A la luz de las últimas cifras difundidas por el incontestable
Instituto Verificador de Circulaciones (IVC), pueden entenderse mejor Lanata y su bóveda de cartón, los cuadernitos de Kirchner, y el parricidio perpetrado por su hijo. Abandonado hace mucho el periodismo, desesperado frente a la caída libre de sus
ventas, el Grupo Clarín, perdido por perdido, se arroja de cabeza en los
pantanos siempre inciertos del suspenso y la comicidad.
EL TERROR Y LA
RISA
El portal Diario sobre diarios publicó hace algunos días (ver aquí) un
informe basado en las últimas cifras publicadas por el IVC. Arrancaban así:
“Clarín, el diario más
importante de la Argentina
–en ventas de ejemplares e influencia sobre la agenda pública- hace siete años
que viene en caída libre, en términos de circulación de ejemplares.
Cada año el diario
vende menos. Ergo: influye menos.
En 2012 Clarín volvió
a mostrar una performance a la baja. Para dar una idea cuantitativa de esa
caída, se puede decir que en 2005 mostró un promedio anual de 416.887
ejemplares vendidos, mientras que 2012 alcanzó a 287.912.
En la Zona Dura destinada a
analizar las ventas anuales de 2010, Diario sobre Diarios (DsD) advirtió que en
uno de los meses de ese año Clarín había caído por debajo de los 300.000
ejemplares, algo que no ocurría desde 1960.
En el 2012 Clarín no
logró ni siquiera superar la marca de 1960. Y los guarismos de este 2013
permiten pronosticar que tendrá serias dificultades para llegar a esa cifra
otra vez”.
En 1960, vale recordar, en la Argentina éramos 20
millones de habitantes, la mitad de los que hoy somos, lo cual significa, en
proporción, que Clarín ya no vende ni la mitad de lo que vendía en 1960.
Estos guarismos y estos hechos explican mejor el delirium
tremen de este espantoso final del Grupo entre alucinaciones simples, cuadernos escolares, viajes inútiles a Panamá, dos cachivaches por aquí, dos más por allá,
testigos que contradicen a su propio presentador, bóvedas de madera falsa, la
increíble y triste –pero triste por increíble- historia del asesinado de
Kirchner… un final de espanto, cómo no.
El periodismo es un género difícil, pero técnicamente
preciso. Casi matemático. Se puede hacer mejor o peor, pero siguiendo sus
reglas, siempre se logra. La ficción, en cambio, todo lo permite, y por lo
tanto, allí ya no hay de dónde agarrarse, y el que no sabe, suele perderse por esa región vacía entre el fracaso y el ridículo, de donde volver se puede,
pero nunca ileso...
El maestro norteamericano contemporáneo Stephen King nos recuerda en uno de
sus prólogos que “el terror y la comicidad son los dos géneros más peligrosos,
porque mal hechos, el terror sólo da risa, y la comicidad resulta terrible”.
Por allí sin embargo, y sin precauciones, se internó hace
algunos domingos el Grupo Clarín y su candidato Jorge Lanata alucinando
terrores disparatados entre imitadores mediocres, chistes hechos de odio, testigos que no duran nada, y pruebas que prueban menos...
Demasiado grueso para bailar sobre ese alambre tan delgado
entre el periodismo y el burlesque, así Lanata cayó con todo su peso hacia el vacío de esa región entre el
fracaso y el ridículo, y atado a su caída, y viceversa, cae el Grupo entero,
allí lo canta el IVC fatalmente incontestable...
La caída libre comenzó en el 2006, antes aún del abierto
enfrentamiento con el actual gobierno y el pueblo que lo votó. Pero al Martiyo
le gusta recordar que antes aún, allá por los 90, en la esquina Esteban de Luca
(Carlos Calvo y Defensa), y en otras de la ciudad, esplendió durante años una pintada
que decía: “Nos mean, y Clarín dice que llueve”… Y mucho antes, claro, había comenzado la traición de Clarín
contra su pueblo. Allá por el 76… allá por el 55… siempre, bah.
Hoy esa larga y extenuante historia de traiciones al país se acerca a su fin, fueron
descubiertos del todo allá por el 2008, por esta presidenta, y nadie nunca
esperó que fuera gratis, ni que cayeran en segundos. Pero caen y caen y caen
sin parar. Y no lo dicen Guillermo Moreno, ni su Indec, ni D´elía ni 678… Lo
dice la gente, el público, que todos los días deja de comprarlos, que dejó de creerles,
que se aparta con espanto, algunos incluso con vergüenza ajena por este patético
final, cuando las terribles denuncias parecen chistes, y el chiste del asesinato
de Kirchner resulta de terror.
Pero como bien indica el IVC: todo se paga en esta vida.
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