////// Año XVIº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

domingo, 7 de agosto de 2016

ESTADO DE SITIO: EL DELIRIO POSIBLE


Más allá del círculo cuadrado de los creyentes de Magnetto, el gobierno de Macri no provocó otra sorpresa que la velocidad de su furia y cierta impericia inesperada en el mejor equipo de los últimos 50 años
Previsibles y brutales, marchan con prisa y sin pausa hacia un estallido que ellos mejor que nadie han de saber inexorable. La sola intriga que presentan es cómo piensan enfrentarlo ¿En helicóptero?... ¿O será en cambio la ocasión perfecta para decretar un estado de sitio, y acabar el saqueo a puro palo?...


EL DELIRIO POSIBLE







Desde 1789 las derechas del mundo –oligarquías terratenientes, aristocracias financieras, corporaciones imperiales- resisten, avanzan y retroceden, ceden y recuperan, van y vienen, suben y bajan, pero ya saben que todo tiene un límite, que antes o después los pueblos abusados hacen tronar el escarmiento.
El gobierno de Macri no escapa a la gravedad de esa ley y sabe perfectamente que amasa entre impericias y codicias un estallido social inexorable. Todo lo avisa.
Rápidos y furiosos en tan pocos meses destruyeron el estado de bienestar que hasta ayer nomás les permitía a los argentinos quejarse por el abuso de la cadena nacional y marchar y parar contra el impuesto a las ganancias. Aumentaron la pobreza, el déficit fiscal y la desocupación, y duplicaron la inflación y la deuda externa mientras cayeron la inversión extranjera, el consumo y por lo tanto el comercio y por lo tanto la industria, pero sobre todo la construcción, porque además se paralizó la obra pública, y de paso se abrieron las importaciones que se mastican lo que resta. A sólo ocho meses todos los números dan mal y nada indica ninguna mejoría por venir. Al contrario.
Ollas populares, comedores que desbordan y se multiplican, desabastecimiento, carestía, protestas, paros, ruidazos y cacerolazos, marchas federales y religiosas… Día a día se agudizan hasta lo inocultable los síntomas de una crisis que ya ni el mismísimo Barrionuevo consigue negar. Shakespeare, que siempre tiene razón, diría ahora: “esta noche negra no se aclara sin una tempestad”. Y el gobierno lo sabe.
Más allá del círculo cuadrado de los creyentes de Magnetto, lo sabe cualquier argentino que se informe sin pasiones, a puro dato crudo y realidad visible… con mucha más razón lo saben el presidente y sus hombres. Por algo son el mejor equipo de los últimos 50 años. ¿Cómo piensan enfrentarlo?...
El bobo letal de Fernando de la Rua y su estrepitosa Alianza, aguantaron dos años pero tenían una ventaja crucial: aún no existían las redes sociales. Ahora el mundo es otro. 
Todavía sorprende la espontaneidad inorgánica de aquella noche de las cacerolas… ¿Cómo se dio? ¿A puro hartazgo?... Ese hartazgo hoy tiene una dinámica infalible: las redes.
La primavera árabe reveló algo más que la imbecilidad de un occidente que creyó ver allí el alba de una democracia capitalista y cristiana en el mundo musulmán. Reveló además que los dirigentes ya no hacían falta. Que bastaba el hartazgo, y una cuenta en twitter.
Entre la espada del gobierno y la pared de la gente, los jefes sindicales tejen con paciencia una manta de excusas con las cuales justifican su tejer y nada más. Con ellos a la cabeza o no, las bases y las masas ya no escuchan el tango vencido de la pesada herencia: el segundo semestre comenzó con el primer cacerolazo, el último jueves hubo otro, y ya la mentada revolución de la alegría se volvió un chiste amargo que no hace ni reír. Pobreza cero. Ja.
Y mientras caldo tan espeso se cocina, una justicia infestada todavía por más de 300 jueces de la dictadura, suelta a 50 genocidas condenados por crímenes de lesa humanidad, pero se lanza a perseguir a la presidenta de Madres de Plaza de Mayo, a la sazón una mujer de 90 años que se moviliza en silla de ruedas, y que, sin embargo, y según dijo Clarín –en un abrazo de oso a la ministra Bullrich-, logró “evadir” a la policía. 
Desesperado, entre las llamas y la comicidad, el gobierno como todo gesto se abraza a Tinelli. El final está cerca. ¿Cómo lo enfretarán?
La torpeza bestial pero ecuménica de los tarifazos -y sus raros motivos que siguen sin entenderse-; la provocación, el desprecio y la ofensa constantes hacia el 49% que no lo votó; los televisivos escándalos por corrupción que o bien no llegan a los tribunales o bien siempre se detienen ante la palabra mágica Calcaterra; el coro de gemidos y lamentos de la pequeña y mediana empresa, de la cámara de la construcción, la del calzado, la del juguete, la textil, y siguen las firmas; son todos elementos de una realidad altamente inflamable. Una sola chispa podría detonarlos. En tal sentido, las redes sociales son una llama perenne. ¿Qué harán cuando la combustión sea?...
Paranoia o percepción, El Martiyo teme un estado de sitio en marcha. 
Y prefiere anticipar un delirio, que callar un alerta a tiempo. 
Lo advertimos ya en nuestro post del 16 de enero La fiesta del odio, a raíz del escándalo de la triple fuga y las sugestivas declaraciones de la siempre inoportuna Gabriela Michetti; y allí decíamos: “Presentado el episodio del pozo que desbarató la fuga como un duro golpe al narcotráfico, así se disponen a justificar cualquier atropello próximo, como en los tiempos cuando la excusa era la lucha antisubversiva. Ahora será el narco. Ya lo dijo Michetti: “no tenemos herramientas para pelear con esto”… ¿Se las pedirán a la DEA, en una suerte de Plan Cóndor narco?... ¿O recurrirán a las Fuerzas Armadas para la seguridad interna, como en el tiempo de los asesinos?... ¿O amasan un estado de sitio y sacarse de paso el Congreso de encima de una vez por todas?...
Pocos días después la ley de derribos reincorporaba a las Fuerzas Armadas a la seguridad interna, y al toque Mauricio Macri les devolvía su autonomía administrativa. En paralelo la tétrica Patricia Bullrich presentaba su protocolo de seguridad. La temporada de caza judicial había comenzado. Milagro Sala ya estaba presa. Ahora irían por Cristina, después por Hebe ¿Quién sigue? 50 genocidas –informaba Clarín- dejaban la cárcel.
En esa secuencia, y frente a un estallido social como el que amasan, ¿por qué no abolir de un plumazo el Congreso, la oposición, los derechos individuales, y los jueces que no se cuadren?... ¿Qué les costaría?... Con la complicidad de los medios que encubrieron durante siete años una dictadura genocida, esto sería un paseo.  En nombre del “orden público y la paz interior”, Magnetto y sus Lanatas se ocuparían de explicarte la necesidad de tan “antipática medida”, y hablarían otra vez de “total normalidad”, como el 25 de marzo de 1976. 
Las Fuerzas Armadas se sentirían de pronto más cómodas, más a sus anchas, como ahora la policía persiguiendo incluso madres que amamantan.
La Sociedad Rural, celebraría, ni qué decir.
Los dirigentes sindicales seguirían como hasta hoy, tejiendo. Y los que no, serían detenidos bajo cargos como conspiración contra el orden público, traición a la patria, terrorismo, o narcotráfico. María Laura Santillán nos contaría cosas horribles de todos ellos. Se descubriría que eran corruptos.
En cuanto al contexto externo, tampoco habría sobresaltos. Gane quien gane en Estados Unidos –Clinton o Trump-, saben que Macri no les negaría esa base militar que tanto sueñan en el sur, y un sin fin de pingües bisnes. Apoyarían, cómo no. En el peor de los casos, el Departamento de Estado se mostraría repentinamente respetuoso del “principio de no ingerencia en los asuntos internos de otros países”. 
Desde luego en tales circunstancias el descontento social alcanzaría su punto caramelo. Descabezados de sus líderes naturales -ya fuera por la cárcel o la deserción-, los sectores populares se astillarían, pero igual estallarían. Atentos al manual de Washington, no se descarta una insurgencia armada financiada por el propio gobierno con el fin de justificar la masacre pendiente.
Paranoia o percepción, delirio o posibilidad, es infantil pensar que los hombres que integran el gobierno de verdad esperan todavía una lluvia de inversiones, una pascua de la abundancia, la pobreza cero, la revolución de la alegría… ellos saben que no, mejor que cualquier argentino lo saben.
Saben desde 1789 que sin otro plan económico más que el desguace del estado y la timba financiera, ni más políticas públicas que la fuga de divisas con blanqueo incluido, bien antes que después el pueblo hará tronar el escarmiento... ¿y entonces?
Entonces El Martiyo prefiere pasar por delirante ahora, que lamentar mañana no haber avisado a tiempo.
Porque hoy puede parecer imposible una Argentina bajo estado de sitio… pero hace apenas ocho meses, la Argentina actual también parecía imposible. 

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