Espada
de doble filo, la libre expresión resultó ser un arma más eficaz que las armas
para imponer lo que antes se imponía por las armas. Solo hacía falta manejarla
completamente. Entonces nada sería imposible. Ni siquiera la presidencia.
Pero una denuncia de Verbitsky nos avisa que no es nada personal.
Pero una denuncia de Verbitsky nos avisa que no es nada personal.
SOLO SON NEGOCIOS
Dicen
que decía Perón que si uno quería entender el mundo moderno había que leer
Cosecha roja, de Dashiell Hammett. Pero eso porque Perón no alcanzó a ver la saga de El Padrino, de Coppola-Puzzo.
Sobre todo
la primera, en la que una escena ilustra como nada el nacimiento del mundo
moderno. Es cuando Michael (Al Pacino) toma el poder, o se anuncia para hacerlo.
Herido
el viejo en un atentado de famiglias rivales, los hijos, reunidos, debaten qué
hacer. Sonny (James Caan), quiere iniciar una guerra. Tom, il concilieri
(Robert Duvall), trata de calmarlo, cuando Michael, el más chico todavía, el héroe
de guerra, recién golpeado por el jefe de policía de Nueva York, propone asesinarlo.
Todos
se ríen. Creen que es algo personal, y le dicen aquello de que “son sólo
negocios”, y luego le explican por qué no se podía matar un jefe policía, y por
qué nunca habían matado a ninguno por más corrupto que fuera.
Es ahí
cuando Michael les hace la pregunta que inaugura el mundo moderno: ¿Para qué
tenemos los diarios?... y les explica: “Matan jefe de policía envuelto en narcotráfico”,
y allí, así, los dueños de los fierros descubren algo más poderoso y letal que
los fierros: los medios.
En ese
momento de la película y del mundo, todo lo demás se vuelve pasado pisado.
Por fin
la democracia mostraba su talón de Aquiles.
Como un
escalpelo que así mata como cura, la libre expresión podía resultarles muy
útil.
Ahora,
así, era posible participar en política, promover senadores, incluso poner
presidentes, y hasta ser condecorado por el Vaticano. ¿Para qué tenemos los diarios?
De
igual forma el poder económico que en los años 70 arrastró a los militares
latinoamericanos a un oprobio infinito (por lo pronto ya lleva casi medio siglo y sigue),
descubrió un día que había algo mejor, más efectivo que los fierros: los
medios.
Y
entonces los compraron.
Y así
como alguna vez la dominación económica reemplazó la ocupación militar, ahora ya
no precisaban encañonar a la masa, reprimirla: bastaba intoxicarla
intelectualmente, confundirla, proyectar, contra la tela en blanco de su apuro
cotidiano en la lucha por la supervivencia, una película de la realidad. Como en
la caverna de Platón, igual.
Era la
democracia.
Su talón
de Aquiles.
En
nombre de la libertad de expresión, se podía levantar incluso un monopolio
mediático más poderoso que la verdad. Mejor, peor: se podía sustituir la
verdad, y poner algo más conveniente en su lugar.
De ahí
a elegir parlamentarios, ministros, jueces y presidentes, era sólo cuestión de
volumen. De crecer. De comprar y tener más medios hasta convertirse en un
estado paralelo. Como una mafia.
El
mejor ejemplo, por perfecto, sería la Argentina, donde, como en ningún otro
país del mundo, un conglomerado periodístico se adueñaba de pronto de todo el
papel para diarios de un país. Nadie se había atrevido a tanto.
Dicen
también que decía Perón que fundó TELAM porque la gente no conocía China sino
lo que le contaban de China, y que entonces era mejor ir a China.
Así
también Magnetto comprendió que, si eran dueños de todos los medios, la gente
no conocería la realidad, sino lo que ellos le contaran de la realidad. Y clavó
sus colmillos en nuestro talón de Aquiles.
En 1977, a cambio de encubrir
el genocidio, se quedó con todo el papel del país, y a partir de entonces
fueron la realidad. La verdad. Alfonsin se les opuso, y se lo comieron hasta
deshacerlo. Menem les soltó la correa y les entregó los medios audiovisuales.
En 2002 Duhalde les pesificó la deuda y los salvó del desastre al precio de
todos nosotros. Entonces llegó Néstor Kirchner y les entregó lo que les
faltaba: todo el cable.
Cristina
los enfrentó. Así lo pagó, lo paga, y lo pagará. No habrá respeto ni piedad con
ella, como sí los tuvieron con auténticos asesinos, con verdaderos corruptos, con
indiscutibles dictadores. Cristina será un ejemplo para cualquier otro que se
atreva. (Pero la monstruosidad de su enemigo da la estatura de su coraje).
Ahora
volvieron y se quedaron con todo. La Capital, la provincia, el país… Metieron
uno de sus abogados en la Corte Surprema, uno de sus gerentes en la ANSESS,
otro en el INCAA, y siguen y comen... ¿Para qué tenemos los diarios?
Trabajaron
duro, sin descanso, sin reparar en ningún código de ética ni en nada; entre
injurias y mentiras se jugaron el poco prestigio periodístico que tenían,
fueron por todo, y por fin, por prepotencia de volumen, y un pelito de votos, consiguieron imponer su
muchacho. Un socio. Un empresario multinacional de larga trayectoria en el
saqueo del estado. Uno de los nuestros, diría Magnetto, después de preguntarse sonriendo
¿Para qué tenemos los diarios?
Hablando
de diarios, el último domingo, en Página 12, el incontestable Horacio Verbitsky
cierra su columna lacónica, dramáticamente.
“Así
como Sebastián Piñera aprovechaba cada contacto bilateral con CFK para plantear
los reclamos de la línea aérea LAN en la Argentina, Macrì utilizó su primer
encuentro con Dilma Rousseff para solicitar que se reviviera el crédito del
banco brasileño de desarrollo para el soterramiento del Ferrocarril Sarmiento.
Piñera era el principal accionista de LAN y aunque había colocado esas acciones
en un fideicomiso, seguía gestionando a favor de la compañía
chileno-estadounidense. Del mismo modo, Macrì tiene interés directo en las
obras del Sarmiento, que están a cargo de un consorcio integrado por la
constructora brasileña Odebrecht, la española Comsa, la italiana Ghella y la
argentina Iecsa. Las dos últimas forman parte del grupo que conduce el nuevo
jefe de la famiglia Macrì, el primo Angelo Calcaterra, hijo de la hermana de
Franco y Tonino Macrì, María Pía”.
Esperamos una semana la desmentida. Nadie dijo nada, y
decidimos comentarlo.
Porque si fuera verdad, sería como si Tony
Soprano llegara a la Casa Blanca.
* * *