Un odio
nacido con la patria alcanza en estos días una nueva consagración.
El odio que echó a patadas a San Martín, el que encumbró a Sarmiento, degolló al Chacho y emboscó a Facundo; el que bombardeó la Plaza, fusiló y asesinó para por fin desaparecer más de 30 mil personas; ahora vuelve por nosotros.
El gobierno y sus medios –o viceversa- lo cultivan.
Millones lo consumen.
El odio que echó a patadas a San Martín, el que encumbró a Sarmiento, degolló al Chacho y emboscó a Facundo; el que bombardeó la Plaza, fusiló y asesinó para por fin desaparecer más de 30 mil personas; ahora vuelve por nosotros.
El gobierno y sus medios –o viceversa- lo cultivan.
Millones lo consumen.
EL ODIO Y LOS PELOTUDOS
En
1952, mientras agonizaba Eva Perón, un autor anónimo pintó en las paredes porteñas
una frase memorable que pronto se propagó por la fuerza de su síntesis: “Viva
el cáncer”.
En sólo
tres palabras alguien lograba comprimir una cantidad de odio suficiente como
para justificar en breve un bombardeo contra la Plaza de Mayo con más de 300 civiles
muertos y más de 700 heridos, luego el fusilamiento sin juicio de obreros y
militantes, largos años de persecuciones públicas y mediáticas, detenciones
políticas, destierros y asesinatos, y por fin una dictadura genocida con más de
30 mil desaparecidos. Un odio inmenso en sólo tres palabras. Un verbo, un
artículo, y un sustantivo. Eso es genio.
Esta
semana, 65 años más tarde, Federico Andahazi, quien se pretende escritor, ante
la negativa ejecutada contra Héctor Timerman para tratarse un cáncer en Nueva
York, precisó más de 40 palabras para expresar el mismo odio. Eso es falta de
genio.
Pero el
odio es el mismo.
Un odio
tan grande que hoy sirve para justificar la propia miseria, el choreo a los viejos,
las mentiras más obvias, las corporaciones abiertamente en el poder, y un cinismo
que ni siquiera los genocidas de la dictadura llegaron a permitirse… Un odio tan
grande que lo entraña todo: la matanza, el bombardeo a civiles, el terror, el
destierro, la cárcel, la tortura, la desaparición de personas, el tráfico de
niños… Nada más hay que darle tiempo.
Mientras
tanto el gobierno y sus medios -o los medios y su gobierno, como sea-, cultivan
ese odio. Es su alimento. Saben que el odio enceguece como el amor, pero
incapaces del amor, eligen el odio, y lo propagan. Agitan a la turba en favor
de Barrabás, y así vienen creciendo desde el principio de los tiempos.
Junto a
la pobreza cero, el fútbol para todos, y no habrá tarifazos ni devaluación, una
de las grandes mentiras de la campaña de Cambiemos fue cerrar la grieta. Cuando
es la grieta lo que los sustenta. La revancha, la venganza. El odio. El resto
es fracaso.
Porque
la turba puede amar, pero también odiar. Es cuestión de hacerle creer que sabe
mucho de lo que ignora todo, y a la vez ofrecerle un buen enemigo sobre el cual
proyectar su propio fracaso personal, sus miedos y sus resentimientos. Ora
pueden ser los judíos, ora los musulmanes, los negros, los latinos, los verdes,
los azules o los colorados, lo importante es odiar. Una vez que odia, la turba
se enceguece y entonces cualquier tuerto es rey, y cualquier gato lazarillo.
Porque
bien cargada de odio, la turba está dispuesta, incluso, a la autodestrucción. Absorberá
tarifazos, endeudamientos, despidos, mentiras, atropellos, palos, balas de
goma, de plomo, lo que venga. El odio basta.
La
turba no es el total de la gente, pero es un número significativo. O hubiésemos
gritado Cristo, y no Barrabás.
Y la
turba siempre tiene ganas de putear, aunque no siempre sabe a quién. Pero para eso
están los productores de odio, que se lo “informan”. Y la turba no sólo lo agradece,
sino que encima lo paga. Así también crecieron los grandes medios argentinos,
por el odio.
El odio
que echó a patadas a San Martín primero y a Rosas después, el odio que encumbró
a Sarmiento, degolló al Chacho y emboscó a Facundo, el que fusiló a Dorrego, el
que amasó en el oprobio a Yrigoyen, el que bombardeó la Plaza, el que fusiló
obreros y militantes al grito de “se acabó la leche de la clemencia”, para por
fin desaparecer más de 30 mil personas… Un odio nacional, inmenso, profundo, antiguo,
padre de todos los fracasos, y que ahora vuelve por nosotros mientras los Macri
y los Magnetto se frotan las manos. Ellos viven de eso.
Pero vos
atento.
Vos no
te engañes.
Porque más
antes que después, el odio siempre estalla y ese día sabrás que vos no sos
ellos, que volvieron a mentirte, y que odiaste como un pelotudo.
* * *
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