Autor de un best-seller histórico, y más de veinte novelas entre otros libros, negar a Jorge Asís como escritor, según sus propias palabras, “es por lo menos pretencioso”. Como periodista, en cambio, surge durante la dictadura protegido bajo la acuarela costumbrista, no se le conocen grandes investigaciones ni denuncias, y sin embargo logró instalarse como “analista político”. Pero desde entonces ambula como perdido entre la realidad y la ficción.
EL TURCO EN SU NEBLINA
Subestimado como escritor, sobrestimado
como periodista, Jorge Asís, el Turco, supo componer un personaje -un muñeco,
diría un teatrista- que le permitió a un mismo tiempo tranquilidad económica,
un incierto prestigio, pero prestigio al fin, y lo mejor de todo: tiempo libre.
Ahí, quizá, su gran obra: él.
Habitué infaltable de ese limbo de espías,
periodistas y bucaneros que era en los 80 y los 90 el Florida Garden; caminador
infatigable de los mentideros porteños y los almuerzos por donde pasan todas las
verdades -y todas las operaciones-; Asís ambula como perdido entre la ficción y
la realidad sin asentarse en ninguna. Ahí su neblina.
Como periodista no se le recuerdan grandes
investigaciones, primicias ni denuncias. Su trayectoria se remite a los años
duros de la dictadura, cuando supo
protegerse en Clarín detrás de la crónica costumbrista y las acuarelas de
Oberdan Rocamora. De a poco se revelaba como escritor, hasta que en 1980 estalló
su novela Flores robadas en los jardines de Quilmes, inmediato best-seller. Como
el éxito no se perdona, pronto fue acusado de colaboracionista, pese a que la
novela estaba dedicada al recientemente desaparecido Haroldo Conti. Nace
entonces la grieta entre los escritores exiliados, y los que se quedaron. Los
de adentro, y los de afuera. En fin. Flores robadas no paraba de venderse, así
que un día Asis dejó Clarín y denunció su interna -no su poder- en Diario de la
Argentina, algo menos que una novela, pero con una fuerza narrativa
irresistible que le costó el exilio de la patria periodística, y allí cayó en
el destierro sin haberse ido nunca. Proscripto por los unos y los otros, en 1990
recuperó todos los derechos de sus libros y los sacó de circulación. Perdido
por perdido, pecé en su juventud, cuando vio llegar a Menem se abrazó al paisano,
y fue embajador en la UNESCO, en Portugal, y hasta Secretario de Cultura de la
Nación. Desde entonces no falta quien lo cree peronista. Incluso él.
Hoy posa de analista político limitado sin
embargo al augurio, la proyección y la sospecha, pero alambicado por un estilo
personal que al menos en televisión destaca como un diamante entre carbones. Sobre
todo en contraste con sus entrevistadores de ocasión, Alejandro Fantino, Paulo Vilouta,
relatores deportivos, y en el mejor de los casos, el animador y conductor
Fabian Doman, cuando no el genuflexo Luis Novaresio.
Así Asís -así cualquiera- resulta desde
luego indiscutible como quien habla solo, y entonces, con tono suficiente,
canchero, ralajado, se lanza al “análisis político”… una maraña subjetiva de
especulaciones, profecías, interpretaciones personales de las psiquis ajenas, más
algunos chismes y rumores que él mismo califica de “información probablemente
mala”. Así en 2015, por ejemplo, anticipó la victoria de Daniel Scioli.
También en su portal acaso lo más
interesante es el manejo de sus recursos literarios para tejer la sarasa referida.
Astuto, en sus proyecciones considera todas las posibilidades, como quien
apuesta en la ruleta a los 36 números. A la usanza de los antiguos textos griegos,
a cada personaje le adjudica su apodo (La Doctora, El Ángel Exterminador, El Furia,
etc), mientras se maneja con un estilo cablegráfico que agiliza la lectura,
permite la humorada, y facilita el efecto. Información, lo que se llama
información, no hay.
La manifestación, Los reventados, Don
Abdel Salim, La calle de los caballos muertos, Flores robadas… sus novelas
acaso no guardan los rigores técnicos de las de Osvaldo Soriano, ni la solidez de sus
argumentos -que en Asis se diluyen o resultan innecesarios porque se limita a la
voz del narrador para unificar el relato-, pero juntos rompían entonces la monotonía
de un paisaje literario devastado por la dictadura -cuando se publicaba mucho
pero no sorprendía nadie-, y ensombrecido por los viejos titanes todavía vivos:
Borges, Bioy, Cortazar… Con una prosa a veces apurada, y por lo tanto a veces
desprolija; un lenguaje descarado, vivo, y por lo tanto familiar; un ojo agudo
para el costumbrismo, y el tono irónico que impone la derrota, Asis logra en sus
libros una regia pintura de época, que negar, según sus propias palabras, “sería
por lo menos pretencioso”.
Ahí su neblina.
Porque en sus libros, con los recursos de la
ficción, supo hacer la crónica de sus días. Hoy intenta lo mismo en el
periodismo, y con los mismos recursos. Pero como no es ficción, con frecuencia
la realidad lo desbarata.
* * *
¿y la aneda? decía algúne payase de antaño... su crónica del cocnocido y bien fotografiado sr turco, que muches vemos como ud
ResponderEliminarcuando he visto al de la neblina, que quiso prohibir el SALE de las vidrieras, me produce curiosidad sus comentarios acerca de las piedras planetarias y los animales horóscopo-chinescos
gracias por su posteo
una nota al pie: donde dice pece a debería decir pese a ( viene de pesares)
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Eliminar" Perdido por perdido, pecé en su juventud"
Eliminar¿?
¿nos está hablando de la "fede"? jajajaja!
no será demasiada sobreinterpretación?
pese a su aclaración y a pesar de querer saber mas del tema, innsisto con lo dicho...
Un personaje menor que desaparecerá cuando ya no esté en carne y hueso. Tal vez en el diccionario, en la palabra acomodaticio, algún día aparecerá su foto como ejemplo.
ResponderEliminarBuena descripción del "operador errante"!
ResponderEliminar