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miércoles, 24 de mayo de 2017

ANÉKDOTAS – HOY: EL MEJOR ESCRITOR DEL UNIVERSO, con Burroghs, Ginsberg, y el matrimonio Destouches…

Anékdotas

Hoy:


El Mejor Escritor del Universo

(Con Allen Ginsberg, William Burroghs, y el matrimonio Destouches)

L.F.C.



París, 1958. Michel Morth es redactor de la NRF y uno de los pocos intelectuales que advierte el surgimiento de todos esos norteamericanos que algún día serán conocidos como la Generación Beat.
El año anterior Kerouac publicó En el camino con éxito inmediato; los Aullidos de Ginsberg ya fueron procesados por obscenidad catapultando las ventas; Burroughs ya publicó Yonki y está por terminar El almuerzo desnudo, y Corso acaba de lanzar Gasolina.
Y ahora Ginsberg y Burrougs están en París, y Morth los quiere entrevistar.
El encuentro entre los tres resulta desastroso, Burroughs y Ginsberg aparecen embalsamados en cocaína y apenas pueden hablar. La entrevista naufraga, pero Morth se compromete a conseguirles la dirección del escritor que más admiran: Louis Ferdinand Céline.
Después de pasar dos años preso en el pabellón de condenados a muerte de la cárcel de Vestre Faengsell, en Conpenaghen, y cinco años en una cabaña con piso de tierra junto al Báltico; Céline volvió a Francia con su mujer Lucette, y ahora vive en el Bas Meudon, en las afueras de París, rodeado de perros antisociales. 
Una tarde en su puerta, aparecen los dos: Burroughs y Ginsberg. Céline los cree periodistas, y les suelta sus perros. Ellos le gritan que son poetas, y él calma a los perros y les abre la puerta. El histórico encuentro se produce. Ginsberg y Burrougs lo recordarán siempre.
Céline los condujo a un patrio detrás de la casa, y Lucette sirvió vino. Pese a que hacía calor, Céline llevaba un abrigo y bufanda. “Era tal cual lo esperábamos”, dirá Ginsberg. Charlaron.
En un momento Burroghs y Céline intercambian recuerdos sobre las cárceles donde habían estado. Hablan de drogas, también, y entonces Céline les cuenta una anécdota de cuando iba en un barco que comenzó a zozobrar, y para evitar el pánico a bordo les inyectó morfina a todos sus pasajeros. Luego Ginsberg le pidió su opinión sobre algunos escritores.
“Allen –recuerda Burroughs- le preguntó qué opinaba de Beckett, Genet, Sartre, Simone de Beauvoir... Él agitaba su fina mano surcada de venas azules en señal de rechazo: Cada año hay un pez nuevo en el estanque de la literatura. No son nada, nada, nada”.
Han pasado casi dos horas, el encuentro termina. Ginsberg y Burroughs le regalan unos ejemplares de Aullidos, Yonki, y Gasolina, y ahí nomás le reconocen la gran influencia que es para todos ellos. Céline agradece los libros, les dice que su inglés ya no es tan bueno pero que todavía podía leerlo, y promete echarles cuando menos un vistazo.   
Contentos como dos chicos, ya en la puerta de la casa, Ginsberg y Burroughs alzan sus brazos y le gritan:
-- ¡Saludamos desde Norteamérica al más grande escritor de Francia!
Y allí Lucette apunta:
-- Del universo.  


Lucette y Céline



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