En un
hecho que auguramos será considerado un hito en la vertiginosa decadencia de
Clarín, Marcelo Bonelli dice que Felipe González dijo lo que Felipe González
dice que no dijo. El eterno recurso de la desmentida queda así abolido para
siempre. La verdad ya no hace falta. Es el nuevo periodismo
PERIODISMO
CERO
Dispuesto
a la autodestrucción periodística total, el diario Clarín –lo que es, supone y
oculta- alcanzó ayer una nueva marca que auguramos será un hito en su franca
decadencia.
Por la
mañana Marcelo Bonelli –poeta cuando se calla -, desde las páginas del diario
afirmaba que en una “reunión a solas”, Felipe González le había preguntado a Macri
“cuándo meterían presa a Cristina”; y más, peor aún: allí lo extorsionaba con
que sólo entonces la Argentina recibiría inversiones extranjeras. Un desastre
internacional express.
Un
expresidente extranjero y democrático, presionaba al presidente democrático
argentino para que metiera en cana a una expresidente también democrática.
En
pocas líneas torpes, Bonelli lo acusaba a Felipe González de intromisión en
asuntos internos de otro país, de presionar al ejecutivo argentino para que
desconociera la división de poderes, y de extorsión. En pocas líneas torpes.
Cristina Fernández disparó en pocos minutos
sendas cartas documentos para González y Macri exigiendo ratifiquen o
rectifiquen lo que decía Magnetto. (Porque no hay que enojarse con Chirolita
cuando el turro es Mr. Chasman).
Ni lerdo ni boludo, Felipe
González salió corriendo a gritar que era todo mentira. Le mandaba una nota a
Clarín exigiendo la desmentida; y le daba una entrevista urgente a Gustavo Sylvestre, a la sazón ex socio televisivo de
Bonelli, que aún asuente, sin embargo, allí se prendía fuego.
Pero
entonces vino lo mejor.
Porque ahí, casi en
simultáneo, ya completamene carbonizado, desde el portal de Clarín, en pocas líneas urgentes -y por lo tanto aún más torpes-,
el invulnerable Bonelli porfiaba su versión, resguardando por supuesto sus
fuentes -cómo no-, y alcanzando así esa marca que auguramos como un hito en la
formidable decadencia periodística del Grupo.
Porque
el grotesco viene a ser la proyección de un hecho a su máximo absurdo. Ahí su
gracia. Así muchos cómicos consiguen sus risas, y sus aplausos. Ya cuando es la
realidad la que se vuelve grotesca, el chiste pierde su gracia y se reduce a un
detalle de la crónica costumbrista.
Tan luego así Marcelo Bonelli acabó con la vida del personaje de Diego Capusotto Claudio
Tepongo, un periodista que sabe cagarse en sus entrevistados, y digan lo que
digan, él reproduce lo que se le da la gana.
A
partir de ahora Felipe González bien puede pasarse el resto de su vida gritando
que es todo mentira lo que dice que dijo Marcelo Bonelli, que Marcelo Bonelli
morirá repitiendo que Felipe González dijo lo que él dice que dijo y chau.
Un
hecho histórico.
Un
hito.
Hasta
ahora Clarín mentía en grande y desmentía en chiquito o no desmentía nunca –con la
esperanza de que el que quiera creer que crea-, pero tampoco porfiaba en sus grandes
mentiras una vez descubiertas. En tal caso inventaba una nueva.
Ya no.
Ahora
la sostienen contra la propia fuente, contra el propio hecho, contra todo.
El
viejo axioma de las redacciones “que la verdad no te impida hacer una buena
nota”, alcanza al fin su consagración absoluta.
Ya no
importa el sol si decimos que llueve.
Es la
nueva era: el periodismo cero.
Claudio
Tepongo ha muerto.
¡Viva Madzelo
Bodelli!
* * *
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