Los chistes de Perón
Si alguna vez los argentinos consiguiésemos el nirvana tangible del acuerdo absoluto, una nueva moneda nacional debería llevar impresa, en sus dos caras sin ceca, las imágenes yuxtapuestas de Borges y Perón; como el yin y el yang de una Argentina sola, que en su doble anverso, grabara así la riqueza de nuestras más hondas contradicciones, unidas entonces por las solas banderas de la gracia de la inteligencia, la agudeza de la sensibilidad, y la sabiduría siempre que revela el humor. Por ello aquí El Martiyo, en un gesto estético histórico -pero histórico por estético-, reúne, funde, en un mismo marco, en idéntico formato, a este dueto imposible, y sin embargo… Esperamos que así como los peronistas disfrutan de Los chistes de Borges, así la otra Argentina disfrute de Los chistes de Perón, quien supo tener, indiscutido, el sentido de la risa que es propio de los grandes. Y que nos hace mejores.
Militar y economista pero ingeniero, Alvaro Alsogaray se retiró del ejército hacia 1948 con el grado de capitán, y representó hasta su muerte la esperanza mayor de los sectores liberales argentinos. Antiperonista por supuesto, participó de la revolución fusiladora como secretario de industria y de comercio, y fue minisro de economía de Frondizi primero, y de Guido después, de la mano del golpe que soplara a Illía con su hermano el general Julio Alsogaray entre los cabecillas. Con tezón y apoyo externo, llegó a imponer sus teorías -y sus descendientes- hasta en el gobierno necroperonista de Carlos Menem.
Perón jamás consiguió reconocerle méritos.
-- En un ejército de escalafón abierto como el nuestro, sólo llegó a capitán. No le confiaría ni un kiosco de cigarrillos.
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