundizaba sus políticas. Ampliaba derechos, lanzaba satélites, se plantaba en las Naciones Unidas, impulsaba la investigación por Papel prensa, ejercía la soberanía política tan mentada por sus antecesores, negociaba con China, con Rusia, dialogaba con Irán, se integraba a Latinoamérica, y despreciaba los dictámenes del Departamento de Estado en relación con Medio Oriente. No retrocedió nunca. Ni un paso. Y fue sobre todo eso lo que ayer en la plaza le reconoció su pueblo.
Le devolvió a la política el coraje intelectual y personal que los políticos habían licuado en el agua de las negociaciones espurias, electoralistas, siempre a puertas cerradas, y el pueblo afuera. Cristina decidió hacer de las palabras actos, y así alcanzó su suerte distinta. 
Y no se trata sólo de llenar la plaza. Hoy Macri, al inicio de su gobierno, ni siquiera cubrió la Pirámide. Y aunque hubiera llenado la Plaza, también la llenó el 23 de setiembre de 1955 el general Lonardi cuando asumía la presidencia de la Nación en nombre de la revolución libertadora, a pocas semanas del asesinato de cientos y cientos de personas entre bombardeos, fusilamientos y ejecuciones, y también entonces una multitud desbordaba la Plaza.
Pero en el inicio de su mandato, cuando todo es jauja y promesas y augurios que se aplauden como si fueron hechos. Así cualquiera. 
Si el último día de su gobierno Macri llena la Plaza y el amor de su pueblo desborda las adyacencias, diremos que también Macri es muy otra cosa, mientras tanto… mientras tanto es Cristina la que se envuelve en multitudes y sigue su marcha a través de la historia. Vaya a donde vaya, su pueblo va con ella. 

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