Con la legalización del cultivo y el comercio de la marihuana, el Uruguay acaba de asestarle, ahora sí, un duro golpe al narcotráfico.
El título más gastado y vacío del mundo, por una vez se hizo
realidad y ganó sustancia, y sin embargo, los grandes medios lo dejaron pasar, nadie lo usó.
El Martiyo, en exclusiva entonces, no se lo pierde, y aquí va:
¡DURO GOLPE AL NARCOTRÁFICO!
Quizá se trate del título más usado y vacío de la historia
moderna del periodismo mundial en cualquiera de sus manifestaciones, gráfica,
radio, tevé, web… Tantas veces lo hemos leído, oído, visto, que si tan sólo la
mitad de esas veces hubiera sido real, hace rato el narcotráfico estaría
erradicado del entero Sistema Solar.
Pero no. Se trata apenas de una fórmula gastada por
periodistas cansados, apurados, o asustados, que no quieren saber, no pueden
pensar, o no se animan a decir. Pero todos ellos saben muy bien que ninguno de esos duros golpes contra el narcotráfico que gritan con tanta frecuencia,
son verdaderos golpes, ni mucho menos duros. De lo contrario el problema no
hubiera infestado ya, desde hace rato, y en todo el mundo, no sólo en la Argentina, la policía,
la justicia, la política, sus bancos…
Y en cambio ahora, cuando por una vez los hechos
sustanciaban la veracidad de ese título, nadie lo usó. Ni la tele, ni los
diarios… ni siquiera María Laura Santillán, que suele no perderse ningún lugar común.
El Congreso del Uruguay, por iniciativa presidencial, legalizó
la comercialización y el cultivo de marihuana, arrebatándole al crimen
organizado una de sus mercaderías más tradicionales. No la más redituable,
no, pero sí la que más público le llevaba para promocionar, así, sus muchos otros
productos. Se trata exactamente de un duro golpe al narcotráfico, y sin embargo esta vez, nadie tituló así... sólo nosotros. Otra exclusiva de El Martiyo, ja.
En este espacio y desde hace años –desde mucho antes de este
espacio existir- insistimos en explicar lo que nos sorprende resulte tan
difícil de entender: el gran negocio del narcotráfico no está basado en las
drogas, sino en la prohibición de las drogas. Las drogas no cuestan tanto, lo
que cuesta es conseguirlas, y ahí la plus valía del crimen organizado. Por eso
en Uruguay ya se registraron casos de narcos que denuncian cultivadores caseros:
la legalidad los amenaza. ¿Cómo no se entiende?
Décadas de prohibición estimularon el negocio, no lo
acabaron. Porque la prohibición no sólo funcionó como la mejor campaña de
publicidad que agencia alguna pudiera imaginar, sino que, además de ser gratis,
multiplicaba el precio del producto tantas veces como trabas le impusiera la
bendita prohibición.
En el corredor tropical de la Tierra, la planta del cannabis (la
marihuana) permite hasta tres cosechas anuales. Su precio por kilo no debería
superar el precio de, por ejemplo, la yerba mate. Sin embargo, gracias a la
prohibición, sus grandes empresarios –no los vendedores que vemos esposados en
los noticieros- alcanzan lucros irresistibles para cualquier hombre de negocios
que se precie de tal... ¿Eso tampoco se entiende?
Toda esa plus valía, esa inmensa masa de dinero -que el díler
de barrio no consigue siquiera imaginar- debe ser por supuesto blanqueada,
lavada, y ahí entran, o mejor dicho: allí se vuelven imprescindibles, para el
negocio a gran escala, los poderosos. Policías, políticos, fiscales, jueces, grandes empresarios y, lógicamente, los grandes bancos multinacionales, sin
cuya participación estas realidades no serían posibles.
El gil que vemos esposado en los noticieros cada vez que sus
presentadores se cuelgan el tamborcito de un nuevo “duro golpe al
narcotráfico”, no resuelve nada, no afecta a nadie, no pesa, no incide. Es
apenas un resorte de la maquinaria, y si pertenece a una organización bien
organizada –y valga la redundancia porque todo esto es una gran redundancia-,
también tendrá sus inmediatos abogados, entre otras cosas, para evitar la
delación. O, en su defecto, será muerto antes de hablar. Depende cómo se
organice dicha organización, que en cualquiera de los casos, como se ve, no acusa ningún
duro golpe, qué va.
Duró golpe es el que le puso esta semana el Estado Uruguayo
sin disparar un solo tiro. En la Argentina insistimos con la prohibición y la
represión, pero… los levantamientos policiales de los últimos días, no son
ajenos al tema. Se están pateando kioscos históricos. Las grandes
organizaciones del narcotráfico –las que proveen al vendedor ambulante- no se
montan sin policías. En ningún lugar del mundo.
Hoy no existe una sola ciudad en la Tierra donde el turista no encuentre
cualquier tipo de estupefacientes apenas llegado, y por prohibido que esté… ¿Cómo
la policía del lugar jamás los encuentra?... O en tal caso: ¿por qué la policía no contrata los servicios de un turista para investigar al narcotráfica del lugar?... Así de absurda es la realidad que mantiene y
sostiene al narcotráfico en el mundo, y todo gracias a la prohibición, que
alimenta narcos, claro, pero también policías, y por lo tanto, antes o después,
fiscales, jueces, funcionarios, legisladores, políticos al por mayor…
Resulta entonces un hecho incontestable, a esta altura de la
derrota, que todo aquel que aun apoya la prohibición, ignora la verdadera trama del tema… o
está en el negocio.
El problema de las adicciones es, básicamente, un problema
de salud. Psíquica o física, no hace a la cuestión. De alguna forma, entonces, todos somos enfermos.
Por eso cuando el objeto de adicción no está prohibido por ley, el paciente
acude a un hospital, o a una farmacia, y no se esconde de la policía. Cuando,
en cambio, la marca de su debilidad figura entre las sustancias prohibidas por
ley, el adicto se sabe un marginal, y huye, se esconde, y más se droga.
Por lo demás, una adicción le cabe a cualquiera, porque
todas ellas responden a carencias o vacíos de índole psicológica, y de eso
nadie está a salvo. La prohibición del remedio que resuelve esa carencia, condena al paciente a rodar por el circuito de
pistoleros y maleantes del narcotráfico, y entrar en contacto directo con más y nuevas tentaciones para el adicto. Todo lo cual equivale a encerrar un alcohólico en una bodega
para que no se nos vaya por los bares. Tal el absurdo de la prohibición.
Así, por ignorancia, o por mala leche, en la Argentina el debate sobre
las drogas se estancó, perdió su sentido. Se habla, ya, de lo que no
importa. Encerrar vendedores, y perseguir consumidores, es continuar con nuevas
piruetas de un viejo fracaso. La discusión no pasa, ya, por la prohibición o no
de las drogas; no se trata, hace mucho, de establecer si la marihuana es mala,
o la cocaína es peor; qué puede importar, a esta altura de la tragedia, qué
avión la lleve ni por dónde, o cuántos kilitos encontraron ayer en un sótano de La Paternal...
La discusión, urgente, es por la guita.
Por el negocio.
Decidir, elegir, si todo ese inmenso flujo de dinero que
ubica al tráfico de drogas como el segundo negocio más redituable del mundo
-después del tráfico de armas-, va a continuar en manos del crimen organizado,
o pasará por fin a manos del Estado organizado.
Esa es todo lo que hay que decidir ahora: si ellos, o
nosotros.
En tal sentido, los uruguayos sí que le dieron un duro
golpe al narcotráfico.
¡Qué título se perdieron los caretas!