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domingo, 11 de junio de 2017

LA IZQUIERDITA ARGENTINA: ESA DERECHA COOL…



De Juan B. Justo a Nicolita del Caño, de Vittorio Codovilla a Victoria Donda, de Alfredo Palacios a Jorge Altamira, de la Unión Democrática a la Revolución Fusiladora, y aún con el Proceso, parapetada en un puritanismo impracticable, la izquierdita argentina siempre supo encontrar razones revolucionarias para servir justamente a quienes dice combatir.


LA DERECHA QUE LA PARIÓ
                        
                        
Nicolita del Caño y la asépsia histórica de la izquierdita argentina (*). 




Médico, político, parlamentario, y como todo argentino, escritor y periodista, a fines del siglo XIX Juan Bautista Justo fundaba el Partido Socialista Argentino.
Entonces los obreros organizados respondían en general a los centros anarquistas que los inmigrantes europeos fundaban por todas partes. Pero el doctor Justo, con sus teorías recién importadas, y su extraña pero ardorosa defensa del libre comercio, supo cautivar a un mismo tiempo a varios de los intelectuales más notables de la hora, y a bastos sectores de la burguesía porteña. Y así fue como armó el PSA, al que con artera precisión Jorge Abelardo Ramos llamaría un día “Partido Metropolitano de Consumidores”. Nacía la izquierdita argentina.
“Me hice socialista sin leer a Marx”, confesaría Justo, así que ya que estaba, fue y lo tradujo para lustre de su bronce. También fundó el periódico La Vanguardia, en cuya primera editorial, el 7 de abril de 1894, el propio Justo anunciaba difundir desde allí las doctrinas económicas de “Marx, Ricardo, y Adam Smith”. Sí, sic.  
Entre sus méritos se recuerda también la creación de la cooperativa de consumo El Hogar Obrero, con la cual muchos años después, uno de sus discípulos directos, Germán López -entonces travestido en alfonsinista- estafaría a todos sus socios.
Pero eso ocurriría mucho después, y mientras tanto sus declamaciones humanistas, su obsesiva lucha contra el alcoholismo, y su férrea defensa del libre comercio, encantaban por igual ganaderos de la Pampa Húmeda, pensadores y tenderos porteños, así como desconcertaba a sus contertulios de la Internacional, y espantaba a los obreros locales, a quienes por entonces Justo aconsejaba “no beber ni mezclarse en política”.
Alfredo Palacios,
embajador de la Fusiladora
Hasta que al cabo un día, su alma neoliberal, su moralismo exacerbado, la incompatibilidad casi cómica de sus premisas fundamentales, y su público selecto pero menguante, hartaron a buena parte de sus seguidores, que allí nomás se abrieron y armaron el Partido Socialista Independiente, y luego, ya con la revolución rusa en el 17, de aquellos indoblegables surgiría por fin el Partido Comunista Argentino: PCA… Más tarde, hacia 1928, otro desprendimiento del PS acabaría en el Partido Socialista Auténtico, (adjudicándole al otro, de paso y por contraste, su condición de falsedad o baratija), y dispuesto desde su origen a socavar el gobierno democrático de Hipólito Yrigoyen, y entre cuyos cuadros principales destacaban ya figuras como Roberto Noble –a quien le debemos Clarín-, y Federico Pinedo, abuelo del actual senador de la derecha -porque lo que se hereda no se compra-, y poco después ministro de hacienda de Justo y Ortiz durante la Década Infame, cuando fuera gestor y padre del célebre pacto de entrega nacional a Inglaterra conocido como Roca-Ruciman… La cosa es que así, intestinalmente, dijéramos, la izquierda vernácula comenzaba a romperse en muchos pedacitos como muchas izquierditas.
Recién volverían a juntarse en 1945 para integrar la Unión Democrática junto a los conservadores, los radicales, los Estados Unidos, y lo que venga. Había que enfrentar a los trabajadores, eso era lo importante.
En una concentración imponente –diez veces más numerosa que la del último 1ª abril-, el 19 de setiembre del 45 doscientas mil personas marcaron el lanzamiento de la Unión Democrática, marchando encabezadas por el embajador norteamericano Spruille Braden, cuyo Libro Azul, proponía por entonces la intervención militar estadounidense en los países suramericanos, “para limpiarlos de nazis”. Cantando La Marsellesa en francés, allí iban del brazo de Braden conservadores y radicales, comunistas y socialistas, y todos tan contentos. Perón después comentaría: “nunca vi a un obrero argentino cantar en francés”.
Clarín, claro, apoya
al candidato de la UD
Para entonces el pollo más promisorio del galeno Justo, era el ya mediático Alfredo Palacios, figurita repetida en los diarios de las familias Mitre y Gainza Paz, y luego embajador en el Uruguay por la Revolución Fusiladora durante las presidencias de los asesinos Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio Aramburu. Alfredo Palacios, otro humanista.
Sin embargo aún hoy la izquierdita suele repetir, como si dijera algo, que todas las leyes sociales y laborales impuestas por Perón eran de Alfredo Palacios. Según esta teoría, Marx, Engels, Lenin, Trotsky y otros, también serían inventos de Palacios.
Pero si hablamos de Palacios no podemos obviar a su par y camarada Américo Ghioldi, quien supo quedar en la historia por su imborrable artículo en La Vanguadia en apoyo a los fusilamientos de José León Suárez, y merced al mármol de una sola frase: “Se acabó la leche de la clemencia”.
Y si hablamos de Américo hay que hablar entonces de su hermano Rodolfo, primer orador en el acto fundacional de la Unión Democrática en representación del Partido Comunista, y más tarde exilado en Brasil, donde conspiró, como no podía ser de otra forma, contra el gobierno popular de Getulio Vargas…
Entre aquellos próceres del PCA sería injusto no destacar a Vittorio Codovilla, hombre condecorado por el propio Stalin a quien sirvió hasta morirse por fin en Moscú. Internacionalista sin par, en 1943 se opuso a las huelgas obreras contra los frigoríficos ingleses en apoyo a los aliados. En 1955, cuando la Fusiladora, ya bombardeada la Plaza de Mayo, don Vittorio advirtió en el almirante Isaac Rojas un hombre que “parece inclinarse hacia posiciones democráticas, y de cierta resistencia al imperialismo yanqui". En fin.
Mientras tanto el PSA, diluido de a poco en su propia ineficacia, fue perdiendo peso en las urnas, y aunque conservó alguna fuerza entre el estudiantado, también por lo mismo se redujo más bien a una suerte de ateneo cultural, social y deportivo.
El Partido Comunista, en cambio, no abandonaba su intransigencia ideológica –la cual como fue dicho no le impidió marchar del brazo del embajador norteamericano, pero además lo mantuvo siempre a salvo de cualquier gestión práctica-, como así tampoco abandonó su local central en la avenida Callao, justo encima de otro PC: Pierre Cardin. Durante años los dos PC lucieron sus carteles uno pegado al otro como una burla fiera de la suerte.
Proscrito varias veces, con militantes efectivamente perseguidos a lo largo de su historia, sin embargo el PCA no tuvo ningún problema en acompañar la dictadura genocida, a la que en un principio, a manera de presentación, no reconoció como un golpe de estado, sino que la consideró una “necesidad circunstancial” y allí nomás propuso lo que llamó “la convergencia civico-militar” en apoyo a Videla, y en la inteligencia de que existían entre los golpistas “militares democráticos” a los que ellos proponían defender ante el avance “fascista” de las líneas “pinochetistas” de las Fuerzas Armadas. La historia ya nos descubrió en qué dieron aquellas evaluaciones, y el hoy fantasmal PCA.
Perdida sin solución en un limbo ideológico habitado por conservadores, radicales, experonistas, y otros oportunistas, la izquierdita argentina, inagotable, siguió pariendo partidos y más partidos, el PO, el PSD, el PI, el MAS, el MTS, el FIT, y otras incontables siglas y peñas que así continúan con el desguace total hacia el último átomo.   
Como era de esperarse, cien años de errores erráticos no podían tener un final feliz. Los sueños iniciales del doctor Juan B Justo, acabaron así en el presente calidoscopio trosko cuyas figuras incomprensibles pero concéntricas, se forman, reforman y deforman con los pedacitos rotos de sus incoherencias de origen, de su espíritu burgués renegado, de sus minucias moralistas, de su banalidad foránea disfrazada todavía de cruzada internacional…
Los compañeros Donda y de Prat Gay.
Fieles a un estilo, así también durante la última contienda presidencial vimos por ejemplo a Victoria Donda panfleteando de la mano de Alfonso de Prat Gay; mientras el guevarista Nicolás del Caño, ante el abismo de un ballotage que podía sumir al país y su pueblo en un desastre macrista como el actual, recomendó votar en blanco, total...
Pero las banderas no se rinden, y la tenacidad tiene su premio. Un reciente resplandor hizo brillar por un instante a la izquierdita argentina una vez más. Fue durante el paro general del último 6 de abril, cuando la CGT optó por no movilizar, y entonces la izquierdita sí.
Para mejor evaluación del detalle, nos remitimos a un pasaje de Horacio Verbitsky en su artículo de ese domingo 9 en Página/12:
“Ya el jueves 6, día del imponente paro general, el presidente Maurizio Macrì había felicitado a sus dos ministros Bullrich por la violencia ejercida contra quienes piqueteaban los accesos a la Capital. Aunque hubo una coincidencia política en desviar la atención de la unanimidad en el repudio al modelo económico-social y restar protagonismo a las centrales sindicales, la izquierda trotskista ejercía un derecho mientras el gobierno nacional lo reprimía, una diferencia no menor, sin equivalencia moral ni jurídica posible”.
 Ahí la cosa: “Aunque hubo una coincidencia política en desviar la atención de la unanimidad en el repudio al modelo económico-social y restar protagonismo a las centrales sindicales”… 
Se diría que hay cierta perfección en eso de equivocarse sin fallar.
Ante la muerte de Fidel Castro, Nicolita del Caño salió corriendo a tuitear sus diferencias con el gigante cubano. (A propósito, un día de estos yo también quisiera decir algo sobre las diferencias entre mi obra y la de Borges).
Esta semana Libres del sur anunció su adhesión a Sergio Massa, sueño dorado de Magnetto, ya que antes que nada y sobre todo promete a voz en cuello “frenar a Cristina”. (Macri que siga).  
En tal sentido hay que reconocer que Myrian Bregman, referente de una de esas combativas aunque confusas siglas, tampoco pierde oportunidad para atacar a la gestión anterior, en línea con Magnetto, y sin necesidad de haber gestionado nunca nada, total...
Pero algo hay que reconocerles.
Sin vocación de poder en absoluto, parapetada en un puritanismo inocuo por impracticable, devota de la revolución sin fin -y sin comienzo tampoco-, la izquierdita argentina podrá parecer para siempre astillada en un revoltijo inoperante, pero está demostrado que sabe cerrar filas cuando hace falta: para la Unión Democrática, en la Revolución Fusiladora, durante el Proceso, ahora mismo, en fin… cada vez que así lo reclama la derecha madre que la parió. 

Y dale que va...




(*) Ilustración de Claudio Real.

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