////// Año XVIº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

martes, 9 de agosto de 2011

EUROPA EN GUERRA: ARDE LONDRES.


Con la masacre de Oslo (ver El día cero) anunciamos el comienzo evidente de una guerra en Europa que sin embargo El Martiyo anunció mucho antes. Pero la hora de las profecías ha terminado, y ya sólo la crónica nos queda. Arde Londres en manos de sus propios pibes. David Camerun –al igual que varios de sus pares- suspende sus vacaciones.

INGLATERRA NO ES UNA ISLA



Londres hoy. Ya.


Pocas situaciones suelen ser tan odiosas como aquellas en las que uno se encuentra diciendo “yo se los dije”, pero ahí está nuestra sección Europa en Guerra, y allí Londres en llamas.
Desde hace tres días arden sus barrios.
Los bomberos no se animan a entrar, y el fuego se expande.
Las cadenas de noticias gritan ya su primer muerto.
Pero otra vez, como en Oslo, tampoco hay musulmanes ni negros ni brasileros que culpar y matar. Son ellos mismos, peor, más grave aún: son sus chicos, su futuro. Lo que les espera.
Surgen de las profundidades, pero han llegado…
Nuestros lectores más asiduos saben cuánto hace que venimos viendo esto que vemos ahora. Imágenes que así nos sorprenden tanto como el sol por la mañana.
Y quienes quieran creer que esto no es la guerra sino sólo disturbios populares momentáneamente fuera de control, estarán recortando los hechos de su progresión natural, y negándoles la proyección correspondiente. Las guerras no se inician en un instante cuando alguien cuenta tres. Hacen como decía Céline: surgen de las profundidades, y un día allí están
Sin embargo, por extraordinario que le resulte a cualquiera ajeno a este mundo, así como El Martiyo no fue sorprendido, los responsables directos de las causas de estos desmanes, sí lo fueron, y tanto, que el gobierno británico demoró tres días en reaccionar, ya casi cuando el fuego alcanza los jardines de Buckingham.  
¿Puede ser? Pues allí está en todos los diarios.
Los disturbios y sus saqueos y sus incendios comenzaron el sábado, siguieron el domingo, y recién ayer lunes el primer ministro David Camerun accedió a suspender sus vacaciones, postergar el jolgorio, y ocuparse de su pueblo, que ya iba a por sus reyes…
Desbordada y acorralada su legendaria policía, a los 6000 agentes famosamente superentrenados que no pudieron con los incontables pibes supersacados, Camerun les sumó ahora diez mil hombres más, en tanto amenazó a todos los niños de Inglaterra, de cualquier edad que fueran, con la debida justicia y la consecuente cárcel si así correspondiere...

Buen momento para unas vacaciones.
¿Puede ser? Está en los diarios, evítenos el refrite, amigo lector, ya ve que ya no hay tiempo que perder. La hora de las profecías pasó, y se cumplió. La acción ha comenzado, la violencia desató su fiesta, primero fue Oslo, y ahora toma Londres, la vieja capital del viejo imperio muerto, que así se pudre.
Represión, castigo, ajuste o cárcel, es la sola respuesta de todos estos gobiernos al descontento, a la inequidad, al vacío de un porvenir que ya llegó y era esto: una emboscada…
Sin embargo acaso el detalle más trágico, o si se quiere: del todo desconsolador, está, no tanto en la falta de respuestas y reflejos del gobierno de Camerun, sino en que el primer ministro suspendio sus vacaciones… o sea: el tipo pensaba irse vacaciones, aun así, con el país en llamas…
Y lo que alela, lo que arranca de la razón cualquier destello de esperanza, es que Camerun no es el único, ni siquiera el primero: el primero fue Zapatero, y si no equivocamos el orden, después fue Sarkozy, después Berlusconi, y por último la Merkel, todos estos mandatarios suspendieron sus vacaciones a última hora porque todos pensaban tomárselas…
Es decir: en medio de esa Europa que colapsa y se incendia, a contramano de las multitudes indignadas que marchan justamente contra ellos –y aunque ellos no lo noten, se los llevan puestos-, sin siquiera advertir que su viejo socio salvador americano se hunde abrazado a ellos; mientras China ve el vacío y sin dudar toma la posta del mundo y ya le ordena a los Estados Unidos que ajuste bien sus cuentas; y mientras sus jóvenes saquean Londres o se asesinan en Oslo; los responsables directos de este desastre del todo fuera de control, sin plan b y sin retorno, planifican sus vacaciones, y las defienden con uñas y dientes hasta el minuto final, y contra todos y entre las llamas…
¿Qué esperanza podría suponer ninguno de ellos?
Europa en guerra, la profecía, ha terminado. Ahora sólo nos queda, fatal, la crónica de sus batallas.
Y el inservible consuelo de haberlo avisado en vano.


Ni musulmanes, ni negros, ni sudacas.

* * *


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