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martes, 8 de mayo de 2012

SUSANA GIMÉNEZ en MEMORIAS DE UN MERCENARIO: "La ley no te perdona que seas estúpida"


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El periodismo es un negocio de extorsión, la prensa libre no existe, y estamos todos rodeados”; fue dicho en el post del 10/11/08, Una puta inmaculada, que sirve de introducción a esta sección, y donde a la vez anunciábamos estos rápidos relatos destinados a refrendar con hechos las palabras, porque una buena historia vale más que mil imágenes.
El autor se retiró de lo que ha dado en llamar "el periodismo industrial" no arrepentido, pero si medio asqueado, al cabo de 25 años de oficio.
De su experiencia, estos recuerdos.



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El Martiyo Producciones presenta…


"Memorias de un mercenario"
 




“Los mercenarios que he tratado, y con quienes a veces he compartido la vida, combaten de los veinte a los treinta años para rehacer el mundo. Hasta los cuarenta, se baten por sus sueños y por esa idea que de sí mismo se han inventado. Después, si no han dejado la piel en la batalla, se resignan a vivir como todo el mundo –a vivir mal, porque no cobran ningún retiro- y mueren en su lecho de una congestión o de una cirrosis hepática. El dinero nunca les interesa, la gloria rara vez, y se preocupan muy poco de la opinión que merecen a sus contemporáneos. En esto es en lo que se distinguen de los demás hombres”.

Jean Lartéguy 

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Hoy: "La ley no te perdona que seas estúpida"





Cuando arriba digo que "el periodismo es un negocio de extorsión" por supuesto me refiero a lo que suelo llamar el periodismo industrial, y por supuesto también no intento ninguna metáfora. Digo más: en periodismo las formas y las escalas de la extorsión son acaso infinitas, pero bien tramadas, cualquiera de ellas puede ser infalible.  
Hoy Susana Giménez es todavía un símbolo del canal Telefé, pero durante muchos años antes lo fue del Canal 9 de Alejandro Romay, que un día se quedó sin ella, y yo sé muy bien por qué, porque yo comandé la operación aquella que al final se la robó.
Corría el año 1991, yo era jefe de redacción de la revista Tele clic, el nuevo producto de Editorial Atlántida, flamante dueña de la señal Telefé (entre otras cosas). Su director y dueño –de Atlántida, de Tele clilc y de Telefé (entre otras cosas)-, era el muy ejecutivo Constancio Vigil. Y digo ejecutivo sin ninguna sorna: el hombre conocía su negocio y no trepidaba en ejecutarlo. Lean si no.
Pero lean entonces también el episodio No odies a tu enemigo, contrátalo, donde les cuento cómo pocos meses antes de comandar Tele clic, desde la revista Noticias de Jorge Fonteveccia, yo mismo lo había mandado preso. A Constancio Vigil, sí. Una nota con mi firma lo denunciaba públicamente por contrabando, así nomás. Para evitarse los impuestos, su regio Mercedes Benz importado estaba a nombre de un empleado suyo lisiado, ascensorista de la Editorial. Un fiscal de oficio inició las investigaciones, y Constancio fue procesado, y tras él otros, y famosos: Ricardo Darín, el finado Cacho Steimberg (que al final fue preso por todos), y la divina diva Susana Giménez, estrella de Canal 9, codiciada entonces por el nuevo Telefé.
A por ella fuimos.
Escándalo tras escándalo (ver Un hombre desesperado), Tele clic era ya el grán éxito de los kioscos y así había logrado un impacto cierto en la teleplatea diaria. Nuestra palabra hería cuando no mataba.
Constancio entonces me entregó a Susana, a quien yo nunca había admirado. Me dijo que hiciera con ella lo que se me diera la gana. Fue más allá, me dijo así (nunca lo olvido porque ni antes ni después mencionó el tema en mi presencia):
-- Dele con lo que tenga, y si tiene que meterse con lo del Mercedes, métase también, y si tiene que mandarme preso otra vez, mándame preso otra vez…
Cuando el escándalo por su Mercedes de contrabando la puso contra las cuerdas a ella también, Susana Giménez –“cagando por la boca”, diría Federico Luppi- tuvo que disculparse públicamente después de mucho obviar el tema, y entre las excusas que dio, me dio el tíulo de esa tapa: “La ley no te perdona que seas estúpida”.
A partir de allí le pegué hasta en el piso. Constancio aplaudía. Ella abría todos los flancos. A cada boludez le sumaba una mayor hasta que el Mercedes apareció en un galpón de un campo suyo cubierto de paja. No tuve más que rociarla con kerosén y echarle un fósforo. Hacía rato que no me divertía tanto. Constancio era feliz.
Un lunes loco de contento vino a contarme que ayer domingo se había cruzado con ella en el campo de Polo (claro) y que ella le había preguntado en un ruego cuándo Tele clic dejaría de pegarle.
-- Cuando firmes para Telefé, Susana –le respodió, ejecutivo, Constancio.
Ejecutivo y chocho: las negociaciones habían comenzado.
Pocas semanas despuès, ya en pleno verano, en su casa de Mar del Plata, Susana recibía a un equipo de Tele clic para anunciar públicamente, en exclusiva, su pase a Telefé. Todavía escucho la voz victoriosa del buen Mario Paganetti diciéndome por teléfono.
-- ¡Tengo a Susana con las pelotas de Telefé!
Esa fue la tapa, pueden buscarla: Susana en su piscina de verano flotando entre los tres globos de TE LE FE.
Fuentes de primera –que aún me reservo- iban a contarme despuès que Susana le explicó a Romay que sencillamente no podía bancarse todo los medios de Atlántida en su contra. De nuevo la extorsión pagaba.
Inmediatamente Constancio me avisó que por supuesto a partir de ese día...Desde luego. No era preciso avisarme nada. Yo era un profesional. Desde ese día Susana Giménez dejó de ser estúpida y olvidamos para siempre su Mercedes... ¿Qué Mercedes? ¿La hija?.
Alcanzado el objetivo, no pude menos que lamentarlo, mi diversión se había terminado.
Porque el verdadero mercenario no busca la victoria, vive la batalla.
Sabe que la victoria es siempre de los otros, ya ven.

...(continuará)


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