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domingo, 11 de agosto de 2013

EL MARTIYO SALUDA A VICTOR HUGO MORALES…


 Alejados ya por completo de la práctica del periodismo, los medios del miedo no fueron capaces de registrar uno de los episodios más trascendentes en la historia de la prensa argentina: el ataque judicial del empresario periodístico más poderoso del país, contra Victor Hugo Morales, apenas un periodista. Tarde y mal, tan sólo comentaron como “agresiones” la repulsa popular sufrida por el amo, que sin valor para enfrentar a su pequeño oponente, huyó despavorido como un cobarde enorme.


VENCEDORES VENCIDOS





Acorralados por el pasado, enceguecidos por la derrota, uno de los episodios más trascendentes en la historia del periodismo argentino, pasó inadvertido para los grandes medios, como si ya no fueran medios. Héctor Magnetto, capo máximo del monopolio mediático surgido del genocidio, emergió por fin de sus propias tinieblas enfurecido con Víctor Hugo Morales, apenas un periodista, y decidió aplastarlo con todo su poder. Sin embargo, a la hora señalada, huyó despavorido como un falso dragón frente a un hombre de verdad. La noticia era del tamaño de la corporación que la protagonizaba, y sin embargo…
Por primera vez en la historia de la prensa argentina, un monopolio entero avanzaba contra un periodista solo.
Peor: un monopolio periodístico.
Peor que peor: un monopolio periodístico que a su vez levanta las banderas del “periodismo independiente”.
No hay precedentes de un hecho así en el mundo todo. Jamás la historia se había atrevido a tanto.
Héctor Magnetto, nominalmente CEO del Grupo Clarín, pero virtualmente jefe supremo de una corporación continental parida por la última dictadura argentina; y por lo tanto personalmente responsable de las mayores estafas económicas y políticas de los últimos 37 años del país; él, tan luego él, esa bestia moral, denunciaba por “daños y perjuicios” a Víctor Hugo Morales, relator de fútbol y rara avis del periodismo argentino, entre otras cosas, porque no es argentino.
Sin embargo allí este uruguayo, que ya mucho antes del surgimiento del kirchnerismo se enfrentaba con el Grupo Clarín; el jueves supo dejarnos a todos los argentinos una muestra de hombría y de moral; y al periodismo especialmente, un ejemplo de integridad, y de auténtica independencia.
En el país de José Luis Cabezas, Rodolfo Walsh y los 106 periodistas desaparecidos durante el genocidio -que el propio Magnetto supo sostener, encubrir y justificar, cuando no alentar-; poner en riesgo apenas el patrimonio personal, no parece mucho. Sin embargo, vale recordarlo, en ese mismo país aún existen legiones de periodistas que tan sólo por dinero se engregan a un patrón que acaso desprecien ideológicamente o no, pero cuyos delitos, atropellos y censuras, nadie en el gremio ignoró jamás.
La tenebrosa historia de la apropiación de Papel prensa, y los efectos devastadores que eso produjo para la libertad de empresa en la industria periodística argentina, ningún periodista argentino pudo ignorarlos nunca. Como así tampoco ningún periodista argentino, mucho menos si está o fue empleado por Clarín o La Nazión, ignoró jamás el origen incierto de los hijos adoptivos de Ernestina Herrera de Noble, o la extraña historia de la hija adoptiva de Héctor Magnetto; y mucho menos la sociedad con la dictadura primero, o con Duhalde después; o la conveniencia de aquella pesificación contra todos los demás; o lo que hacían con el fútbol cuando eran dueños del fútbol, la cantidad de canales que fundieron por todo el país para comprarlos por monedas y desde allí fundir a la competencia para también comprarla por monedas y quedarse con todo; así como muchos sino el total de los periodistas del Grupo supieron del negociado con las AFJP, de las fugas de divisas con el JP Morgan (el propio Lanata publicaba esas cosas); o cuando menos de alguna de todas las incontables maniobras técnicamente mafiosas desplegadas por el Grupo a lo largo de toda su repodrida historia. Ningún periodista argentino ignoró jamás estas cosas, y aún así, y apenas por un salario, todavía existen legiones que sirven al Grupo. Personalmente, podemos comprenderlos. Pero también por eso, en dicho contexto, lo de Víctor Hugo Morales resulta por lo menos ejemplar, sino ya heroico.
Sin embargo los medios -los periodistas- del Grupo Clarín-La Nazión no vieron nada, no percibieron la más mínima amenaza a la “libertad de expresión” que tanto cacarean a la hora de incumplir la Ley de Medios. Nada. Ni una palabra.
Mientras el hecho se producía, TN ponía en el aire una nota sobre la educación sexual en las escuelas... Como en sus días dorados cuando el genocidio, callaban el horror confiados en que así lo suprimían.
Pero no ¿Cómo aún no lo aprendieron? Ningún silencio borra la historia, y ya la crónica de ese día contará para siempre que el jueves 8 de agosto de 2013, a las 14.35, un periodista solo enfrentó al jefe de todos los jefes de un monopolio incomparable, y que sin embargo el jefe de todos los jefes retrocedió y no dio la cara, y se batió en retirada con su ejército también incomparable. Borges diría: no tuvo valor, no fue valiente; no lo abandona, siempre irá a su lado, la sombra de haber sido un desdichado.
Abucheado por el pueblo allí reunido -que por fin pudo escupirle en la cara lo que sentía por él-, poco antes de las 16, al grito de “Magnetto basura, vos sos la dictadura”, el horrible Magnetto dejaba los tribunales temblando entre custodios, y huía de sí mismo como si fuera posible. Ahora sabía de una vez por todas lo que había hecho con su nombre.
El hartazgo popular, del que allí Magnetto apenas probó una cucharada, le sirvió por supuesto a sus empleados para repetir a coro los deshilachados argumentos de la intolerancia, la crispación, el autoritarismo, y toda esa garúa de palabras que ellos mismos vaciaron de contenido. Y eso fue todo lo que dijeron.
Enceguecidos por la subsistencia, maniatados por el amo, con el plato lleno pero la cadena al cuello, no vieron el hito, lo dejaron pasar, no consignaron el hecho, no fueron periodistas. Eso también quedó impreso en la historia.
David y Goliat volvían a enfrentarse, y por primera vez Goliat huía aterrado, sin valor siquiera para mirar a  los ojos a David, ya no para enfrentarlo... ¡Inédito! Pero los grandes medios vieron nada.
Peor todavía: un periodista, un solo periodista, (según Clarín ni siquiera eso, apenas un relator, un locutor); se le plantaba sin embargo al monopolio entero, a todo el Grupo Clarín, al mismísimo Héctor Magnetto -dueño de abogados, de políticos y de jueces-, y con la misma sola voz conque grita sus goles, allí nomás les decía: hasta aquí llegaron... ¡Insólito! Pero los grandes medios no oyeron nada.
Peor si se quiere: un megaempresario acusado por crímenes de lesa humanidad, el cerebro de una corporación bañada en sangre y mierda intentaba callar a un periodista independiente... ¡Inadmisible! Pero ni los grandes medios ni sus periodistas dijeron nada. 
¿Es posible todavía considerar medios y periodistas a quienes callan un atropello así, o cuando menos, una noticia de esa importancia?...
La historia del periodismo argentino deberá registrar además que el jueves 8 de agosto de 2013, un periodista, ese periodista, apenas un hombre, precisó para siempre las fronteras del oficio: de un lado quedaron los periodistas de verdad, y del otro… los empleados de Magnetto.
Desde su libertad absoluta, El Martiyo saluda a Víctor Hugo Morales. 


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