No es extraño que Magnetto, Ernestina & Cía, prefieran reeditar
el caos del 2001 a
terminar como Videla (despreciados y presos); y hasta podemos comprender a
Lanata, que entre el silencio y el oprobio, eligió el oprobio. ¿Pero qué le
pasa a ese lector común que ya sabe quiénes son, qué hicieron y qué hacen, y que
todavía hoy los compra y los repite?...
EL MISTERIO DEL HOMBRE BOBO
Ya no miramos el programa de Lanata. Cada día nos cuesta más
la simple visita a los portales de Clarín
y La Nazión. Duele el destrato al que someten a su público, la
subestimación constante, la indiferencia por la suerte que le deparan, la ruina
y el caos que le proponen sin ninguna responsabilidad. No hace falta mirar el
programa de Lanata, su contenido no importa, importa lo que provoca y propone. Provoca
el odio, el vacío, la nada. Propone patear la mesa, y que den de vuelta.
No tienen nada que oponer a Cristina, no es esa la idea. Sólo
quieren destruirla, eso sí. El país que sueñan para el después, carece de líderes
firmes, se basta de las figuras que ellos mismos fabrican, difunden y destruyen,
muñecos de estopa rellenos de obediencia. Marionetas otra vez. No importa quien
comandará, organizará y contendrá las organizaciones sociales, sindicales y políticas
surgidas y fortalecidas durante la última década, y que hoy Cristina –y sólo
Cristina- puede manejar, unir y contener, y que por eso, y sólo por eso, no
responden a la provocación constante de los grandes medios, sus patotas
circunstanciales, y sus caceroludos.
Sin Cristina todo eso se astilla y estalla, pero a Clarín, a
Magnetto y los suyos, ¿qué les importa?... Mejor. En el caos son posibles el
borrón y la cuenta nueva, y ellos están siendo juzgados por variados delitos
muy graves, y todo les dice que serán condenados. Mejor: el caos, la nada, el vacío otra vez. Ya lo
probaron a finales del 2001, y les salió fenómeno. Y entonces eran sólo
negocios. Hoy les va en la jugada la propia libertad personal a sus dueños. Cualquier
cosa es mejor que la cárcel, se dicen sin decirlo.
Saben de sobra que del otro lado no hay nada. Lo que
insisten en llamar la oposición, no existe. Una oposición es una fuerza política
articulada, con vocación de poder, y cuyos principios
ideológicos se expresan a través de un programa de gobierno naturalmente
“opuesto” al oficial, y que, supone, mejor. En la Argentina de hoy eso no
existe. Llaman oposición al coro de políticos sin votos cuya sola posibilidad
de trascendencia se reduce al espacio que consigan en los medios del monopolio,
y en la medida en que sepan repetir tarde y noche por la tele, lo que el diario
les dictó por la mañana. Críticos sin contrapropuestas, no tienen tampoco
vocación de poder. Sin Cristina todo sería anarquía. Ellos, Clarín, La Nazión –lo que son, suponen y ocultan- lo
saben perfectamente, y tal es su gran esperanza.
Quienes los repiten sin
chequearlos, chochos como el que tiene la posta de la última corrupción, ¿se
cuestionan qué país les proponen a cambio del actual? No. Les basta un
argumento atado con alambre, un par de grandes nombres –un jugador de fútbol,
una vedette-, algunos datos inconexos pero sonoros; para salir a repetir
orgullosos y pícaros lo que sólo ellos saben, porque lo vieron a Lanata.
Lanata conoce el negocio: sabe que
no hace falta demostrar nada, porque basta con mostrar cualquier cosa. Cuando
algo fue previamente bañado en nafta, no se precisan muchos fósforos para
incendiarlo todo. Lanata -Clarín (Magnetto,
bah)-, lo saben perfectamente: basta esparcir el odio, y ya una mentira
cualquiera lo enciende todo.
Han visto morir a Videla, preso; a
Martinez de Hoz, preso también, (en su casa pero preso); ven que ahora van por
Massot; ven que ellos mismos –Magnetto, Ernestina, Mitre, y compañía- están
rodeados hace rato: Papel prensa, las aún inexplicadas adopciones de los hijos de
Ernestina y la hija de Magnetto, los 150 millones fugados según el
vicepresidente del JP Morgan… ¿qué más pueden perder?, ¿qué tienen que esperar?...
son gente grande, muy grande, nadie escapa a la muerte, pero han acumulado
poder y dinero durante todas sus vidas. No esperaban este final de espanto. Están
dispuestos a cualquier cosa, y humanamente es entendible.
Lanata también es entendible.
Devorado como tantos seres frágiles por un ego monstruoso, no pudo soportar
perder la fama conseguida en los 90, y prefirió el oprobio al silencio. Se
inmola, y es su elección. Podemos entenderlo. La vanidad es la droga de la
serpiente. Otros vicios, otras debilidades, arruinaron otros seres. Podemos
entenderlo.
Lo que seguimos sin entender es
ese público en extinción, pero público aún. Ese lector común que nada recibirá
nunca de Magnetto, de Aranda o de Rendo, y que aún así defiende a Clarín y lo
repite, que no quiere oír quiénes son ni qué hicieron ni qué hacen, y que sin
ninguna precaución –ni imaginación- apuesta con ellos al caos, al vacío, a la
nada… como en el 2001, cuando Clarín se salvó con sus ahorros…
Eso sí que es más raro, ese
lector, mucho más raro que Magnetto y los suyos peleando por no morir como Videla,
despreciados y presos.
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