Acorralados por el pasado, enceguecidos por la derrota, uno de los episodios más trascendentes en la historia del
periodismo argentino, pasó inadvertido para los grandes medios, como si ya no
fueran medios. Héctor Magnetto, capo máximo del monopolio
mediático surgido del genocidio, emergió por fin de sus propias tinieblas enfurecido
con Víctor Hugo Morales, apenas un periodista, y decidió aplastarlo con todo su poder. Sin embargo, a la hora señalada,
huyó despavorido como un falso dragón frente a un hombre de verdad. La noticia
era del tamaño de la corporación que la protagonizaba, y sin embargo…
Por primera vez en la historia de la prensa argentina, un
monopolio entero avanzaba contra un periodista solo.
Peor: un monopolio periodístico.
Peor que peor: un monopolio periodístico que a su vez levanta
las banderas del “periodismo independiente”.
No hay precedentes de un hecho así en el mundo todo. Jamás
la historia se había atrevido a tanto.
Héctor Magnetto, nominalmente CEO del Grupo Clarín, pero virtualmente jefe supremo de una
corporación continental parida por la última dictadura argentina; y por lo tanto personalmente responsable de las mayores estafas económicas y políticas de los últimos 37 años del país; él, tan luego él, esa bestia moral, denunciaba por “daños y perjuicios”
a Víctor Hugo Morales, relator de fútbol y rara
avis del periodismo argentino, entre otras cosas, porque no es argentino.
Sin embargo allí este uruguayo, que ya mucho antes del surgimiento del kirchnerismo se enfrentaba con el Grupo Clarín; el jueves supo dejarnos a todos los
argentinos una muestra de hombría y de moral; y al periodismo especialmente, un
ejemplo de integridad, y de auténtica independencia.
En el país de José Luis Cabezas, Rodolfo Walsh y los 106 periodistas
desaparecidos durante el genocidio -que el propio Magnetto supo sostener,
encubrir y justificar, cuando no alentar-; poner en riesgo apenas el patrimonio personal,
no parece mucho. Sin embargo, vale recordarlo, en ese mismo país aún existen legiones
de periodistas que tan sólo por dinero se engregan a un
patrón que acaso desprecien ideológicamente o no, pero cuyos delitos,
atropellos y censuras, nadie en el gremio ignoró jamás.
La tenebrosa historia de la apropiación de Papel prensa, y
los efectos devastadores que eso produjo para la libertad de empresa en la
industria periodística argentina, ningún periodista argentino pudo ignorarlos nunca. Como así tampoco ningún periodista argentino, mucho menos si está o fue
empleado por Clarín o La Nazión , ignoró jamás el
origen incierto de los hijos adoptivos de Ernestina Herrera de Noble, o la extraña historia de la
hija adoptiva de Héctor Magnetto; y mucho menos la sociedad con la dictadura
primero, o con Duhalde después; o la conveniencia de aquella pesificación contra
todos los demás; o lo que hacían con el fútbol cuando eran dueños del fútbol,
la cantidad de canales que fundieron por todo el país para comprarlos por
monedas y desde allí fundir a la competencia para también comprarla por monedas y quedarse con todo; así como muchos sino el total de los periodistas del Grupo supieron
del negociado con las AFJP, de las fugas de divisas con el JP Morgan (el propio
Lanata publicaba esas cosas); o cuando menos de alguna de todas las incontables
maniobras técnicamente mafiosas desplegadas por el Grupo a lo largo de toda su repodrida
historia. Ningún periodista argentino ignoró jamás estas cosas, y aún así, y apenas por un salario, todavía existen legiones que sirven al Grupo. Personalmente,
podemos comprenderlos. Pero también por eso, en dicho contexto, lo de Víctor
Hugo Morales resulta por lo menos ejemplar, sino ya heroico.
Sin embargo los medios -los periodistas- del Grupo Clarín-La Nazión no vieron nada, no percibieron la más mínima
amenaza a la “libertad de expresión”
que tanto cacarean a la hora de incumplir la Ley de Medios. Nada. Ni una palabra.
Mientras el hecho se producía, TN ponía en el aire una nota
sobre la educación sexual en las escuelas... Como en sus días dorados cuando el genocidio, callaban el horror confiados en que así lo suprimían.
Pero no ¿Cómo aún no lo aprendieron? Ningún silencio borra la historia, y
ya la crónica de ese día contará para siempre que el jueves 8 de agosto de 2013, a las 14.35, un
periodista solo enfrentó al jefe de todos los jefes de un monopolio incomparable, y que sin embargo el jefe de todos los jefes retrocedió y no dio
la cara, y se batió en retirada con su ejército también incomparable. Borges diría: no tuvo valor, no fue valiente; no lo
abandona, siempre irá a su lado, la sombra de haber sido un desdichado.
Abucheado por el pueblo allí reunido -que por fin pudo
escupirle en la cara lo que sentía por él-, poco antes de las 16, al grito de “Magnetto basura, vos sos la dictadura”,
el horrible Magnetto dejaba los tribunales temblando entre custodios, y huía de
sí mismo como si fuera posible. Ahora sabía de una vez por todas lo que había
hecho con su nombre.
El hartazgo popular, del que allí Magnetto apenas probó una
cucharada, le sirvió por supuesto a sus empleados para repetir a coro los deshilachados
argumentos de la intolerancia, la
crispación, el autoritarismo, y toda esa garúa de palabras que ellos mismos
vaciaron de contenido. Y eso fue todo lo que dijeron.
Enceguecidos por la subsistencia, maniatados por el amo, con el plato lleno pero la cadena al cuello, no vieron el hito, lo dejaron pasar, no consignaron el hecho, no fueron periodistas. Eso también quedó impreso en la historia.
Enceguecidos por la subsistencia, maniatados por el amo, con el plato lleno pero la cadena al cuello, no vieron el hito, lo dejaron pasar, no consignaron el hecho, no fueron periodistas. Eso también quedó impreso en la historia.
David y Goliat volvían a enfrentarse, y por primera vez Goliat huía aterrado,
sin valor siquiera para mirar a los ojos a David, ya no para enfrentarlo... ¡Inédito! Pero los grandes
medios vieron nada.
Peor todavía: un periodista, un solo periodista, (según Clarín ni siquiera eso, apenas un relator, un locutor); se le plantaba sin embargo al monopolio entero, a todo el Grupo Clarín,
al mismísimo Héctor Magnetto -dueño de abogados, de políticos y de jueces-, y con
la misma sola voz conque grita sus goles, allí nomás les decía: hasta aquí llegaron... ¡Insólito! Pero los grandes medios no oyeron nada.
Peor si se quiere: un megaempresario acusado por crímenes de lesa humanidad, el cerebro de una corporación bañada en sangre y mierda intentaba callar a un periodista independiente... ¡Inadmisible! Pero ni los grandes medios ni sus periodistas dijeron nada.
Peor si se quiere: un megaempresario acusado por crímenes de lesa humanidad, el cerebro de una corporación bañada en sangre y mierda intentaba callar a un periodista independiente... ¡Inadmisible! Pero ni los grandes medios ni sus periodistas dijeron nada.
¿Es posible todavía considerar medios y periodistas a quienes
callan un atropello así, o cuando menos, una noticia de esa importancia?...
La historia del periodismo argentino deberá registrar
además que el jueves 8 de agosto de 2013, un periodista, ese periodista, apenas
un hombre, precisó para siempre las fronteras del oficio:
de un lado quedaron los periodistas de verdad, y del otro… los empleados de Magnetto.
Desde su libertad absoluta, El Martiyo saluda a Víctor Hugo Morales.
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