A pocos
días de las presidenciales, los principales candidatos a gobernar el país
expusieron ya sus distintas estrategias para combatir uno de los mayores
problemas del mundo: el narcotráfico. Aguerridos, enérgicos y previsibles, los
tres auguran un crecimiento exponencial del negocio, y le aseguran al crimen
organizado su monopolio exclusivo.
TRES
TRISTES TIGRES
Si
actualizamos poco esta sección –Legalización o Dependencia- es porque nunca
tenemos nada nuevo que decir, y nos pesa repetirnos.
Aquí va
otra vez: el problema de la droga –como abruptamente se le llama- no reside
hace mucho en el daño que pueda hacerle al organismo, al cerebro, a la
juventud, a la sociedad, y esas cosas. El problema de la droga consiste en
decidir, y cuanto antes, quién manejará el segundo mayor negocio de la Tierra:
si el estado organizado, o el crimen organizado.
Repetido
lo dicho, y en virtud de su incuestionable verdad –verdad más vieja que la
historia de la Ley Seca en Estados Unidos-, prestamos especial atención a las
propuestas sobre el tema de los principales candidatos. Y sin necesidad de
ahondar mucho en ninguna de ellas, dada la superficialidad de todas, concluimos
lo siguiente:
Primero
que nada, ninguno de los tres parece interesado en resolver el problema. Sí
coinciden, en cambio, en que lo importante ahora es ganar votos. Así cada uno -sin
imaginación para resolver porque resolver no les importa-, plantean en todos
los casos políticas represivas como si la historia no existiera y por ese
camino algún estado hubiera resuelto algo alguna vez. Discépolo diría: “una
risa que dan ganas de llorar”.
El más laborioso, el más ingenioso -si algún ingenio le cabe al fracaso-, es Daniel
Scioli, que habla de crear una agencia onda la DEA, cuyos integrantes,
especialmente entrenados -como los agentes de la DEA-, más antes que después se
perderán -como los agentes de la DEA- en ese limbo de niebla donde narcos y
agentes se confunden y se abrazan mientras el negocio no para de crecer. Caso
contrario, la DEA ya lo hubiese resuelto.
Otro
que también sabe ignorar la historia es Sergio Massa, quien podría haber sido el
más cómico de estos tres tristes tigres, de no haber resultado tétrico. Su
promesa-amenaza de entrar con el ejército a las villas –mientras Nordelta se le llena de narcos-, es un
disparate sin embargo aterrador, pero lo cómico está en que para sostenerlo,
Massita no se cansa de citar como ejemplos a Brasil, México y Venezuela, donde
los homicidios y el narcotráfico crecen en progresión geométrica.
De
cualquier forma, la risa mayor se la lleva una vez más Mauricio Macri, que en
su ignorancia impar, con el carisma de una momia, y la sencillez de la impericia, promete “correr
al narcotráfico a los ponchazos”, tal y como gritaba los otros días por Salta y
Jujuy, revoleando un poncho al mejor estilo Soledad, y con esa gracia
desgraciada que lo hunde en sí mismo tan rápidamente.
En
síntesis, y más allá de eslóganes, bravuconadas y ponchos, los tres concuerdan en
repetir un fracaso ya mil veces probado. Gane quien gane, la prohibición, clave
del negocio, no será cuestionada. Políticas represivas aseguran así el alto precio
del producto, a la vez que garantizan la dinámica que convirtió al narcotráfico
en la segunda actividad más rentable del mundo.
Total,
con más o menos policías, fiscales, políticos y jueces que cooptar o comprar o
liquidar, el negocio seguirá creciendo, y siempre en manos del crimen
organizado, que así, con el tiempo y las vicisitudes, se organiza mejor.
El
Chapo Guzmán los votaría a los tres.
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