Bajo el intrépido título “Quién será el próximo presidente de los argentinos”, en febrero de este año, Luis Majul, al servicio de La Nación , abandonado por el periodismo, se permitía la práctica de la profecía, sin calcular entonces sus peligros, y quedar reducido a lo que vemos hoy.
EL HOMBRE MÍNIMO
La profecía es un género difícil, cuando no peligroso. El Martiyo –que lo practica con cierta fortuna-, sabe que se precisan, para ejercerlo, capacidad de análisis, claro, buena información, por supuesto, intuición, desde luego, pero sobre todo, abolir de las proyecciones cualquier vestigio de esperanza personal, y más aún: libertad. Independencia de opinión para descartar a su vez, las esperanzas o necesidades de cualquier patrón. Y entonces sí, por último, hace falta lo más difícil de todo: acertar. De lo contrario, y ahí viene lo peligroso, uno deja de ser un profeta, como El Martiyo, y queda reducido a un charlatán, como Majul.
Para constatar lo que decimos, allí está por ejemplo, entre otras, nuestra sección Europa en guerra; donde muy antiguos posts anuncian el ahora caliente; y aquí, como contrapartida, este fragmento que dejó impreso Luis Majul en la edición del jueves 3 de febrero de este año en La Nación :
“La presidenta Cristina Kirchner ganaría la primera vuelta, pero perdería la segunda. El próximo presidente podría ser Mauricio Macri, con el apoyo de Francisco de Narváez y Eduardo Duhalde, porque hay un principio de acuerdo para concretar una sociedad política. Daniel Scioli iría por la reelección en la provincia porque no se atrevería a romper con la viuda. Ricardo Alfonsín triunfaría en la interna frente a Ernesto Sanz, pero terminaría tercero en la general porque expresaría una versión más honesta del kirchnerismo…”
(Ríase tranquilo que lo esperamos)...
Dos días después de tales augurios, bajo el título Memorias de un invertebrado –ver ahí-, no pudimos no dedicarle uno de nuestros brulotes brutales advirtiendo que Majul abandonaba allí el periodismo, para dedicarse de lleno a la práctica de la profecía. Un género, como se ve, muy peligroso.
Sobre todo para quien carece de lucidez, capacidad de análisis, y más que nada: independencia de opinión: libertad.
Asalariado por La Nación , y en defensa de sus muchos kioscos, su vieja manía de agradar a los poderosos, lo llevó a este final, ahora... Ahora, reducido públicamente a un charlatán y nada más, ni siquiera podemos incluirlo en nuestra serie Vestigios de la derrota, porque, justamente, se trata de un charlatán y nada más.
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