Derribar
aviones o reventar villas no evitó cinco muertes por droga en una fiesta electrónica
en un bunker del Pro.
Al
igual que la pobreza cero y la revolución de la alegría, el vociferado combate
contra el narcotráfico es otra mentira como los disfraces de Patricia Bullrich.
Pero
los muertos son de verdad.
MENTIRAS
QUE MATAN
Patricia Bullrich y el carnaval de la muerte.
Por
mucho que Patricia Bullrich se disfrace de Rambo o de arbusto, los papelones se
suceden, y ya comenzaron las tragedias.
Las cinco muertes de Costa Salguero no son una fatalidad. Son parte de ese fracaso
que supimos anunciar el 15 de octubre del año pasado en nuestro post Tres tristes tigres.
El
gobierno nacional no tiene ninguna intención de luchar contra el narcotráfico. El
“problema de las drogas”, como le llaman con notable displicencia, no les
parece grave. De hecho no pesa en las encuestas. No importa. Se trata de
un “flagelo mundial”, y como tal está lleno de excusas que hace mucho se dicen
por la tele. Basta con repetirlas.
Al
igual que la mentada revolución de la alegría o la pobreza cero, el vociferado
combate contra el narcotráfico, también era mentira. Una fachada pomposa, como
los disfraces de la ministra.
Camuflada
en la épica de una guerra contra los carteles de Sinaloa, la policía volvió a
pedirle documentos a la gente como en los días de hierro de Videla & Co.
La
temeraria ley de derribo de aviones sólo sirvió, a la luz de los hechos, para rehabilitar
la ingerencia de las fuerzas armadas en la seguridad interna, como en los días
de hierro de… Y las cinematográficas y violentas incursiones en los barrios más
pobres detrás de los grandes capos narcos, acabó con cinco muertos en una fiesta
electrónica autorizada por el gobierno de la ciudad y organizada por socios del
gobierno de la ciudad. Ningún avión, ninguna villa.
Igual
que en Cromañón, una vez más basta escarbar apenas para encontrar enseguida el
tejido subcutáneo de la corrupción oficial. Costa Salguero, bunker del Pro durante su campaña, salón de fiestas del casamiento de Macri, el gobierno de la ciudad le concedió su explotación al marido de Carmen Polledo, diputada Pro, y tan luego vicepresidenta de la Legislatura en la Ciudad de Buenos Aires.
Sin embargo esta vez los grandes medios prefieren culpar a “la droga” como a un ser viviente; preguntarse con remanida ingenuidad “por qué se drogan los jóvenes”, y al cabo deshacerse
en la melaza de lugares comunes tantas veces dichos, que ya ni siquiera precisan pensarlos para repetirlos. Y entre la ignorancia y la complicidad, el tema
también se deshace.
Histriónica
y desorientada, pero severa aunque incompetente, Patricia Bullrich se tomó el asunto
como algo personal, y apenas asumió se jactó de entregarse a la DEA para que la
agencia norteamericana le aportara toda la experiencia obtenida en sus ya más de
cuatro décadas de evidente fracaso.
La poderosa agencia hoy cuenta con más de cinco mil agentes especiales y está presente en más de 60 países. Inaugurada como tal el 1º de julio de 1973, desde entonces, como es sabido, la producción, el tráfico y el consumo
de estupefacientes se multiplicó en progresión geométrica, especialmente en todos esos países donde opera la DEA.
Pedirle a esta
gente que te asesore en la lucha contra el narcotráfico, equivale a pedirle al
Estado Islámico que te haga la seguridad de los estadios. Sin embargo, allí
fueron Macri y su ministra a buen puerto por agua.
Una de
tres: o no entienden nada, o no les importa nada, o son parte del negocio.
Demasiadas
veces referimos en esta misma sección
la plusvalía irremplazable que significa para el narcotráfico la prohibición de su
mercadería. Una vez abolida la ley seca en los Estados Unidos, las mafias
abandonaron el contrabando de alcohol. Y nació el narcotráfico.
Y
muchas veces que nunca serán demasiadas advertimos también la esterilidad de la
discusión sobre los daños que produce la droga –los riesgos para la salud, la dependencia orgánica, las consecuencias letales, y otras verdades inútiles-, cuando la cuestión urgente, desde
hace rato, es decidir quién ha de controlar el segundo negocio más redituable
del mundo: si el Estado organizado, o el crimen organizado.
Mientras
el debate gire sin salida alrededor de los mismos clisés,
las organizaciones dedicadas al narcotráfico aumentarán su lucro a diario, y por
consiguiente expandirán a diario sus ramificaciones en el poder, y su poder.
Y
mientras las autoridades insistan en reventar los barrios de los pobres, los chicos
caerán como moscas en las fiestas de los ricos.
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