En otra de sus promesas incumplidas, lejos de cerrar
la grieta, Mauricio Macri se dedicó a cultivarla, y debido al fracaso total de
su gestión, la profundizó hasta el abismo en su caravana del adiós.
Más allá de
las buenas intenciones de Alberto Fernández, el periodismo de guerra no acepta
su paz y siguen las hostilidades.
En una nueva edición de la eterna contienda
argentina, el peronismo vuelve al gobierno, y el antiperonismo al odio.
LA GRIETA QUE NOS
PARIÓ
La grieta no
cerró, quedó bien abierta, en carne viva.
La guerra con los
medios la dio por terminada Alberto Fernández, no los medios.
Confiamos en que
el nuevo gobierno reactive la economía, resuelva el hambre, alivie la pobreza,
recupere la soberanía económica y por lo tanto política, retome con firmeza los
reclamos por las Malvinas, y muchas cosas más confiamos en que hará. En cambio
sus intenciones de cerrar la grieta y/o firmar la paz con el Grupo Papel
Prensa, nos parecen menos que ilusiones: apenas fantasías.
Mucho más después
de las últimas elecciones, cuando en su caravana del adiós Macri invocó todos
los resentimientos de su público, hizo del odio su bandera, y agitó los peores miedos
del ignorante medio ilustrado (ilustrado por los medios): Cuba, Venezuela, los
Montoneros, el comunismo, la corrupción, el narco, los extranjeros, los negros,
los pobres, los putos, los travestis, los otros… ya inocultable el fracaso en
todos los ámbitos de su gestión, el único capital político que les queda es el
odio, y a él se aferran.
Aún antes de terminadas las
elecciones del domingo, con la violencia de un vómito ya bajaban por
las redes el desprecio y la tirria de funcionarios oficiales, diputadas, diputados,
anónimos y trolls que ya no disimulaban más nada. Eran
diatribas torpes, furiosas, apuradas, mal escritas, brutales y burdas, esencia
pura.
Mientras tanto
los grandes medios y sus mayores empleados -recuperados de la “paliza” de las
PASO- volvían a la operación berreta, al chisme inventado, a la insidia, a las
viejas calumnias, al augurio tétrico, a la sospecha constante y retorcida a
partir de una palabra, una mirada, un gesto, un dedito… el odio y la nada.
Con el mismo
título el mismo día -para demostrar que ellos sí son lo mismo- Clarin y La
Nazión alentaban en tapa las presiones del FMI sobre el gobierno por venir. Pero no ven ningún problema en el que se va mientras se desangra. El
blindaje no cesa. Los ataques siguen y seguirán. El diario Perfil -¿que a que
no saben a quién le compra el papel?- infló hasta el rumor la mentira simple de
la internación de Alberto Fernández. Eduardo Feinman usa media hora de su programa para recordar el pasado
montonero de Nilda Garré al cabo de cuatro años de olvidar el de Patricia
Bullrich… Alberto Fernández podrá dar por terminada la guerra con los medios
las veces que quiera, pero no se registra ni un solo antecedente en toda la
historia humana de un acuerdo de paz unilateral.
El odio no se
rinde, la grieta está en carne viva, ni siquiera es horizontal, es vertical,
hay ricos y pobres y clase media de un lado y del otro, porque hace rato que no
es política ni social, que roza lo moral, lo humano.
El Grupo Papel
Prensa, aliado crucial de la Embajada, tampoco se rinde, prueba operaciones, presiona
desde sus tapas, amplifica mentiras. La guerra con los medios, con esos medios,
es a vencer o morir.
En 1952 una
frase genial por su síntesis concentraba en apenas tres palabras todo el odio
del mundo: viva el cáncer. El 23 de setiembre de 1955 una multitud como nunca
Macri se animará a soñar vivaba en la Plaza de Mayo el asesinato en masa de cientos
de compatriotas inocentes durante los bombardeos sobre esa misma plaza tres meses
antes. Un año después fusilaban por orden del presidente Aramburu más de
treinta personas entre obreros, militantes y militares. Total normalidad, la
izquierdita gritaba: “se acabó la leche de la clemencia”. En 1976 los mismos
que habían aplaudido los bombardeos y los fusilamientos ahora aplaudían,
negaban o callaban la persecución, la tortura, el asesinato y/o la desaparición
de miles y miles de personas, compatriotas también. El prócer escolar Domingo
Faustino Sarmiento manda degollar al Chacho Peñaloza, hace clavar su cabeza en una
plaza, y condena a su esposa a barrer alrededor. San Martín desterrado, acusado
de traición a la patria. Rivadavia nos endeuda por 150 años y se queda con la avenida
más larga del mundo. Moreno, Dorrego, Paz, Rosas, Facundo, Urquiza, Mitre,
Roca, Yrigoyen, Uriburu… la historia de la Argentina es la historia de su
grieta.
Mucho antes de
llamarse peronismo y antiperonismo, dos fuerzas en pugna se alternan en la conducción
del país pero la pugna se mantiene. Cuando ya no queda nada que saquear, cuando
el fracaso al fin estalla, el antiperonismo se retira. Pero no se rinde. Se
reagrupa y espera. Espera a que el peronismo reconstruya el país, lo reactive,
lo enriquezca, y entonces vuelve para saquearlo. Y así una vez y otra vez desde
el principio, desde mucho antes de llamarse peronismo y antiperonismo.
Alguien debería
recomendarle al presidente electo que no pierda un minuto de su valioso tiempo
luchando contra la grieta, que no espere ninguna paz con ninguno de esos medios,
que ya lo ve… Que en tal caso la consigna es vencerlos hasta convencerlos.
Evita diría
“hasta que no quede un solo ladrillo que no sea peronista”.
* * *
Excelente artículo que comparto plenamente, amigo.
ResponderEliminar¡Ojalá que, si no se cierra, al menos se atempere su ardor!
Nos salvamos con todos y nos hundiremos sin todos.
Tal vez el peronismo del Alberto le perdonò la vida a MM , debiò haberlo aniquilado polìticamente para que no resurgiese nada de su gente
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