Las
Fuerzas de Seguridad –en este caso la Bonaerense- acaban de lograr una nueva marca en su
extenso historial delictivo con el asesinato de cuatro chicos, tres menores, mientras otra menor sigue entre la vida y la muerte.
La cadena de culpables sube y se expande, alcanza
a los ejecutivos provincial y nacional, y barre con periodistas, comunicadores,
y otros charlatanes.
No sólo Clarín y La Nazión evitaron culpar a los supremos
culpables (Vidal y Ritondo), limpiar a la Fuerza apelando al lugar común “algunos
policías no son la Policia”, y esconderse detrás de la palabra “tragedia”
para no enfrentar lo que fue una masacre pura y cruda.
Ellos tampoco son
inocentes.
ASESINOS
POR NATURALEZA
La Policía argentina. Todos sin esposas. En familia. |
La
masacre policial ejecutada en San Miguel del Monte con la persecución y el
fusilamiento en marcha de cuatro chicos –tres menores- y que mantiene a una
chica –también menor- entre la vida y la muerte; no fue algo "aislado", no
fue un “procedimiento mal hecho”, como pretendía trabado de mandíbula el ministro
de seguridad de la Provincia; ni mucho menos -como intentaron imponer serviciales
tantos comunicadores - una “tragedia”, o el simple “exceso” de “algunos
policías”. No. La palabra es masacre, y la perpetró la Policía, no “algunos
policías”. No existen “algunos policías”.
El “espíritu
de cuerpo” que tanto los enorgullece –y autoprotege-, no solo vale para abrazar
los infrecuentes aciertos de la Fuerza. También abraza a la Fuerza en cada uno
de los delitos de sus hombres y sus mujeres, en todos sus crímenes.
Es el
mismo espíritu de cuerpo que ahora en San Miguel del Monte los llevó a intentar
–una vez más y como siempre- encubrir a los “compañeros”, ocultar los hechos,
presionar testigos, barrer las pruebas, limpiar a los asesinos. No se trata de
“algunos policías”. Se trata de la policía. En este caso, de la célebre por
maldita Bonaerense, cuyo largo historial delictivo, no se detuvo con el
alejamiento de uno de sus más mentados líderes, el genocida Ramón Camps, ni con
el fin de la dictadura. El jolgorio continuó, y continúa. Esa sí es una
tragedia.
Seria
fatigoso y acaso infinito hacer un inventario aquí estando Google tan a mano de
todos. Pero si se revisan los grandes crímenes y delitos del país durante los
últimos, digamos, 50 años –secuestros extorsivos, homicidios agravados, asaltos
comandos, trata de personas, contrabando, narcotráfico, etc-, en el 90 por
ciento de los casos aparece algún representante de las fuerzas de
seguridad. Ora la Bonaerense, ora la Federal, la Prefectura, Gendarmería...
Y aunque
aquí sí vale decir que la putrefacción de las fuerzas no comenzó con este
gobierno, también vale decir que este gobierno la potenció atento a su núcleo
duro de machitos de pizzería y mano dura. El presidente personalmente felicitó
al policía procesado por homicidio agravado Luis Chocobar. Ahora tiene los
resultados.
Ahi lo tenés al pelotudo... |
Rara
como encendida, la ministra de seguridad Patricia Bullrich -de vocación pistolera-,
entonada y al grito de “el que quiere andar armado que ande armado”, hace mucho
no pasa un control de alcoholemia, ni un detector de mentiras tampoco. Encubrió
sin fallar todos y cada uno de los crímenes de todas las fuerzas bajo su mando,
y más allá. Desde Santiago Maldonado y la Gendarmería, a Rafael Nahuel y Los
Albatros de la Prefectura, pasando por Juan Pablo Kukrop y Luis Chocobar;
Facundo Burgos y la policía de Tucumán; la aún inexplicada balacera de Avellaneda
entre sus muchachos y los de la Vidal, y siguen los muertos y también los
encubiertos. Nada la detiene. Nadie renuncia.
Vale apuntar
que el espectáculo circense con el cual se pretende enjuiciar a CFK por
televisión, es una causa por la obra pública de la provincia de Santa Cruz
durante los años en que ella no desempeñó ninguna función pública en Santa
Cruz.
Sin
embargo, del otro lado de la moral, los responsables supremos y por lo tanto
directos de la masacre de San Miguel del Monte, la gobernadora María Eugenia
Vidal y su ministro de Seguridad Cristian Ritondo, ni se mueven, no se van,
apenas se lamentan, se encogen de hombros, y qué vachaché...
Los
medios en general –y no apenas los previsibles Clarín y La Nazión- pusieron
todo su esmero en obviar sus dos nombres, y por supuesto, exculpar a la Fuerza,
fuente del material con que suelen ganarse la vida sin esfuerzos.
El
viernes en su programa El Expediente de C5N, Paulo Kablan (quien jamás cierra
ninguno de sus informes sin destacar la acción del fiscal y su fiscalía, del
comisario y su comisaría, quienes a su vez tan amablemente le mandaron el video
y los datos que así lo salvan de tener que laburar en serio), usó media hora de
su programa para hablar de la masacre pero no usó la palabra. Y por supuesto no
paró de repetir, precario y genuflexo, el viejo lugar común de “algunos policías
no son toda la Policía”.
Parte
del folklore policial argentino es llorar la triste suerte de lo que llaman sin
embargo “vocación de servicio”. Desde la falta de medios y agentes, a la
incomprensión judicial de “las puertas giratorias”, y el desprecio popular, ya
inmemorial y siempre en constante progresión. Parecieran no entender por qué la
gente no los quiere… o tal vez por eso mismo le disparan por la espalda. Un
acto inmenso y profundo de auto-purga y constricción, podría ayudarlos alguna
vez.
Culpables |
Sobre
llovido, el gobierno de Cambiemos –especialista en marketing (y nada más)-,
soltó por las calles de todo el país miles de agentes nuevos como quien
empapela de afiches la ciudad. Se trata en general de chicos y chicas sin actitud,
formación ni vocación, ansiosos apenas por una salida laboral frente a la
miseria que el propio gobierno despliega en simultáneo. Temblorosos, asustados,
sin bozal y sin correa –y sin controles toxicológicos tampoco- marchan hacia
las líneas del frente de una situación social en llamas. Y tiran a dar, total...
Entonces
cuatro chicos –y van- son asesinados por la Policía de la Provincia de Buenos
Aires.
Perseguidos
hasta la muerte.
Fusilados
en pleno vuelo.
Cuatro
chicos, tres menores, y una chica, también menor, que sigue grave.
Dos policías
les disparaban, siete los perseguían, dieciocho se complicaron en el
encubrimiento, y las investigaciones recién comienzan… No fue un “hecho aislado”, “un procedimiento mal hecho”, un "exceso", no... es una
putrefacción institucional amparada por un sistema de códigos mafiosos. No fueron
“algunos”. Fue la Policía y fue una masacre. Ninguna tragedia.
La
tragedia son ellos, esas Fuerzas de Seguridad descontroladas, y todos esos
funcionarios capaces de encubrir y felicitar sus asesinatos, porque ellos también
son asesinos.
Cuatro de las víctimas de la seguridad de Cambiemos. |
***
Absolutamente de acuerdo.
ResponderEliminarQué desprotegido se siente uno con esta realidad, que remata con "la (In)justicia" que solo piensa en sí misma.
Un calvario duro para transitar en los próximos tiempos si queremos desarticular este estado de cosas.