La economía argentina hipotecada en Washington, el
aparato mediático-cultural alineado con la Embajada de Estados Unidos, y parte
del territorio nacional ocupado por Gran Bretaña y las fuerzas de la OTAN.
En dicho estado colonial, nos pretendemos un país libre y
soberano.
Menos que una fantasía, se trata apenas de un oxímoron.
LA NOCHE BAJO EL SOL
“Seamos libres y lo demás no importa nada”.
José de San Martín
Tal y como nos enseñaron a repetir desde la escuela
primaria sin hacernos reparar jamás en el detalle, el 9 de julio se conmemora
el Día de la Declaración de la Independencia, ninguna independencia. La
distancia entre declararse libres y serlo es tan grande, que sigue todavía.
205 años después de aquella notable jornada, cuando un
distinguido consorcio regional manifestó su voluntad política de liberar del
yugo extranjero a estas provincias del sur, tenemos la economía en manos de
Washington, el aparato mediático-cultural alineado con la Embajada de Estados
Unidos, y parte del territorio nacional ocupado por Gran Bretaña y las fuerzas
de la OTAN. Pretendernos un país soberano, libre, es infantil. Como creer que
el 9 de julio es el Día de la Independencia Nacional. Ninguna independencia.
Una suerte de nuevo plan cóndor blando -y no tanto- se
despliega sobre la región sin tantas balas –mientras no hagan falta-, pero
armado mejor con la fuerza de los grandes medios de comunicación y la
corrupción personal de los abogados que ejercen el poder judicial de cada
país.
Por eso Maduro gana las elecciones y es aislado y
amenazado, por eso Lula arrasa en las encuestas y va preso, Correa parte al
exilio, por eso Macri colabora con el golpe en Bolivia, y Cristina lleva ya más
de diez años de persecución mediático-judicial sin que aparezca todavía una
sola prueba concreta en su contra. Porque no somos libres.
Mucho menos en la Argentina, que además de sufrir todos
los males de la región, mantiene –y es preciso repetirlo una vez y otra vez-,
parte de su territorio ocupado por un país extranejro.
Diarios, portales, radios, canales, editoriales y
librerías, productoras de cine y series, el 90 por ciento de todo ese aparato
mediático-cultural está en manos del Grupo Papel Prensa, cuyo alineamiento con
la Embajada de Estados Unidos no sólo es obvio desde hace mucho, sino que
además hace mucho quedó al descubierto y en detalle con las filtraciones de
Wikileaks.
Podemos llamar a elecciones todos los días pero la
historia del mundo seguirá sin registrar un solo caso de colonia de verdad democrática.
Se trata de un vacío lleno, una noche soleada, un oxímoron, una figura
retórica, ninguna realidad.
Hace 39 años tropas y más tropas argentinas desembarcaban
en las Islas Malvinas y se parapetaban dispuestas a una guerra que desde
entonces tratamos de olvidar. Poco días antes, nuestra soberanía territorial había sido
recuperada en forma completa.
En respuesta inmediata la CEE bloqueaba comercialmente a
la Argentina, mientras Juan Alemann -entonces ministro de economía- se apuraba
a garantizarle al enemigo el pago puntual y completo de nuestra formidable
deuda externa. Ningún bloqueo a nadie. Así empezó la rendición. Ese espíritu
cipayo del gobierno de facto, pesaría más que todos los pertrechos y todos los
cuerpos de todas las tropas, y volvería inútil cualquier sacrificio en el
frente.
Esa misma cúpula genocida y cipaya que había endeudado al
país en forma record –al menos hasta la llegada de Macri-, cuando vio a los
ingleses de cerca, se rindió sin chistar. Incluso agradecida.
El retorno al estatus de colonia fue entonces tan rápido
–y era ya tan antiguo-, que ni siquiera lo sentimos. Primero nos distrajo el
Mundial de España -¡debutaba Maradona!-, y luego la campaña de
desmalvinización llevó la derrota bélica al plano moral, y la extendió desde
las Islas a todo el país y hasta nuestros días.
Los mismos grandes medios que tanto apoyaban la gesta
cuando “estábamos ganando”, a partir de entonces se dedicaron a explicarnos que
todo había sido un gran error y una locura. La locura de un solo tipo: un
borracho, que ya no precisaban más. Y chau.
Nunca más debíamos desafiar a ningún imperio, a ningún
poderoso. No era importante tener parte del país ocupado por otro país, qué va.
Tonterías escolares. Teníamos un territorio inmenso, ¿para qué pelear por dos islas
más o menos? Pronto nos dejarían votar, y chau.
La flor de la derrota fue la democracia. Una democracia
nominal, endeble, encorsetada por los vencedores de la guerra, teledirigida
desde los grandes medios más grandes que nunca, y que voló por los aires en
2001 pariendo con dolor el primer proceso político de liberación nacional desde
los ya lejanos días del general Perón… y que al cabo de 12 años de lucha, desbarrancó en Mauricio Macri y su destrucción total y su entreguismo absoluto,
porque un oxímoron es un oxímoron y una colonia es una colonia.
El 9 de julio de 1816 se declaró la independencia.
Y eso es todo por ahora.
La lucha continúa.
* * *
Como cantaban en un sketch de Les Luthiers:
ResponderEliminar"Y ya que es de la Independencia el día/
la independencia, ¡qué bien que nos vendría!"