Anékdotas
Hoy:
El
Mejor Escritor del Universo
(Con Allen Ginsberg, William Burroghs, y el matrimonio Destouches)
(Con Allen Ginsberg, William Burroghs, y el matrimonio Destouches)
L.F.C. |
París,
1958. Michel Morth es redactor de la NRF y uno de los pocos intelectuales que
advierte el surgimiento de todos esos norteamericanos que algún día serán conocidos
como la Generación Beat.
El año anterior Kerouac publicó En el camino con éxito inmediato; los Aullidos de Ginsberg
ya fueron procesados por obscenidad catapultando las ventas; Burroughs ya publicó
Yonki y está por terminar El almuerzo desnudo, y Corso acaba de lanzar
Gasolina.
Y ahora
Ginsberg y Burrougs están en París, y Morth los quiere entrevistar.
El
encuentro entre los tres resulta desastroso, Burroughs y Ginsberg aparecen
embalsamados en cocaína y apenas pueden hablar. La entrevista naufraga, pero Morth
se compromete a conseguirles la dirección del escritor que más admiran: Louis
Ferdinand Céline.
Después
de pasar dos años preso en el pabellón de condenados a muerte de la cárcel de
Vestre Faengsell, en Conpenaghen, y cinco años en una cabaña con piso de tierra junto al Báltico; Céline volvió a Francia con su mujer Lucette, y
ahora vive en el Bas Meudon, en las afueras de París, rodeado de perros
antisociales.
Una tarde en su puerta, aparecen los dos: Burroughs y Ginsberg. Céline los cree periodistas, y les suelta sus perros. Ellos le gritan que son poetas, y él calma a los perros y les abre la puerta. El histórico encuentro se produce. Ginsberg y Burrougs lo recordarán siempre.
Una tarde en su puerta, aparecen los dos: Burroughs y Ginsberg. Céline los cree periodistas, y les suelta sus perros. Ellos le gritan que son poetas, y él calma a los perros y les abre la puerta. El histórico encuentro se produce. Ginsberg y Burrougs lo recordarán siempre.
Céline
los condujo a un patrio detrás de la casa, y Lucette sirvió vino. Pese a que
hacía calor, Céline llevaba un abrigo y bufanda. “Era tal cual lo esperábamos”,
dirá Ginsberg. Charlaron.
En un momento Burroghs y Céline intercambian recuerdos sobre las cárceles donde habían
estado. Hablan de drogas, también, y entonces Céline les cuenta una anécdota de
cuando iba en un barco que comenzó a zozobrar, y para evitar el pánico a bordo les inyectó morfina a todos sus pasajeros. Luego Ginsberg le pidió su opinión
sobre algunos escritores.
“Allen –recuerda
Burroughs- le preguntó qué opinaba de Beckett, Genet, Sartre, Simone de
Beauvoir... Él agitaba su fina mano surcada de venas azules en señal de
rechazo: Cada año hay un pez nuevo en el
estanque de la literatura. No son nada, nada, nada”.
Han
pasado casi dos horas, el encuentro termina. Ginsberg y Burroughs le regalan
unos ejemplares de Aullidos, Yonki, y Gasolina, y ahí nomás le reconocen la
gran influencia que es para todos ellos. Céline agradece los libros, les dice
que su inglés ya no es tan bueno pero que todavía podía leerlo, y promete
echarles cuando menos un vistazo.
Contentos
como dos chicos, ya en la puerta de la casa, Ginsberg y Burroughs alzan sus
brazos y le gritan:
--
¡Saludamos desde Norteamérica al más grande escritor de Francia!
Y allí Lucette
apunta:
-- Del
universo. Lucette y Céline |
* * *
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